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Del Sentimiento Trágico De La Vida


Enviado por   •  23 de Enero de 2015  •  1.979 Palabras (8 Páginas)  •  252 Visitas

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Del sentimiento trágico de la vida – Unamuno

En esta obra, Unamuno emprende el análisis de la reflexión personal, señalando a la filosofía como el camino a seguir. Se trata, pues, de un libro de filosofía, en el que Dios aparece en todos los capítulos (solo Spinoza habla tanto de Dios como Unamuno; ambos son ateos)

Unamuno se pregunta qué es la filosofía: la filosofía es el saber instrumental que se busca por sí, por su propio valor y no por otra cosa. La filosofía, en un momento determinado, debe optar entre ser un saber útil o ser un saber que busca la verdad, y opta por la segunda opción. La filosofía busca el saber por el saber, no el saber útil. La filosofía es un saber por sí mismo, pero no es un saber de la razón. Para Unamuno, todo conocimiento tiene una finalidad, de manera que es mentira lo del saber por el saber, pues siempre se busca algo. La filosofía, por tanto, busca algo.

Para Unamuno, cualquier definición de hombre es falsa. El sujeto de la filosofía es el hombre concreto. El hombre, si se define, no es sobre todo, animal racional. La razón no es la propiedad esencial de hombre, a juicio de Unamuno, sino que es la humanidad. Lo que nos diferencia del resto de animales es el sentimiento. Sentimiento y razón se encuentra niveladas pero, el sentimiento cuenta con una pequeña ventaja, y es que tiende a individualizar, mientras que la razón tiende a generalizar. La razón nos nivela, nos hace iguales, y el sentimiento no. La filosofía puede definir los sentimientos, articularlos, trabajar con ellos, pero estará trabajando con conceptos, serán sentimientos racionales. El verdadero sentimiento es el que no se puede conceptualizar.

Hacemos filosofía porque queremos saber, deseamos saber. Buscar la verdad es también una finalidad, y esto es lo que hace la filosofía. La razón responde al querer saber porque sí, desinteresadamente. Unamuno dice que el que filosofa es el hombre de carne y hueso. Rechaza los universales tanto en el sujeto como en el objeto.

Unamuno se distancia de la concepción clásica de la filosofía al centrarse en lo individual, al tratar al individuo, al tratar de determinar lo individual. Lo importante es qué hace a un hombre uno y no otro, el que es y no el que no es. Esta característica no será el cuerpo, el cuerpo proporciona la unidad del espacio.

La memoria es muy importante en Unamuno en tanto que da continuidad al individuo; es la base de la personalidad individual, como la tradición es la base de la personalidad colectiva. La memoria es ese poso que queda en nosotros, de lo que sucede en nosotros. El recuero pertenece al pasado, no podemos recordar el futuro. La memoria, pues, debe proyectarse, pero esa proyección ya no es memoria, hay que proyectar ese recuerdo al futuro. Se trata de permanecer, pervivir, se trata de qué es lo que queremos que sea nuestra actual memoria en el futuro. Vivir es, pues, ser futuro, querer proyectarse. Yo puedo desear la riqueza del otro, pero no el ser del otro, su yo.

Lo peor es no existir. Dejar de ser lo que uno es, equivale a dejar de ser.

El mundo se hace para cada conciencia. Por tanto, la filosofía no es una interpretación del mundo, sino que es de cada uno, es de cada hombre de carne y hueso. Conciencia es saber que se sabe. No vivimos para conocer, conocemos para vivir. El conocimiento está al servicio de la vida y, nos interesamos por aquello que nos sirve para mantenernos vivos.

El hombre filosofa porque no se quiere morir. La filosofía es el problema y la solución. El punto de partida de la filosofía es el sentimiento trágico de la vida. La razón no puede resolver este problema. La razón, en este sentido, es nuestra enemiga. Nosotros anhelamos la inmortalidad, y la razón nos muestra que los hombres se mueren. La razón no explica la vida, y la vida es irrepetible, es individual. La razón para explicar necesita universalizar, y aquí lo que nos interesa es el individuo concreto.

La razón no prueba la inmortalidad, sino al contrario. Si esto es así, todas las pruebas de la inmortalidad del alma que ha dado la tradición son abogacía. El alma no es inmortal, sino que muere con el cuerpo. Por tanto, solo nos podemos apoyar en la incertidumbre, pues la razón es escéptica y nos muestra que nada de esto es posible.

El hombre no solo pervive pasivamente, contemplativamente, sino que pervive también conquistando, dominando. Quiere ser eterno e infinito. Lo trágico está en saber que se quiere ser aquello que no se puede ser. No puedo ser inmortal, soy tragedia porque soy sentimiento de inmortalidad, y la muerte es inevitable. Este dolor de no poder ser inmortal es universal, pues todo ser humano consiste en sentimiento de inmortalidad.

Conciencia:

La conciencia no es un conocimiento, ni un saber, sino un sentimiento, el sentimiento de no querer morir, ese sentimiento doloroso y trágico. Duele la finitud.

El dolor es el camino de la conciencia, y es por él que llegamos a tener conciencia de sí, pues ello supone sentirse distinto de los demás seres. La conciencia de sí mismo es la conciencia de la propia limitación, me siento a mí mismo cuando me siento distinto de los demás. Lo que causa el dolor es la conciencia de la propia finitud pues, yo soy individuo irrepetible, no soy otro, y me siento limitado. Lo que duele es saberse una esencia irrepetible que no puede reproducirse en otro, duele esa conciencia de ser irrepetible. Uno solo es cuando se siente limitado, cuando no es los demás. Ahora bien, cuando disfruta de algo, ha de compartirlo, y por ello no es de uno. El sujeto del placer no es uno mismo, sino alguien más. Uno es si mismo cuando

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