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Lucifer el Portador de la Luz

luxocultaEnsayo2 de Abril de 2014

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Lucifer el Portador de la Luz•

Lucifer es el símbolo del más alto sacrificio pues, así como Prometeo se sacrifica por los hombres, del mismo modo la serpiente-Lucifer se sacrifica por Adán y Eva. Inclusive, es posible que ella no ignorara la maldición y el castigo que recibiría por ayudarlos, por abrirles los ojos y, al menos en lo que respecta al conocimiento del bien y del mal, hacerlos iguales a los dioses. La serpiente en muchas culturas, principalmente en Oriente[1], es adorada como el animal más sabio. En la medicina, erguida sobre la vara, representa el símbolo del Caduceo de Mercurio, símbolo de vitalidad y de salud –un paralelo indiscutible a este símbolo lo encontramos en la serpiente ardiente y erguida sobre la vara que Dios le manda construir a Moisés (Nm 21, 8) para sanar a la gente–. Entre los mayas Quetzalcóatl es el dios-serpiente engullido por un águila, y no ha faltado la cultura o el pueblo que vea en la serpiente un principio creador y vivificador. El propio Jesús en Mt 10, 16 enseña: «sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas». En este sentido, la serpiente es nuestro propio Lucifer, el portador de la luz y el principio de la sabiduría.

En efecto, Lucifer proviene etimológicamente del latín lux, que significa luz, y del latín ferro, o ferre, que significa llevar, portar, transportar. Lucifer, en estricto sentido, significa portador de luz, y halla su equivalente en el Prometeo griego, conocido por robar el fuego a los dioses para llevárselo a la humanidad y llamado también, en gran parte por este motivo, como el portador del fuego, es decir, el portador de la luz.

Hemos visto ya el enorme paralelo que existe entre la serpiente del Edén y Prometeo, pero ahora se suma el hecho de que Lucifer puede ser también uno de los nombres de Prometeo –aun cuando, de acuerdo a la etimología, se muestre como nombre propio– y, asociado con el origen del mal, se muestra como una figura similar a la serpiente del Edén, asociada también como el origen del mal. Pero ¿es posible que la historia hubiera sido cambiada? En la actualidad Lucifer es generalmente asociado como uno de los nombres de Satanás, o del diablo –con lo que se convierte en eso mismo–, y la serpiente es tomada también como una personificación de Satanás, o del diablo. Sin embargo, en el comienzo no fue así. Como hemos visto, Lucifer y Prometeo son portadores de la luz. En el caso específico de Prometeo, el que le roba el fuego a los dioses para llevárselo a los hombres. Lucifer es el equivalente de Eósforo, o Fósforo –también conocido como Hespero, es decir, Venus, el lucero vespertino, aunque también fue asociado con el sol Sirio–. Hespero simboliza el lucero del atardecer y Eósforo, o Fósforo, simboliza el lucero del amanecer; sin embargo, sabemos que son lo mismo y que, inclusive, en la literatura son tratados en forma indistinta y, en algunos pasajes inclusive se afirma: Hespero es Fósforo. Fósforo-Hespero es el que nos trae el fuego, la luz del amanecer –y que es traducido al latín como Lucifer– representa al lucero que se ve de primero al amanecer y que pareciera arrastrar al sol, llevarlo, portarlo, transportarlo. Fósforo-Hespero es Venus, y es el mismo Lucifer, el portador de la luz, el mismo Prometeo, y la misma serpiente sabia del Edén. En muchos escritos se asocia a la serpiente con Lucifer y, en efecto, se señala que fue Lucifer quien sedujo a Eva. Lo cierto es que ni la serpiente del Edén –antes de ser castigada–, se arrastraba por la tierra, ni Lucifer –antes de ser castigado– se había precipitado al abismo, ni Prometeo –antes de ser castigado– había sido encadenado a una piedra. Los tres son benefactores de los hombres, los tres les llevan el conocimiento, el fuego, la luz a los hombres, y los tres, al parecer, son castigados y arrojados y postrados a la tierra, por ayudarlos.

En el caso de Lucifer encontramos, en el texto bíblico, los siguientes relatos:

Is 14, 12: ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones.

13: Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte;

14: sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.

Lucero es realmente una traducción del latín Lucifer, de modo que la traducción correcta debió de ser: oh Lucifer, hijo de la mañana –con lo que de paso su papel como lucero de la mañana queda fuera de duda–. Lucifer, al parecer, quiere que nosotros nos convirtamos en dioses, pero ¿es realmente malo eliminar nuestra naturaleza de pecado y convertirnos en seres perfectos? ¿Es decir, convertirnos en seres perfectos, en seres semejantes a dioses? Y él mismo da ejemplo de ello. El delito de Lucifer es querer ser como Dios y luego, llevarle ese conocimiento a los hombres, un conocimiento superior que transforma la naturaleza imperfecta de los hombres en naturaleza divina. Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal, expresa Lucifer a Eva, de modo que es innegable que el papel de Lucifer es el de llevarnos hacia Dios, no como seres ignorantes, sino como seres despiertos, como seres divinos. Pareciera ser este Lucifer una especie de entrenador que nos impele hacia la meta, hasta el punto de convertirnos en ángeles y presentarnos como dioses en la reunión de los dioses. Pero, o bien, parece que esto a Dios no le agrada y quiere ser el único –muestra rampante de un pensamiento anárquico–, o bien, Lucifer desempeña un papel dentro del plan de Dios, resultando ser su más cercano colaborador.

Asociado con el fuego, inclusive en los relatos bíblicos (Cf. Ez 28, 11-19), el papel de Lucifer es convertirnos semejantes a los dioses. Esa semejanza se logra en dos vías: alcanzando el conocimiento del bien y del mal, y logrando la inmortalidad. Cuando se come del árbol de la ciencia del bien y del mal se conoce la otra parte del conocimiento. Adán y Eva antes sólo conocían el bien, pero ahora conocen adicionalmente el mal, y haber conocido el mal, en este caso, implica haber practicado el mal o, cuando menos, haber cometido la transgresión que se les había advertido que no cometieran. Para entender un poco mejor esto, propongamos un ejemplo: Un niño que hasta ahora no tiene mayor conocimiento de la existencia no sabe que el fuego quema. El hecho que ese niño no meta sus manos al fuego es bueno porque no se quemará; inclusive advertirle que el día que meta sus manos al fuego experimentará el dolor es bueno; sin embargo, a la vez todo esto es contraproducente pues no le permitirá a ese niño conocer la naturaleza del fuego, no le permitirá conocer el bien y el mal, no le permitirá una experiencia vívida; será un súbdito obediente, pero no será un sabio, no tendrá la sapiencia que sólo la experimentación de todas las fenomenologías de la existencia puede brindarle. En este sentido, si alguien le indica a ese niño que meta a sus manos en el fuego, aunque lo podríamos identificar como alguien maligno, realmente lo que hace es abrirle los ojos, convertirlo en un ciudadano consciente. Pero en este punto nos encontramos con algo interesante: el que advierte que no meta las manos en el fuego porque el día que lo haga se quemará y experimentará el dolor, debe haber él mismo haberlas metido en el pasado, de otra forma no tendría la experiencia, el conocimiento y la autoridad para decirlo, para saberlo. Y esto mismo aplica para el Dios que hace la advertencia a Adán y a Eva que, inclusive, sabe que el paso siguiente para ser semejante a los dioses es comer del árbol de la vida; lo que claramente nos muestra que conoce los mapas del camino, la ruta concreta, específica. Pero la serpiente también conoce los mapas del camino, y les lleva el fuego a los hombres. La serpiente-Lucifer es el primer iniciador, el primer gurú, el primer maestro, el primer liberador, el primer salvador. La serpiente es Luzbel, que quiere decir luz bella. La serpiente es venerada como el animal más sabio –y Jesús les aconseja a sus discípulos ser prudentes como serpientes (Mt 10, 16)–. La serpiente es Prometeo que, una vez que logra llevar el fuego a los hombres e iluminarlos, es maldecido por Zeus (Deus, Dios) y encadenado a una roca hasta que Hércules logra liberarle. No es un secreto que Hércules, en la tradición alquímica, viene a representar al Cristo íntimo. En este sentido, el Cristo viene a ser el liberador de Prometeo con lo que, de paso, se convierte en el nuevo héroe, en el nuevo portador del fuego, en el nuevo lucero de la mañana.

Lucifer, como portador del fuego –así lo reconoce también San Jerónimo en su traducción de la Vulgata en el pasaje de Is 14, 12–, era un epíteto del planeta Venus por cuanto es posible ver muy brillante a este astro sobre el horizonte al momento del amanecer, arrastrando tras de sí el fuego del sol. Todavía en el siglo VII d. C. esta relación se mantiene y nada evoca la presencia de un ente maligno, tal como se colige de un texto de Isidoro de Sevilla referido a los nombres de la semana, y en el que se lee:

… Sextum (diem) a Veneris stella, quae Luciferum appellaverunt, quae inter omnes stellas plurimum lucis habet, esto es: El sexto (día) a partir de la estrella de Venus, que llamaron Lucifer, que entre todas las estrellas tiene el máximo de luz[2].

Parece que en algunas comunidades cristianas primitivas Lucifer no era tampoco ningún símbolo de maldad y, muy al contrario,

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