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La Filosofia Romana


Enviado por   •  28 de Octubre de 2012  •  1.649 Palabras (7 Páginas)  •  908 Visitas

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Tú ya sabías que los obreros escasearían y por ello nos pediste que rogáramos al Padre para que enviara obreros, que nos diera vocaciones sacerdotales para la Iglesia. ¡Qué gran misterio, misterio insondable el de una vocación sacerdotal! Un joven o una joven, un adolescente o un hombre maduro que siente irrumpir en su vida la presencia trascendente de Dios que se fija en él y que lo llama. Porque Tú llamas, Señor, no dejas de llamar.

El problema es nuestro, puesto que no siempre estamos dispuestos a oír tu voz. Por eso, me atrevo a pedirte ahora que muevas a la generosidad el corazón de aquellos a quienes Tú has elegido para la vocación sacerdotal o a la vida consagrada. Tú les pides una renuncia total: deben dejar afectos humanos, familia, amigos, a veces patria, planes personales... y les pides que te sigan a Ti. Tú te presentas en sus vidas sin previo aviso, llamando, como Señor que eres: «Sígueme». Y quieres que en ese mismo instante dejen sobre la playa de sus vidas todos los proyectos e ilusiones en que hasta ahora venían soñando. ¡Qué difícil debe ser para ellos dejarlo todo!, pero al mismo tiempo qué alegría sentir en el alma tu mirada de amor y de predilección ¡Qué orgullo sentirse tus predilectos y amigos íntimos! ¡Y en el mismo momento que los escoges, ya tienes destinada para ellos la gran aventura de predicar tu Evangelio!

Dales generosidad, Señor. Que no bajen su mirada ante la tuya y cobardemente se apeguen a sus propias riquezas como el caso del joven de que nos hablan los Evangelios y que no tuvo el coraje de dejar sus numerosos bienes materiales. Que a los que llamas, Señor, sepan ir detrás de Ti con alegría, sin que nada los detenga en tu seguimiento.

Que sean valientes, que no se queden enredados en la seducción de los placeres fáciles del mundo, que te sigan con decisión a Ti que eres la Verdad y la Vida.

Te pido, Señor, por todos los jóvenes del mundo que en este momento necesitan en sus vidas el empujón de la generosidad para decirte «sí» como te dijo María cuando le propusiste, por medio del ángel, ser tu Madre aquí en la tierra. Que se den cuenta por la fe de que, más allá de lo que dejan, está el inmenso bien que harán en tantos miles y miles de hombres a quienes conducirán a su eterna salvación gracias a ese «sí» humilde, pero de una trascendencia infinita.

Te pido especialmente por los jóvenes que conozco y que están planteándose seriamente la vocación sacerdotal. Dales tu luz para conocer tu voluntad y sobre todo dales mucho amor. Enséñales a no buscar evidencias ni signos humanos para comprobar científica, racionalmente que Tú los llamas pues la vocación no es cuestión de evidencia, sino de amor. Y, si algún día tu voz también resonase en mi conciencia, llamándome a seguirte, te pido desde ahora que me des el coraje para dejarlo todo sin mirar nunca hacia atrás, caminando con inmensa alegría en pos de Ti.

Recuerdo ahora a todos aquellos a quienes Tú concedes el don especial de oír tu llamado desde la niñez. Tú los amas con predilección pues ya desde entonces los apartas para Ti y tu Reino. Son los adolescentes que estudian en los seminarios menores con la ilusión de llegar un día a recibir el gran don del sacerdocio. Ellos viven su vocación en la pureza, con gran alegría, con esa transparencia cristalina que tienen los corazones limpios y están decididos a proteger y defender a cualquier precio el don maravilloso de que se sienten poseedores como escogidos tuyos. Te pido por ellos, Señor. Manténlos firmes en su decisión y ayúdalos a vivir con ilusión sus propósitos de frente a los obstáculos que puedan encontrar en su camino.

También te pido por los hombres y mujeres maduros que perciban la llamada a la vida sacerdotal o a la vida consagrada para que permanezcan fieles a su propósito y se identifiquen plenamente con el plan que Tú has querido para sus vidas.

Te pido también por todos aquellos que ya han decidido responder a tu llamado con generosidad y que se preparan en los seminarios o en los diversos centros de formación a la vida sacerdotal o de consagración. A nosotros desde fuera, nos parece que ellos viven como en el cielo, pero tendrán también ellos sus pruebas, sus tentaciones, sus dudas, sus vacilaciones, sus debilidades como hombres que son. Ayúdalos a perseverar en ese camino que han emprendido, que no duden en entregarse totalmente a ser santos, a ser hombres llenos de celo por la difusión del Evangelio. El mundo los necesita así. Nosotros los necesitamos así para que enciendan nuestros corazones en tu amor y nos conduzcan a Ti con absoluta nitidez.

No olvido en mi oración a todos aquellos que han recibido el sublime don del sacerdocio y están hasta en los con fines de la tierra predicando tu palabra y llevando el pan de la Eucaristía y tu reconciliación a los hombres. Ellos son por antonomasia los obreros de tu viña, tus amigos y predilectos.

Te pido por los sacerdotes jóvenes para que

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