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Lo Bello Y Lo Sublime


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2013  •  3.328 Palabras (14 Páginas)  •  456 Visitas

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UNIDAD II. LO BELLO Y LO SUBLIME

Lo sublime fue definido por el escritor griego Longino, como una categoría estética derivada de la obra. “Sobre lo sublime”, lo desarrolla como una belleza extrema que produce al espectador un extasis y una perdida de racionalidad y gran placer estético, aunque puede ser tan puram ente bello que en vez de producir placer produce dolor.

Las diferentes sensaciones de contento o disgusto descansan, no tanto sobre la condición de las cosas externas que las suscitan, como sobre la sensibilidad peculiar a cada hombre para ser grata e ingratamente impresionado por ellas. De ahí proviene que algunos sientan placer con lo que a otros produce asco; de ahí la enamorada pasión, que es a menudo para los demás un enigma, y la viva repugnancia sentida por éste hacia lo que para aquél deja por completo indiferente. El campo de las observaciones de estas particularidades de la naturaleza humana es muy amplio, y oculta aún buena copia de descubrimientos tan interesantes como instructivos. Por ahora dirigiré mi mirada sobre algunos puntos que parecen particularmente

destacarse en este terreno, y más con el ojo de un observador que de un filósofo.

Como todo hombre sólo se siente feliz en tanto que satisface sus inclinaciones, la sensibilidad que le capacita para disfrutar grandes placeres sin exigir aptitudes excepcionales, no es tampoco cosa baladí. Las personas de fisiología exuberante, para quienes el más ingenioso autor es el cocinero, y las obras de más exquisito gusto se encuentran en la bodega, se entregarán a oír comunes y equívocos chascarrillos con alegría tan viva como aquella de que tan orgullosas se sienten personas de sensibilidad elevada. Un buen señor, que gusta de leer libros porque con ello concilia mejor el sueño; el comerciante, para quien todo placer es mezquino si se exceptúa el que disfruta un hombre avisado cuando calcula sus ganancias; aquel otro, que sólo ama al sexo femenino porque lo incluye entre las cosas disfrutables; el aficionado a la caza, ya sea de moscas, como Domiciano, o de fieras, como A., todos ellos tienen una sensibilidad que les permite gustar placeres a su modo, sin necesidad de envidiar otros y sin que puedan formarse idea de otros. Pero dejemos ahora esto fuera de nuestra atención. Existe, además, un sentimiento de naturaleza más fina, llamado así, bien porque tolera ser disfrutado más largamente, sin saciedad ni agotamiento, bien porque supone en el alma una sensibilidad que la hace apta para los movimientos virtuosos, o porque pone de

manifiesto aptitudes y ventajas intelectuales, mientras los otros son compatibles con una completa indigencia mental. Este es el sentimiento que me propongo considerar en algunos de sus aspectos. Excluyo, sin embargo, aquella inclinación que va unida a las sublimes intuiciones del entendimiento y aquel atractivo que sabía percibir la impresión de que era capaz un Kepler cuando, como Bayle refiere, no hubiera cambiado uno de sus descubrimientos por un principado. Es esta afección excesivamente fina para entrar dentro del presente ensayo, destinado sólo a tratar la emoción sensible de que las almas más comunes son también capaces.

Este delicado sentimiento que ahora vamos a considerar es principalmente de dos clases: el

sentimiento de lo sublime y el de lo bello. La emoción es en ambos agradable, pero de muy diferente modo. La vista de una montaña cuyas nevadas cimas se alzan sobre las nubes, la descripción de una tempestad furiosa o la pintura del infierno por Milton, producen agrado, pero unido a terror; en cambie, la contemplación de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de rebaños pastando; la descripción del Elíseo o la pintura del cinturón del Venus en Homero, proporcionan también una sensación agradable, pero alegre y sonriente. Para que aquella impresión ocurra en nosotros con fuerza apropiada, debemos tener un sentimiento de lo sublime; para disfrutar bien la segunda, es preciso el sentimiento de lo bello. Altas encinas y sombrías soledades en el bosque sagrado, son sublimes; platabandas de flores, setos bajos y árboles recortados en figuras, son bellos.

La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime, conmueve; lo bello, encanta. La expresión del hombre, dominado por el sentimiento de lo sublime, es seria; a veces fija y asombrada. Lo sublime presenta a su vez diferentes caracteres. A veces le acompaña cierto terror o también melancolía, en algunos casos meramente un asombro tranquilo, y en otros un sentimiento de belleza extendida sobre una disposición general sublime. A lo primero denomino lo sublime terrorífico, a lo segundo lo noble, y a lo último lo magnífico. Una soledad profunda es sublime, pero de naturaleza terrorífica.

El origen del estudio de lo sublime

El origen del estudio de lo sublimeEl texto sobre lo sublime tal y como ha llegado a nosotros, depende casi por entero de un manuscrito (2036) del siglo X después de Cristo, conservado en la Biblioteca Nacional de Paris. Manuscrito que ha sufrido una serie de mutilaciones y solo poseemos las dos terceras partes del original. Así fue compuesto durante el siglo I después de Cristo en su segunda mitad, por un autor desconocido que pudo llamarse Longino, nombre bastante común, en la época.

El libro se ocupa del estilo y la lengua, señalando las virtudes y defectos en la composición y en el pensamiento de numerosas obras griegas, generalmente teñidas como clásicas. El tratado sobre lo Sublime tuvo que esperar a 1674 para ocupar un lugar de relieve entre los grandes de la teoría literaria de la antigüedad, considerándolo el documento crítico más ilustrativo que nos ha llegado desde la antigüedad, un ensayo de valor y de interés públicos.

Las fuentes del arte según Longino

Longino (en griego:Λογγίνος) o Pseudo-Longino es el nombre habitual que se da al autor del tratado (Sobre lo sublime), que especifica especialmente el concepto de "grandeza" en la literatura. Longino (probablemente Dionisio Longino), debió ser un profesor de retórica o crítico literario de cierta tendencia neoplatónica que pudo vivir entre el siglo III a. C. y el siglo I.

Se conoce gracias a la traducción de Boileau, de 1674. Durante siglos fue atribuido a Casio Longino,un ministro de la reina Zenobia de Palmira (s. III d.c.),

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