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¿Racionalidad Universal O Variedad Cultural? La Encrucijada De La Tecnología

nicterosas1 de Agosto de 2011

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¿Racionalidad universal o variedad cultural?

La encrucijada de la tecnología

Nicté Rosas Topete

Posterior a la Segunda Guerra Mundial, las ciencias sociales y humanidades se vieron inmersas en una ola de determinismo tecnológico. Si bien por una parte la tecnología era alabada por modernizarnos contrariamente era culpada de la crisis en nuestras culturas. Los estudios culturales, la sociología e historia constructivistas llevan tecnologías particulares como nuevas formas, pero la modernidad bajo las preguntas básicas formuladas por los teóricos de una generación anterior, raramente son tratadas en términos de la problemática general de la tecnología, donde el viejo determinismo sobreestima el impacto independiente de lo “artefáctico” sobre el mundo social. La tecnología se ha despojado de su significación filosófica.

Es esta razón por la que los académicos en las áreas de las ciencias sociales y humanidades se sienten seguros ignorando la tecnología en su conjunto. La convergencia de la modernidad en el ahora llamado multiculturalismo no puede basarse en un modelo único, la tecnología afecta continuamente la vida social y será una influencia para constituir una diferencia cultural. Los nuevos escenarios propuestos por los estudios sociales en ciencia y tecnología nos proporcionan elementos fundamentales para creer que la racionalidad es una dimensión de la vida social más parecida que distinta de otros fenómenos culturales.

A partir de lo anterior podemos plantearnos el dilema de la encrucijada de la tecnología ¿Es posible escoger entre dos conceptos dialécticamente relacionados? Martin Heidegger, Jürgen Habermas y Albert Borgmann pensadores de la modernidad caracterizada como una forma única de acción técnica y pensamiento que amenazan los valores no-técnicos en la medida en que estos se extienden a la vida social, coinciden en que la técnica se ha vuelto omnipotente en las sociedades modernas en la cual las herramientas que usamos dan forma a nuestro modo de vida.

Habermas vincula de manera inmediata el concepto de racionalidad a su perspectiva sociológica. A partir de la sociología de Max Weber se percató de la interconexión entre la manera de plantear la coherencia de las acciones de una sociedad y las formas de vida en que éstas se expresan. En el proceso moderno es significativa la separación gradual de tres esferas de validez en las que todos nuestros actos están inmersos: la esfera cognitivo-instrumental, la esfera práctico-social y la esfera expresiva y de la vida cotidiana, siendo estos los ámbitos diferenciados a los que los hombres circunscriben sus pretensiones de validez. Con ello afirma que el descentramiento del sujeto y la paulatina diferenciación de estas dimensiones son características esenciales que definen al sujeto moderno.

Sostiene además que la racionalidad es la forma argumentativa en la que los sujetos pueden dar cuenta de las razones que lo llevan a elegir entre una forma de vida frente a otra, así como cuestionarse y criticar elementos de su tradición contemplando perspectivas sobre posibles acciones futuras. Partiendo de los sistemas culturales de interpretación o imágenes del mundo estas son las que mejor expresan la coherencia en la forma en que los hombres orientan las acciones que consideran racionales.

La apreciación del sujeto moderno parte del mundo descentralizado y la separación de las esferas de validez nos permiten adoptar un punto de vista universal. Sin embargo, la universalidad solo puede ser comprendida desde la contrastación de las imágenes míticas del mundo. Los niveles de crítica y cuestionamiento sobre estas imágenes son prototípicas de la actitud moderna, los rasgos míticos e incuestionados que constituyen una totalidad en las imágenes del mundo de ciertas culturas, tal como lo afirma Habermas es una característica de la confusión entre naturaleza y cultura. De tal manera que puede ser posible la interpretación de tradiciones culturales de acuerdo con orientaciones racionales de acción si se pretende que se sometan a crítica. Por consiguiente, las tradiciones culturales deben poseer propiedades formales que permitan la interpretación de las orientaciones racionales de acción de acuerdo con ellas.

Si añadimos que la universalidad del sujeto moderno consiste por una parte en que trata de entender-vía la interpretación- otros sistemas de vida, imágenes del mundo o concepciones de vida y al mismo tiempo, halla los límites del propio sistema conceptual intentando rebasarlos reconociendo la perspectiva diferente de los otros entonces ante la universalidad, la diversidad cultural se ve reflejada en la multiplicidad e interacción de las culturas que coexisten en el mundo siendo esta la base de las estructuras sociales que permiten concebir diferentes atributos en la sociedad humana.

Heidegger sostiene que la tecnología está apoderándose de la sociedad humana. Argumenta que estamos comprometidos en la transformación del mundo entero, incluidos en “reservas disponibles” como materia prima movilizada en los procesos técnicos. Desde su perspectiva ontológica, parece decir que la tecnología constituye un nuevo tipo de sistema cultural que reestructura todo el mundo social como objeto de control. Como explica, “sólo un Dios nos puede salvar” de la nave del progreso. Si partimos de que la tecnología es progreso en contraparte también es destrucción, entonces los medios técnicos no son neutrales y el contenido sustancial afecta a la sociedad independientemente de los fines para lograr las metas para las cuales se han creado. En esencia para Heidegger la tecnología no es nada tecnológica, es decir, no puede ser entendida por su funcionalidad, sino solo a través de nuestro compromiso específicamente tecnológico con el mundo. La crítica que hace a la tecnología no está solo preocupada por las actitudes humanas, sino por la forma en que el ser se revela ante ellas.

Heidegger como Habermas sustentan que la reestructuración de la realidad social a través de la acción técnica en los tiempos modernos es hostil a una vida rica en significado. La relación que Heidegger hace con el ser y el proceso para llegar a un entendimiento de Habermas, son incompatibles con el pensamiento tecnológico y la realidad sistémica. Algunos de los argumentos fundamentales planteados por Albert Borgmann desde la crítica social se basan en la teoría de la esencia de la tecnología. Lo que llama el “paradigma del dispositivo” que es el principio formativo de una sociedad tecnológica, donde se pondera por sobre todas las cosas la eficiencia. La tecnología moderna diferencia lo bueno, la comodidad que brinda de sus contextos y medios de envío. Este paradigma ofrece evidentes ganancias en eficiencia, pero con un costo social que representa distanciarnos de la realidad.

En sus argumentos plantea la existencia de dimensiones humanas de la experiencia que son suprimidas por un cientificismo fácil y una celebración acrítica de la tecnología, además introduce términos como “hiperinteligencia” para referirse al desarrollo del Internet o el correo electrónico. De ahí que la comunicación “hiperinteligente” ofrece múltiples oportunidades a la sociedad para comunicarse a través del espacio y del tiempo, Sin embargo contradictoriamente permite el distanciamiento de los vínculos. Es decir, los individuos se convierten en experiencias dispensables que pueden ser apagados o prendidos en el momento deseado, lo que nos convierte en materia prima brindada por un artefacto tecnológico.

Estas nuevas formas de relacionarnos con otros a través de la comunicación hiperinteligente ha debilitado la conexión y el involucramiento en caso contrario, ha extendido su alcance. ¿Qué impacto sociocultural ocurre en los usuarios de la nueva tecnología? Desde el enfoque de las humanidades es innegable la manifestación de conflictos generados por las tecnologías, mismas que son presentadas como poderosas instancias conformadoras del mundo social, de las relaciones y sus representaciones.

Ante el umbral de una nueva Era de la Humanidad a la que algunos expertos en comunicación como Gustavo Matías denominan el “Infolítico” al periodo comparable al paso del Paleolítico al Neolítico. Este periodo se caracteriza por la integración del teléfono, las computadoras y de los medios de comunicación que lleva al ser humano a ampliar sus posibilidades de relación con los demás individuos de la sociedad a través de sonidos, imágenes y datos. Comparando a la tecnología de la piedra pulimentada en el Neolítico que fue el agente dinamizador de la domesticación de animales, el surgimiento de la agricultura, del sedentarismo y de la creación de aldeas y ciudades, podemos decir que nos encontramos en un periodo de similares consecuencias que vendrán de la mano de las posibilidades de la transmisión vertiginosa a distancia del conocimiento humano.

Es innegable que esta revolución tecnológica terminará por afectar múltiples aspectos de la vida humana, desde las formas de trabajo social y reparto, relaciones personales y de grupo, además de la distribución de la riqueza lo que incidirá en los modelos de distribución de poder. Cabe señalar que en las actuales discusiones acerca de la “Sociedad de la Información” o “Economía basada en Conocimiento” centran su atención en la consideración de los impactos económicos que genera la incorporación de las tecnologías de Información, de tal manera que los impactos sociales directos son dejados de lado casi totalmente y se identifica una tendencia a considerar que el impacto social, como tal, es simplemente producido a partir del impacto económico.

En el contexto de América

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