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Reporte sobre democracia y liberalismo


Enviado por   •  27 de Marzo de 2022  •  Ensayos  •  1.744 Palabras (7 Páginas)  •  105 Visitas

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Historia de las ideas políticas ll

Reporte sobre democracia y liberalismo

Ricardo Ochoa Hernández

19/10/21

Dr. Francisco Gil Villegas Montiel

El Colegio de México

Centro de Estudios Internacionales

Licenciatura en Política y Administración Pública

Democracia y Liberalismo

La expansión de la democracia liberal o de regímenes liberal-democráticos en los Estados europeos durante fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en una coyuntura de imperialismo y segunda revolución industrial, así como su prevalencia vigente, suscita a concebir que el liberalismo y la democracia son interdependientes.[1] No obstante, el fenómeno resulta bastante complejo para concluir sumariamente. Por lo tanto, y en vista de que esta tesis es falsa, el presente trabajo tiene por objetivo refutar, con fundamento en lo visto a lo largo del curso, que “la democracia y el liberalismo tienen las mismas raíces históricas, defienden los mismos valores, parten de las mismas premisas, llegan a los mismos resultados y por eso desembocan lógicamente en la feliz fórmula del gobierno democrático liberal parlamentario y representativo”. Asimismo, se discutirá si “todo auténtico demócrata tiene que ser en el fondo un liberal pluralista y tolerante; pero también todo auténtico liberal es necesariamente un demócrata consecuente, tal muy como lo demuestran los casos, por un lado de Rousseau y, por el otro, de Tocqueville”.

        Para comenzar, el liberalismo europeo emanó del racionalismo filosófico moderno, y comenzó a mostrarse reacio con la desigualdad social, el absolutismo político y el ejercicio arbitrario de poder.[2] Al mismo tiempo, su método de organización, durante el siglo XIX, era el parlamentarismo; en donde por medio de soluciones constitucionales y el derecho, los burgueses expresaban sus juicios y preocupaciones.[3] A pesar de esto, la democracia y el liberalismo convenían en que sus perspectivas principales se desprendían del racionalismo del siglo XVIII y, simultáneamente, se contraponían a las desigualdades del Antiguo Régimen.[4] Pero no todo es miel sobre hojuelas, ambas diferían en sus teorías sobre la soberanía. El liberalismo parlamentario, por un lado, estaba en contra de ampliar el sufragio para aquellas personas que no tuvieran bienes; por el otro, la democracia afirmaba que la soberanía no tenía que permanecer en asambleas representativas o sistemas constitucionales.[5] De forma análoga, el movimiento democrático estaba de acuerdo con “el sufragio universal masculino, la subordinación de los cuerpos parlamentarios a la voluntad del electorado como un todo y el reforzamiento de recursos conducentes al ejercicio de la democracia directa”.6

        Por otra parte, la democracia daba preferencia a la concepción de la igualdad de los derechos civiles y políticos, y en su postura más radical, reclamaba una mayor igualdad económica y social.7 En paralelo a los liberales, los demócratas demandaban la igualdad de todos ante la ley y de oportunidades; sin embargo, el movimiento democrático encuadraba esta exigencia a favor de una menor desigualdad. En consecuencia, la cuestión primordial a resolver era que los primeros pensadores democrático-liberales se veían obligados a “identificar una manera de adecuar la tradición liberal predemocrática de los dos últimos centenios al nuevo clima moral de la democracia”;8 esto se debió a que sus orígenes teóricos eran diferentes. El liberalismo y la democracia defienden distintos criterios, dado que el primero salvaguarda el derecho individual de adquirir propiedad privada, el segundo antepone el principio democrático de la igualdad y sufragio universal. Por lo tanto, Macpherson deduce que el régimen liberal-democrático es fruto del capitalismo, y que las instituciones de este gobierno únicamente han podido prosperar en sociedades capitalistas.9 En este sentido, el politólogo canadiense esclarece que la democracia liberal fue primero liberal y después democrática, en virtud de razones socioeconómicas; esto produjo que el movimiento democrático se tuviera que moldear a la competitividad y al individualismo posesivo.10 Además, la democracia tuvo un buen proceso de liberalización, en tanto que a la par se convirtió en la realización del Estado liberal. No obstante, Macpherson advierte que esta combinación puede provocar una contradicción por dentro que desencadenaría una crisis y una posible autodestrucción.11   [6][7][8][9]

        En otro orden de ideas, Carl Schmitt expone que la mayor incongruencia del régimen liberal-democrático es que nace en una insólita mezcla: un individualismo egoísta y atomista con la unidad homogénea de los ideales democráticos;12 por lo tanto, esta unidad borra completamente lo heterogéneo. En esta línea, el jurista alemán sostiene que el efecto de la doctrina de la educación es la dictadura. Entonces, de este modo, Schmitt concluye que su verdadero adversario no es la democracia, más bien es el liberalismo y la pluralidad parlamentaria;13 dicho de otra manera, la dictadura no es lo opuesto a la democracia, y viceversa. Posteriormente, destaca que la libertad de prensa, reunión y discusión son elementos, no sólo útiles, sino esenciales para mantener el vigor del liberalismo.14 Además, discute que la teoría de la separación de poderes no es un principio democrático, sino liberal, en tanto que tal división involucra una incongruencia con el concepto de identidad homogénea de la democracia entre dirigentes y pueblo.15 Más aún, Schmitt aboga con todas sus fuerzas por el Estado autoritario de la modernidad, y ve las instituciones políticas alternativas y el pluralismo parlamentario como obsoletas repeticiones de poderes de una era premoderna.16 Desde esta perspectiva, la tendencia política no proviene de la democracia, en cambio viene del liberalismo, específicamente en el pluralismo parlamentario. En pocas palabras, el jurista alemán permite dar cuenta de que el liberalismo y democracia no llegan a los mismos resultados y, por lo tanto, no desembocan lógicamente en la utópica fórmula del gobierno democrático liberal parlamentario y representativo. Por último, Schmitt sostiene el análisis de la crisis de legitimidad de los regímenes liberal-democráticos: el parlamento ha extraviado su anterior fundamento y sentido.[10]

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