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El Mayor Genocidio De Un Pueblo Sudamericano


Enviado por   •  2 de Julio de 2013  •  1.416 Palabras (6 Páginas)  •  426 Visitas

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Con todo respeto, que ningún ciudadano le de la espalda y deje de leer hasta el final, todo lo que pasó por esta bendita tierra, que se levantó de la ceniza, tal vez así se lo denigre menos:

.Este es un mensaje, con todo respeto, a Rafael de Mello Vidal, encargado de negocios de la Embajada de Brasil en Asunción, que me agravió e insultó al pueblo paraguayo (declaraciones en Ultima Hora del Jueves 27 de Junio, página 3). Dice él que hablar hoy día de la Guerra de la Triple Alianza, como se escucha a algunos actores políticos e incluso a ciertos medios de comunicación, de nuestro país, es mentir a la población.

Se equivoca usted tremendamente. No voy a callarme ni dejar de hablar todos los días a mi gente sobre la Guerra Grande (1864-1870) que se convirtió trágicamente en un genocidio, un holocausto contra el pueblo paraguayo, con el objetivo de la aniquilación total, de una brutalidad asesina comparable a la que sufrieron los seis millones de judíos que murieron en la Segunda Guerra Mundial, la mayoría en los campos de concentración, por el racismo animal de los nazis.

Mi gente debe y tiene que saber que sobrevivimos unos muy pocos como “esqueletos vivientes” a un bien declarado genocidio, de cuyas atrocidades el Imperio del Brasil fue directamente responsable, en por lo menos un 70%, siendo generoso diplomáticamente hablando. Brasil envió su peor ejército, el peor de los peores (esclavos y convictos de la peor naturaleza inhumana cuya sanguinaria virtud los convirtió en uniformados calificados para arrasar con todo), para asesinar, degollar, mutilar, saquear, violar, secuestrar, destruir, a los hombres, las mujeres, los jóvenes y los niños de mi país.

Argentinos, uruguayos, y hasta brasileños ilustres reconocen el cruel error histórico de Brasil en la Guerra de la Triple Alianza. Después de los judíos estamos nosotros. Vergüenza para Brasil. Recientemente, incluso Cristina Fernández de Kirchner, en un arrebato de compasión y solidaridad, dijo las palabras mágicas del drama paraguayo: hubo genocidio. ¿Y usted Rafael de Mello Vidal me dice imperialistamente que me calle y no mienta a mi gente? Los judíos no murieron, los campos de concentración no existieron, Adolf Hitler fue un buen tipo. Lo siento, y mucho. Mi gente tiene que saber la verdad. Y mire que quiero al Brasil, lo necesito y lo respeto. ¿Dónde son mejor tratados los brasileros sino en Paraguay, con la excelencia de los brasiguayos?

Pero estoy a la espera que Brasil reconozca con humanismo y sabiduría que cometió contra el Paraguay un crimen de lesa humanidad. Hará grande a un país que quiere estar de manera permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU). Permítame muy pocas referencias sobre la criminalidad brasileña:

1) El 1º de enero de 1869 los aliados entran a Asunción, con López muy lejos al norte. Se dicen fuerzas de ocupación, para quizás poner orden, cuidar a la población civil, asegurar la vida y la propiedad. Un ejército civilizado así actúa. No. Todo lo contrario. Leo “Asunción fue víctima durante varios días de un saqueo escandaloso. La iglesia de Trinidad fue convertida en caballeriza”. Algunos refieren que la misma suerte sufrió el Palacio de los López. Y la noche se hizo más oscura: el degollamiento era la especialidad para limpiar la raza guaraní. Asesinatos, matanzas, torturas y robos, disfrutaban en un escenario en el que las reiteradas, salvajes y mortales violaciones de nuestras mujeres, con las pérdidas de sus criaturas para venderlas y/o llevarlas a tierras lejanas, habrán hecho llorar a mares a un Dios ahogado en pena.

Los argentinos escriben: fueron los brasileños, que no respetaban nada. Leo: “Mayo de 1870. Así vemos que hoy por las calles quedan insepultos los cadáveres de infelices que han sido víctimas del hambre y la miseria. Las calles están en un pésimo estado tanto para el tránsito como porque a cada paso se hallan focos inmensos de infección”. ¡Gracias por la bondad de la fuerza de ocupación, reverendísimos aliados!

2) En la alocada carrera por agarrar a López los fuerzas brasileñas protagonizan – perdón imponen – batallas brutales, sanguinarias, de locura total, sin piedad, con el propósito de asesinar al debilitado ejército paraguayo, siempre en una relación de poder de 20.000 a 25.000 hombres del peor ejército que en la historia latinoamericana se haya podido armar (el brasilero), contra no más de 5.000 “enemigos” (nosotros). Las batallas fueron matanzas. No había que derrotarnos, había que matarnos. ¿Por qué? Aniquilar primero, sobrevivientes muertos en vida después.

Una muestra del genocidio brasilero: La batalla de Piribebuy (12 de agosto de 1869). Nosotros 1.600 hombres (y muchas mujeres), ustedes 20.000 (en su gran mayoría animales). Aguantamos cinco horas, después de una lucha cuerpo a cuerpo. La peor atrocidad de la guerra se produjo en Piribebuy. Es allí donde las tropas brasileñas degollaron a todos los que encontraron. Leo: “El generalísimo aliado Conde de d’Eu, sucesor de Caxías, ordena matar a nuestro comandante Pablo Caballero, por la muerte del general brasileño Mena Barreto. Hizo además incendiar el hospital de la plaza, donde se encontraban 600 heridos (800 según otros), los cuales murieron horriblemente carbonizados”.

Después llegamos a la batalla de Acosta Ñu (16 de agosto de 1869). Nosotros 4.500 hombres, niños en su gran mayoría. Ustedes con 20.000 criminales. Los detuvimos en sus tres avances. Pasaron ocho horas de lucha titánica. Triunfaron ustedes, y 1.700 niños a 2.000 niños murieron, y fue el trofeo que con los condecora ante la humanidad como “nazis adelantados”. Leo: “El Conde d’Eu, genocida, hizo quemar el campo de batalla, muriendo miles de niños heridos”.

¿Pero quién diablos es usted Rafael de Mello Vidal, encargado de negocios de la Embajada del Brasil en mi país, que no es el suyo, para querer impedirme hablar hoy y así no mentirle al pueblo? Hay que ser caradura y autoritario, lo que no se condice con la democracia brasileña. Hablé ayer, hablo hoy y hablaré mañana. Y usted no me hará callar. Le aconsejo respetuosamente que sea usted el que guarde un diplomático silencio, por dignidad y por responsabilidad.

Y 3) Vamos por último al asesinato de López en Cerro Corá. En el norte ustedes disponían de una fuerza conjunta de 22.000 hombres (más bien bruta). Nosotros no más de 450 personas “calaveras”. ¿No pudieron atraparlo vivo a López, sin matar a lanzazos y degollar a la vez a muchos de los que lo acompañaban? Asesinaron a López, a su hijo Panchito de 15 años, al octogenario vicepresidente Domingo F. Sánchez, y otros. Salvajismo total. Orgía garantizada. Después, hacia 1880 nos enteraríamos que le habían puesto precio a la cabeza de López para que la soldadesca jauría lo persiguiera como perros de caza, mejor muerto que vivo. Mis conclusiones:

Sufrimos una guerra genocida, de aniquilación, criminalmente despiadada, por decisión y acción de una alianza en la que Brasil actuó de torturador, ladrón y verdugo. No hubo presos, detenidos, aislados en campamentos especiales, confinados. En ese entonces Brasil no sabía lo que eran los campos de concentración. Y usó sus batallas para exterminarnos. Y lo hicieron: pasamos de 700.000 u 800.000 (algunos suben los números) habitantes, al inicio de la guerra, a alrededor de 200.000 paraguayos sobrevivientes. Leo: “Según Thomas Whigham de la Universidad de Georgia, tanto como el 60% de la población y el 90% de los hombres paraguayos murieron en el combate o, más frecuentemente de enfermedades y de hambre”. Trágico, atroz. Leo: “Un observador llamó a los supervivientes “esqueletos vivientes… terriblemente mutilados con heridas de balas y sables”. Jaguares vagaban libremente y hacían un festín de carne humana. Las mujeres deambulaban por las calles desnudas”. Sólo 29.000 varones mayores de 15 años quedaron en Paraguay. Dan Rosenheck, periodista del The Economist (Londres), escribe: “Enterarme de las barbaridades que ocurrieron en su territorio (Paraguay) me angustió, pero ver cómo el país logró levantar la cabeza me inspiró”.

Rafael de Mello Vidal, con todo respeto, si usted tuviera una poquísima dignidad, después de su agravio a mi persona como trabajador social y a mi pueblo como mi principal fuerza espiritual, le agradecería tenga la gentileza de retirarse inmediatamente de mi país. Las miles de almas nuestras que aún no descansan en paz, deambulando desde aquel genocidio, exigen a su país el valor humanitario de reconocer que hay una etapa oscura del Brasil para con Paraguay que sólo la luz de la verdad puede hermanarnos civilizadamente.

Le dejo la imagen del Hospital de Piribebuy, trancado, con 800 heridos en su interior, hombres, mujeres y niños, carbonizándose. ¡Inspírese en esa imagen por favor y no vuelva a querernos callar!

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