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Ecologia Profunda


Enviado por   •  21 de Agosto de 2014  •  2.181 Palabras (9 Páginas)  •  304 Visitas

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Si hay un ámbito de reflexión ético-política en el que el Romanticismo superó al pensamiento ilustrado, poniéndolo incluso en entredicho, desde sus más básicos, ese es la filosofía ecológica, un movimiento social, de carácter teórico-práctico, y que trata una problemática de primer orden para nuestros días.

Si el Romanticismo supuso, en cierto modo, una crítica de la metafísica moderna, es porque se atrevió, tempranamente, a cuestionar una de las ideas que han resultado ser más tramposas, dogmáticas y violentas, si atendemos a su correlato práctico. Nos referimos a la idea de Progreso. Diversos colectivos sufrieron la idea de progreso hasta la eugenesia. Difícilmente podemos sacudirnos tales excesos considerándolos asuntos del pasado y menos aún en un momento de implacable globalización como el que vivimos. Pero si hay “alguien” que, indudablemente, sigue sufriendo la idea de progreso, es la Naturaleza.

La modernidad en general y la Ilustración en particular supusieron una lucha infatigable contra la naturaleza, que a menudo se concebía como una amenaza para la civilización, como barbarie, como peligrosa voluptuosidad a suprimir o, al menos, a domesticar. La libertad humana parecía estar condicionada por la expulsión de toda realidad no reductible a los esquemas de control y dominación humanos. La naturaleza, las pulsiones, lo inconsciente, lo extranjero y todo lo inconmensurable, fueron tachados de violentos, y se levantó toda una maquinaria de violencia organizada contra aquella violencia más primaria e inocente.

Desde la Revolución Industrial hasta nuestros días se han sucedido un buen número de planteamientos ecologistas diferentes y, en ocasiones, incluso divergentes. Partiendo de los primeros conservacionistas y pasando por el mero higienismo, hemos llegado, en los últimos tiempos, a una eclosión de éticas ecológicas, desde las más superficiales hasta las más profundas; desde las más complacientes con el actual sistema económico hasta aquellas que, desde la problemática medioambiental, han considerado necesario cuestionar nuestro modelo de acumulación capitalista, así como la jerarquía de valores que le es propia.

De entre todas estas corrientes nos resulta de especial interés la denominada Ecología Profunda. La Ecología Profunda trata de retroceder a lo más básico o radical, para fundamentar la praxis ecológica ontológicamente, ligándose así a la cuestión de la diferencia ontológica entre naturaleza constituyente o naturaleza entendida desde su carácter embrionario y productivo, y naturaleza constituida, es decir, reducida a esquemas antropocéntricos de conveniencia y explotación humana; pero también al asunto político de la desigualdad económico-social y de la sobreproducción capitalista que ha conducido a la crisis ecológica y medioambiental.

Dentro de la elaboración filosófica de la Ecología Profunda, encontramos a pensadores como Arne Naess, como académico de la universidad de Oslo publica en 1973 publicó un artículo muy relevante denominado “the shallow and the Deep, long range ecology movenments” en el cual expuso los principios básicos en torno a las cueles la gran parte de la reflexión posterior sobre la problemática ecología filosófica.

Que reivindica la vida bajo un presupuesto ampliamente democrático, es decir, en todas sus manifestaciones, y que supone, como condición de posibilidad del respeto generalizado hacia la vida, un cambio profundo del modelo económico vigente. Desde su perspectiva, el respeto a la vida no debe estar limitado por jerarquías o grados. Conviene aclarar que no se trata de una visión netamente anti humanista sino, principalmente, antiantropocéntrista, que presupone una profunda interconexión de los entes naturales, de tal modo que un respeto generalizado hacia ellos abriría, además las posibilidades de autorrealización humanas y de crecimiento personal, prendidas a la capacidad para elaborar cosmovisiones menos dicotómicas y a la capacidad consiguiente para desarrollar contagios empáticos más amplios. Se trata, pues, de una ecología pos humanista que parte de la crítica al antropocentrismo metafísico y axiológico, para defender algo así como el “derecho de la Tierra”, más allá de la mera sostenibilidad para la vida humana. Dentro de la corriente de la Ecología Profunda, ha sido más que habitual buscar un basamento ontológico en la obra de Spinoza, en la que el hombre aparece como un integrante más de la naturaleza, sin ningún tipo de privilegio ontológico: Desde el punto de vista del Ser, el ser humano no es ni más ni menos que cualquier otra entidad: un hombre, un pájaro, una montaña..., en cuanto que existen se igualan, es decir, no existen unos más que otros. Su derecho a la existencia se igualaría a su perseverancia en el Ser, es decir, a su deseo de preservarse. Sin embargo, Naess no parece tener en cuenta las limitaciones de la filosofía espinosista en cuanto al proyecto teórico ecologista. Si decimos esto es porque, si bien para Spinoza no hay ningún primado ontológico del ser humano, en el ámbito de la ética, éste sería el único sujeto practicante y receptor de la misma. Como fue frecuente en la politología barroca, Spinoza consideraba que el derecho del hombre es el derecho natural, identificándose el derecho natural con la potencia propia de cada ente. Así, la propuesta spinozista era la de tratarse con la naturaleza “en términos naturales”, es decir, no normativos. Por ejemplo, aunque Spinoza rebatía la absurda idea cartesiana, según la cual se negaba la sensibilidad de los animales, es decir, su capacidad para experimentar placer y dolor, no concedía, sin embargo, a tal sensibilidad, consideración ética alguna: “... la regla según la cual hemos de buscar nuestra utilidad nos enseña, sin duda, la necesidad de unirnos a los hombres, pero no a las bestias o a las cosas cuya naturaleza es distinta de la humana. Sobre ellas, tenemos el mismo derecho que ellas tienen sobre nosotros, o mejor aún, puesto que el derecho de cada cual se define por su virtud, o sea, por su poder, resulta que los hombres tienen mucho mayor derecho sobre los animales que éstos sobre los hombres. Y no es que niegue que los animales sientan, lo que niego es que esa consideración nos impida mirar por nuestra utilidad, usar de ellos como nos apetezca y tratarlos según más nos convenga, supuesto que no concuerdan con nosotros en naturaleza, y que sus afectos son por naturaleza distintos de los humanos”.

En este punto, la Ecología Profunda echa mano de otros planteamientos políticos, refiriéndose en especial a Gandhi, para rescatar, con él, el valor inherente a las distintas entidades de la Naturaleza, independientemente de su utilidad para propósitos humanos. La diversidad, es decir, la multitud y proliferación de manifestaciones

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