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De Las Leyes. Cicerón


Enviado por   •  18 de Octubre de 2012  •  1.174 Palabras (5 Páginas)  •  980 Visitas

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En estos tres libros del diálogo sobre las leyes, el protagonista es el mismo Cicerón y sus interlocutores su hermano Quinto y el íntimo amigo Ático, el prudente epicúreo. Tenemos aquí idealmente reunidos a quienes más cerca estuvieron, tanto existencial como intelectualmente. El diálogo platónico homónimo le sirvió de modelo. Está escrito a los 55 años, en su plenitud biográfica, aunque se ha demostrado con casi total seguridad que lo dejó inacabado.

La doctrina del ius naturale recibe aquí un importante impulso. Diferencia un ius civile, propio de la comunidad ciudadana; un ius gentium, propio de todos los hombres; y el ius naturale, que constituye el orden de la comunidad universal superior, que abarca tanto a dioses como a hombres. Un autorizado comentarista de este escrito afirma tajantemente:

"Cicerón, y también el de legibus, es una piedra fundamental dentro de la arquitectura de nuestra cultura histórica de Occidente"[42].

El ius perfecto creado por las leges propuestas por Cicerón presupone una constitución política perfecta. Las leges sirven para mantener la res publica, pero es ésta la que, con su perfección puede proporcionar al hombre lo que más importa: una vida feliz, como ya había hecho ver en De re publica[43]. Los intentos de demostración de que los asuntos públicos deben tener la máxima importancia en la consideración de todos los hombres son palmarios en nuestro autor.

La trascendencia que atribuye Álvaro d´Ors a esta obra para nuestra cultura en general no es ajena al establecimiento de la distinción entre ius y lex[44]. Aunque la anterior tradición jurídica romana ya la reconocía, Cicerón amplía y profundiza los dos conceptos, dándoles un sentido que permanecerá como una grave aporía en la filosofía legal de occidente[45]. De aquella distinción derivará la dualidad ciceroniana de lex naturae (ideal) y lex publica (positiva).

"Así, cuando los Escolásticos, con Santo Tomás a la cabeza, afirman que la ley es un precepto racional y justo y solemnemente promulgado por el soberano, ya tenemos ahí consumada la unión definitiva entre aquellas dos acepciones de lex: de ley natural y racional, que, por definición no puede ser injusta, y de ley positiva, que requiere una promulgación oficial por quien tiene, en un determinado momento histórico, la potestad de legislar. De ahí, dice Santo Tomás, que la ley puesta por los hombres sea ley en tanto en cuanto se deriva de la lex naturae, y si en algo discrepa de ella, jam non erit lex, sed legis corruptio (...) La ley injusta, en consecuencia, no es ley, y en eso no se hace más que seguir el pensamiento ciceroniano, según el cual (II, 13), tampoco la receta de un médico que, en lugar de curar, provoca la muerte es una receta"[46].

En apretado resumen, podemos esquematizar esta obra, recordando que en el Libro I el autor nos dice que se propone redactar unas leyes aptas para la res publica perfecta, pero que antes es necesario exponer los fundamentos filosóficos. Así entra en el concepto de ley natural y su apoyatura teológica. El hombre es generado por Dios, con una gran perfección, y le corresponde una comunidad de razón y naturaleza con todos los hombres. Ello da lugar a la comunidad jurídica. Da noticia de las escuelas filosóficas que aceptan el fundamento natural del derecho. Ofrece pruebas existenciales de la ley natural. Concluye con el valor que tienen las virtudes por sí mismas, y con las doctrinas sobre el sumo bien. Un cristiano al leer este libro no encuentra nada que no le sea familiar.

En el Libro II aborda

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