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Juan 1-12


Enviado por   •  30 de Marzo de 2013  •  1.558 Palabras (7 Páginas)  •  460 Visitas

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1. El Apóstol San Juan era natural de Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera norte del mar de Tiberíades. Sus padres eran Zebedeo y Salomé; y su hermano, Santiago el Mayor. Formaban una familia acomodada de pescadores que, al conocer al Señor, no dudan en ponerse a su total disposición. Juan y Santiago, en respuesta a la llamada de Jesús, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron ~. Salomé, la madre, siguió también a Jesús, sirviéndole con sus bienes en Galilea y Jerusalén, y acompañándole hasta el Calvario.

Juan había sido discípulo del Bautista cuando éste estaba en el Jordán, hasta que un día pasó Jesús cerca y el Precursor le señaló: He ahí el Cordero de Dios. Al oir esto fueron tras el Señor y pasaron con El aquel día 3. Nunca olvidó San Juan este encuentro. No quiso decirnos nada de lo que aquel día habló con el Maestro. Sólo sabemos que desde entonces no le abandonó jamás; cuando ya anciano escribe su Evangelio, no deja de anotar la hora en la que se produjo el encuentro con Jesús: Era alrededor de la hora décima 4, las cuatro de la tarde.

Volvió a su casa en Betsaida, al trabajo de la pesca. Poco después, el Señor, tras haberle preparado desde aquel primer encuentro, le llama definitivamente a formar parte del grupo de los Doce. San Juan era, con mucho, el más joven de los Apóstoles; no tendría aún veinte años cuando correspondió a la llamada del Señor 5, y lo hizo con el corazón entero, con un amor indiviso, exclusivo.

En San Juan, y en todos, la vocación da sentido aun a lo más pequeño. La vida entera se ve afectada por los planes del Señor sobre cada uno de nosotros. <<EI descubrimiento de la vocación personal es el momento más importante de toda existencia. Hace que todo cambie sin cambiar nada, de modo semejante a como un paisaje, siendo el mismo, es distinto después de salir el sol que antes, cuando lo bañaba la luna con su luz o le envolvían las tinieblas de la noche. Todo descubrimiento comunica una nueva belleza a las cosas y, como al arrojar nueva luz provoca nuevas sombras, es preludio de otros descubrimientos y de luces nuevas, de más belleza» 6.

Toda la vida de Juan estuvo centrada en su Señor y Maestro; en su fidelidad a Jesús encontró el sentido de su vida. Ninguna resistencia opuso a la llamada, y supo estar en el Calvario cuando todos los demás habían desaparecido. Así ha de ser nuestra vida, pues, aunque el Señor hace llamamientos especiales, toda su predicación tiene algo que comporta una vocación, una invitación a seguirle en una vida nueva, cuyo secreto El posee: si alguno quiere venir en pos de Mí... 7.

A todos nos ha elegido el Señor —a algunos con una vocación específica—para seguirle, imitarle y proseguir en el mundo la obra de su Redención. Y de todos espera una fidelidad alegre y firme, como fue la del Apóstol Juan. También en los momentos difíciles.

II. Este es el apóstol Juan, que durante la cena reclinó su cabeca en el pecho del Señor. Este es el apóstol que conoció los secretos divinos y difundió la palabra de vida por toda la tierra 9.

Junto con Pedro, San Juan recibió del Señor particulares muestras de amistad y de confianza. El Evangelista se cita discretamente a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba 10. Ello nos indica que Jesús le tuvo un especial afecto. Así, ha dejado constancia de que, en el momento solemne de la Ultima Cena, cuando Jesús les anuncia la traición de uno de ellos, no duda en preguntar al Senor, apoyando la cabeza sobre su pecho, quién iba a ser el traidor ti. La suprema expresión de confianza en el discípulo amado tiene lugar cuando, desde la Cruz, el Señor le hace entrega del amor más grande que tuvo en la tierra: su santísima Madre. Si fue trascendental en la vida de Juan el momento en que Jesús le llamó para que le siguiera, dejando todas las cosas, ahora, en el Calvario, tiene el encargo más delicado y entrañable: cuidar de la Madre de Dios.

Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allf, dijo a su madre: Mujer, he ahf a tu hijo. Después dice al discípulo: He ah~ a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa 12. A Juan, como a ningún otro, pudo hablar la Virgen de todo aquello que guardaba en su corazón 13.

Hoy, en su festividad, miramos al discípulo a quien Jesús amoba con una santa envidia por el inmenso don que le entregó el Señor, y a la vez hemos de

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