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El Alma-Santo Tomas


Enviado por   •  26 de Junio de 2014  •  2.217 Palabras (9 Páginas)  •  197 Visitas

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Salutación Angélica | En este opúsculo S. Tomás sólo comenta la Salutación Angélica propiamente dicha. El responsorio que hoy está en uso (Santa María...) es de época posterior (cfr. Weiss, A., Historia Eclesiástica, Viena 1910, t. II, p.660). [N. del trad.]

Prólogo

1. Las palabras que componen esta salutación tienen un triple origen. Unas provienen del Ángel, a saber: “Ave llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres”. Otras son de Isabel, madre de Juan el Bautista: “Bendito el fruto de tu vientre”. Y por último, la que agregó la Iglesia: “María”; porque aunque el Ángel no dijo “Ave María” sino “Ave llena de gracia”, ese nombre de María conviene por su significado, a lo dicho por el Ángel, como se verá.

Ave María llena de Gracia, el Señor es Contigo

2. Acerca de lo primero se debe considerar cuan grande importancia es atribuida en la antigüedad al hecho de que los ángeles se apareciesen a los hombres que reverenciaban a los ángeles. En alabanza de Abraham está escrito que hospedó a los ángeles y les mostró reverencia. En cambio, que los ángeles reverenciaran al hombre jamás se había oído, hasta que uno de ellos saludó reverentemente a la Bienaventurada Virgen diciéndole “Ave”.

3. La razón de que en la antigüedad el ángel no reverenciara al hombre, sino el hombre al ángel, consiste en que el ángel es mayor que el hombre; y esto en tres aspectos.

PRIMERO, respecto a la dignidad: porque el ángel es de naturaleza espiritual. Ps. 103, 4: Hace espíritus a sus ángeles. El hombre, en cambio, es de naturaleza corruptiva; y así decía Abraham (Gen. 18, 27): Hablaré a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. No era, pues, adecuado que una creatura espiritual e incorruptible mostrara reverencia a otra corruptible como el hombre.

SEGUNDO, respecto a la familiaridad con Dios. Porque el ángel es familiar de Dios en cuanto lo asiste. Dan. 7, 10: Por millares lo servían, y millares de millones lo asis­tían. El hombre, en cambio, se halla como extraño y alejado de Dios por el pecado. Ps. 54, 8: Me alejé prófugo. Por lo tanto, conviene que el hombre reverencie al ángel en cuanto el ángel es pariente y familiar del Rey.

TERCERO, respecto a la preeminencia en el esplendor de la divina gracia. Porque los ángeles participan de la luz divina con suma plenitud. Job 25, 3: ¿Acaso no son innumerables los que forman su milicia, y a ninguno de ellos le falta su luz? Y por eso el ángel siempre aparece con luz. En cambio, los hombres, aunque algo participen de esa misma luz, es poco y con cierta oscuridad.

4. Por tanto no era adecuado que el ángel mostrase reverencia al hombre antes de encontrar en la naturaleza humana, a aquélla que en esos tres aspectos le excedía y a quien quiso reverenciar diciéndole “Ave”.

5. Es así que la Bienaventurada Virgen excede a los ángeles en esos tres aspectos.

a) Primeramente, en plenitud de gracia, la cual es mayor en la B. Virgen que en cualquier ángel; y para insinuarlo, el Ángel le mostró reverencia diciendo: “Llena de gracia”, como si dijera: Te reverencio porque me excedes en plenitud de gracia.

6. Se dice de la B. Virgen, que de tres modos es llena de gracia.

PRIMERO, en cuanto al alma, en la que tuvo toda la plenitud de la gracia. Ahora bien, la gracia de Dios se da para dos cosas: para obrar el bien y para evitar el mal; y en cuanto a ambas la B. Virgen tuvo una gracia perfectísima. Ella evitó todo pecado más que cualquier otro santo, después de Cristo. Porque el pecado, o es original, y de éste fue purificada “in útero”, o mortal o venial, y de éstos fue libre. De donde Cant. 4, 7: Eres toda hermosa, amiga mía, no hay mácula en ti.

S. Agustín, en su libro De la naturaleza y la Gracia, dice: “A excepción de la santa Virgen María, todos los santos y santas a los que se les hubiere preguntado en vida si no tenían pecado, todos al unísono habrían res­pondido: -Si decimos que no tenemos pecados, a nosotros mismos nos engañamos y la verdad no está con nosotros. A excepción, digo, de esta santa Virgen, respecto a la cual, por el honor del Señor, no quiero mentar siquiera el tema del pecado, pues tan grande es la gracia que le fue dada para vencerlo omnímodamente, que mereció concebir y dar a luz a quien nos consta que no tuvo ninguno”. Mas Cristo excede a la B. Virgen en que fue concebido y nacido sin pecado original, y la B. Virgen sólo nacida sin él. | Rectificados algunos códices mendaces, la debida coordinación de los textos tomistas habría disipado por completo su presunta discrepancia con la definición dogmática (cír. C. Fabro, Introducción al Tomismo, Rialp, Madrid 1967, pp.97 ss). Pero quizá sea más importante señalar que la Iglesia, al enseñarnos que la Santísima Virgen fue preservada del pecado original “ex morte Christi praevisa”, nos confirma, con S. Tomás, que fue redimida (a saber: en el primer instante de su ser natural), y no que, como Cristo, fuera ajena al orden de la caída hereditaria. [N. del trad.]

7. Por lo demás, la B. Virgen brilló en el ejercicio de todas las virtudes, mientras los otros santos solamente en algunas: porque uno fue humilde, otro casto, otro misericordioso; y por eso se los presenta como ejemplo de determinadas virtudes; así San Nicolás ejemplo de misericordia, etc. Pero la B. Virgen es ejemplo de todas las virtudes; porque en ella encuentras el ejemplo de humildad. Le. 1,3 8: He aquí la esclava del Señor, y luego (vers. 48) vio la humildad de su esclava; el ejemplo de castidad (vers. 34): no conozco varón, y de todas las virtudes, como es notorio. Por consiguiente la B. Virgen es llena de gracia tanto en orden a obrar el bien como a evitar el mal.

8. SEGUNDO, fue llena de gracia en cuanto a la redundancia del alma sobre la carne o el cuerpo. Porque si tanta gracia ha de haber en los santos para santificar su alma, cuan llena de gracia estaría el alma de la B. Virgen para que la gracia refluyese en la carne y de ésta concibiese al Hijo de Dios. Así lo dice Hugo de S. Víctor: “Porque el amor del Espíritu Santo ardía singularmente en su alma, por eso obraba maravillas en su carne, a tal punto que de ella Dios nacería hombre”. Le. 1, 35: Lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo dé Dios.

9. TERCERO, en cuanto

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