Psicopatología Infantil
estelitalindaBiografía6 de Mayo de 2016
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Universidad Mariano Gàlvez de Guatemala
Psicopatología del Niño y del Adolescente
Sèptimo Ciclo Secciòn “A”
Documento elaborado con fines docentes
Responsable: Lic. Antolìn Sànchez
Psicopatología Infantil
La psicopatología infantil puede ser definida como el estudio científico de la conducta anormal, o alteraciones conductuales, del niño. Dicho estudio científico supone la descripción, la explicación y la clasificación de esa conducta y de las variables responsables de las alteraciones conductuales que se producen durante el período infantil (Luciano, 1989). Algunos investigadores definen la psicopatología del niño y del adolescente como una dificultad o fracaso adaptativo; es decir, como una interferencia en el progreso evolutivo normal o un fracaso en conseguir una función o un mecanismo evolutivos específicos.
Si consideramos que la psicopatología infantil y adolescente consiste en una dificultad o fracaso adaptativo, el especialista en esta área debe tener un buen conocimiento sobre:
- Criterios evolutivos: Los hitos evolutivos específicos que deben darse en el desarrollo normal del niño y del adolescente, en cada una de sus etapas.
- Criterios situacionales: Las variables del contexto que influyen en el adecuado desarrollo del niño (p.ej., el grado de tolerancia del adulto hacia el comportamiento del niño, la influencia del contexto en el comportamiento del niño o la presencia de acontecimientos vitales estresantes en la vida del niño).
- El número, la frecuencia, duración e intensidad de la conducta infantil.
DEFINICIÓN DE TRASTORNO DEL COMPORTAMIENTO
No existe ninguna forma concisa y sencilla de definir e identificar un funcionamiento trastornado. La variedad de los repertorios de conducta existentes son innumerables.
A menudo, el problema de comportamiento se conceptúa como “anómalo” o “anormal”. El prefijo a significa negación o falta de aquello que expresa la palabra a la cual se une, mientras que normal se aplica a aquello que se considera norma o generalidad. De este modo, anormal o anómalo no significa más que algo que se desvía de la generalidad. Por otro lado, el uso corriente también da, por supuesto que de algún modo la desviación es perjudicial para el organismo. Y lo que es más, suele tenerse la creencia de que la desviación es patológica. Así pues, a manudo se habla de psicopatología para referirse a los problemas psicológicos o de comportamiento.
Desafortunadamente, los términos anormal y psicopatología suelen relacionarse con la idea de que los problemas de comportamiento son debidos a una enfermedad o a otros factores biológicos. No compartimos esa creencia, ya que las causas de los problemas de comportamiento son complejas, incluyen factores psicosociales y, en la mayoría de los casos, no pueden vincularse directamente a factores biológicos.
Es necesario establecer en todo momento una serie de criterios para determinar si efectivamente una conducta es “anormal” o no. Por consiguiente, debemos fijar una norma de comportamiento y decidir si la conducta de la que se trate satisface o no la norma, ya sea desde el punto de vista de la calidad como de la cantidad. Naturalmente, cuando las diferencias son notables es muy fácil identificarlas. Así por ejemplo, la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en que un individuo que no es capaz de aprender a hablar, a alimentarse o a vestirse por sí mismo, es “anormal”. Sin embargo, los casos menos evidentes son más difíciles de juzgar. Un individuo puede manifestar una serie de conductas que son bastante frecuentes o que presentan una leve desviación, y a pesar de todo considerarse desadaptativas. En esos casos los padres, profesores, otros adultos y ocasionalmente los propios niños se apoyan en una serie de criterios que les ayuda a decidir que, en efecto, hay “algo que no funciona”.
CRITERIOS DE NORMALIDAD Y ANORMALIDAD EN EL NIÑO
Lareg (1985) refiere que la problemática de lo normal y lo patológico se plantea en el niño en términos particulares: referencias a la norma o a la media, la moda o el modelo, la regla o la normalidad, la adaptación a lo real o a su propio modo de funcionamiento, distinciones entre enfermedad y deficiencia, entre patología referida al sufrimiento (del sujeto o del entorno) y patología referida al estado de salud (estado de bienestar físico, mental y social).
La conducta infantil "normal" o "anormal" debe considerarse dentro de un contexto en el cual intervienen diversos factores. Entre ellos, por ejemplo, la edad cronológica del niño, su nivel cognitivo y social, el entorno familiar.
La deficiencia del problema dependerá básicamente de la edad del niño, ya que existen conductas sintomáticas a una determinada edad, pero considerados típicos en otra edad.
El nivel de desarrollo cognitivo del niño influye en forma similar en la percepción, interpretación y valoración de sus conductas por parte del adulto. Por ejemplo, la conducta agresiva en niños de dos años, pocas veces es motivo de consulta, los padres los perciben como bruscos, pero sin implicancias de intención de dañar a otros niños.
Es importante distinguir las conductas aisladas que no necesariamente puede implicar la existencia de un trastorno psicológico. Para ello es necesario obtener información respecto a una serie de síntomas que se correlacionan entre sí y verificar como varían con el tiempo en aquellos individuos que presentan el trastorno (Ollendick 1986).
En cuanto a la variable sexo, se descubrieron diferencias sexuales en relación a ciertos problemas. La incidencia para los niños fue considerablemente mayor en los problemas tales como la actividad excesiva, la demanda de atención, los berrinches y las mentiras. Los problemas de las niñas se centraban de modo más común en la modestia excesiva, la timidez y algunos temores específicos.
Normas socioculturales
El papel de las normas socioculturales, quizá el más amplio de los criterios para juzgar la conducta, fue enérgicamente debatido hace muchos años por el antropólogo Ruth Benedict. Tras estudiar extensamente distintas culturas, Benedict (1934) sugirió que cada sociedad selecciona una serie de comportamientos que le son valiosos, y socializa a sus miembros para que actúen según los mismos. Los individuos que no manifiesten dichos comportamientos, cualquiera que sea el motivo, son considerados por la sociedad como desviados.
Las normas culturales se aplican a los niños del mismo modo que a los adultos, y un gran número de ellas pueden ejercer una gran influencia sobre las expectativas, opiniones y creencias relativas al comportamiento de los niños y adolescentes.
La cultura también puede influir en la manera en la que se explican los problemas de conducta. Por ejemplo, cuarenta madres del Norte de África y de Oriente Próximo que vivían en Israel fueron entrevistadas con respecto a sus hijos retrasados (Stahl, 1991). Casi la mitad de ellas propuso causas mágico-religiosas para explicar la afección de sus hijos. Estas mujeres creían en el destino, que espíritus malignos podían entrar en el cuerpo, en el mal de ojo, en temores prenatales por parte de la madre y en castigos divinos, y confiaban en tratamientos, que estaban de acuerdo con ello: quemar la mano del niño para expulsar a los espíritus malignos, quemar un trozo de ropa perteneciente a la persona que le había echado el mal de ojo, rezar o pedir ayuda a un rabino. Todo esto es coherente con las creencias culturales de sus países de origen.
Las normas socioculturales están vinculadas a unas variables específicas. Una de ellas es el marco social. Correr enérgicamente puede ser aceptable en el parque; sin embargo puede causar estragos en el aula o en la consulta del dentista. Se espera que el individuo actúe de una forma determinada y en determinadas situaciones, es decir, que respete las normas de la situación.
Así mismo, las normas socioculturales están determinadas en función del sexo de que se trate. La mayoría de las sociedades esperan que los hombres sean relativamente más agresivos, dominantes, activos y aventureros, y que las mujeres sean más pasivas y dependientes, silenciosas y sensibles. Estos estereotipos sexuales rigen en gran medida los criterios de normalidad. Por consiguiente, es muy probable que una niña hipersensible y tímida y que un niño excesivamente dominante nos preocupen menos que una niña excesivamente dominante y un niño hipersensible y tímido.
Por último, debemos señalar que las normas socioculturales pueden verse modificadas con el tiempo, debido a grandes cambios sociales o a cambios en las ideas relativas a la salud mental. Por ejemplo, en el siglo XIX los trastornos de la infancia podían atribuirse a “demencia masturbatoria”, denominación que ya no existe (Rie, 1971); y morderse las uñas, que en otro tiempo era un síntoma de degeneración, hoy se considera totalmente inofensivo.
CRITERIOS DE DESARROLLO
Aunque la edad siempre debe tenerse en cuenta cuando se trata de juzgar el comportamiento, ésta es especialmente crucial en el caso de los niños y adolescentes debido a que éstos cambian muy rápidamente. Para evaluar la conducta son necesarias normas evolutivas. Los índices y secuencias típicas del desarrollo de habilidades, conocimientos y de la conducta social y emocional sirven como normas evolutivas para evaluar la posibilidad de que “algo vaya mal”. Los adultos que se preocupan cuando su hijo de un año todavía no ha aprendido a andar están equivocados, ya que a esa edad hay muchos niños que no saben andar. No obstante, sería natural preocuparse si ese mismo niño no fuera capaz de mantenerse sentado sin apoyo, puesto que prácticamente todos los bebés pueden mantenerse sentados cuando han cumplido un año.
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