ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Filosofia


Enviado por   •  21 de Mayo de 2015  •  2.365 Palabras (10 Páginas)  •  191 Visitas

Página 1 de 10

La filosofía en la sociedad actual

En general, las humanidades gozan de escaso prestigio en nuestro país, si a esto el poco interés por la filosofía, nos encontramos con un panorama poco propicio para el desarrollo de un interés genuino por esta materia. “Pensar -ha dicho un filósofo alguna vez- ni consuela, ni hace feliz”. Parece la última palabra sobre el papel de la filosofía en la sociedad actual: si ya no resuelve nuestras aflicciones existenciales, ni proporciona alguna forma de felicidad, ¿qué sentido tiene para nosotros hoy en día el pensamiento filosófico? En los siguientes párrafos trataremos de resolver esta cuestión, partiendo de una premisa clara: la filosofía, los pensadores en general, ejercen una importante función social, y su labor intelectual, mayoritariamente desconocida, muchas veces incomprendida, nos parece tanto valiosa como irremplazable.

Esta justificación, defensa más bien, de la filosofía, parece, a primera vista, una tarea complicada: la filosofía, los filósofos, nunca han gozado de menor popularidad. Pensemos en el contexto educativo, por ejemplo. La filosofía como asignatura en la educación secundaria corre el riesgo continuo de desaparecer. Las clases aburren, no son populares; las materias, los textos, no se comprenden, no se leen. En el ámbito universitario, la falta de interés se refleja en la escasez de alumnos y en una apatía generalizada. Los estudiantes de hoy en día viven vidas muy ajetreadas; el tiempo nunca sobra, y las actividades –educativas, de ocio, etc.- están muy bien organizadas según unos intereses muy concretos. Leer libros de filosofía, muchas veces leer en general, no entra dentro de sus planes.

Parte de la culpa es de los profesores, y sobre todo de los propios filósofos, que se empeñan en preservar una imagen de sabio en su torre de marfil, y presentan sus ideas en un formato y en un lenguaje intencionadamente complicado e incomprensible para los no iniciados. Escribir para que no te entienda nadie no es tarea fácil, pero mucho más difícil es escribir de manera que te entiendan todos. Parece haberse olvidado que muchas veces, aunque no siempre, los discursos más simples han resultado ser los más eficaces y poderosos. En cambio, se fomenta una actitud de respeto excesivo, incluso miedo, hacia la filosofía y sus complejidades, cuando en realidad se trata de una disciplina muchas veces exigente pero también amable y agradecida.

Otro factor importante a tener en cuenta es el hecho de que la nuestra, además, es una sociedad, ya entrado el siglo XXI, eminentemente tecnológica. En este sentido, estamos siendo testigos de un cambio cultural muy importante: el paso de un dominio de lo textual a un dominio de lo visual. Como consecuencia, los libros, los textos, están perdiendo su protagonismo como vías de transmisión intelectual, y hoy en día la información se produce, transmite y comparte a través de otras fuentes y otras vías.

Si a todo esto añadimos el escaso prestigio social del que gozan en nuestro país las humanidades en general, y la filosofía en particular, nos encontramos con un panorama poco propicio para el desarrollo de un interés genuino por esta materia. Frente a otros países, Alemania por ejemplo, para los que la figura del filósofo, del académico, tiene una enorme relevancia social, en nuestro caso, estos caracteres gozan de una mediocre reputación. Sencillamente, pensar no parece estar de moda, y el papel que juega el filósofo es mirado con escepticismo y hasta sospecha.

Pero cierta actitud filosófica pervive indudablemente entre nosotros, independientemente del país en que vivamos y de las circunstancias que nos rodeen. Ante ciertas situaciones, ante ciertas preguntas, recurrimos a criterios propios de la filosofía. Los ejemplos son numerosos. La pregunta por el sentido de la vida y la muerte es quizás el más universal. Como escribió Albert Camus, el problema más importante de la filosofía es juzgar si la vida merece la pena ser vivida. La muerte, más allá de toda creencia religiosa, es una realidad que se nos impone, y que hay que asumir. En este sentido, como dijo el filósofo Karl Jaspers, “filosofar es y sólo es aprender a morir”. Al mismo tiempo, ¿qué sentido tiene nuestra existencia?, ¿cuál es el sentido de la vida? Se trata de las mismas cuestiones de siempre: ¿quiénes somos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿de dónde venimos? Son las preguntas de ultimidad, cuya respuesta ha tratado de dilucidar la humanidad, todos somos en cierta medida filósofos, desde tiempos inmemoriales.

Otro ejemplo importante es el de las cuestiones éticas: cómo debemos actuar. El hombre es un animal social, sus pautas de comportamiento deben regirse de acuerdo con ciertos criterios, competencia de la ética, y base de los sistemas jurídico y político sobre el que se asientan nuestros derechos y deberes sociales, incluyendo nuestra condición de individuos libres. Es muy fácil olvidar que toda la concepción moderna (quizás ya post-moderna) de nosotros mismos como ciudadanos libres y como agentes sociales se basa en consideraciones de las corrientes filosóficas en boga en el momento, que proporcionan los presupuestos teóricos de tal o cual teoría sobre la libertad, el derecho o el individuo. Es decir, hay una importante carga filosófica en nuestra definición como personas, tanto en un plano individual como colectivo.

Finalmente, otro ejemplo muy relevante en el contexto de una sociedad como la nuestra, que transita, como ya hemos dicho, entre un dominio de lo textual y lo visual, es la misma noción de belleza, en el contexto de una preocupación estética emergente. Esta es una cuestión amplísima y muy relevante, pues está a la base de preguntas como: ¿sobre qué se fundamenta un juicio estético, acerca de cierta imagen, cierta corriente artística, cierto estilo de música, cierta película? Esta preocupación estética se extiende incluso a los debates sobre las diferentes formas de comprender y asumir nuestra propia condición humana, que dan lugar a reflexiones acerca de una supuesta inclinación hedonista del presente, frente a otras actitudes del pasado.

En todas estas cuestiones, el tono general, en mayor o menor medida, es de carácter filosófico, aunque no se haga referencia, a primera vista, a una escuela de pensamiento particular o a un autor concreto. Dicho de otro modo, los temas filosóficos están aquí, con nosotros, forman parte de nuestra búsqueda cotidiana de sentido. El problema es cómo encauzar estas preocupaciones filosóficas, y darles un enfoque enriquecedor.

Evidentemente, estos y otros muchos grandes temas filosóficos no son patrimonio exclusivo del pensamiento occidental. En muchas ocasiones, las filosofías orientales han sabido tratar estos grandes problemas de

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (14 Kb)  
Leer 9 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com