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Etica Y Ciencia


Enviado por   •  8 de Octubre de 2012  •  5.137 Palabras (21 Páginas)  •  372 Visitas

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ÉTICA Y CIENCIA

Una base del pensamiento científico es la sustitución del finalismo por la causalidad: cuando llueve, el bosque crece, pero no llueve "para" que crezca el bosque. Si creyéramos esto último estaríamos concediendo a las nubes algo así como una voluntad o designio. A menudo se ha identificado el finalismo como un rasgo del pensamiento religioso, contraponiéndolo al científico.

La ciencia ha demostrado tal capacidad explicativa y utilitaria respecto de la naturaleza, que parece destinada a dejar en anticuada e innecesaria cualquier otra forma de explicar el mundo, como la religiosa. Así, se habla de la necesidad de fundar una ética científica,

y por tanto no finalista. Sin embargo, el finalismo parece connatural a la ética y, en general, a la actividad humana. A nadie se le ocurre que las cucharas son producidas porque sí, como una forma de gastar energía, y que luego la gente las usa para comer, tal como los árboles utilizan el agua que, sin ninguna intención, dejó caer la nube. O bien: la diferencia entre un asesinato y un homicidio involuntario radica en que el primero responde a un designio del homicida, y el segundo no. Y es precisamente ese finalismo el que le da su dimensión ética. Resulta difícil en extremo concebir la ética sin finalismo.

La idea de un finalismo general del mundo se forma, probablemente, por analogía con la propia experiencia humana. Nuestros actos, desde los más triviales hasta los más decisivos, están ordenados con diversos fines, sin los cuales carecerían de sentido, se volverían absurdos y no nos permitirían sobrevivir: de igual modo, el mundo, y dentro de él el conjunto de nuestra vida, debe tener una finalidad, aunque esa finalidad no pueda ser la nuestra, sino la de una voluntad o designio que nos sobrepasaría de modo completo y abrumador, y que por eso mismo es objeto de fe. Aunque muchos afirman no creer en esa voluntad, asimilable a Dios, es fácil comprobar cómo en sustitución de ella colocan enseguida algún otro objeto de fe: el progreso, la ciencia, una clase social, el destino de un pueblo, y tantos más. Objetos claramente inferiores al concepto de Dios, y, en el caso de la ciencia, contradictorio con su propia naturaleza. Al parecer,

nuestra psique necesita creer que el mundo tiene un sentido, es decir, una finalidad, atribuible a uno u otro ente superior, pues sin ella la vida humana se vuelve un erial insoportablemente angustioso.

Esto plantea un problema: el de si esa necesidad psíquica da lugar a una verdad o a una ilusión. Si fuera lo último, nuestra psique necesitaría, para sobrevivir, engañarse sobre su propia realidad y la del mundo. Según he leído disto mucho de ser un experto nuestro cerebro segrega sustancias parecidas a la morfina u otras drogas, necesarias, aunque en cantidades mínimas, para mantener su funcionamiento "sano". Si la producción es demasiado baja, sobrevienen las depresiones, con esa sensación de "angustia vital", de absurdo del mundo

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La cuestión sería: ¿dónde está la verdad, en la imagen inducida de algún modo por esas sustancias suavemente alucinógenas, o en la que percibimos en condiciones profundamente depresivas? La ciencia, tal como es concebida a menudo, nos llevaría a la convicción de que la verdad está en la segunda, y por ello nos abocaría a la autodestrucción. Ya lo sospechaba J. Monod, empeñado en buscar una ética no "animista", es decir, no finalista. Esa concepción de la ciencia tiene que ser falsa, pero no parece fácil demostrarlo.

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ÉTICA, CIENCIA Y AMBIENTE: REFLEXIONES TEÓRICAS

Los nuevos problemas de Riesgo, debido a las consecuencias inciertas de la civilización tecnológica, y el Cambio Ambiental Global han transformado el contexto social e intelectual del trabajo científico, especialmente

en la ciencia occidental. Han conducido, sobre todo desde la década del ´70, a una continua y todavía no acabada discusión acerca de su significado, propuestas y estrategias de solución, tanto a nivel local y nacional como en el plano global, en todas las disciplinas, teorías, perspectivas, visiones, que tratan acerca del ambiente. Hoy, la definición de un nuevo “paradigma civilizatorio” fuerza a encontrar bases sólidas para la acción, convirtiéndose así en uno de los inmensos desafíos frente al siglo XXI; desafío que conlleva la discusión sobre la representación social de la conflictiva relación sociedad-naturaleza, y, más profundo aún, la re-examinación filosófica, ideológica y política, del viejo problema de la naturaleza del hombre.

La Ética, entendida como la disciplina filosófica que reflexiona críticamente sobre las cuestiones morales de los hombres, resulta ser un campo problemático muy complejo por sus particulares formas de relación con todo aquello que tiene que ver con la acción humana, sus motivaciones, su sentido, sus normas y sus valores, es decir, con el qué, cuándo, a quién y cómo hay que hacer algo. Admitiendo el vínculo existente entre la problemática ambiental global y las cuestiones de equidad entre los pueblos, se asiste hoy a una “compulsión” a aplicar la ética a nuevas (y no tan nuevas) cuestiones, y especialmente frente a los tres problemas dominantes que la ciencia debe afrontar hoy:

la crítica a la posibilidad de existencia de una verdad objetiva, universal y necesaria, en favor de la existencia de múltiples

interpretaciones; la crítica del totalitarismo en sentido amplio, a favor de los necesarios consensos democráticos; y la crítica a un concepto universal de bien que aplasta la pluralidad de opiniones, en favor de ciertos criterios éticos de convivencia pacífica.

Se plantean como los principales desafíos para la ética contemporánea, el intentar responder, entre otras, a las siguientes preguntas: ¿se puede ser racional en ética, es decir, se puede confiar en contar con razones para actuar?; ¿es posible establecer algún tipo de universalismo o sólo se puede relativizar la fundamentación racional en el marco de las diversas tradiciones morales?; ¿en los tiempos actuales de sociedades abiertas, plurales y globales, tiene sentido hablar de tradiciones morales particulares?; ¿cuál es el límite entre la tolerancia y el respeto a las diferencias culturales y la indiferencia?

Si ya no existe una “verdad” que sea universalmente válida, si no existe un criterio “objetivo”, se produce un vacío dejado por la desaparición de las supuestas verdades universales que valían para todos,

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