ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Verdad Y Mentira En Sentido Extra Moral

camilo10203024 de Marzo de 2014

5.534 Palabras (23 Páginas)387 Visitas

Página 1 de 23

FRIEDRICH NIETZSCHE, SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL

2

1

I.- [La función de la inteligencia humana.]

En algún rincón apartado del Universo rutilante, configurado en innúmeros sistemas solares,

hubo una vez un astro donde animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquél el minuto

más arrogante y mendaz de la "Historia Universal"; pero tan sólo un minuto, en fin. Al cabo de pocas

respiraciones más de la Naturaleza se petrificó el astro en cuestión, y perecieron los animales

inteligentes. -Pudiera uno inventar tal fábula, y sin embargo, no alcanzaría a ilustrar cabalmente lo

pobre, precario y efímero, lo útil y contingente, del intelecto humano dentro de la Naturaleza. Han

transcurrido eternidades sin que él existiera; cuando se haya extinguido, no habrá pasado nada. Pues

no hay para este intelecto ninguna misión ulterior que apunte a más allá de la vida humana. Es cosa

del hombre, y únicamente su dueño y progenitor lo considera con tal pathos que cualquiera diría que

giran en él los goznes del universo. Sin embargo, si nos fuese dable comunicarnos con la mosca, nos

enteraríamos de que también ella cruza el aire con tal pathos y se siente el centro volante del

Universo. Nada hay en la Naturaleza tan subalterno y vil que al más leve soplo de aquel poder de

conocimiento no se inflaría al instante cual una manguera; y así como cualquier estibador quiere ser

admirado, el hombre más orgulloso, el filósofo, hasta cree que desde todos lados los ojos del

universo están telescópicamente fijos en su acción y su pensamiento.

No deja de ser extraño este poder del intelecto, el cual sin embargo, no es más que un

recurso de los seres más desdichados, más delicados, más efímeros, que durante un minuto los

retiene en la existencia, de la que, sin este aditamento, tendrían todas las razones del mundo para

fugarse tan rápidamente como el hijo de Lessing. Esa soberbia ligada al conocimiento y sentimiento

envuelve los ojos y sentidos de los hombres en nieblas falaces y los engaña sobre el valor de la

existencia, por cuanto valora el conocimiento del modo más halagador. Su efecto más general es

engaño; mas aun los efectos más específicos tienen algo de este carácter .

II.- [El impulso hacia la verdad.]

El intelecto, como medio de asegurar la supervivencia del individuo, donde desarrolla sus

principales fuerzas es en el fingimiento; pues éste es el medio por el cual sobreviven los individuos

débiles, menos robustos, a los que está vedado luchar por su existencia con cuernos o recia

dentadura de fiera. En el hombre culmina el arte del fingimiento; en él el engaño, el halago, la

mentira y el fraude, la hipocresía, la simulación, el vivir con brillo ajeno, el enmascaramiento, el

convencionalismo falaz, el hacer la comedia ante sí mismo y los demás, en una palabra, el constante

revoloteo alrededor de la sola llama "Vanidad" es hasta tal punto regla y ley que, casi, no hay nada

tan inconcebible como el hecho de que entre los hombres haya podido desarrollarse un honesto y

puro impulso a la verdad. Están ellos sumergidos en ilusiones y fantasmagorías; su mirada no hace

más que deslizarse por sobre la superficie de las cosas, percibiendo "formas"; su sentir no conduce en

parte alguna a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos y entretenerse, como si

dijéramos, con un juguetón tanteo del lomo de las cosas. Además, durante toda su vida el hombre

de noche se deja engañar en sueños, sin que jamás su sentimiento moral haya tratado de impedirlo

cuando, según dicen, existen personas que a fuerza de voluntad han logrado dejar de roncar. ¡Qué

sabe el hombre, en definitiva, de sí mismo! Ni siquiera es capaz de visualizarse a sí mismo

cabalmente, tendido como está dentro de una campana de cristal iluminada! ¿No le soslaya la

Naturaleza el conocimiento de la mayor parte de las cosas, incluso por lo que a su propio cuerpo se

refiere, confinándolo, al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, el rápido flujo de los

torrentes sanguíneos, las vibraciones de las intrincadas fibras, a una conciencia tan orgullosa como

falaz? Ha tirado la llave; y iay de la curiosidad fatal que pudiera atisbar por una rendija desde el

cuarto de la conciencia y adivinara que el hombre está asentado en lo implacable, lo ávido, lo

insaciable, lo asesino, en la indiferencia de su ignorancia, dijérase encaramado, soñando, en el

lomo de un tigre! ¿De dónde le viene, dado este estado de cosas, el impulso a la verdad?

FRIEDRICH NIETZSCHE, SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL

3

III.- [La inteligencia humana en sociedad y el lenguaje.]

En la medida en que el individuo quiere hacerse valer frente a otros individuos, en el estado

natural de las cosas usa el intelecto, en general, solamente a los fines de fingimiento, mas puesto

que el hombre, por necesidad y por aburrimiento, quiere al mismo tiempo existir como ser sociable,

organizado en rebaño, tiene necesidad de entenderse con sus semejantes y trata de eliminar de su

mundo al menos el más grande bellum omnium contra omnes. Este entendimiento trae consigo algo

que se diría el primer paso hacia la adquisición de ese enigmático impulso a la verdad. Pues se

puntualiza, entonces, qué debe en adelante ser "verdad", es decir, se inventa una denominación de

las cosas válida y obligatoria para todos y la legislación del lenguaje dicta también las primeras leyes

en materia de verdad; pues se origina entonces, por primer vez, la oposición entre verdad y mentira.

El mentiroso usa las denominaciones convencionales, las palabras, para hacer pasar por real lo que

no es real; dice por ejemplo: "soy rico", cuando el término correcto para denominar su condición

sería, precisamente, "pobre". Abusa del rígido esquema convencional trastrocando, cuando no

invirtiendo, a su antojo las denominaciones. Cuando así lo hace en forma egoísta y por lo demás

perjudicial para el bien común, la sociedad ya no le cree y, así, lo expulsa de su comunidad.

Reaccionan así las gentes, no tanto para evitar ser engañadas, sino más bien para impedir que el

engaño perjudique sus intereses; también en esta fase lo que aborrecen no es, en rigor, el engaño en

sí, sino las consecuencias graves, adversas, de determinadas modalidades de engaño. También a la

verdad aspira el hombre meramente en tal sentido limitado: apetece las consecuencias agradables,

positivas, de la verdad; no le interesa el conocimiento puro, sin consecuencias, siendo incluso hostil

a las verdades susceptibles de surtir efectos perjudiciales y destructivos. Además, ¿qué hay con esos

convencionalismos del lenguaje? ¿Son productos del conocimiento, del sentido de la verdad? ¿Hay

concordancia entre los términos y las cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las

realidades?

Sólo por olvido puede el hombre jamás llegar a creer que posee una "verdad" en el grado

que acabo de señalar. A menos que quiera contentarse con la verdad en forma de tautología, esto

es, con la posesión de cápsulas vacías, siempre se quedará con ilusiones, en vez de verdades. ¿Qué

es la palabra? La reproducción en sonidos de un estímulo nervioso. Mas inferir del estímulo nervioso

una causa extrínseca es ya el resultado de una aplicación errónea e ilícita del principio de raciocinio.

Si en la génesis del lenguaje hubiese sido el exclusivo criterio la verdad; si en las denominaciones lo

hubiese sido el punto de vista de certeza, ¿cómo tendríamos derecho a decir: la piedra es dura?

¡Como si "duro" nos fuese conocido, no tan sólo como sensación del todo subjetiva sino también por

lo demás! Clasificamos las cosas por géneros; calificamos el árbol de masculino y la planta de

femenina y ¡qué arbitraria es semejante transferencia¡ ¡Qué manera de pasar más allá del canon de

la certeza! Hablamos de "serpiente"; pero el término no sugiere más que el retorcerse, quiere decir

que lo mismo podría corresponder al gusano. ¡Qué antojadizas delimitaciones! ¡Qué manera tan

unilateral de poner el acento ora en ésta, ora en aquella propiedad de una cosa! Comparando los

distintos idiomas, se comprueba que lo que en las palabras se busca no es jamás la verdad, sino una

expresión adecuada, o si no, no habría tal diversidad de lenguas. La "cosa en sí" (que tal sería la

verdad pura, sin consecuencias) es también para el hacedor de la lengua algo del todo inconcebible

y en modo alguno apetecible. Él se limita a denominar las relaciones en que se hallan las cosas con

respecto al hombre, y para expresarlas recurre a las más audaces metáforas. ¡Un estímulo nervioso,

traducido en una imagen! Primera metáfora. ¡La imagen, a su vez, transpuesta en un sonido!

Segunda metáfora. Y en cada caso un total salto de una esfera a otra totalmente distinta y nueva.

Imaginemos a un hombre completamente sordo y que nunca haya oído ningún sonido, ninguna

música; así como tal hombre se asombra,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (36 Kb)
Leer 22 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com