Resumen II Trimestral Fiolosofia. Kant

Kant

Nuestra personalidad humana no consta solamente de la actividad de conocer; el campo de la actividad humana trasciende de la actividad del conocimiento. Existe una actividad espiritual llamado “conciencia moral”, que contiene un cierto número de principios en virtud de los cuales los hombres rigen su vida, acomodando su conducta a los mismos y usándolos de base para formular juicios morales. Estos principios son tan evidentes como los del conocimiento y en ellos, Kant encuentra la base para la aprehensión de los objetos metafísicos. Ese conjunto de principios es denominado “razón práctica”; en la conciencia moral actúa algo que, sin ser la razón especulativa, se asemeja a la razón. Son también principios racionales por lo que se los puede llamar legítimamente razón, aunque no es la razón en cuanto a que se aplica al conocimiento sino que es la razón aplicada a la moral.

Un análisis de estos principios lleva a Kant a los calificativos morales (bueno, malo, moral, inmoral). Las cosas no son buenas ni malas porque en ellas no hay merito ni demerito, lo único verdaderamente digno de ser llamado bueno o malo es el hombre. Porque el hombre verifica actos y en eso, hace algo, estatuye una acción en la cual podemos distinguir dos elementos: lo que el hombre hace y lo que quiere hacer. Los calificativos morales convienen a la voluntad misma del hombre. En qué consiste una voluntad buena? Todo acto voluntario se presenta a la razón en la forma de un imperativo y estos se dividen en dos clases: hipotéticos y categóricos.

La forma del imperativo hipotético consiste en sujetar el imperativo a una condición: “Si quieres sanar de tu enfermedad, toma la medicina”. No es absoluto sino que esta puesto bajo una condición. Los imperativos categóricos, son aquellos en los que la imperatividad no está puesto bajo ninguna condición, impera incondicionalmente: “No mates a otro hombre”.

La moralidad no es lo mismo que la legalidad. Esta última consiste en que la acción efectuada sea conforme a la ley, pero para que sea moral, algo debe acontecer no en la acción misma y su concordancia con la ley, sino en el instante que antecede a la acción, en la voluntad del que la ejecuta. Si una persona ajusta sus actos a la ley porque le teme al castigo o quiere la recompensa que brinda, decimos que la voluntad no es moral. Un acto es moral solo cuando la persona que lo realiza ha sido determinada a realizarlo porque ese es el acto moral debido. Los actos en los que no existe esa pureza moral son aquellos en los cuales el imperativo categórico ha sido convertido en hipotético. En vez de “no mates al prójimo”, “si quieres no ir a la cárcel, no mates al prójimo”. En toda acción u omisión hay una materia, lo que se hace u omite, y una formal, por que se hace u omite. Una acción denota una voluntad pura cuando es hecha simplemente por respeto al deber. Y esto le proporciona a Kant la fórmula del imperativo categórico: “Obra de manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a obrar sea una ley universal”.

La voluntad es autónoma cuando ella se da a si misma su propia ley; es heterónoma cuando recibe la ley de algo o de alguien que no es ella misma. Todas las éticas que la historia conoce y cuyos principios de moralidad son hallados en contenidos empíricos resultan heterónomas; y por que el hombre ajustara su conducta a este tipo de acción porque tendrá en consideración las consecuencias que esa acción le acarreara. Solamente es autónoma la ley moral que pone en voluntad misma el origen de la propia ley: “lo que quieras que hagas, hazlo por respeto a la ley moral”. Por eso no puede consistir en una serie de mandamientos, sino que debe consistir en la acentuación del lugar de la conciencia donde reside lo meritorio, que no es ajustar la conciencia a tal o cual precepto, sino el por qué se ajusta la conducta a tal o cual precepto.

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