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EL HOMBRE EN LA VISIÓN EXISTENCIALISTA ATEA Y CRISTIANA

humbertohaleiEnsayo2 de Septiembre de 2019

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EL HOMBRE EN LA VISIÓN EXISTENCIALISTA ATEA Y CRISTIANA

Jorge Eduardo García Orta

3º de Filosofía

1. INTRODUCCIÓN

En la visión existencialista, el hombre es un ser abierto a la intersubjetividad. El mismo término existencialismo deriva del prefijo ex, ex-istencia, que se puede traducir como un movimiento hacia el exterior. «Existo quiere decir que tengo que hacerme conocer o reconocer, sea por otro, sea por mí mismo»[1].

El hombre descubre su ser desde lo concreto, desde lo que  la experiencia misma le va participando a través de otros hombres cuya reflexión y práctica vivencial tendrán siempre como punto de partida el mundo que los rodea.   El existencialismo a lo largo de su devenir histórico ha sido estudiado y practicado  de dos maneras: la primera es la denominada concepción existencialista romántica-atea, cuyos máximos representantes son Martín Heidegger y Jean Paul Sartre.

Martín Heidegger nació el 26 de Septiembre de 1889 en Messkirch, Alemania, hijo de padres católicos, pero de vida y doctrina atea[2]. La idea central de su pensamiento filosófico fue: “El hombre es custodio y pastor de su ser”, su obra fundamental es: “Ser y Tiempo” (1927), muere en su pueblo natal en el año de 1967[3].

Jean Paul Sartre nace en París en el año de 1905, en el seno de una familia acomodada de culto protestante[4], la idea central de su pensamiento fue: “El mundo es absurdo, el prójimo es el infierno y el hombre un Dios fracasado”, su obra principal: “El ser y la Nada” (1943)[5].

Ambos pensadores convergen en que el hombre es un ser cuya auténtica vivencia en el mundo se da y se plenifica sólo a través del contacto con los otros, excluyendo a Dios de dicha actividad, por ello afirma Sartre:  «Soy un existente en medio de otros existentes»[6], Heidegger por su parte declara: «El hombre es quien como ser en el mundo, se conoce y conoce a los otros de manera profunda»[7], en ambos argumentos la primacía la tiene el hombre, Dios para ellos no tiene relevancia alguna.

 La segunda manera de comprender el existencialismo es la concepción existencial metafísica del mundo, o también llamada concepción cristiana de la existencia en el mundo, sus representantes más emblemáticos son Gabriel Marcel y Karl Jaspers.

Gabriel Marcel nace el 7 de diciembre de 1889 en París, hijo de un alto funcionario indiferente en la religión, su padre al quedar viudo contrae nupcias con una mujer de religión judía, la cual más tarde cambiaría por el protestantismo, todo este ambiente tuvo gran resonancia en el pensar existencial del filósofo francés. La idea central de su pensamiento filosófico fue “El hombre con esperanza es peregrino del Absoluto”, sus obras más reconocidas son: El Diario metafísico, El Homo Viator, Ser y Tener, El misterio del Ser, entre otras, todas ellas escritas con la finalidad de darle al hombre el lugar que de acuerdo a su dignidad  debe ocupar en el mundo[8].

Karl Jaspers nació en Oldenburg, Baja Sajonia en el año de 1883, en una familia de religión luterana, la idea central de su pensamiento fue: “La creación es un mensaje en clave de la trascendencia”, sus obras principales son: La Fe Filosófica, La Psicología General, Genio y Locura, El Puesto del Hombre en el Cosmos, entre otras. Muere en Basilea en el año de 1969[9].

Ambos exponentes del existencialismo cristiano tienen en común la trascendencia absoluta del hombre, es decir, el hombre como ser racional y volitivo no puede quedarse inmerso para siempre en esta realidad material y sensible, la cual es un paso necesario para la perfección de su vida, pero no es el fin último de dicha existencia. Todo lo anteriormente expuesto es afirmado por Marcel en el Diario Metafísico:

El pensamiento no es más que la exterioridad que se suprime a sí misma, la exterioridad que se trata a sí misma como momento provisional, y que, por consiguiente, aparece como fase de un conjunto que la implica pero que la rebasa […] el amor quiere siempre la eternidad de su objeto[10].  

Para Marcel y Jaspers el hombre trasciende los límites de su realidad, dicho postulado está inscrito en la esencia de su ser, el hombre es un ser trascendente de forma connatural. Por ello el hombre tiende siempre al Absoluto.

 Ahora puntualizaremos de manera más profunda en la temática teórica y práctica de cada una de estas concepciones existencialistas.  Ya que para todo existencialista ateo o cristiano “el ser humano es un yo existente, inmerso en el mundo y en relación con otros”[11].

2. DIVERSAS CONCEPCIONES DEL HOMBRE EN RELACIÓN CON EL MUNDO Y LOS OTROS

La filosofía existencial es totalmente antropocéntrica, el mundo es el “lugar” donde el hombre se desenvuelve. Sin embargo, el hombre no se estudia como un objeto simple del mundo, sino como sujeto de su propia existencia y de su ser en el mundo. El fin del existencialismo es iluminar la existencia humana en función de una “decisión auténtica hecha por sí y para sí mismo”.

2.1 Concepción existencial romántica o atea del mundo y los otros

El existencialismo romántico o ateo deriva de una mentalidad basada en los siguientes aspectos: el placer, la sensibilidad y la realidad material que este mundo ofrece a sus habitantes. Para los  filósofos que siguen esta corriente de pensamiento no existen los valores absolutos, de esta manera “lo auténtico, lo real” debe partir de una “decisión” congruente con el propio proyecto de vida. Es el hombre quien se realiza y da plenitud a su vida por sí mismo partiendo de las realidades que el mundo le presenta.

Para los existencialistas ateos el hombre no puede perder su tiempo en  la vana ambición de aspirar a  una vida y un mundo trascendente, que sólo motiva a la pasividad de vida,  el ser Dios no existe, es algo incognoscible, que sólo obstaculiza la realización del hombre. El concepto de Dios como causa sui (Causa de sí mismo) es un concepto abstracto que no puede promover un sentimiento religioso vivo[12]. Todo ser en el mundo debe pensar y actuar de acuerdo al mundo, esta es la norma de vida para el existencialista ateo.

2.1.1 Las relaciones concretas con el otro (J. P. Sartre)

Para Sartre el mundo es un absurdo, contemplando la realidad con una tendencia absolutamente pesimista. En el discurrir filosófico de Sartre podemos descubrir aspectos concretos que nos pueden facilitar el estudio de su nada fácil forma de captar la realidad, es decir el mundo y los otros.

Elementos propios de la filosofía existencial de Sartre:

  • La libertad y la conciencia. Estos son los elementos constitutivos del hombre; por la libertad, el hombre es forjador de su propio destino, creando sus propios valores, para adquirir el bien social[13].  Por su libertad el hombre va realizando de manera continua su vida, destino y fin, es decir, su propio ser, «la libertad es el fundamento de de todas las esencias, puesto que el hombre devela las esencias intramundanas trascendiendo el mundo hacia sus posibilidades»[14]. Sólo los actos libres nos hacen persuadir de manera consciente nuestro ser, el hombre es plena libertad. Los elementos propios de la libertad según Sartre son: motivo, intención, acto y fin[15]. Siguiendo una tendencia pesimista, Sartre dice que «el hombre está condenado a ser libre»[16], la realidad humana no está del todo suficientemente hecha, ya que en el hombre existe la “nada” producto de una relativización que el libre acto humano produce. El hombre es un ser para la nada ya que crea efímeros valores, que para nada sirven, por dicha facultad siempre vive angustiado por la necesidad de elegir  correctamente su destino y el de los demás.
  •  El ser en sí y el ser para sí. Sartre nos dice que en el mundo existen dos tipos de seres: El ser en sí, cuya esencia se podría resumir en que es un individuo simple, compacto y cerrado en sí mismo. Estas cualidades Sartre las adjudica a Dios. Para Sartre el ser en sí, no es jamás ni posible ni imposible, es lo que está de más ya que la conciencia que es “la revelación revelada de los existente”[17], no puede absolutamente derivarlo de nada, ni de otro ser, ni de un posible, por lo tanto es algo increado sin razón de ser, sin ninguna relación con otro ser[18]. De este argumento podemos sacar dos conclusiones: Dios que es ser en sí no existe, ya que no tiene razón de ser, es incognoscible. El hombre no es ser en sí, porque está siempre en contacto con otros, su ser es algo inmediato a los demás. El en sí para Sartre es algo que carece de conciencia[19] y esta afirmación en el hombre es algo absurdo.

El ser para sí, es esencialmente libertad y conciencia, el para sí como fundamento ontológico de la conciencia, consiste en ser él mismo una forma de presencia a sí. Presencia a sí, significa plenitud de la existencia, el ser que es lo que es, debe poder ser el ser que no es lo que no es[20]. Este juego de palabras, nos hablan ya de manera más concreta de que el ser para sí necesariamente tiene que existir. El hombre es ser para sí de manera plena, cuyo fundamento es su “presencia en el mundo”[21].

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