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Taller De Filosofia


Enviado por   •  24 de Diciembre de 2013  •  2.145 Palabras (9 Páginas)  •  472 Visitas

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL “GERVASIO RUBIO”

Tutor: Jaimes Miguel Ángel

Autoras: Delgado Carme

Vega C. Yaney

Rubio, enero de 2014

El epicureísmo es la escuela fundada por Epicuro de Samos en sus jardines de Atenas (306 a.C.). De ahí que a los exponentes de esta corriente se los conocía también como "Los del Jardín". Además de Epicuro, célebre por su finura y nobleza, en esta escuela se destacaron Metro doro de Lámpsaco, Apolodoro, Zenón de Sidón, Fedro y Lucrecio Caro. Los epicúreos juzgaban el conocimiento en función de su utilidad para una vida feliz. Para ellos, la búsqueda de la verdad por la verdad misma (la pura contemplación) carecía de sentido. Por otro lado, los epicúreos creían que el conocer es percepción sensible, originada en el desprendimiento de los cuerpos de pequeñas imágenes o efluvios que ingresan a nosotros por los sentidos. Los conceptos no son más que un recuerdo del contenido común de diversas representaciones, una consecuencia de la asociación de las representaciones sensibles. El epicureísmo heredó el sensismo y el materialismo de Demócrito.

Los epicúreos afirmaban que el Universo se compone de infinitos elementos últimos indivisibles (átomos). Los átomos sólo se diferencian entre sí por la forma y el peso y se encuentran en un espacio vacío infinito. No hay nada fuera de esto (materialismo) [*]. Los epicúreos creían que incluso el alma es material, que está compuesta de átomos. Que el alma es una materia sutil que perece con el cuerpo como todos sus órganos. Que el número de átomos que conforman el Universo se mantiene siempre igual. Que los átomos existen desde siempre y para siempre. Que el devenir no es sino la eterna reagrupación de los átomos originada en una primera desviación repentina (declinatio) de su trayectoria rectilínea por el espacio vacío infinito que los llevó a entrechocarse. Que esta desviación fue un hecho fortuito, ocurrido no se sabe dónde ni cuándo, por lo que la desviación misma y el devenir posterior carecen propiamente de causa y se deben más bien al azar.

No habiendo una causa, tampoco hay un destino. Por el contrario, se abre un campo inmenso para la libertad, la cual puede introducir un nuevo orden en las cosas. Para defender la libertad y el placer del temor que genera la creencia en los dioses y en la vida de ultratumba, los epicúreos recurrían a la Teoría Atómica tal como la entendía Demócrito (lo que implica una contradicción respecto del concepto de azar que ellos mismos sostenían). El mundo, y lo que en él ocurre, se explica así por los átomos y las leyes que rigen su movimiento, sin necesidad de recurrir a los dioses. Los dioses habitan en su mundo y llevan en él una vida feliz, sin tener siquiera noticia de los hombres.

En el terreno de la Ética, sostenían que lo moralmente bueno es el placer, concepción heredada de Aristipo. El sentido original de la palabra "bueno" es placentero. Nada tiene que ver con la conformidad a un orden de ideas o a un orden natural de las cosas. Del mismo modo, se denomina "malo" a lo que nos acarrea dolor. “El placer es el principio y el fin de la vida feliz.” Los epicúreos entendían el placer de un modo sutil, alejado del sensualismo y el desenfreno. Y siendo el placer la ausencia de dolor y la paz del espíritu, el mismo debe buscarse en el reposo. Para los epicúreos los placeres espirituales están por sobre los sensibles. El hombre no debe entregarse ciegamente a los placeres que se le ofrecen, sino que debe utilizar la razón para evaluar si ese placer momentáneo no le acarreará luego un dolor mayor. Sin razón y prudencia no se puede tener una vida feliz.

De igual forma El escepticismo es la postura que niega la existencia de la verdad o bien la capacidad de la razón humana para acceder a ella. Según el escéptico la verdad no existe y, en el caso de que existiera, no la podríamos llegar a conocer. Por tanto, el escepticismo es una posición esencialmente negativa, y significa la negación de la posibilidad del conocimiento. Esta postura es fácilmente refutable ya que, tal y como muchos pensadores han constatado, incurre en una contradicción: "Quien niega la existencia de la verdad está afirmando implícitamente que la verdad existe, ya que si la verdad no existiese entonces sería verdad que ella no existiría; y si algo es verdadero, entonces es necesario que exista la verdad". Dicho de otro modo, el escéptico cuando afirma que la verdad no existe, supone que algo se puede conocer con verdad. Quien afirma que no se puede conocer nada, está, por lo mismo, afirmando que ya conoce algo. Por lo tanto, se contradice. Lo cierto es que resulta bastante paradójica la actitud de los escépticos que aducen mil y una razones para demostrar la verdad de que la verdad no existe.

Pues bien, en la actualidad no se da el escepticismo en su estado, digámoslo así, puro y radical, sino ciertas formas ocultas o solapadas de escepticismo: el subjetivismo y el relativismo. En el fondo, estas posturas también niegan la verdad; no directamente, como hace el escepticismo, pero sí indirectamente, atacando su validez universal. Así, mientras que el escepticismo enseña que no hay ninguna verdad, el subjetivismo y el relativismo no van tan lejos pues, según estas dos corrientes, hay una verdad; pero para ellos esta verdad tiene una validez limitada. Es decir, consideran que no hay ninguna verdad "universalmente válida". Por tanto, si lo pensamos un poco comprobamos que, al igual que el escepticismo, incurren en una contradicción, ya que una verdad que no sea universalmente válida representa un "sinsentido": Quien mantenga el "concepto de la verdad" y afirme que no hay ninguna verdad "universalmente válida" se contradice a sí mismo, porque la validez universal de la verdad está fundada en la esencia de la misma. La verdad, tal y como hemos visto, significa la concordancia del juicio con la realidad objetiva. Si un juicio es falso no es válido para nadie, pero si es verdadero entonces es válido para todos o, lo que es lo mismo, es universalmente válido. La verdad, si existe, existe para todos. Por tanto, el hecho de que una verdad no sea conocida por todos no implica el que no sea una verdad para todos

Por otra parte el estoicismo es una corriente filosófica fundada en Atenas por Zenón de Citio (335-264 a.C.). El nombre de la escuela procede del término griego stoa, que significa "pórtico". Al parecer, Zenón impartía sus enseñanzas bajo el "pórtico pintado" (stoa poikile) del ágora ateniense. Suelen distinguirse varios periodos en la historia de esta escuela: el primer estoicismo (Zenón, Cleantes de Assos y Crisipo de Soli), la estoa media (Panecio de Rodas y Posidonia de Apamea) y el estoicismo tardío y romano (Séneca, Epicteto de Hierápolis y Marco Aurelio).

De acuerdo con esta escuela o corriente filosófica, la Naturaleza entera se halla gobernada por una "razón" providente y divina (Lógos) que dirige sabiamente el "destino" de las cosas y de los hombres. Es insensato e inútil intentar cambiar el plan de esa providencia divina. Ocurre siempre lo que tiene que ocurrir, del modo exacto en que tiene que hacerlo. Por eso, nuestro deber como seres dotados de razón es aprender a "vivir de acuerdo con la naturaleza"; o, lo que es lo mismo, de acuerdo con el Lógos eterno que lo gobierna providencialmente todo. En esta conformidad de la acción con el Lógos consiste la areté o virtud moral.

Según los estoicos, es "sabio" (phrónimos) el hombre que acepta y consiente con entereza y serenidad el "destino" que el "orden" y las "leyes" de la Naturaleza le deparan. Esta aceptación tranquila del propio destino se alcanza mediante el control y el dominio de las pasiones, los impulsos y los afectos por parte de la razón individual, que está en comunicación con la razón eterna y universal que gobierna el mundo y que "participa" esencialmente de ésta.

Los estoicos llamaron apátheia o apatía a esta suerte de dominio o de control racional sobre los propios impulsos, pasiones y afectos. Mediante la práctica escrupulosa y sostenida de este autocontrol o autodominio, el "sabio" llega a ese estado de imperturbabilidad espiritual. Y, según los estoicos, esta apatheia insensibilidad o impasibilidad del alma lleva a la ataraxia (serenidad; tranquilidad de ánimo) y representa la única forma de felicidad a la que resulta legítimo o moralmente aceptable aspirar.

Frente al hedonismo en general y al hedonismo epicúreo en particular, el estoicismo sostiene que la finalidad última de toda actuación no debe ser el logro de la felicidad, sino la práctica del bien, el ejercicio de la "virtud" (que consiste, como hemos visto, en el comportamiento de acuerdo con la razón que lo gobierna todo). No debemos aspirar a ser felices, sino a ser buenos. Para el estoicismo, la virtud no es un medio, sino un fin: debe ser perseguida por sí misma, no con vistas a obtener un bien ulterior, distinto de ella misma (como pueden ser la fama, el poder, la riqueza, el placer o la dicha).

Por otro lado El neoplatonismo surge en Alejandría en el siglo III como importante sistema filosófico. Y, fue muy difundido en diversas escuelas filosóficas en el siglo VI. Es una manifestación del platonismo; con aportes de otras doctrinas como la de Pitágoras, Aristóteles y Zenón; pero sin apartarse esencialmente del fundamento platónico. También, en el neoplatonismo se observan influencias de origen hindú y judío.

Según los neoplatónicos, el principio de todo lo existente es la unidad absoluta, lo Uno, realidad suprema, de la que surgen todas las demás realidades por emanación. El primer ser emanado del Uno es el Logos, también llamado Verbo, Inteligencia, que contiene las ideas de las cosas posibles. Después, la Inteligencia engendra el Alma, principio del movimiento y de la materia. El Uno, la Inteligencia y el Alma son las tres hipóstasis de la Trinidad neoplatónica. El ser engendrado se esfuerza en ascender hacia la perfección de que emana. Todo viene del Bien y tiende hacia el Bien. Para que el Alma se una al primer principio es preciso que supere el pensamiento y que, por el éxtasis, se confunda con Dios y pierda toda conciencia de sí misma. Cuando, por la ignorancia de su verdadera naturaleza e identidad, el alma humana experimenta un falso sentido de distancia e independencia, se vuelve presumida de un modo manifiesto y cae en hábitos sensuales y depravados. El neoplatonismo mantiene que la salvación de esa alma es posible gracias a la virtud de la libertad de la voluntad que le permitió elegir su camino de pecado. El alma debe invertir ese curso, trazando en sentido contrario los sucesivos pasos de su degeneración, hasta unirse otra vez con el origen de su ser.

Amonio Saccas aparece como el fundador de la doctrina. Plotino, su representante más importante, permaneció once años junto a él antes de profesar su doctrina en Roma a partir de 244. Plotino estaba convencido de haber llegado, dos o tres veces en su vida, a esta unión íntima con la más alta hipóstasia. Su discípulo Porfirio tomó la dirección de la escuela a fines del s.II; y redactó las Enéadas tomando las ideas más importantes de su maestro y contiene una exposición amplia de la metafísica neoplatónica. Jámblico, que había sido el editor de Porfirio en Roma, fundó la escuela de Siria y enseñó en Apamea. Uno de sus discípulos, Edesio de Capadocia, fundó la escuela de Pérgamo.

El neoplatonismo, con Porfirio y Jámblico, se opuso al cristianismo, y imputó cada vez más jerarquía a los procedimientos prácticos destinados a provocar el éxtasis. Influyó en la patrística cristiana (Dionisio Areopagita, Agustín de Hipona) y también, a través de ella, en el pensamiento medieval y en la escolástica, hasta llegar al renacimiento (Marsilio Ficino, Pico della Mirandola).

La tradición filosófica del neoplatonismo se mantuvo en el s. V; fue enseñada a partir del 400 en la escuela de Atenas, por Plutarco de Atenas, uno de cuyos sucesores fue Proclo. La escuela de Atenas fue clausurada en 529 por un edicto de Justiniano; el diácono Damascio y Simplicio de Cilicia se refugiaron en Persia. La escuela de Alejandría, que después de la muerte de Hipatia (415), se había alejado del neoplatonismo y que, en el s. VI, había incluso llegado a ser un foco de resistencia a las doctrinas neoplatónicas, subsistió.

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