Trauma Taurino
Enviado por • 17 de Septiembre de 2012 • 15.503 Palabras (63 Páginas) • 634 Visitas
Retrato taurino en la Ciudad de México
(1835 y 1867)
José Francisco Coello Ugalde
Este ensayo se elaboró
inicialmente como una
conferencia presentada en el
contexto del VI Seminario de
Historia Regional, convocado
por el Archivo Histórico del
Estado de Aguascalientes, así
como por el Departamento
de Historia de la Universidad
Autónoma de Aguascalientes,
bajo el tema: “Ciudades,
pueblos y comunidades.
Historia regional y Centros
Urbanos”. celebrado el
pasado noviembre de 2011.
Entre otros episodios, el
autor analiza aquí el papel
que juega el español
Bernardo Gaviño y Rueda,
que hizo en México una expresión mestiza del toreo durante el siglo
XIX.
Como se sabe, el profesor Coello Ugalde es Master en Historia y
alumno del Doctorado en Bibliotecología y Técnicas de la
Información por la U.N.A.M. Director del Centro de Estudios
Taurinos de México, A.C., investigador del acontecer taurino de su
país y responsable del blog “Aportaciones Histórico-Taurinas
Mexicanas” (http://ahtm.wordpress.com).
Ensayo 1
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De manera intermitente, la fiesta de los toros se puso en escena durante el
siglo XIX en la ciudad de México. Para ello, buena cantidad de esos festejos
pudieron darse gracias a la presencia de personajes claves como Francisco
Javier Heras y Vicente Pozo, empresarios; los hermanos Ávila, Mariano
González o Bernardo Gaviño toreros, así como los propietarios de las
emblemáticas haciendas de Atenco y El Cazadero, sin dejar de mencionar dos
importantes plazas de toros: la Real Plaza de Toros de San Pablo y la del Paseo
Nuevo. Cabe hacer aquí un análisis sobre las diversas reacciones que, a favor o
en contra tuvieron plumas nacionales y viajeros extranjeros quienes tuvieron
ante sus ojos una clara muestra del legado español que logró un mestizaje
gracias al sello americano primero. Mexicano después que imprimieron sus
protagonistas más directos en el desarrollo de tales festejos, fenómeno este
último que alcanzó un auténtico diálogo entre lo urbano y lo rural.
Esto ocurrió al menos durante un tercio de ese siglo (entre 1835 y 1867), de
ahí que sea importante desvelar una serie de aspectos que dejen ver también
la presencia de mojigangas, globos aerostáticos, toros embolados, jineteo,
coleo y otras expresiones parataurinas que dieron luz e intensidad a aquellos
espectáculos; la forma de su difusión, y otros aspectos complementarios que
nutrieron su desarrollo.
Luego de que el Congreso expidió el decreto de creación del Distrito Federal en
noviembre de 1824, bajo el concepto de un área circular, esta abarcó
originalmente dos leguas (8.2 km.) de radio a partir de la plaza mayor. Entre
1804 y 1852, la ciudad pasó de 137 mil a 200 mil habitantes. Pero esto no es
lo relativamente importante, si para ello se piensa que el crecimiento
poblacional fue lento. Más bien, es conveniente destacar que tras el
surgimiento del nuevo estado-nación que fue México, a partir del triunfo de la
independencia en 1821, hubo en el país, pero sobre todo en la capital del
mismo, una serie de revueltas que afectaron la vida política, social, económica
y religiosa en términos bastante marcados. De la independencia, se pasa a un
primer imperio, el de Iturbide, luego la presencia de la República Federalista,
la Centralista, la Invasión Norteamericana de 1846-1848, la época de
Comonfort, la Guerra de Tres años y tiempo más tarde el Imperio de
Maximiliano. Todo esto entre 1835 y 1867. En dicho periodo gobernaron el país
los siguientes personajes:
1834-1835 Antonio López de Santa Anna
1835-1836 Miguel Barragán
1836-1837 José Justo Corro
1837-1839 Anastasio Bustamante
1839 Antonio López de Santa Anna (20 de marzo a 10 de julio)
1839 Nicolás Bravo (11 de julio a 19 de julio)
1839-1841 Anastasio Bustamante
1841 Javier Echeverría (22 de septiembre a 10 de octubre)
1841-1842 Antonio López de Santa Anna
1842-1843 Nicolás Bravo2
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1843 Antonio López de Santa Anna (5 de marzo a 4 de octubre)
1843-1844 Valentín Canalizo
1844 Antonio López de Santa Anna (4 de junio a 12 de septiembre)
1844 José Joaquín de Herrera (12 de septiembre a 21 de septiembre)
1844 Valentín Canalizo (21 de septiembre a 6 de diciembre)
1844-1845 José Joaquín de Herrera
1846 Mariano Paredes y Arrillaga (4 de enero a 28 de junio)
1846 Nicolás Bravo (29 de junio a 4 de agosto)
1846 José Mariano Salas (6 de agosto a 22 de agosto)
1846-1847 Valentín Gómez Farías
1847 Antonio López de Santa Anna (21 de marzo a 1 de abril)
1847 Pedro María Anaya (2 de abril a 20 de mayo)
1847 Antonio López de Santa Anna (20 de mayo a 16 de septiembre)
1847 Manuel de la Peña y Peña (16 de septiembre a 11 de noviembre)
1847-1848 Pedro María Anaya
1848 Manuel de la Peña y Peña (8 de enero a 2 de julio)
1848-1851 José Joaquín de Herrera
1851-1853 Mariano Arista
1853 Juan Bautista Ceballos (7 de enero a 6 de febrero)
1853-1855 Antonio López de Santa Anna
1855 Martín Carrera (14 de agosto a 12 de septiembre)
1855 Rómulo Díaz de la Vega (12 de septiembre a 3 de octubre)
1855 Juan Álvarez (4 de octubre a 10 de diciembre)
1855-1858 Ignacio Comonfort
1858-1872 Benito Juárez
1858 Félix Zuloaga (23 de enero a 24 de diciembre) *[1]
1858-1859 Manuel Robles Pezuela *
1859 José Mariano Salas (21 de enero a 23 de junio) *
1859 Félix Zuloaga (24 de enero a 31 de enero) *
1859-1860 Miguel Miramón *
1860 José Ignacio Pavón (8 de agosto a 14 de agosto) *
1860 Miguel Miramón *
1863-1864 Junta Superior de Gobierno
1864-1867 Maximiliano de Habsburgo (Segundo Imperio)
Frente a esta considerable cantidad de gobernantes podemos percibir un
comportamiento irregular en la definición del México que, como país se
deseaba, pero que era difícil alcanzar, en medio de tantas adversidades, como
golpes de estado o cambios de tendencia política hubo para integrarlo o
desintegrarlo. Este es apenas un primer y sencillo vistazo de lo que, para
Edmundo O´Gorman significó una de las mejores formas destinadas a
interpretar el fascinante siglo XIX. Me refiero a México, el trauma de su
historia.[2]
Por aquellos años, las dos plazas de toros que dieron funciones fueron la Real
Plaza de toros de San Pablo, reinaugurada el 19 de abril de 1833 y que, por
inservible dejó de ocuparse en 1864. De igual forma, estuvo la plaza de toros 3
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del Paseo Nuevo (1851-1867) aunque todavía se usó hasta 1873, en que fue
derribada.
Ambas eran de madera por lo que ese
aspecto debe haber exigido cambio de su
estructura por lo menos una vez al año
evitando así la podredumbre o lo inútil en
el material de construcción.
No tengo por ahora registros de cuantas
funciones taurinas se dieron en una y
otra, pero sé que fueron muchas,
muchísimas, si nos atenemos a los datos
vertidos por una prensa que de manera
irregular solo aportaba inserciones en la
sección dedicada a espectáculos o
diversiones, o por el hecho de que algún
acontecimiento de mayor trascendencia o
chismorreo lo demandara. De esa forma,
además de los toros, ambos escenarios
funcionaron también para funciones de
circo, ascensiones aerostáticas o lucha de
toros con otros animales, como era
costumbre.
El desarrollo de la prensa taurino aún no
tenía por entonces visos de formalidad,
comportamiento que germinaría con la
aparición del primer periódico conocido
como El Arte de la Lidia, cuyo primer número salió a la luz hasta el domingo 9
de noviembre de 1884.
Un dato entre muchos que quedan por trabajar nos dará alguna idea en el uso
de esos dos escenarios. Para entender ciertos detalles es preciso mencionar los
nombres de algunos personajes clave que pudieron convertir el periodo aludido
en una época intensa y esplendorosa, como pocas.
Allí están Bernardo Gaviño, Pablo Mendoza, los hermanos Ávila, Andrés
Chávez, Mariano González, toreros. Mariano Tagle, Manuel de la Barrera, Javier
de las Heras, Vicente del Pozo, Manuel Gaviño, Jorge Arellano y Luis G. Inclán
que fungieron como empresarios, en tanto que por la parte de los hacendados,
existen al menos dos “ganaderías” destacadísimas: Atenco (bajo la égida de
José Juan Cervantes y Michaus, que fue último conde de Santiago-Calimaya,
así como de Ignacio Cervantes Ayestarán) y El Cazadero, propiedad por
aquellos años de José María de la Peña. Al finalizar el siglo XIX, pasó a ser
propiedad de Ignacio de la Torre y Mier.
En la anterior relación, vemos
ocho veces el nombre de Antonio
López de Santa Anna.4
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Es un hecho que Atenco fue la mayor nutriente
de ganado. De un trabajo incluido en mi tesis
doctoral [3] concluyo que entre 1815 y 1915 se
lidiaron 1116 encierros, de los cuales poco más
de 400 se enviaron a las dos plazas de
referencia. De ese número ya de por sí
importante, Gaviño se enfrentó en 388
ocasiones a los atenqueños, lo que supone un
hecho sin precedentes. El Cazadero retomaría
en 1851 una vigencia ya adquirida desde el
último tercio del siglo XVIII. Incluso hubo en la
quinta década del XIX varias competencias de
esta con los toros de Atenco, que volvieron a
repetirse ya en menor escala y con pocos
resultados a finales del mismo siglo. Polvo de
aquellos lodos.
Pero el que es punto central de este estudio, es
un “lenguaje” que se dio no solo en la plaza. De
ahí iba al campo, y entonces ese hilo conductor
encontraba diálogo en esos dos ámbitos:
urbano y rural, lo que da por resultado una
serie de expresiones que hoy entenderíamos
relajadas, pero que en su momento tenían
razón de ser. Tal fenómeno puede explicarse
por ejemplo, cuando ponemos la mirada en el
cante flamenco. Entre el catálogo de los
diversos “palos” con que cuenta la diversidad
de su expresión, existe un grupo denominado
“cantes de ida y vuelta”, cuyo comportamiento
se ha dado entre los viajes que sus diversos
exponentes han hecho a través del tiempo en
un tránsito habido entre España y América.
Otro ejemplo es esa otra tradición de “ida y
vuelta” que también se registró, sobre todo
durante el virreinato, cuando con el continuo ir
y venir de las flotas entre Europa y América,
navegaron sin cesar formas y técnicas teatrales
de aquella época, mismas que fueron
adoptadas y asimiladas por los artistas
americanos. En ese sentido, los espectáculos
marginales, reflejaron, durante los tres siglos
virreinales, “el desarrollo de las diversas habilidades, espectáculos y modas
que se sucedieron y, a su vez, los enriquecieron con formas y modalidades
propias”.[4]
Por lo tanto, y como reitera Maya Ramos Smith: “En el terreno de estas
diversiones se realizó un feliz encuentro entre las dos tradiciones y, durante los
Cartel de la plaza de toros del
Paseo Nuevo, D.F. 9 de mayo
de 1852. Cuadrilla de
Bernardo Gaviño, con toros de
Atenco, incluyendo, claro está,
toros para el coleadero, toro
embolado y la participación,
entre otros, de Luis Ávila y
Magdaleno Vera, como
picadores. Col. del autor.5
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siglos virreinales, los indígenas, con españoles y otros europeos y con criollos y
mestizos, compartieron el universo lúdico de los títeres, la acrobacia y demás
entretenimientos, en un mosaico multirracial al que, con diferentes habilidades
y juegos propios, africanos y orientales se integraron también. Esa convivencia
de grupos y tradiciones internacionales, a las cuales los novohispanos harían
sus propias aportaciones y añadirían sus creaciones y estilos característicos
contribuyó (…) a hacer de la Nueva España una cultura de sorprendente
modernidad”.[5]
…tal y como también ocurrió en la tauromaquia; no sólo la novohispana.
También la decimonónica.
El componente taurino estuvo nutrido o integrado de formas que lo mismo
aceptaban el campo o la ciudad, con su particular dimensión a la que
pertenecían, pues en el campo ocurría en forma natural, espontánea, sin el
embozo de la puesta en escena profesional de lo citadino, que requería desde
otros ropajes o se sujetaba a usos y costumbres del propio significado
profesional que caracterizaba o pretendía caracterizar a una corrida de toros.
Las mojigangas formaron parte indispensable durante el desarrollo de las
corridas de toros en aquel fascinante siglo XIX mexicano. Cabecera de un
cartel taurino. Fuente: Armando de María y Campos: Imagen del mexicano en
los toros. México, “Al sonar el clarín”, 1953. 268 p., ils.
Una cosa eran hábitos y arraigos que daban razón de ser a la tauromaquia de
esa época y otra, el hecho permisivo de tolerar, enriquecer o matizar el toreo
de a pie con todos aquellos añadidos con los que se puede formar un catálogo
bastante abultado. El que un festejo fuese distinto a otro, a pesar del poco
tiempo de diferencia entre ambos, da idea de que la empresa y los toreros
buscaban garantizar posicionamiento, pero sobre todo pingües beneficios
económicos. De seguro una mercadotecnia en cierne, y conforme a los
dictados de la época así lo hace suponer. Y es precisamente en los carteles
donde se afirma ese hecho debido a que echaban mano de un discurso
publicitario que debe haber cumplido sus objetivos. Aquí dos ejemplos claves:
Gracias a la prensa de la época, podemos enterarnos que el domingo 29 de
octubre de 1865, se celebró en la plaza de toros del Paseo Nuevo, un curioso,
curiosísimo festejo, en cuyo cartel se anunciaba lo que sigue:
Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Toros de Atenco. Cuatro toros de muerte. Dos
para el coleadero. Ofrenda y rifa de 10 guajolotes, cada uno con un billete de
la lotería de la Virgen, seis carneros y un novillo manso.-Mojiganga de los
Hombres gordos de Europa. Toro embolado para los aficionados.
La Orquesta, 2ª época, México, jueves 28 de octubre de 1865, T. I., N°94
comentó:
“Plaza de toros.6
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“Sabemos que la empresa de los cuernos está preparando para el domingo 29
una magnífica función, en la que tendrá lugar la rifa de 10 guajolotes, llevando
cada uno un billete entero de la próxima lotería de la Virgen de Guadalupe, de
6 y grandes y gordos carneros y de un hermoso novillo. He aquí la ofrenda que
la empresa piensa dar al público que asista a la referida corrida. No es mala,
¿verdad?
Sobre todo, señores
Los guajolotes,
Que llevarán cual novias
Ricas, sus dotes.
Luego el novillo.
Y además los carneros…
Ir es preciso.
Dos días antes, en LA SOMBRA, D.F., del 27 de octubre de 1865, ya se
relamían los bigotes, y el poeta anónimo nos obsequia una curiosa descripción
sobre los “sentimientos encontrados” que percibió en algunos sectores de
aquella sociedad capitalina.
NOVEDADES.
Muy pródigo está el tiempo en aventuras;
Se nos hacen saber cosas ignotas,
Destiérrense las penas y amarguras
De lágrimas no viertan gruesas gotas
Tenemos paz, felicidad, dulzuras
De disidentes hay grandes derrotas,
Y puesto que está el tiempo ya tan vario,
Gozar y divertirse es necesario.
Todo en la capital bulle y rebulle,
Por dó quiera se miran novedades.
¡Oh qué hermoso es tener quien a uno arrulle
Al hallarse en las últimas edades!
El que no duerme o mama, bien engulle,
Pues todas son aquí felicidades,
Este tiempo dicho será eterno
Que bien montado está, y a lo moderno.
Prepárense en la plaza grandes cosas,
Salones en el centro se levanta,
Grandes circos, maromas asombrosas,
Que dizque aterran bien, si no es que espantan,
En las calles las gentes presurosas
Se atropellan, se pisan, se atarantan,
Y demostrando está bien su alegría
Que esperan de los muertos el gran día.7
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Pero no es esto todo, ya desde antes
Diversiones sin se nos ofrecen:
A la ópera se van los diletantes
Que pasar un buen rato bien merecen,
Cierto es que quieren ser buenos cantantes
Aunque siempre de voces adolecen;
Pero saben la nota tanto tanto,
Que aprenden desde luego bien el canto.
Hay otros que no pierden la costumbre
Y se van apoyados en su báculo
Unas veces al patio o la techumbre,
Al Nacional nombrado hoy espectáculo,
Y desde la soberbia altiva cumbre
Escuchan con placer, sin grande obstáculo
Cierto ruido confuso o alharaca,
Música nacional, música austriaca.
Otros esperan ver grandes corridas
De toros, lazar brutos y valientes,
Apuestas se hacen, juéganse partidas
Entre ciertas y ciertas gentes,
No queremos decir que sean perdidas
Que personas son siempre muy decentes;
Pero que al ver tan solo un par de cuernos
Brincan como se brinca en los infiernos.
Ya que hablamos de toros os diremos
Que veáis en el cartel qué cosas raras
Para el domingo próximo tenemos,
Las entradas nos dicen no son caras,
Y a más de diversión rifa hallaremos
Que mosca podrá dar, la cosa es clara,
Y además se tendrán en unos lotes,
Dicen, gordos, soberbios guajolotes.
México es hoy la tierra de placeres,
De entusiasmo sin fin, de diversiones;
La cuna de hermosísimas mujeres
El centro, la reunión de papalones,
Y pues se hallan aquí tan grandes seres,
Donde siempre se vive de ilusiones
En México vivimos y a porfía
Gozando del placer y la alegría.
Anónimo.8
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Pues bien, la corrida se desarrolló al estilo de lo indicado en el cartel, lo cual
significa que fue un acontecimiento entre alucinante y fascinante. En algún
intermedio se llevó a cabo el anunciado “sorteo” y he aquí los resultados,
mismos que se publicaron en LA SOMBRA, D.F., del 31 de octubre de 1865:
PLAZA DE TOROS.
Se nos remite para su publicación lo siguiente:
Lista de los números premiados en la rifa de 10 guajolotes, 6 carneros y 1
novillo, que tuvo verificativo el 29 de octubre.
Guajolotes.-Números premiados: 132, 801, 1150, 1871, 2533, 3668, 3928,
5490, 5720y 6853.
Carneros.-Números premiados: 1500, 2587, 2642, 4258, 5796 y 6833.
Novillo.-9184
Además, se incluye en esta nota, el efecto que produjo una “falsa alarma” que
circuló por esos días en La Nación y que la propia Sombra se encargó de
desmentir.
“El Sr. Gaviño hace presente, tanto a su familia ausente como al público en
general, que no es cierto haya muerto, como han publicado algunos periódicos
de esta capital”.
La Sombra añade:
(…) la culpa del notición,
que no ha sido mal petardo
para el Valiente Bernardo,
que lo diga la Nación.
Si alguno de ustedes posee el o los boletos premiados, favor de dirigirse a las
oficinas de la plaza de toros “Paseo Nuevo”, domicilio conocido, de la ciudad de
México para, en el acto, hacerles entrega, ya sea de un guajolote, un carnero o
del novillo que fueron rifados. (El último párrafo ha sido una ocurrencia del
responsable de esta ponencia. N. del A.)
Viene aquí el otro documento:
Cartel de la plaza de toros DEL PASEO NUEVO para el domingo 2 de diciembre
de 1866. Ilustrado por Alejandro Campillo.
PLAZA DE TOROS DEL PASEO-NUEVO. / GRAN FUNCIÓN EXTRAORDINARIA / A
BENEFICIO / DE BERNARDO GAVIÑO, / PARA EL / DOMINGO 2 DE DICIEMBRE
DE 1866. / Cuadrilla del beneficiado.-Toros de muerte de la muy acreditada
hacienda de Atenco.-Novillos / para coleadero, por parejas, con sus premios.-
Torete para la mojiganga denominada: UN / CASAMIENTO DE INDIOS EN 9
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TEHUANTEPEC.-Banderillas a pie por el be- / neficiado, alternando con los
picadores.-Banderillas a caballo. -Magní- / ficos FUEGOS ARTIFICIALES, por el
hábil pirotécnico D. / Severino Jiménez.
Siempre que llega un día como el de hoy, quiero decir, el día de mi beneficio,
acudo a mi imaginación para poder confeccionar un anuncio que merezca el
ser, ya que no de alguna capacidad para expresarme como hombre instruido,
al menos para manifestar al respetable público de esta Capital, lo agradecido
que le estoy en los largos años que me ha favorecido con su presencia, cada
vez que me he presentado a trabajar en mi difícil y arriesgado arte de
Tauromaquia; pero por más esfuerzos que hago para ello, no encuentro las
palabras, y es tanto lo que me confundo, que me quedo sin decir nada.
“Por la misma razón, y creyendo, de que tanto mis amigos como el público
en general, a quien dedico este beneficio, habrán comprendido lo que yo no
puedo explicarlo, (por lo que) pongo punto final, y pongo a continuación el
siguiente programa y
ORDEN DELA FUNCIÓN
1º.-Se dará principio a la corrida con
TRES ARROGANTES Y BRAVOS TOROS DE MUERTE
De la hacienda de ATENCO
2º.-Concluida la lid del tercer toro, se procederá al
COLEADERO DE TRES NOVILLOS
Para el efecto. Estos serán coleados por parejas y el que lograre el dar CAIDA
REDONDA tendrá un PREMIO DE UNA FLOR, conteniendo su respectivo
ESCUDO DE ORO.
3º.-Se procederá a la presentación de la graciosísima MOJIGANGA,
denominada:
UN CASAMIENTO DE INDIOS / EN TEHUANTEPEC,
La que lidiará un BRAVO TORETE de la misma hacienda de Atenco, y el cual
será matado porla Novia India.
4º.-A continuación de la conclusión de la mojiganga, se lidiarán a muerte los
Toros que se puedan mientras durare la luz del día.
5º.-Cuando ya la luz del día haya terminado, SE ILUMINARÁLA PLAZAcon
hermosos FUEGOS DE BENGALA, HACHONES DE VIENTO y FAROLES en los 10
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tránsitos de las lumbreras; e inmediatamente se empezarán a quemar los
magníficos
FUEGOS ARTIFICIALES,
Con los que terminará la función.
El beneficiado pide indulgencia a sus amigos y al público en general que asista
a esta función, a Lumbreras y tendido de Sombra, por el aumento de dos
reales en la entrada que hace en esta corrida, por motivo de haber tenido que
erogar gastos muy crecidos para presentar una diversión que cree será del
agrado de sus favorecedores; si lo logra, nada más le queda qué desear a
Bernardo Gaviño.
Tip. Del Comercio, Cordobanes núm. 8.
Detalle
del cartel
que se
menciona
en esta
parte de
la
ponencia.
Col. del
autor.
Como resultado de esa comunicación, todavía en nuestros tiempos es posible
el desarrollo de mojigangas, jaripeo, coleo, manganeo, realizados a campo
abierto o en lienzos charros, pero ya no en las plazas. Tal enigma es muy fácil
entenderlo si se tiene claro que al madurar la tauromaquia, esta se impuso
definitivamente en las plazas de toros, en tanto que todos aquellos aderezos
encontraron acogida en el campo o en el lienzo como extensión de su 11
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continuidad. Por eso, y entre otras cosas, campo y ciudad se tornaron espacios
de experimentación pero también de afirmación.
No siendo suficientes estas razones, empresa y toreros en armonía con las
costumbres y los arraigos, recurrió al teatro, y lo hizo también con pirotécnicos
como Severino Jiménez, personaje que hacia los años 60 del siglo XIX fue
requerido en infinidad de ocasiones para que se luciera en el uso de la pólvora
y la pirotecnia.
Mencionado en su momento, Luis G. Inclán no sólo en la teoría, también en la
práctica supo encontrar formas que, concebidas en el campo, podían ser
posibles en la plaza. Es de reconocer que lo suyo no era nada nuevo. Se
respiraba en el ambiente de la plaza el olor a campo, aroma que venía de
muchos años atrás, considerando la fuerte carga del México rural. Pero para
que esto sucediera tuvieron que darse una serie de respuestas al fuerte clima
de inestabilidad que enfrentaba el país. Sabiendo que los enfrentamientos
entre facciones, liberales, conservadores, militares y hasta religiosos, dio pauta
para que hubiese una reivindicación de la literatura de costumbres que empezó
a tomar forma desde esos años que ahora se tratan, y que culminaron intensos
con la aparición de “Astucia”, “El mendigo de San Ángel” de Niceto de
Zamacois, los “Bandidos de Río Frío” de Manuel Payno, o “El Zarco” de Ignacio
Manuel Altamirano. En dichas obras queda un registro de diversos escenarios
que se materializaban en el ámbito rural y eso, en buena medida se retrató en
las plazas de toros y en el campo bravo, no como una vertiente paralela, sino
como elementos naturales de las obras aquí referidas. Y es que no
necesariamente algunos de estos autores deberían contar con una inclinación
hacia el fenómeno de la tauromaquia, pero estaba tan insertada en las
costumbres que llegó a convertirse en un elemento más de la vida cotidiana.
Que cada autor le diera el sentido a la intención literaria es otra cosa.
Al retomar el asunto de estos apuntes, debo afirmar que los toros alcanzaron
entre los años de 1835 y 1867 unas cotas sin precedentes. Avanzado el siglo
XIX, aparecieron los hermanos Ávila, de quienes me referiré a partir de un
texto escrito previamente.[6]
El caso de los hermanos Ávila se parece mucho al de los Romero, en España.
Sóstenes, Luis, José María y Joaquín Ávila (al parecer, oriundos de Texcoco)
constituyeron una sólida fortaleza desde la cual impusieron su mando y
control, por lo menos de1808 a1858 en que dejamos de saber de ellos. Medio
siglo de influencia, básicamente concentrada en la capital del país, nos deja
verlos como señores feudales de la tauromaquia, aunque por los escasos
datos, su paso por el toreo se hunde en el misterio, no se sabe si las
numerosas guerras que vivió nuestro país por aquellos años nublaron su
presencia o si la prensa no prestó toda la atención a sus actuaciones.
Sóstenes, Luis y José María (Joaquín, mencionado por Carlos María de
Bustamante en su Diario Histórico de México, cometió un homicidio que lo llevó
a la cárcel y más tarde al patíbulo) establecieron un imperio, y lo hicieron a 12
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base de una interpretación, la más pura del nacionalismo que fermentó en esa
búsqueda permanente de la razón de ser de los mexicanos.
Un periodo irregular es el que se vive a raíz del incendio enla Real Plazade
Toros de San Pablo en 1821 (reinaugurada en 1833) por lo que, un conjunto
de plazas alternas, pero efímeras al fin y al cabo, permitieron garantías de
continuidad.
Aún así, Necatitlán, El Boliche,la Plaza Nacionalde Toros,La Lagunilla, Jamaica,
don Toribio, sirvieron a los propósitos de la mencionada continuidad taurina, la
que al distanciarse de la influencia española, demostró cuán autónoma podía
ser la propia expresión. ¿Y cómo se dio a conocer? Fue en medio de una
variada escenografía, no aventurada, y mucho menos improvisada al
manipular el toreo hasta el extremo de la fascinación, matizándolo de
invenciones, de los fuegos de artificio que admiran y hechizan a públicos cuyo
deleite es semejante al de aquella turbulencia de lo diverso.
De seguro, algún viajero extranjero, al escribir sus experiencias de su paso por
la Ciudadde México, lo hizo luego de presenciar esta o aquella corrida donde
los Ávila hicieron las delicias de los asistentes en plazas como las
mencionadas. De ese modo, Gabriel Ferry, seudónimo de Luis de Bellamare,
quien visitó nuestro país allá por 1825, dejó impreso en La vida civil en México
un sello heroico que retrata la vida intensa de nuestra sociedad, lo que produjo
entre los franceses un concepto fabuloso, casi legendario de México con la
intensidad fresca del sentido costumbrista. Tal es el caso del “monte parnaso”
y la “jamaica”, de las cuales hizo un retrato muy interesante.
En el capítulo “Escenas de la vida mejicana” hay una descripción que tituló
“Perico el Zaragata”, el autor abre dándonos un retrato fiel en cuanto al
carácter del pueblo; pueblo bajo que vemos palpitar en uno de esos barrios
con el peso de la delincuencia, que define muy bien su perfil y su raigambre.
Con sus apuntes nos lleva de la mano por las calles y todos sus sabores,
olores, ruidos y razones que podemos admirar, para llegar finalmente a la
plaza.
Nunca había sabido resistirme al atractivo de una corrida de toros -dice Ferry-;
y además, bajo la tutela de fray Serapio tenía la ventaja de cruzar con
seguridad los arrabales que forman en torno de Méjico una barrera formidable.
De todos estos arrabales, el que está contiguo a la plaza de Necatitlán es sin
disputa el más peligroso para el que viste traje europeo; así es que
experimentaba cierta intranquilidad siempre lo atravesaba solo. El capuchón
del religioso iba, pues, a servir de escudo al frac parisiense: acepté sin vacilar
el ofrecimiento de fray Serapio y salimos sin perder momento. Por primera vez
contemplaba con mirada tranquila aquellas calles sucias sin acercas y sin
empedrar, aquellas moradas negruzcas y agrietas, cuna y guarida de los
bandidos que infestan los caminos y que roban con tanta frecuencia las casas
de la ciudad13
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Y tras la descripción de la plaza de Necatitlán, el “monte parnaso” y la
“jamaica”,
(…)El populacho de los palcos de sol se contentaba con aspirar el olor
nauseabundo de la manteca en tanto que otros más felices, sentados en este
improvisado Elíseo, saboreaban la carne de pato silvestre de las lagunas. -He
ahí- me dijo el franciscano señalándome con el dedo los numerosos convidados
sentados en torno de las mesas de la plaza, lo que llamamos aquí una
“jamaica”.
La verdad que poco es el comentario por hacer. Ferry se encargó de
proporcionarnos un excelente retrato, aunque es de destacar la actitud tomada
por el pueblo quien de hecho pierde los estribos y se compenetra en una
colectividad incontrolable bajo un ambiente único.
De todos modos, lo poco que sabemos de ellos es gracias a los escasos
carteles que se conservan hoy en día. Son apenas un manojo de “avisos”,
suficientes para saber de su paso por la tauromaquia decimonónica. Veamos
qué nos dicen tres documentos.
13 de agosto de 1808, plaza de toros “El Boliche”. “Capitán de cuadrilla, que
matará toros con espada, por primera vez en esta Muy Noble y Leal Ciudad de
México, Sóstenes Ávila.-Segundo matador, José María Ávila.-Si se inutilizare
alguno de estos dos toreros, por causa de los toros, entonces matará Luis
Ávila, hermano de los anteriores y no menos entendido que ellos. Toros de
Puruagua”.
Domingo 21 de junio de 1857. Toros enla Plaza Principalde San Pablo.
Sorprendente función, desempeñada por la cuadrilla que dirigen don Sóstenes
y don Luis Ávila.
“Cuando los habitantes de esta hermosa capital, se han signado honrar á la
cuadrilla que es de mi cuidado, la gratitud nos estimula á no perder ocasión de
manifestar nuestro reconocimiento, aunque para corresponder dignamente
sean insuficientes nuestros débiles esfuerzos; razón por lo que de nuevo
vuelvo a suplicar á mis indulgentes favorecedores, se sirvan disimularnos las
faltas que cometemos, y que á la vez, patrocinen con su agradable
concurrencia la función que para el día indicado, he dispuesto dar de la manera
siguiente:
Seis bravísimos toros, incluso el embolado (no precisan su procedencia) que
tanto han agradado á los dignos espectadores, pues el empresario no se ha
detenido en gastos (…)”.
Aquella tarde se hicieron acompañar de EL HOMBRE FENÓMENO, al que,
faltándole los brazos, realizaba suertes por demás inverosímiles como aquella
“de hacer bailar y resonar a una pionza, ó llámese chicharra”.14
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Plaza de toros del
Paseo Nuevo.
Domingo 7 de
febrero de 1858,
donde además de
la presentación de
Bernardo Gaviño,
este se hizo
acompañar, entre
otros, por Alejo
Garza El Hombre
Fenómeno, a
quien se puede
apreciar en este
detalle. Col. del
autor.
Al parecer, con la corrida del domingo 26 de julio de 1857 Sóstenes y Luis
desaparecen del panorama, no sin antes haber dejado testimonio de que se
enfrentaron aquella tarde a cinco o más toros, incluso el embolado de
costumbre. Hicieron acto de presencia en graciosa pantomima los INDIOS
APACHES, “montando á caballo en pelo, para picar al toro más brioso de la
corrida”. Uno de los toros fue picado por María Guadalupe Padilla quien
además banderilló a otro burel. Alejo Garza que así se llamaba EL HOMBRE
FENÓMENO gineteó “el toro que le sea elegido por el respetable público”. Hubo
tres toros para el coleadero.
“Amados compatriotas: si la función que os dedicamos fuere de vuestra
aprobación, será mucha la dicha que logren vuestros más humildes y seguros
servidores: Sóstenes y Luis Ávila”.
Todavía la tarde del 13 de junio de 1858 y en la plaza de toros del Paseo
Nuevo participó la cuadrilla de Sóstenes Ávila en la lidia de toros de La
Quemada.
Destacan algunos aspectos que obligan a una detenida reflexión. Uno de ellos
es que de 1835 (año de la llegada de Bernardo Gaviño) a 1858, último de las
actuaciones de los hermanos Ávila, no se encuentra ningún enfrentamiento
entre estos personajes en la plaza. Tal aspecto era por demás obligado, en
virtud de que desde 1808 los toreros oriundos de Texcoco y hasta el de 58,
pasando por 1835 adquirieron un cartel envidiable, fruto de la consolidación y
el control que tuvieron en 50 años de presencia e influencia.
Otro, que también nos parece interesante es el de su apertura a la diversidad,
esto es, permitir la incorporación de elementos ajenos a la tauromaquia, pero
que la enriquecieron de modo prodigioso durante casi todo el siglo XIX, de
manera ascendente hasta encontrar años más tarde un repertorio 15
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completísimo que fue capaz de desplazar al toreo, de las mojigangas y otros
divertimentos me ocuparé en detalle más adelante.
Los Romero, que en realidad son cinco: Francisco y sus hijos: Juan Gaspar,
José, Pedro y Antonio, representaron la raíz y el primer tronco del toreo
estimado como de a pie, y que cubrió un periodo de1725 a1802. Además, la
etiqueta escolar identifica a regiones o a toreros que, al paso de los años o de
las generaciones consolidan una expresión que termina particularizando un
estilo o una forma que entendemos como originarias de cierta corriente muy
bien localizada en el amplio espectro del arte taurino.
Después encontramos a Bernardo
Gaviño.
El mestizaje como fenómeno
histórico se consolida en el siglo
antepasado y con la independencia,
buscando “ser” “nosotros”. Esta
doble afirmación del “ser” como
entidad y “nosotros” como el
conjunto todo de nuevos
ciudadanos, es un permanente
desentrañar sobre lo que fue; sobre
lo que es, y sobre lo que será la
voluntad del mexicano en cuanto
tal.
Históricamente es un proceso que,
además de complicado por los
múltiples factores incluidos para su
constitución, transitó en momentos
en que la nueva nación se debatía
en las luchas por el poder. Sin
embargo, el mestizaje se yergue
orgulloso, como extensión del criollismo novohispano, pero también como
integración concreta, fruto de la unión del padre español y la madre indígena.
Conforme avanza el siglo XIX, el proyecto de patria provoca que el mexicano
vaya buscando y encontrándose así mismo, con todas sus utopías, pero
también con todas sus realidades que limitadas o no, viables o no en ese
nuevo estado en el que ahora conviven y convivimos, hacen de ese siglo una
de las aventuras más fascinantes, por complicadas, bajo tiempos difíciles entre
la inercia del intento por vivir en el progreso; porque lo único que encuentran
es un regreso o estancamiento que parece no identificarse con una meta que,
entre otras cosas, busca símbolos de lo nacional, sin soslayar herencias de tres
siglos coloniales.
Escuela “rondeña” o “sevillana” en España;
“mexicana” entre nosotros, no son más que
símbolos que interpretan a la tauromaquia,
expresiones de sentimiento que conciben al
toreo, fuente única que evoluciona al paso del
tiempo, rodeada de una multitud de ejecutantes.16
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Los mexicanos pintados por sí mismos
de Hesiquio Iriarte (1854) que reúne
autores como Hilarión Frías y Soto y
Niceto de Zamacois, entre otros, es un
tesoro iconográfico del costumbrismo
decimonónico, vivo reflejo de la
sociedad, retrato que se identifica con
la forma de ser del mexicano. Me
atrevo a decir que a dicha obra faltó el
capítulo distintivo de las corridas de
toros, diversión popular que arraigó
poderosamente al consumarse la
conquista. De alguna manera el
mexicano en cuanto tal la enriqueció,
inyectándole un carácter que se iba
identificando pero también
diferenciando del español, aunque sin
perder sus raíces, por lo que sólo la
forma, pero no el fondo se modificó
luego del paso de aquellos trescientos
años de dominio colonial.
Como ya vimos, al independizarnos: el
“ser” por y para “nosotros” le da una
nueva apariencia al toreo que en consecuencia lo torna cada vez más
“nacionalista”. Bajo esta premisa, el arribo del torero español Bernardo Gaviño
y Rueda a México en 1835 produce un giro radical en la expresión hasta
entonces vigente. La tauromaquia se reactiva gracias a la participación de
varias generaciones de diestros que nutren constantemente un quehacer que
parece estancarse en medio de cierto enrarecido ambiente. Bernardo entendió
que al hacerse valer como español y como torero corría el peligro de ser
rechazado por mexicanos que se están definiendo como parte del nuevo estilo
de vida que han adquirido apenas unos años atrás a la aparición de Gaviño en
el panorama. Por eso fue que asumió un carácter que hizo suyo, y como he
dicho en muchas ocasiones: Bernardo acabó mexicanizándose; acabó siendo
una pieza del ser mestizo.
Cuando Bernardo llegó a nuestro país entre 1829 y 1834, de inmediato
organizó cuadrillas y recorrió el país mexicano, despertando en todas las
regiones la afición al espectáculo que, aunque no era desconocido, por los
muchos españoles que había en el territorio (muy a pesar de la expulsión que
sufrieron hasta antes de 1836, año en que España reconoce la independencia
de México), ofrecía novedad como Gaviño lo presentaba. Gaviño se ajustó a los
gustos del público y creó una manera especial de toreo. Los picadores
montaban en caballos con el pecho y ancas cubiertos de cuero y no picaban a
los toros, sino que los pinchaban en cualquier sitio. Los banderilleros clavaban
invariablemente tres pares, repartidos por todo el cuerpo de la res y, cuando
sonaba el clarín, salía Gaviño con un capote arrollado a un palo en la mano 17
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izquierda, y después de dar tres o cuatro lances, se colocaba a la derecha del
toro con el capote extendido, hacía con éste un movimiento hacia la derecha
del toro y al tiempo que el toro embestía al trapo, le introducía en la tabla del
cuello, casi siempre bajo, el estoque, que sacaba inmediatamente, dando una
vuelta sobre los talones y mostrando al aire el acero victorioso al tiempo que la
degollada res rodaba.
Con alrededor de 57 años de vida profesional entre España, Uruguay, Cuba,
Perú y México este importante torero decimonónico no podía ser olvidado de
un plumazo, menos cuando el balance de actuaciones alcanza en ese número
de años la friolera de 721 tardes donde su nombre figuró en los carteles. Es
por eso que el presente esfuerzo busca reafirmarlo, otorgándole y
reconociéndole los méritos que acumuló en tiempo de ejercicio tan prolongado,
siendo uno de los pocos casos que, por excepcionales en cuanto a longevidad,
se registran en los anales del toreo. Pedro Romero mataba toros a los 80 años
de edad. Bernardo lo hizo hasta los 73. En nuestros días, el caso recae en la
figura mítica de “Curro” Romero quien a sus 65 años sigue siendo el
consentido, sobre todo en Sevilla, donde sus partidarios le prodigan afectos, a
pesar de sus contrastes. Asimismo, no podemos olvidar el caso
“extraordinario” que escenificó Antonio Chenel “Antoñete” justo el 24 de junio
de 1998 en la plaza de toros de LAS VENTAS, al celebrar sus 66 años de vida
ocasión que aprovechó para vestirse de lila y oro y lidiar dos toros de “Las
Ramblas” como homenaje a la afición de Madrid. Esa tarde, dicen las crónicas,
estuvo sencillamente magistral, al demostrar la summa de sus facultades
todas, recordando que summa es la reunión de experiencias que recogen el
saber de una gran época.
Como vemos, no son muchos los casos de longevidad que guarden esa
dimensión maravillosa de la permanencia.
Por otro lado, y como dice Artemio de Valle Arizpe: lamentablemente “(…)
quebró la casa de comercio en la que [Bernardo Gaviño] tenía depositados sus
ahorros, cosa de ochenta mil pesos, y pronto como había hecho demasiados
gastos quedó perdido y miserable para toda la vida. Pero no vino sola la
pobreza, sino que se presentó acompañada de su corte de enfermedades y
achaques que lo redujeron a muy triste estado. Del gran fausto fue bajando a
suma estrechez. Pasaba muchas necesidades y menguas. Se le metió la
desventura en los huesos”. Hasta aquí la cita.
Pobre, muy pobre acepta firmar un contrato para torear en Texcoco. El
desenlace, como todos ustedes saben, sobrevino luego de varios días de
agonía tras recibir tremenda cornada, muriendo a consecuencia de ella, el 11
de febrero de 1886.
El mestizaje en el que se envuelve Bernardo Gaviño permitió que actuara
incontables tardes en ruedos de nuestro país, lo mismo en la ciudad de México
que en Toluca o Puebla. También en Morelia o en sitios tan alejados como
Durango y Chihuahua. Más allá de nuestras fronteras, Perú, Cuba y Venezuela 18
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fueron lugares donde su nombre y sus
triunfos coquetearon con la fama. Pero lo
más destacable en todo esto es la
escuela y la enseñanza que heredó entre
toreros de diversas generaciones, siendo
uno de ellos, Ponciano Díaz, el alumno
que descolló y sobresalió con mayor
fuerza hasta convertirse en el diestro de
la resonancia que hoy entendemos al
cumplirse el siglo cabal de su muerte en
1999.
Bernardo Gaviño no es una casualidad
para la historia taurina en el México del
XIX. Su presencia perfila el destino de
aquel espectáculo matizado por la
invención permanente y efímera al
mismo tiempo, en la que una corrida era
diferente a la otra, presentando
diversidad de cuadros que hoy pudieran
resultarnos increíbles por su riqueza de
contenido. En medio de aquel ambiente, Gaviño protagonizaba como actor, el
papel principal, permitiendo que la fiesta discurriera deliberadamente tal y
como lo anunciaban los carteles.
Algo que no puede dejar de mencionarse, es el hecho rotundo de que su
trayectoria en los toros en esos 57 años en América, desde su llegada en 1829
a Montevideo, y el momento de su percance mortal en Texcoco a principios de
1886, demuestran que es una de las más largas carreras en la Tauromaquia
universal. El poco tiempo que le debe haber tomado alguna práctica, ya en el
matadero, ya en alguna plaza de la región andaluza –que no sabemos con
precisión cuanto pudo ser-, debido más bien a su corta edad, también se suma
a ese largo recorrido que acumuló infinidad de anécdotas, hazañas,
desilusiones, actitudes, gestas…, recuerdos como el que ahora proponemos, el
de un perfil biográfico donde pudimos entender no solo al personaje de
leyenda. También al hombre de carne, hueso y espíritu. Su actividad encierra
importantes, muy importantes situaciones que le dieron a la tauromaquia
nacional el valor, la riqueza, elementos con los cuales hoy comprendemos tan
importante dimensión.
La influencia de Gaviño durante buena parte del siglo XIX fue determinante, y
si el toreo como expresión gana más en riqueza de ornamento que en la propia
del avance, como se va a dar en España, esto es lo que aporta el gaditano al
compartir con muchos mexicanos el quehacer taurino, que transcurre
deliberadamente en medio de una independencia que se prolongó hasta los
años en que un nuevo grupo de españoles comenzará el proceso de
reconquista. Solo Francisco Jiménez “Rebujina” conocerá y alternará con
Gaviño en su etapa final. José Machío, Luis Mazzantini, Diego Prieto, Manuel
Retrato de Bernardo Gaviño.
Recreación del pintor mexicano
Antonio Navarrete.19
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Mejías o Saturnino Frutos ya solo escucharán hablar de él, como otro
coterráneo suyo que dejó testimonio brillante en cientos de tardes que
transcurrieron de 1835 a 1886 como evidencia de su influjo en la tauromaquia
mexicana de la que ha dicho Carlos Cuesta Baquero, autor imprescindible en el
análisis de un trabajo que concluye con esta sentencia:
NUNCA HA EXISTIDO UNA TAUROMAQUIA POSITIVAMENTE MEXICANA, SINO
QUE SIEMPRE HA SIDO LA ESPAÑOLA PRACTICADA POR MEXICANOS influida
poderosamente por el torero de Puerto Real, España, Bernardo Gaviño y
Rueda. En este personaje se deben encontrar los verdaderos cimientos de
creación de la que en su tiempo se llamó “escuela mexicana”, como lo
afirmaba una publicación taurina española hace poco más de un siglo.[7]
El papel de Pablo y Benito Mendoza. Tomás y José María Hernández,
Pablo y Benito Mendoza. Tomás y José María Hernández fuera del espacio
taurino decimonónico, serían cuatro ilustres desconocidos. Pasada la segunda
mitad del siglo XIX surgieron estos protagonistas que parecen ocupar papeles
secundarios y por eso la historia, junto a la escasez de testimonios no los
valora en su exacta dimensión. Pero los cuatro, cada quien en su propio
espacio, supieron forjar hazañas que buscaremos contar, a partir de diversos
documentos que nos dan idea cabal de su existencia.
Tengo ante mi vista un cartel que corresponde a la tarde del domingo 6 de
septiembre de 1857. Aquella jornada, ocurrida en la plaza principal de toros,
“en la de San Pablo”, se presentó Pablo Mendoza con su cuadrilla, en estos
términos:
PLAZA PRINCIPAL
DE TOROS
EN LA DE SAN PABLO.
Domingo 6 de septiembre de 1857
La empresa de esta plaza, que sólo anhela á proporcionar al respetable público
de esta capital, el que en los espectáculos que en ella tengan lugar, sean
variados y desempeñados por las personas más inteligentes en el arte de
torear, no ha omitido sacrificios ni gastos para formar una compañía de lo más
escogido: al efecto, la que el día enunciado dará principio á sus tareas será
comandada por el hábil cuanto diestro mexicano
PABLO MENDOZA,
el que infinitamente ha adelantado en tan arriesgada profesión, la ha formado
con acuerdo de la empresa con los individuos que abajo se expresan para
conocimiento de los aficionados á esta diversión, que tan bondadosamente la
honra en la plaza.
La empresa, pues, espera que tanto los españoles residentes en esta capital,
que están acostumbrados a ver en su país las selectas y hábiles cuadrillas de 20
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lidiadores de toros, así como muchos mexicanos que en el espresado país
también las han visto, y todos los que en las diversas ocasiones han
presenciado en esta capital y en las de los Estados de la República el trabajo
de variadas compañías, darán por sin duda su calificación favorable á la
presente, la que á más de su diestra habilidad, está resuelta a desempeñar sus
tareas con gusto, actividad y esmero.
SEIS FAMOSOS TOROS
de la estancia de Cerro-Bravo serán los que se presenten á la lid la tarde de
este día; y como no habían visto gente hasta el tiempo que fueron á cogerlos
en la estancia espresada, costó infinito trabajo para reunirlos; de manera que
han dado mucho quehacer en el camino á sus conductores, y por lo mismo
están tan soberbios y arrogantes, que merecen en sus juegos los aplausos
debidos a su valentía.
TRES TOROS
para el coleadero cubrirán los intermedios, dando fin la función con el TORO
EMBOLADO de costumbre, para los aficionados.
PERSONAL DE LA CUADRILLA
CAPITÁN Y PRIMERA ESPADA
PABLO MENDOZA
PRIMEROS PICADORES
Serapio Enriquez Caralampio Acosta
SEGUNDOS PICADORES
Teodoro Villaseñor Diego Olvera
Joaquín Carretero Antonio Rea.
SEGUNDA ESPADA Y BANDERILLERO,
Pedro Córdova.
BANDERILLEROS
Victoriano Guevara Francisco Contreras
Silverio Cuenca Félix Castillo
CHULILLO
Eugenio Friact.
LOCOS
José María Vargas Tranquilino Fernández
CACHETERO
Víctor Reyes21
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LAZADORES
Antonio Leiva.-Amado Guzmán.-Estanislao Franco
Pablo Mendoza repitió en la misma plaza ocho días después (con la salvedad
que dicha corrida “no se dió el día que anuncia este programa sino el día
20…”).
Regresó a la capital del país el domingo 25 de octubre del mismo año, lidiando
CINCO SOBRESALIENTES TOROS.
Después de recibir la muerte el segundo toro, se echarán a volar para dentro
de la plaza, del alto de las cuatro puertas del circo de ellas,
DIEZ Y SEIS PALOMAS
adornadas con listones y monedas de ORO Y PLATA cada una, para que las
tomen las personas adonde ellas vayan á parar en su vuelo.
Los demás intermedios serán cubiertos por
DOS TOROS PARA EL COLEADERO;
dando fin la función con
UN SOBERBIO TORO EMBOLADO
de costumbre para los aficionados.
El cartel
de
dicha
ocasión.
Col. del
autor.22
Taurologia.com
Continuando con la nómina de actuaciones donde aparece Pablo Mendoza,
encuentro que durante varias tardes de aquel año de 1857 tuvo sí, sus
primeras incursiones en la lidia de toros bravos. Ese año también fue crucial
en el sentido de que fueron expedidas las Leyes de Reforma, divididas en los
siguientes rubros:
-Ley Juárez (1856), que fue el primer intento de igualdad civil, suprimiendo
tribunales especiales. Siguieron subsistiendo los militares y eclesiásticos, pero
sin meterse con asuntos civiles.
-Ley Lerdo, que consideró la desamortización de los bienes de las
corporaciones civiles y eclesiásticas.
-Ley Lafragua, que reglamentó la libertad de prensa, eliminando las
restricciones existentes desde la época de Santa Anna.
-Ley Orgánica del Registro Civil, con lo que se le da cuerpo al registro civil y
se le quitan dichas funciones a
la Iglesia.
-Ley Iglesias, ley sobre
obvenciones parroquiales
donde se suprime el pago
obligatorio de derechos sobre
los sacramentos (bautismos,
casamientos, entierros, etc.)
Pero el domingo 1º de
noviembre del referido año
1857, Pablo Mendoza y su
cuadrilla se presentan en la
plaza principal de toros en San
Pablo, donde además se
incluyó la “jocosa pantomima
compuesta de dos Chinanecas,
las muertes, o los Amantes de
Teruel, a picar y banderillar al
TORO NAHUAL”.
Luego, en la misma plaza y el
22 de noviembre de 1857 se
presentó un espectáculo harto
interesante, variado y que, por
su extensión me es imposible
reproducir. Después de una
ascensión en globo aerostático
por parte del “joven mexicano
Manuel M. de la Barrera y
Armando de María y Campos: Imagen del
mexicano en los toros. México, “Al sonar el
clarín”, 1953. 268 p., ils.23
Taurologia.com
Valenzuela”, se efectuó una corrida de toros, bajo la dirección del hábil
tauromáquico PABLO MENDOZA.
Las tardes del domingo 29 de noviembre, 6 y 13 de diciembre de 1857
también se agregan seguramente, a la larga nómina de actuaciones que
acumuló Pablo Mendoza.
Armando de María y Campos nos cuenta un capítulo más de los Mendoza.
DEBUTAN LOS NIÑOS TOREROS HIJOS DE PABLO MENDOZA (11 de enero de
1858)
El domingo 11 de enero de 1858 (aclaro, el día correcto es el 10, tengo
ante mi vista la mencionada “tira”. N. del A.), se celebró en la plaza principal
de San Pablo, una corrida mixta con el concurso del entonces diestro
mexicano Pablo Mendoza y con el aliciente de la presentación de una Cuadrilla
de Niños, en la que figuraban dos hijos del célebre lidiador aborigen.
Un programa de esa fecha me proporciona preciosos datos del espectáculo,
ya que de ese festejo no publicaron reseñas los diarios metropolitanos al día
siguiente.
“Los toros de Cazadero -dice la tira- que justamente han tenido nombradía,
y que el público ya los ha visto, harán que nadie deja de concurrir a la plaza;
por ser los toros de una raza que ha dejado mucha fama en la de Querétaro,
en donde los jugó el inteligente Pablo Mendoza, quien habiéndolos elogiado,
tanto por su hermosa presencia, como por su bravísima condición, no se dudó
un momento de mandarlos traer; y se lidiarán la tarde citada, por primera
vez en la presente temporada, asegurando los que los han escogido, que
desde luego no tendrán competidores.
“La valiente Cuadrilla de Pablo Mendoza -sigue diciendo la tira, impresa en
la Tipografía de M. Murguía-, lidiará, banderilleará y dará muerte a los toros
que la luz de la tarde le permita”. “Para amenizar más esta famosa corrida, se
presentará también a picar, a banderillear y a dar muerte bravos toretes, una
Cuadrilla de Niños, adiestrada y ensayada por el experto capitán Pablo
Mendoza, en cuya cuadrilla trabajarán dos de sus hijos, los que con tantos
aplausos y gusto del respetable público, ejecutarán los lances de la
tauromaquia”.
Por el texto copiado nos enteramos de que por aquellos días se podían
organizar festejos taurinos sin prevenir cuántos toros se lidiarán “mientras la
luz lo permitiera”. No aclara la tira si la cuadrilla de Niños Toreros lidiaba sus
toretes antes o después que lo hiciera el matador encargado de la lidia
formal, o en algunos de los intermedios de los muchos que había durante el
festejo, como lo demuestra la “nota” que trae el programa que uso para
redactar esta efemérides. Dice la “nota” que “habrá también dos toros para 24
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Coleadero, que cubrirán los intermedios, terminando la función con un
excelente toro embolado para los aficionados”.
El programa contiene otra interesante “nota” que permite al lector imaginar
el espectáculo. “La entrada a la media sombra, será por la puerta que ve al
Paseo de la Viga, y la venta de estos boletos por una ventana de la
Administración y los demás boletos y lumbreras se expenderán en la
Administración de esta plaza, desde las doce del día anterior a la función,
hasta la hora que comience, que será a las cuatro de la tarde”.
Dos toros para Pablo Mendoza, dos para coleneuvo ensayo mexio - 10dero,
uno, el embolado, para el pueblo, y diez toretes para la Cuadrilla de Niños
debió haber alcanzado éxito porque continuó toreando muchos domingos
seguidos; bien pronto tuvo imitadores -lo que se ve se imita-, y los grupos de
“chamacos” toreros se multiplicaron en toda la República, llegando a
constituir una epidemia, hasta que una Ley expedida por el Ayuntamiento de
México, en 1887, vino a prohibir la actuación de los “Niños Toreros” en las
plazas de toros del Distrito Federal, y qué, imitada por casi todos los
Mandatarios de los Estados, puso coto a la muy legítima ambición de muchos
excuincles (sic), de hacerse toreros en la infancia.[8]
Procedencia:
Archivo
Histórico de
Toluca.25
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El 18 de abril siguiente, según el cartel localizado, vuelve a presentarse en
San Pablo, destacando “un dominguejo fulminante”.
Ya en la plaza del Paseo Nuevo se presentó nuestro personaje el domingo 1º
de diciembre de 1861, con toros de Atenco, junto a una mojiganga
denominada LAS CRINOLINAS Y ARGELINOS, los que picarán en caballos de
palo…” Domingo 14 y martes 16 de febrero de 1863 en San Pablo y del 26 de
julio del mismo año, Pablo Mendoza vuelve a aparecer en escena, como
ocurrió también la tarde de 11 de octubre de ese año cuando se anunció la
“CUADRILLA MENDOZA con toros de Atenco, en la que también salieron DOS
CABALLOS RELAJOS (sic) CON SUS GINETES ENCOHETADOS, echaron UNOS
VALIENTES PERROS CON SUS GINETES, los que trabarán una SANGRIENTA
LUCHA, y de la cual han de salir victoriosos. Otro intermedio lo cubrirán Dos
Toros para el Coleadero y terminado que sea presentaré (dice Mendoza) un
hermoso LEON TEHUANTEPECANO, el cual en una de las próximas corridas
luchará con un bravo y arrogante toro…”
Por su parte Heriberto Lanfranchi esboza dos perfiles biográficos concretos
sobre Pablo y Benito Mendoza, como sigue:
PABLO MENDOZA. Popular “capitán de cuadrilla” mexicano, que tuvo su
mejor época a mediados del siglo XIX. Toreó a menudo en la capital de
México, sobre todo en la plaza de “San Pablo”, aunque también algunas veces
en la del “Paseo Nuevo”, cada vez que Bernardo Gaviño lo dejaba. Ya viejo,
en 1880, aún seguía en activo, ayudando en lo que podía a su hijo Benito.
BENITO MENDOZA. Hijo de Pablo Mendoza, estuvo en una cuadrilla infantil
que organizó su padre en 1852 (sic) (el año correcto es 1858). Años después,
ya por su cuenta, toreó con frecuencia por toda la república. Mucho tiempo
estuvo en activo y aunque nunca se presentó en el Distrito Federal, sí lo hizo
en la plaza de “El Huizachal”, Edo. de México, el 3 de diciembre de 1882.[9]
También en la Biblioteca Nacional, de la Universidad Nacional Autónoma de
México encontré informes que enriquecen el perfil de Pablo Mendoza, a
sabiendas que predominan más los datos de sus actuaciones que de su propio
hijo Benito. Por ejemplo el primer documento que lo menciona dice:
Recibí de Dn. Pablo Mendoza la cantidad de doscientos pesos ($200) que
pagó importe de cuatro toros brabos cuya cantidad dejo cargada en la cuenta
del Sr. Dn. José Juan Cervantes y es correspondiente al deudo de los abonos
vencidos. Y para seguridad del interesado le doy el presente en Toluca a 2 de
mayo de 1869.
Rafael Jaime (Rúbrica).[10]
Esto nos señala que tanto Mendoza como Gaviño en su momento, iban hasta
la hacienda de Atenco a escoger el ganado -probablemente de su 26
Taurologia.com
predilección-, liquidándolo allí mismo, para garantizar que el negocio se
realizara sin ningún contratiempo.
De nueva cuenta, don Pablo, ahora con la venia por parte de Bernardo Gaviño
que se convirtió en enorme “obstruccionista”, le deja torear sin ningún tipo de
condición, e incluso hasta alterna con el propio gaditano, por lo menos en la
corrida del domingo 4 de noviembre de 1866, junto con Mariano González “La
Monja”, quienes lidiaron un encierro de Atenco.[11]
En los dos documentos siguientes tenemos un panorama crítico
“…ayer (Toluca 22 de noviembre de 1862) recibí una carta de Pablo
Mendoza que verás y ya los toros estavan en camino, por este otro incidente
de que el mismo domingo me pidió una corrida para mañana jueves en esta
ciudad para el Hospital de Sangre lo que estava ya temiendo mucho por el
datil, mas aguardando el comunicado para afectarnos voy sabiendo que las
horas son de Dce Rosa (?) con tal ocurrencia dispuse que ya no vinieran los
de la hacienda pues para que la salida de los de Méjico que salen siempre el
jueves y este día venían para esta ciudad, mandé que hoy salieran y no unos
ni otros tanto que tube de venirme para (…) pero vayan el sábado porque se
cayó esta venta, que en partes me alegro porque según supe querían toros a
20 pesos para la sangre de nuestros prójimos resultado que no hay para
rayas y no hay recurso porque nadie
compra nada, pues el que quería más lo
quiere dado a 3 p.s por supuesto dije que
no”.[12]
Y la situación en que quedaba ajustada la
venta de los toros,[13] junto con caballos
que seguramente utilizaban para el arreo
del ganado, a pesar de que éste sólo fue
conducido a la plaza de toros de Toluca y
no a la ciudad de México, como era la
costumbre, pues la empresa capitalina,
junto a Bernardo Gaviño eran los
compradores potenciales más seguros en
tal negocio.
En el caso de Tomás y José María
Hernández, los datos también son de suma
importancia. No se trataba de dos
improvisados. Eran más bien, dos diestros
aguerridos que ya veremos en la siguiente
información de lo que eran capaces a la
hora de ponerse delante de un toro, o de
armar escándalo hasta con el administrador
de la hacienda de Atenco.
Col. del autor.27
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En el ya conocido Fondo de los Condes Santiago de Calimaya, que venimos
citando, aparecen los dos siguientes documentos, cuyas particularidades
comentaré en seguida.
Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México,
le avisa de la remisión de 10 toros para una corrida que son de lo mejor
según Cresencio, y que espera contestación con Zacarías.-Atenco, 9 de
diciembre de 1857, 1f.
“Muy Señor mío de todo mi afecto y respeto.
“Llegó Tomás (¿Hernández?) con el objeto de que se hiciera la vaqueada de
los toros para la corrida de la apuesta; pero como yo vine instruido de esa, ya
con tiempo se había dispuesto todo lo concerniente para remitir los diez que
hoy salen y que según Cresencio y todos es de lo mejor y aún Tomás quiso
que recorriera el cercado para escoger alguno pero no encontró mejores que
los expresados: se han puesto los medios: ahora falta la suerte (…)”
Tomás Hernández, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa
sobre la existencia de unos toros que a pesar de su mal color se puede disponer de
ellos.-Atenco, abril 29 de 1862, 1f.[14]
Lo que llama la atención de entrada, es la manera en que Tomás Hernández
juega un papel decisivo para valorar las condiciones del toro en el campo,
antes de conducirlo a la plaza. Su opinión era determinante en la medida en
que daba la última palabra al respecto de qué toros saldrían del cercado de
Atenco, con dirección a las plazas, e incluso hasta llega a opinar sobre el
hecho de que “unos toros que a pesar de su mal color se puede disponer de
ellos”, como si existiera un criterio muy particular sobre las características de
los toros atenqueños, mismos que, para la época salían al ruedo
manifestando diversidad de capaz, como se puede comprobar en la primera
crónica taurina publicada en México data de la corrida efectuada el jueves 23
de septiembre de 1852, y que apareció en El Siglo XIX Nº 1367 del sábado 25
de septiembre. Aunque de hecho, la crónica corresponde, en todo caso al
festejo del 26, misma que fue publicada, eso sí, dos días después.
Heriberto Lanfranchi califica a la crónica de aquella tarde, como la primera de
carácter taurino publicada en México. Creo que, dada la importancia del
acontecimiento que se reseña, traslado aquí tal testimonio. En él, vamos a
encontrarnos con características muy particulares de los toros lidiados aquella
ocasión, y que cumplen con el fenotipo navarro. Enseguida de traer hasta
aquí la reseña, me ocuparé de abordar un tema en el que la influencia del
gaditano pudo dejarse ver en dicha situación.
PLAZA DEL PASEO NUEVO.-Domingo 26 de septiembre de 1852. Cuadrilla de
Bernardo Gaviño. Toros de Atenco.28
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“Deseando la empresa proporcionar cuanto antes a sus numerosos
favorecedores, la diversión de toros de que han carecido por tanto tiempo, ha
dispuesto comenzar sus corridas en este día.
Se lidiarán 6 toros de Atenco. En el intermedio se echarán dos toros para el
coleadero, concluyendo la función con el toro embolado de costumbre. La
función comenzará después de las cuatro, si el tiempo lo permite. (EL SIGLO
XIX. Nº 1367, del sábado 25 de septiembre de 1852).
PRIMERA CRÓNICA TAURINA PUBLICADA EN MÉXICO:
“FIESTAS DE CUERNOS.- …En la tarde de antier se presentaron seis
animalitos de la famosa raza (Atenco), chicos, vellosos en la frente y
cuello, y ligeros como todos los de la hacienda de don J. J. Cervantes (el
dueño de Atenco en 1852. N. del A.). La concurrencia fue numerosísima
en la sombra; en el sol, como pocas veces la hemos visto; y la azotea
bien coronada de gente. El interior de la
plaza no ha presentado novedad alguna,
ni la necesita, pues se conserva tan
primorosa como el día que se estrenó;
más el exterior que tiene el soberbio
adorno en su frontis de una hermosísima
casa, que según sabemos, se destina
para café, billares, etc…
“A las cuatro y cuarto de la tarde
comenzó la corrida con asistencia del
Exmo. Sr. Presidente. La cuadrilla de
Bernardo se presentó formada de dos
espadas, cuatro banderilleros, dos
chulillos, dos locos, cinco picadores y dos
coleadores, todos bien vestidos, como se
acostumbra siempre en esta plaza.
“Antes de comenzar nuestros artículos
de cuernos, suplicamos a los
peninsulares no establezcan
comparaciones entre sus cuadrillas y las
nuestras; pues en España, en primer
lugar, se hace un estudio especial y
detenido de Tauromaquia, y en segundo,
allá los grandes toreros tienen sueldos
que equivalen a una fortuna, cosa que
aquí no podría proporcionarse. Así, pues,
huyendo de toda comparación y
concretándonos a México, es como
haremos nuestras calificaciones.
El cartel de la ocasión.29
Taurologia.com
“El primer toro que se presentó a la lid era colorado, muy velloso en la
frente, corni-cerrado, muy bien armado, ligero y entrador: tomó cuatro
varas de Ávila y tres de Magdaleno, una de éstas sobresaliente; y
habiendo quedado muy mal herido su caballo, creemos que habrá
muerto. Delgado y “El Moreliano” quisieron poner sus dos pares de
banderillas adornadas, y sólo pusieron una cada uno; después puso el
primero un par de corrientes bien, y otro regular, e igualmente “El
Moreliano”, aunque el par que éste puso bien, nos gustó más que el de
Delgado. La espada la tomó Bernardo Gaviño y mató al animal de un
mete y saca regular.
“Segundo toro. Colorado retinto, corni-cerrado, muy velloso, poco
ligero y recelosísimo, pues rara vez se puso en suerte. Recibió cinco
varas de “Champurrado” y dos de Cruz; del primero dos buenas, y una
del segundo. El andaluz Joaquín le puso una banderilla muy adornada y
dos corrientes, éstas bastante regular: al saltar este banderillero la valla,
el toro quiso brincar tras él, y aunque no lo salvó, le rompió el calzón:
repetidas desgracias de éstas le han sucedido y seguirán sucediendo a
este andaluz por demasiado confiado al saltar la valla; mientras olvide
que los toros de Atenco se distinguen por su tenacidad en seguir al bulto,
recibirá más y más golpes, que algún día lo inutilizarán para siempre. Un
nuevo banderillero que no conocíamos, José María, puso un par de
banderillas adornadas y otro de corrientes bastante regular. Lo mató
Mariano González de un mete y saca, que si hubiera sido un poco más
alto habría recibido nuestros aplausos.
“Tercer toro. Color oscuro, vulgarmente conocido bajo el nombre de
hosco, y para que nos entiendan los rancheros, josco, corniabierto, el
más grande de la corrida, muy ligero y entrador. Ahora es tiempo de
hacer advertir a los picadores la ventaja que hay en esperar a los toros,
sobre ir a buscarlos; cuando el animal sale del chiquero con toda su
ligereza, corre por el circo deslumbrado, y si se le sigue, además de
cansar al caballo, el toro se acostumbra a huir. Si nuestros picadores no
abandonan esta manía de correr tras el bicho, y la de coger la pica larga,
no saldrán nunca de chapuceros. Recibió cuatro varas de Ávila y ocho de
Magdaleno, casi todas éstas buenas, una sobresaliente. “Champurrado”
le dio un buen pinchazo, pero habiéndole derribado del caballo, el toro
jugaba por el suelo con éste y su jinete; Bernardo, que nunca pierde de
vista a toda su cuadrilla, cuando vio en tamaño conflicto al picador, tomó
la cola al bicho, el que dando vueltas, hizo tropezar a aquél, y se vieron
por algunos segundos a ambos toreros ser el juguete de los cuernos del
animal. Sin embargo, se pararon ilesos, cosa que produjo un aplauso y
entusiasmo en toda la concurrencia, difíciles de referir. Cruz dio dos
piquetes, y en segundo hizo la barbaridad que otras veces, y que se le
aplaude mucho en el sol, y por la que merece un mes de cárcel. El toro
ensartó al caballo, y el picador se bajó de éste y cogió al bicho de los
cuernos, queriendo dominarlo, como otras veces ha hecho con toros más
chicos; el presente, que era grande y fuerte, no permitió el desacato, y a 30
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no ser por Bernardo, el bárbaro Cruz es víctima de su temeridad. No nos
cansaremos en reclamar contra este acto de barbarie, digno de los
comanches y apaches, ni de suplicar al empresario y a las autoridades
que presiden, corrijan esta audacia imprudente que hará morir algún día
a ese picador a la vista de todo el público. Delgado y “El Moreliano”
pusieron cada uno su par de banderillas adornadas, y un chulillo, Manuel,
clavó un par medio regular; no dudamos que llegue a ser un buen
banderillero con el tiempo. Llevó la espada el capitán, y después de un
golpe en hueso, le dio un buen mete y saca.
“Toro cuarto. Del mismo color que el anterior, cornigacho y entrador.
Recibió siete varas de “Champurrado” y seis de Teodoro: este muchacho
acaba de salir de una larga enfermedad, así que nada extraño es que la
falte pujanza para sostener a su cornudo antagonista; entre los piquetes
del primero hubo tres buenos, y en uno de éstos dejó dentro la garrocha
al toro por más de dos minutos; este bárbaro accidente, que llaman
desabotonarse la pica, es visto con mucho desagrado por el público de la
sombra, y quisiéramos que se tratara de corregir a toda costa. También
vimos otra cosa que mucho nos desagrada, y es picar y poner banderillas
al mismo tiempo. Esto fatiga mucho al animal y no le deja entrar bien
para la muerte: hágalo enhorabuena Bernardo con el toro que ha de
matar; pero no con los ajenos. Si este toro no hubiera sido por sí tan
bueno, estamos seguros que Mariano habría degollado al bicho; Bernardo
fue el único que puso banderillas, y fueron dos pares de adornadas con
lujo y cinco pares comunes, todas bien puestas. El señor de la corrida fue
Mariano González, que a la primera estocada en los rubios, o sea en la
cruz, mató con gran primor al animal. Bien, muy bien don Mariano; si en
las tres corridas siguientes dais la misma estocada, os ofrecemos
llamarla, ya que hoy está de moda ese nombre, “la estocada Mariana”.
¿No veis el entusiasmo que produce en el público este modo de matar,
mientras que da náuseas y horripila ver derramar bocanadas de sangre
al pobre cuadrúpedo? Aplicaos a repetir la estocada de hoy, y contad con
nuestros aplausos.
“Toro quinto. Del mismo color que los dos anteriores; estaba muy
corneado; recibió cuatro varas de Ávila, cuyo caballo murió; Magdaleno
dio seis pinchazos, uno de ellos buenos, y otro Cruz; Delgado saltó
bastante bien al trascuerno. Pusieron regular su par de banderillas muy
adornadas, “El Moreliano”, Joaquín y José María; éste, además, par y
medio comunes, y Joaquín dos pares. Lo mató Bernardo a la segunda, de
un bonito mete y saca.
“Ultimo bicho. De color que llaman colorado bragado; era muy
corniabierto y algo cansado: fue el único de la corrida que nos gustó
poco. Las nueve varas que tomó de “Chapurrado” y Teodoro, no tuvieron
nada de particular. “El Moreliano” puso muy bien su par de banderillas
con esa audacia con que se mete al toro, y que al fin le ha de costar
caro; además clavó cinco comunes; Delgado puso dos bien, cinco 31
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regular, todas de las comunes. El bicho pasó a mejor vida de manos de
Magdaleno a caballo, del tercer pinchazo.
“Entre el tercero y cuarto toros, hubo dos de cola muy mal servidos, a
pesar de que el segundo era muy retrechero. Hablando en su idioma a
los coleadores, les decimos que no refuerzan mucho el rabo, pues por
esto se les queda en la mano, y ya no tienen modo de colear; que espíen
el momento en que el toro queda parado en los cuartos delanteros, que
es cuando más fácilmente va al suelo el animal. De siete veces que
cogieron antier la cola los rancheros, sólo una tiraron al bicho.
“Preciso es confesar que no obstante la tarde nublada y desagradable,
la corrida estuvo muy bonita y animada, y si continúa el esmero por
parte de la cuadrilla y de la empresa, las entradas seguirán en aumento.
Se nos asegura que pronto será el beneficio del señor don José Juan
Cervantes, dueño del ganado, y es de creerse que el de esa tarde sea de
lo más bravo y escogido que haya pisado la plaza de Bucareli, pues
además de que lo exige el honor de la persona, lo merecerá la
concurrencia, que aseguramos ha de ser numerosísima”·. (El Orden. Nº
50, año I, del martes 28 de septiembre de 1852).[15]
En seguida comentaré las referencias que he destacado para mejor
apreciarlas.
Al mencionar dos toros para el coleadero y además, el toro embolado de
costumbre, ello nos refleja el carácter de mezcolanza habido durante buena
parte del siglo pasado (que ya pronto será “antepasado”), anejo indispensable
y complementario de las diversas corridas efectuadas tanto en la Real Plaza
de toros de San Pablo, como en la Plaza de toros del Paseo Nuevo y que tanto
gustaban al público de entonces. No concebían una corrida si no llevaba como
uno más de sus actos, el coleadero y el toro embolado. Como vemos, la
cuadrilla de Gaviño, independientemente de la que presentara Mariano
González “La Monja”, está constituida por: dos espadas, cuatro banderilleros,
dos chulillos, dos locos, cinco picadores y dos coleadores. Es decir, un
auténtico grupo formado con los elementos que por entonces exigía la
tauromaquia concebida y realizada en México.
Ávila y Magdaleno Vera eran, entre otros los picadores. Para la fecha, quiero
suponer simplemente que al respecto del primero, se tratara de uno de los
famosos hermanos Ávila, ya fuera Luis, Sóstenes o José María. En cualquiera
de los casos, y si esto resultara verídico, encontramos que el torero mexicano
aprovechaba cualquier circunstancia para poder actuar en la plaza, pero sobre
todo cuando Gaviño tenía compromiso. Bernardo, en algún momento debe
haber representado un centro de atención muy especial, puesto que la
cantidad de festejos donde actuó marcan la línea de un “mandón” de los
ruedos, influyente en todo sentido y capaz de tener finalmente controlado
todo el sistema que se movía alrededor de las corridas de toros. En cuanto a
José Delgado y “El Moreliano”, de este último puedo decir que pudiera 32
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tratarse de Jesús Villegas, más tarde conocido con el remoquete de “El
Catrín”. Era un torero de Morelia que se entusiasmó tanto cuando vio a
Gaviño actuar en alguna plaza michoacana, que dejó a la familia y se fue a
hacer la legua con el gaditano. Sin embargo, es Francisco Soria el verdadero
“Moreliano” quien pertenece a la cuadrilla del torero español. En todo esto no
hay más que una coincidencia y casualidad al mismo tiempo.
La suerte del mete y saca era tan común que hasta hubo manera de
identificar a cada torero a la hora de ejecutarla. No es casualidad que a
grandes estocadas, como las de Mariano González “La Monja” se le
conocieran con denominaciones como la
“estocada Mariana”. Adjetivos de grandeza
y “eficiencia” también.
Siguiendo con las referencias señaladas, es
ahora el “Champurrado”, picador de toros y
Joaquín, banderillero español, a quienes
dedicamos estas líneas. “Champurrado”,
aparte de ser el popular atole de masa de
maíz con chocolate, leche, canela y azúcar,
también es una denominación para calificar
un mestizo a otro mestizo. En la época que
nos detiene para su revisión el
“Champurrado” debe haber sido un picador
cuyas características nos pueden ser
reveladas por esos maravillosos apuntes de
costumbre, recogidos en ASTUCIA de Luis
G. Inclán. Joaquín López, banderillero
andaluz, quizá estuvo integrado a la
cuadrilla de don Bernardo, como un
subalterno más. Ya vimos que Gaviño no
aceptaba “intrusos” que empañaran su
trayectoria artística, sobre todo a la hora de
las ganancias, pero también del renombre
que tenía de sobra, ganado por nuestro torero
español y mexicano al mismo tiempo.
José María, otro de los picadores, Pilar Cruz, el bárbaro Cruz, es uno más de
los varilargueros, temerarios y valientes como el que más, y Manuel Lozano
García, banderillero.
ACTIVIDADES COTIDIANAS Y QUEHACERES CAMPIRANOS EN LA HACIENDA
DE ATENCO A MEDIADOS DEL SIGLO XIX, CON UN SÓLO PROPÓSITO: CREAR
EL PERFIL DEL TORO BRAVO.
La hacienda de Atenco sigue siendo el mejor ejemplo de lo que significaba la
búsqueda y definición del toro bravo durante el siglo XIX en México. No
soslayamos al resto de las ganaderías por entonces en circulación, pero los
Aquí tienen ustedes a Luis G. Inclán.
Hugo Aranda Pamplona: Luis Inclán El
Desconocido. 2a. ed. Gobierno del Estado
de México, 1973. 274 p. Ils., retrs., fots.,
facs.33
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datos con que nos hemos encontrado son sumamente ricos, por lo que nos
dan un perfil y una idea por demás exacta de lo que fue el criterio de
“selección” bajo el cual se sustentaron los personajes de la hacienda citada.
Así tenemos como resultado la consulta y revisión hecha a la colección de
documentos denominada: CONDES SANTIAGO DE CALIMAYA, reunida en el
Fondo Reservado de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Por ejemplo, para 1852, en plena época de influencia ejercida por Bernardo
Gaviño, encontramos este interesante dato:
18/2 Cervantes, José Ma. le informa a su hermano del éxito de una
corrida de toros y del entusiasmo de su afición a esa clase de diversión.
Méjico, enero 26 de 1852. 1f.
“Con mucho gusto te participo que la corrida de toros ayer ha sido tan
sobresaliente que por voz general se dice que hacía mucho tiempo que
no se veía igual: los toros jugaron como uno leones y á cual mejor, diez
y ocho caballos hubo entre muertos, heridos y lastimados Magdaleno y
otros dos picadores”.
(…)Tu hermano José María.
El asunto reseñado es muestra de una perfecta armonía que se encontró con
los toros atenqueños, pues del resultado que nos indica José María Cervantes,
aficionado y de los buenos, es que el toro salido de las dehesas del valle de
Toluca encajaba perfectamente en el gusto común de aquel momento.
Lo mismo pasó el 22 de febrero, con la pequeña diferencia de un incidente.
18/6 Lebrija, José Manuel, le comenta una corrida de toros.-Méjico, febrero
23 de1852, 1f.
“…la corrida de ayer fue muy buena, pero como el público a la vez de
ignorante imprudente, hicieron meter el 5º toro porque no le entraba a la
pica, que para los de a pie hubiera sido asombroso; según lo que vi
fueron (…) nomás como 14 caballos”.
José Manuel.
Lo anterior indica que el 5º toro no fue del todo propicio para la suerte de
varas, pero a pesar de que el público se mostró “ignorante e imprudente”,
hubo “nomás como 14 caballos” muertos, cuando sólo era común ponerles
anqueras a los caballos. La anquera es una cubierta de cuero (timbre) a
manera de gualdrapa, que suele ponerse a los potros que se están
amansando para la silla; cubre las ancas y la parte media de las piernas;
tiene por objeto quitarles las cosquillas, asentarles el paso y educarles el
tercio posterior. Suele forrarse interiormente con alguna tela de lana o de
algodón; de su parte inferior penden unas piezas de hierro o de bronce calado 34
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o vaciado, de caprichosas formas, las cuales piezas se llaman higas (más
comúnmente ruidos).
En la carta que a continuación mostraré, se encuentra un dato de suyo
importante. Se trata de la permanencia excesiva de los toros en los corrales
durante varios días, lo cual ocasionaba una baja considerable de peso y
presencia, e incluso, el inconveniente de que ese “último toro” enviado a los
corrales fuera o no de los enviados desde la hacienda, significaba un baldón
para los señores hacendados, quienes así manifestaban, junto con el
empresario, -a la sazón Vicente Pozo- su preocupación por lograr siempre
complacer a la afición de entonces.
18/3 Cervantes, José María, Sr., a su hijo (José Juan Cervantes)
informándole de la venta de 8 toros para una corrida.-Méjico, enero 19 de
1852. 1f.
“Mi querido hijo
Varias veces me han visto algunas personas con el fin de que me
interesara contigo para que bendieras (sic) toros; más yo siempre me he
escusado de tomar parte en estos negocios para dejarte obrar con toda
Ilustración de
la época que
muestra la
cabalgadura
acompañada
de la anquera.
Col. del autor.35
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libertad que es necesario, pero anoche no he podido excusarme en un
compromiso de esta especie, pues el ministro Ynglés (sic) y el Español
personas apreciables y con quienes llevo relaciones me han sorprendido
pidiéndome ocho toros de Atenco para una corrida particular que van a
dar próximamente los toreros españoles (…)”
“Al Sr. D. José Juan Cervantes.
“Muy estimado amigo y Sor. Escribo a V. en la misma plaza, al mismo
tiempo de concluir la corrida, para manifestar a U. la notabilísima
diferencia que ha habido en la corrida de hoy, comparada con la del
domingo pasado en términos de haberse metido el último toro por no
haber jugado absolutamente. No sabemos si será porque este estuviera
enfermo, o porque tal vez se haya traído equivocadamente sin ser de los
del juego del cercado.
“Pero lo que si no tiene duda es que la permanencia aquí de una corrida
los ocho días que pasan después de su llegada los rebaja de tal manera
que perdemos el crédito U. y yo, y solo lo podemos remediar trayéndose
corrida por corrida aun cuando sea para U. más molesto, y que tengamos
que erogar algún gastito en los baqueros (sic) conductores. Ese es el
objeto de la presente que llegará a manos U. a tiempo de que pueda dar
sus órdenes para que solo venga ahora una corrida de seis toros en lugar
de los 12 pedidos. Creo que en esto además de hacernos a nosotros un
servicio muy particular que agradeceremos a U. debidamente el crédito
del ganado se conservará intacto, como hasta aquí y no volveremos a
tener otro disgusto como el de esta tarde”.
Vicente Pozo. (Rúbrica).
Armando de
María y
Campos: Los
toros en México
en el siglo XIX,
1810-1863.
Reportazgo
retrospectivo
de exploración
y aventura.
México, Acción
moderna
mercantil, S.A.,
1938. 112 p. ils.36
Taurologia.com
La competencia habida entre los toros de Atenco y los del Cazadero comenzó
hacia 1852 y se extendió por el resto del siglo XIX con menores expectativas
que al principio.
Sin embargo, los años de 1857 a 1859 resultaron para la hacienda de Atenco
tiempos muy difíciles, a raíz de intensas heladas (18/79 Ortiz y Arvizu,
Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa de una
fuerte helada que hechó (sic) a perder todas las siembras. Atenco, 22 de
junio de 1857, 1f. “(…) Tengo el grandísimo sentimiento de manifestar a U.
que anoche ha caído una helada tan fuerte, que nada absolutamente quedó
de las sementeras de maíz ni aún en S. Agustín”. También: 18/122 Ortiz y
Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa
que la mortandad de los animales amenaza porque no han cesado las
heladas. Atenco, 1 de febrero de 1858, 1f. “La mortandad de animales de
toda clase, está amenazando mucho con las heladas que no sesan (sic) aún”.)
que ocasionaron pérdida de las cosechas, pero sobre todo, deudas,
mortandad en las cabezas de ganado en general, el retraso en el pago de la
raya de los trabajadores, el posible embargo de tierras de labor como San
Antonio, y la presencia de un grupo de pronunciados que amenazaban atacar
la hacienda, en mayo de 1858. De la reclamación que hizo Vicente Pozo sobre
los toros de Atenco, al Sr. Conde de Santiago de Calimaya, en agosto de
1857, nadie mejor que Antonio Ortiz y Arvizu para explicarnos las razones:
18/93 Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad
de México, le avisa que él no cree que falten toros que el ganado se está
corriendo aún (…). Atenco, 8 de septiembre de 1857.
“Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto:
“Digo a la siempre grata de V.E. que no creo que nos falten toros como
está U. informado por el Sr. Pozo; lo único que hay es que el ganado no
ha descoyado (sic) con la prontitud de otros años en razón de el maltrato
del pasto por el yelo (sic) y por eso apruebo que se metan por ahora al
potrero en los términos que usted me indica tanto por lo dicho cuanto
porque todavía están corriendo con las vacas”.
Luego vino una época de señaladas competencias, establecidas entre los
ganados de Atenco y El Cazadero, mismas que ocasionaron un síntoma de
orgullo entre todos quienes participaban en la crianza del ganado atenqueño.
Veamos.
18/113 Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad
de México, le avisa de la remisión de 10 toros para una corrida que son de
lo mejor según Cresencio, y que espera contestación con Zacarías.-
Atenco, 9 de diciembre de 1857, 1f.
“Muy Señor mío de todo mi afecto y respeto.37
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“Llegó Tomás (¿Hernández?) con el objeto de que se hiciera la vaqueada
(sic) de los toros para la corrida de la apuesta; pero como yo vine
instruido de esa, ya con tiempo se había dispuesto todo lo concerniente
para remitir los diez que hoy salen y que según Cresencio y todos es de lo
mejor y aún Tomás quiso que recorriera el cercado para escoger alguno
pero no encontró mejores que los expresados: se han puesto los medios:
ahora falta la suerte (…)”
Del documento aquí reseñado, destacan dos situaciones: la “vaqueada” y esa
expresión de tranquilidad y satisfacción: “…se han puesto los medios: ahora
falta la suerte…” Vaqueada es derivado de los trabajos que el charro tiene
relacionados con el ganado mayor y que por lo común, es diestro en las
faenas del jaripeo. Ya vimos que:
Chilcualones=caudillo=caladores=caballerango=tentador, expresiones todas
que dan en el personaje enterado de la vida del toro en el campo. Aplicados
estuvieron en el propósito por enviar lo mejor a la plaza para aquellas
jornadas de competencia, misma que dejó entre aquellos que imprimieron su
mejor esfuerzo donde “se han puesto los medios”. Del resultado que generara
el espectáculo “ahora falta la suerte…” para sentirse complacidos de lo que
significaba el juego de los toros en la plaza.
Los dos documentos que a continuación reseño, tienen un profundo sentido
de la realidad, y de la organización que se llevaba en Atenco para concretar
con las tareas del herradero, el control de cabezas de ganado, pero también,
y en el fondo, de lograr en medio de aquel quehacer, el fin último de calar y
seleccionar a los toros enviados a las plazas.
Si bien esta
imagen
corresponde a
un encierro de
Atenco
enviado a
comienzos del
siglo XX a la
plaza de toros
“México” de la
Piedad, por
otro lado
conserva el
fenotipo
característico
de aquellos
ejemplares
que se
lidiaron en
buena parte
del XIX. Col.
del autor.38
Taurologia.com
18/176 Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad
de México, le avisa de los herraderos que hizo al ganado.-Atenco, 8 de
septiembre de 1858, 1f.
“El lunes y martes hize (sic) los herraderos que se compusieron de 114
vezerros (sic) incluso 18 de media señal y todo el vecerraje (sic) muy
bonito y grande como nunca se había hecho sin duda alguna en razón de
no haberse ordeñado. El de los potros ascendió a 37 cabezas y además 6
mulitas”.
18/213 Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad
de México, le avisa del herradero en la vaquería. Atenco, agosto 23 de
1859, 1f.
“Hoy hice el herradero de la vaquería y asendió (sic) a 171 cabezas de
fierro y 11 de media señal, todo el becerraje grande y muy gordo, de
modo que me acordé mucho de U. y sentí que no lo hubiera visto”.
Toda esta información representa la búsqueda, el asentamiento que lograron
todos los involucrados en Atenco, respecto al serio compromiso por tener un
toro digno para lidiarse en las plazas. Sin embargo
18/163-B Tomás Hernández, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de
México, le avisa sobre la existencia de unos toros que a pesar de su mal
color se puede disponer de ellos.-Atenco, abril 29 de 1862, 1f.
En Atenco predominaba el toro con pelo colorado y rebarbo, típica influencia
de sangre navarra (misma que pudo reafirmarse en el siglo XVIII, cuando
llegó a la Nueva España un importante grupo de población vasco-navarra) la
cual debe haber venido acompañado de su correspondiente modus vivendi, en
el cual pudieron incluirse ganados de esa región específica. Que Tomás
Hernández se esté refiriendo a toros “…que a pesar de su mal color”: ya de
pelo negro, cárdeno o berrendo (en negro o en colorado), “se puede disponer
de ellos”. Muy curiosa esta ocurrencia que quizá no casaba con el común
denominador de los toros enviados a las plazas.
El documento que nos ocupa en la parte última de esta colaboración, revela
una vez más el calificativo de “brabos” (sic) a toros que proceden de Atenco,
en un año como el de 1869, cuando las corridas están prohibidas en la capital
del país, más no en la provincia.
6/18.8 Recibí de Dn. Pablo Mendoza la cantidad de doscientos pesos
($200) que pagó importe de cuatro toros brabos cuya cantidad dejo
cargada en la cuenta del Sr. Dn. José Juan Cervantes y es correspondiente
al deudo de los abonos vencidos. Y para seguridad del interesado le doy el
presente en Toluca a 2 de mayo de 1869.39
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Además, Pablo Mendoza es otro de los toreros que representaban a los
diestros nacionales, junto a Mariano González “La Monja”, Toribio Peralta “La
Galuza”, Tomás, José María y Felipe Hernández cuando Bernardo Gaviño se
encuentra ausente de México, toreando en Perú.
Con todos los datos hasta aquí anotados, tenemos ya una idea del quehacer
en la hacienda de Atenco, mismo que nos ha mostrado cómo se efectuaban
labores diversas tendientes a encontrar un toro con las condiciones necesarias
para la lidia. La suma de experiencias que se concentraron en aquellas
actividades nos dicen que el papel que jugó el administrador (en estos casos:
José María Lebrija y Antonio Ortiz y Arvizu) en compañía de los ya conocidos
vaqueros y caballerangos (caballericeros, o encargados de las caballerizas)
fueron capaces de obtener los resultados que se traducen en datos que dan
idea del acontecer cotidiano y campirano de la vida en una hacienda tan
importante para la fiesta como fue, es y ha sido Atenco.
CONCLUSIONES
Definitivamente, la cohesión de todos los elementos reunidos y revisados
aquí, dejan ver que estos funcionaron de una forma perfectamente
equilibrada, a veces sin necesidad del diálogo, pues tal era la fuerza del hilo
conductor que operaba en el espacio rural o en el urbano, que las puestas en
escena discurrían, en efecto, bajo el dictado de un “guión” previamente
establecido. Pero también, y durante su desarrollo aquello se desbordaba de
manera espontánea aunque sujeta a los patrones impuestos. Tal estado de
cosas se consolidó sobre todo en el centro del país. Parece que lo que ocurría
en el resto, donde se estaban constituyendo una especie de feudos, tomaban
y hacían suyo lo que consideraban pertinente, dándole su propia
interpretación. Con la prohibición a las corridas de toros impuesta en 1867,
comenzó a dispersarse ese espíritu, del que pudo recuperarse alguna
evidencia luego de la reanudación de estos festejos, a partir de 1887, pero ya
sin el toque peculiar de los años anteriores, cuyo análisis aquí termina.
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[1]*Presidentes conservadores durante la guerra de tres años, la cual se desarrolló
entre el 17 de diciembre de 1857 y el 1º de enero de 1861.
[2] Edmundo O´Gorman: México. El trauma de su historia. México, Universidad
Nacional Autónoma de México (Coordinación de humanidades), 1977. XII-119 p.
[3] José Francisco Coello Ugalde: “Atenco: La ganadería de toros bravos más
importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. Universidad Nacional Autónoma
de México. Facultad de Filosofía y Letras, División de Estudios de Posgrado. Colegio
de Historia. 2006. 251 + 629 p. (Anexos). Ils., fots., retrs., tablas. (En proceso de
presentación).
[4] Ramos Smith, Maya: Los artistas de la feria y de la calle: espectáculos
marginales en la Nueva España (1519-1822). México, Centro de Investigación 40
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Teatral “Rodolfo Usigli”, Instituto Nacional de Bellas Artes, CONACULTA, Litografía
Cozuga, S.A. de C.V., 2010. 296 p. Ils., facs., p. 57.
[5] Op. Cit., p. 58.
[6] José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana
(Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., España-México,
Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs., p. 91-6.
[7] Los Toros. Año II, Nº 48, Madrid, 8 de abril de 1910, p. 14.
[8] Armando de María y Campos, en su libro Imagen del mexicano en los toros.
México, “Al sonar el clarín”, 1953. 268 pp., ils., p. 179-182.
[9] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2
tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots.
Vol. 2, p. 658.
[10] Universidad Nacional Autónoma de México. Biblioteca Nacional. Fondo
Reservado: Condes Santiago de Calimaya, en adelante [B.N./F.R./C.S.C.] CAJA Nº.
6/18.8
[11] [B.N./F.R./C.S.C.] CAJA Nº 10/22 ESTADO GENERAL DE LAS CORRIDAS DE
TOROS VERIFICADAS ENTRE LOS MESES DE ENERO Y DICIEMBRE DE 1866, EN LA
PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO.
Día Fecha Utilidad Ganancia
Domingo 07.01.1866 $491.00 $245.50
Domingo 14.01.1866 $629.60 $314.50
Domingo 21.01.1866 $1242.50 $621.25
Domingo 11.02.1866 $794.70 $397.50
Martes 13.02.1866 $1105.00 $552.50
(Toluca) 01.04.1866 $388.40 $194.20
Domingo 16.09.1866 $732.60 $366.30
Domingo 30.09.1866 $1017.00 $508.40
Domingo 07.10.1866 $979.70 $489.35
Domingo 14.10.1866 $793.40 $395.25
Domingo 21.10.1866 $570.10 $285.05
Domingo 28.10.1866 $733.10 $366.05
Domingo* 04.11.1866 $889.40 $444.60
Domingo 14.11.1866 $547.20 $273.50
Domingo 18.11.1866 $572.00 $286.00
Domingo 25.11.1866 $439.60 $219.50
Domingo 09.12.1866 $386.20 $193.10
Domingo 16.12.1866 $165.00 $82.40
Domingo 23.12.1866 $18.60 $9.30
*En esta corrida, Bernardo Gaviño toreó con Mariano González “La Monja” y Benito Mendoza.
[12] [B.N./F.R./C.S.C.] CAJA Nº 22/93 Lebrija, Agustín, carta a Da. Ana Ma. Lebrija
de Cervantes en la ciudad de México, le informa de la salida de toros para corridas y
de la cosecha de cebada y nabo.-Toluca 22 de noviembre de 1862. 2f.41
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[13] [B.N./F.R./C.S.C.] CAJA Nº 40/117)s/n Sr. D. José Juan Cervantes.
Atenco mayo 10 de 1860.
Conforme con lo que se sirva U. ordenarme en su at.a de 3 del presente, entregué a
Pablo Mendoza cuatro toros que jugaron el domingo en Toluca y cuyo importe, a
razón de 50 p.s cada uno, lo pagó después de la corrida: también se le mandaron los
cuatro caballos de los cuales solo volvió tres, porque uno murió en la plaza.
Ramón Ortiz y Arvizu (Rúbrica).
[14] [B.N./F.R./C.S.C.] CAJA Nº 18, exp. 113 y 163-B.
[15] Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España…, op. cit., vol. 1, p. 147-8.
BIBLIOGRAFÍA
COELLO UGALDE, José Francisco: grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el
siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., España-México, Editorial “Campo
Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs.
–: “Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y
permanencia”. Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y
Letras, División de Estudios de Posgrado. Colegio de Historia. 2006. 251 + 629 p.
(Anexos). Ils., fots., retrs., tablas. (Se encuentra pendiente la defensa y lectura de
tesis).
LANFRANCHI, Heriberto: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos,
prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots.
MARÍA y CAMPOS, Armando de: Imagen del mexicano en los toros. México, “Al sonar
el clarín”, 1953. 268 p., ils.
O´GORMAN, Edmundo: México. El trauma de su historia. México, Universidad
Nacional Autónoma de México (Coordinación de humanidades), 1977. XII-119 p.
RAMOS SMITH, Maya: Los artistas de la feria y de la calle: espectáculos marginales
en la Nueva España (1519-1822). México, Centro de Investigación Teatral “Rodolfo
Usigli”, Instituto Nacional de Bellas Artes, CONACULTA, Litografía Cozuga, S.A. de
C.V., 2010. 296 p. Ils., facs
HEMEROGRAFÍA
Los Toros. Año II, Nº 48, Madrid, 8 de abril de 1910.
BIBLIOTECAS Y ARCHIVOS
Universidad Nacional Autónoma de México. Biblioteca Nacional. Fondo Reservado:
Condes Santiago de Calimaya
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