La Educacion Moral En La Adolescencia
echb7424 de Marzo de 2013
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PROFR. MOISÉS SÁENZ GARZA”
Modalidad Mixta
ESPECIALIDAD: FORMACIÓN CÍVICA Y ÉTICA.
BLOQUE I. LA EDUCACIÓN MORAL
ENSAYO:
LA EDUCACIÓN MORAL EN LA ADOLESCENCIA.
PRESENTA: ERNESTO CHÁVEZ BETANCOURT.
MAESTRA: HERMELINDA TRUJILLO DE LA ROSA.
MATERIA: DESARROLLO MORAL DE LOS ADOLESCENTES.
MONTERREY NUEVO LEÓN NOVIEMBRE DEL 2012
INTRODUCCIÓN
Definición:
La moral es una herramienta eficaz para vincular a los niños y jóvenes con la realidad y desde ahí ayudar a descubrir los valores que necesita tanto el niño, el joven y el adulto del mundo de hoy. Sean éstos valores universales (libertad, justicia, tolerancia, solidaridad, respeto, responsabilidad y otros), como aquellos de convivencia de grupos especiales de desarrollo, situados en comunidades, sociedades y países determinados. Naturalmente que lo anterior es base fundamental para el desarrollo de una actitud comprometida y responsable con su comunidad y con su vida.
Hoy los niños y los jóvenes se encuentran en un proceso de globalización nunca antes visto. Esto trae como consecuencia que la moral de las costumbres sociales sea cada vez más compartida e incorporada a los propios “estilos de vida” y a los procesos de transculturación. Es así que, por los medio de comunicación social llegan los jóvenes a tener una variada, amplia, precisa y multifacética gama de modelos conductuales ético-morales de todas partes del mundo y los niños en especial, a través de los programas y revistas infantiles y todas sus variedades, adquieren una concepción errónea de la vida.
Desarrollo
El desarrollo moral es considerado un gran problema porque no se sabe en qué consiste un auténtico desarrollo moral hoy, o en qué consiste una sólida formación de la conciencia moral hoy. Hace algunos años estaba muy claro que lo correcto era imponer al niño desde muy pequeño valores y recetas morales preestablecidas e incuestionadas. Hoy eso no sirve, estamos en un mundo muy diferente. Es un mundo “globalizado”, dicen algunos, otros lo llaman “cibernético”. Como se llame, es nuestro mundo en rápido desarrollo y percibido de una forma muy particular por los niños y jóvenes. Necesitamos algunas algo para interpretar la moral actual y poder descubrir valores que faltan en este mundo nuevo qué se hace y se des-hace permanentemente.
UNA VISIÓN DE LA REALIDAD MORAL HOY
El problema surge cuando debemos enfrentar ideas contradictorias que requieren un actuar en consecuencia. Hay una enormidad de ejemplos en nuestras sociedades: las ideas y las conductas de los políticos, expertos en disfrazar las acciones de manera que se parezcan mucho a las ideas que vendieron votos, o viceversa. Otro ejemplo común en nuestras sociedades es la actitud del vivo que enseña a sus hijos que el mundo es de los vivos, es decir, el mundo es del mentiroso, del arribista, del adulador, del que aparenta tener más, del que conoce y emplea los trucos del atropellador, del que opina que el mundo es una selva, por tanto lo único que vale es la ley del más fuerte, en todo, y a como dé lugar. También se manifiesta en la actitud tan recurrente en distintas esferas de nuestra sociedad en que lo único que mueve a ciertas personas es ley del mínimo esfuerzo que se manifiesta en la práctica en una hábil demostración para los demás, de un aparente óptimo desempeño personal y profesional, recurriendo a todas las artimañas por “hacer lo mínimo indispensable”.
EL TIPO DE EDUCACIÓN MORAL QUE SE REQUIERE
Esta es la urgencia de ayudar a formar una nueva sociedad, que a la par con el progreso científico y tecnológico, adquiera también un desarrollo moral capaz de inducir una mejor calidad de vida, personal y social. La educación formal tiene una enorme responsabilidad al respecto, pero si se asume el aprendizaje de valores desde una perspectiva exclusivamente instruccional, como ha venido ocurriendo mayoritariamente en nuestras escuelas, es difícil pensar que las nuevas generaciones de jóvenes asuman un compromiso moral desde una perspectiva auténticamente humana, en base al respeto, la tolerancia, la autodeterminación personal y social, etc. Lo de siempre es seguir infundiendo el miedo al castigo por las malas acciones, el acatar la norma, porque así debe hacerse, el someterse a las leyes, sin cuestionamientos. El joven actual es contestatario, impulsivo, interrogador. El maestro debiera favorecer el diálogo constante, transparente, enriquecedor, orientador, en el que juntos se busquen las respuestas más urgentes a las necesidades del joven.
Si aceptamos que la base de una moral está dada por las costumbres y tradiciones de una sociedad, entonces debemos considerar que hay muchas manifestaciones socio-culturales que van determinando en el día a día maneras de ser y actuar de un determinado grupo de personas. Una de estas manifestaciones “socio-culturales” más intensamente arraigada en el mundo es la televisión. Su influencia es tan determinante en la adquisición de modelos de conducta que muchas veces van engañando o degradando las costumbres, tradiciones e instituciones sociales como la familia, por ejemplo, que en la mayoría de los países aún es fuente de apoyo y seguridad física y emocional para sus miembros. Los niños invierten a lo menos 30 horas semanales frente al televisor, hecho que puede crear confusión en su mente, además de ejercer imperceptiblemente una influencia negativa en su capacidad de ser colaborativo, de desarrollar conductas serviciales, de sorprenderse y rechazar actos de violencia, corrupción, falta de honestidad y responsabilidad social. Con el exceso de televisión poco a poco comienzan a parecer "normales" y cotidianos los antivalores, o bien hacen sentir a los niños que son incapaces de promover un cambio.
De la misma forma que la televisión, la envidia, el egoísmo, el egocentrismo y el materialismo desplazan cada vez más los valores, son la base de las nuevas metas de la juventud y llegan a ser una justificación para romper las reglas.
Es para todos un hecho a la vista que la sociedad muestra claros indicios de deterioro: violencia en cada vez mayores formas, en especial en el ámbito familiar y escolar (entre niños, niños contra profesores, apoderados contra profesores, profesores contra profesores, etc.), falta de respeto a la autoridad, crueldad física y verbal entre los niños, conductas autodestructivas, empobrecimiento del lenguaje, embarazos no deseados en adolescentes, deserción escolar, uso de armas, etc. Los niños y jóvenes cambian en una forma que nos dice mucho de la sociedad actual. Por tanto, estos temas y el de la promoción de valores se han vuelto una preocupación general y de urgente tratamiento.
Si compartimos la idea de que la vida humana tiene un sentido trascendente, cualquiera dimensión de trascendencia que se tenga, entonces este esfuerzo debe ser tarea compartida de la familia, la escuela, la sociedad y la persona. La familia es la primera educadora moral del niño e imprime la influencia más perdurable, dado que sus relaciones están revestidas de un carácter emocional especial que repercute en que los niños se sientan amados y valiosos o bien insignificantes, dependiendo de cómo actúan los maestros y padres de familia.
Los padres transmiten inconscientemente a sus hijos una visión de la vida y las razones por las que es importante actuar conforme a valores. Aunque muchas veces ellos mismos no actúen en consecuencia. La combinación amor-autoridad es fundamental, pero puede llegar a ser también fatal ya que estos equilibrios son difíciles de manejar, en especial por la graduación que deba darse de ellos en el crecimiento y desarrollo de la autonomía. Si los niños tienen una relación estrecha y de comunicación abierta y clara con sus padres, son menos vulnerables a la presión negativa del grupo de pares.
La escuela debe tener también un importante rol de educador moral, a pesar de que hoy se observa mucha tendencias de padres y en consecuencia, de jóvenes que disminuyen o niegan este rol, poniendo énfasis en la idea de una “escuela meramente instructora”, que prepare “efectivamente”, “pragmáticamente” para una vida funcional, utilitaria. Lo otro, lo moral, es pérdida de tiempo. La formación y educación no pueden separarse de un sistema de valores. En ocasiones, éste no es explícito, sino que está oculto en el proceso educativo. Por tanto, se quiera o no, se trabaje conscientemente o no, los valores se ponen de manifiesto y se transmiten de una u otra forma. Hacerlo explícitamente implica una coordinación de esfuerzos y una preparación en educación moral que permite a instituciones y familias actuar en conjunto para no caer en contradicciones y conflictos y para que se respeten las opciones individuales, sin menoscabo de la transmisión de valores universales positivos deseables en todo individuo y sociedad. Actualmente la Reforma Educacional favorece esta instancia de desarrollo moral explícito a través de los Objetivos Transversales. La educación moral debe dirigirse por objetivos éticos claros para enfrentarse a los obstáculos que la dificultan, como centrarse en el éxito económico personal, el lucro, el individualismo, la competencia desleal, el razonamiento superficial,
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