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Monografia Historia Argentina Y Latinoamericana - Vazeilles

jon_snow17 de Julio de 2014

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INTRODUCCIÓN

Dentro de los temas propuestos por la cátedra, elegí el que refiere a los aspectos de la historia ideológica de las izquierdas en la argentina. Este tema se basa primordialmente en el libro de J.G. Vazeilles: La izquierda argentina que no fue. Dentro de los tres abordajes posibles, se optó por llevar adelante una consideración global del libro, conteniendo una evaluación y resumen, además de responder a estas preguntas en el curso del presente trabajo: ¿son compatibles o no el centro derechismo y el seguidismo? ¿Hay diferencias entre el seguidismo al peronismo y el seguidismo al alfonsinismo?

Esta monografía presentará, primero, el resumen y la evaluación del libro mencionado. En el resumen se presentarán las características del anarquismo, del Partido Socialista y del Partido Comunista, para luego mencionar al peronismo y explicar las concepciones de Ramos y Arico. En la conclusión del trabajo se responderán las preguntas que se solicitan.

DESARROLLO

Vazeilles, en su libro “La izquierda argentina que no fue”, desarrolla la historia ideológica de los partidos auto-denominados de izquierda. La obra realiza un corto pero minucioso recorrido por la historia ideológica de los partidos y movimientos ya mencionados.

Es importante aclarar que, a lo largo del libro, se observa constantemente que la política argentina tiene una concepción maniqueísta platónica. Esta noción es explicada en el libro “Las ideas autoritarias de Lugones a Grondona: la ideología oligárquica en el siglo XX.” Allí se postula que el maniqueísmo es una religión dualista que admite dos principios de creación, uno para el Bien absoluto y otro para el Mal absoluto. Su origen se registra en el siglo IV, siendo el principal rival del cristianismo. Este binarismo simple de “el bien y el mal” es tomado de Platón, quién establece la supremacía de lo divino sobre lo mundano y del alma sobre el cuerpo; el topos uranos de Platón es un ser ideal, perfecto e inmortal que triunfa sobre el ser material y perecedero.

Estos pensamientos fueron readaptados por los pensadores argentinos: del lado del bien y la luz estarían las clases dominantes; en el otro polo, el del mal, estarían presentes las clases trabajadoras, proclives al pecado, la fatiga, la suciedad y por extensión a la condena. Para dichos pensadores, el topos uranos estaba localizado en Londres, Nueva York, Paris. Es por esto que en el libro está constantemente presente el dualismo civilización vs. barbarie. Vale aclarar que, en el libro”Las ideas autoritarias…”, el mediador entre las visiones y prácticas religiosas con las visiones y prácticas modernas (es decir el promotor de esa readaptación) fue Nicolás Maquiavelo, con la teoría de la doble moral. El consejo que este pensador da al príncipe Lorenzo de Médicis es el de no vacilar al momento de violar la ley moral común cada vez que por el mantenimiento de su poder o “la grandeza de la Nación” así lo requiera, ello sin que los ciudadanos se permitan dudar del código moral y de él.

Explicado estos conceptos, se entenderá la razón de que, a lo largo del libro, se mencionan constantemente posiciones maniqueas oligárquicas o visiones platónicas.

Continuando con el resumen, la izquierda nacional incurrió en la visión platónica propia de la oligarquía, facilitando el retorno y desarrollo de golpes de Estado, como también el fraude electoral. Los socialistas sostuvieron, con el mismo fervor de la oligarquía, el binomio civilización y barbarie. Así pensaban y piensan varios hombres de la élite argentina (desde Lugones a Grondona): creyendo en la existencia de una superioridad de “raza” (la suya), creen ser los mejores candidatos que el pueblo podría llegar a tener para gobernar y, haciendo uso del poder que ello les otorga, moldear a su gusto a la sociedad que los rodea.

Anarquismo y Partido Socialista

Según Vazeilles, tanto el Partido Socialista como el movimiento anarquista surgieron en la Argentina antes de que se llevaran a cabo cambios institucionales democráticos, como el voto secreto y obligatorio (instaurado por la Ley Sáenz Peña en 1912). En efecto, cuando estos movimientos aparecieron, el Estado conservador fruto del acuerdo faccioso de roquistas y mitristas exhibía todavía sus rasgos maquiavélicos y fraudulentos.

En el caso del anarquismo, fue uno de los pocos que mantuvieron una conducta consecuente respecto de lo que pensaban, permaneciendo fieles a sus ideas. Su discurso contra el Estado encontraba un fuerte correlato en la conducta de éste hacia ellos: reprimía brutalmente y prácticamente sin negociar. Para Hugo del Campo, este movimiento tuvo una presencia muy importante mientras estuvo vigente el Estado Oligárquico Represivo (hasta 1916), es decir, cuando no había elecciones; esto fue así porque el Estado arremetía con intensidad durante las huelgas, por lo que los anarquistas no veían otro camino que la revolución, preconizando entonces la lucha.

En El movimiento obrero argentino (1910-1930), Julio Godio explica que los anarquistas estaban imbuidos por las ideas europeas, ya que mayoritariamente sus filas las conformaron inmigrantes que venían al país para trabajar, con ilusiones (luego frustradas en su gran mayoría) de convertirse en pequeños propietarios, y anhelaban la revolución social y política. Éstos no pactaban con el Estado porque consideraban esta como una creación burguesa para mitigar el conflicto social. Podría decirse que eran anti-Estado y anti-partido, ya que el partido político era considerado un instrumento del capitalismo. Sobre la relación salarial, la veían como transitoria, debido a que no aspiraban a ser obreros bien pagos sino propietarios independientes: querían una federación de trabajadores libres.

Los anarquistas se expandieron en el interior del país y en zonas rurales, entre los trabajadores y artesanos de salarios más bajos, y más allá de no haber logrado propagar con fuerza su ideología a lo largo del país, ostentaron la principal representatividad obrera y de un modo corporativo, con postura de acción independiente de clase y sin alianzas con otros grupos.

En cuanto al Partido Socialista, se formó en 1876, y tanto Repetto como Juan B. Justo y Enrique Dickmann fueron sus principales dirigentes en el siglo XX, siendo sus figuras más salientes Alfredo Palacios y Alicia Moreau de Justo. Fue un partido que, a diferencia de los anarquistas, negociaba con el Estado para lograr (supuestamente) el mejoramiento de la condición obrera. Fue pro-Estado y pro-partido, al fundar ellos mismos el suyo.

Para referirse al Partido Socialista, el autor tomó como punto de partida la idea de que dicho partido no fue realmente en la Argentina un partido de izquierda, revolucionario y con miras a la transformación social.

Retomando el análisis del profesor Vazeilles, éste considera como una gran influencia en la dirección de los socialistas el fenómeno de ascenso social de las capas medias en Buenos Aires, constituidas mayoritariamente por inmigrantes o por sus hijos. José Ingenieros es el ejemplo que emplea para mostrar ese ascenso, el cual es caracterizado por el esfuerzo personal. José Ingenieros, a pesar de ser uno de los fundadores del partido, dejó de militar tempranamente para dedicarse a su carrera universitaria. Esta decisión marcó el pasaje de su etapa de “niño terrible” socialista a la del profesional positivista. Aunque este último período fue interrumpido por la decisión del presidente Roque Sáenz Peña de prohibirle asumir la dirección de la cátedra de Medicina Legal. Ante esta actitud, Ingenieros reacciona abruptamente renunciando a todos sus cargos para viajar a Europa.

El Partido Socialista, más allá de su escaso poder económico y social y de los cambios democráticos que se dieron en Argentina a partir de 1890 por la decadencia del Estado autoritario (encabezado por Roca y Juárez Celman), más allá también del desarrollo de la educación pública, que abrió un enorme camino hacia la renovación ideológica, siguió manteniendo la misma línea de apoyo a la identidad e ideología oligárquica. La ceguera que le producía al partido esta identificación con el pensamiento oligárquico no le permitió apreciar lo importante de estos cambios.

La concepción dualista de civilización-barbarie que adopta la oligarquía adora incondicionalmente pero sin comprender la cultura europea y ubica en el lado de la civilización, mientras que del lado de la barbarie situaron al anarquismo y al radicalismo, condenando la lucha del primero, de sesgo obrero, y la conspiración armada radical, de sesgo democrático-burgués. El socialismo, por su parte y ante la influencia oligárquica, comenzó a transitar la franja de centro-derecha. A punto tal que, como bien dice Vazeilles, este partido llegó a ser considerado reformista pero en el sentido de las reformas que a la clase dominante le interesaba esparcir: desmovilizando las luchas y elogiando liderazgos foráneos, con la terrible consecuencia de crear ilusiones sobre el atroz despotismo oligárquico.

Este seguidismo a las concepciones oligárquicas llevó a Justo a considerar justificada la acción exterminadora del imperialismo europeo en África, así como la “conquista del desierto” llevada adelante por Roca. Fue Carlos Octavio Bunge, reconocido entre los dirigentes socialistas, quién acuñó

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