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DIPLOMATURA EN HISTORIA ARGENTINA Y LATINOAMERICANA


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2019  •  Ensayos  •  2.238 Palabras (9 Páginas)  •  109 Visitas

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DIPLOMATURA EN HISTORIA ARGENTINA Y LATINOAMERICANA

ACTIVIDAD DE TRABAJO FINAL: CHOQUE DE CULTURAS

Hablar hoy sobre el choque de culturas puede significar una recurrencia tediosa, incluso una obviedad  afirmar que los conquistadores percibieron las realidades americanas a partir de sus propias categorías y que más que descubrir, lo que hicieron fue inventar mundos americanos. Tradicionalmente, la historia de las sociedades indígenas de América, y por extensión de  Chaco, estuvo presa de categorías étnicas, jurídicas y fiscales. A la luz de la etnohistoria surgieron a principios de los ’70 nuevas visiones que permitieron profundizar en el conocimiento de la sociedad indígena. Disciplinas como la etnología o la antropología histórica dedicadas al estudio de las poblaciones nativas del continente americano, incluso la arqueología con su visión más ética (Gilli, 2013) se han enriquecido notablemente. Con respecto a la antropología histórica, la fecundidad de una aproximación que combina los métodos y perspectivas de la historia y de la etnología ha permitido, por un lado, restituir a las sociedades autóctonas un poco de su espesor socio-histórico y, por otro, ha conducido a la elaboración de nuevos objetos y problemas de estudio.

Pero digamos, en relación a la consigna del trabajo, que pensar las transformaciones políticas, sociales y culturales en el proceso de colonización de América y en especial de nuestra zona geográfica más cercana puede resultar un trabajo arduo y de necesidad de lecturas previas. Diré en primer lugar que coincido plenamente con lo manifestado por el video de León Gieco ya que después de un poco más de dos siglos seguimos igual en relación a las prácticas de sometimiento y desarraigo que se llevan adelante contra las comunidades aborígenes. Poco ha cambiado, solo los métodos. Algunas políticas se disfrazan de reparativas solo con el afán de ganar puntos desde la construcción de poder. Debemos y tenemos la obligación de discernir esto.

Pero haciendo un poco de historia digamos que  con la llegada de los españoles, llegaba una nueva cultura para chocar con otra arraigada desde siglos en este continente. Esta cultura europea traía tras de sí algunas herramientas que pronto le servirían en el loco festín de sangre, apropiación y exterminio cultural que pronto desataría por estos lares. En un principio se implantaron formas de instituciones coloniales ya desarrolladas en Europa pero trasplantadas al nuevo mundo (Milcíades Peña, 2012); así florecieron las Audiencias, Las gobernaciones, Los cabildos y sus lados más oscuros: La Mita, Las encomiendas, El Yanaconazgo, y otras de la misma índole que contribuyeron de igual modo a la explotación real del originario. Fueron pocos los pueblos que se adaptaron a estas instituciones ya que venían de desarrollar un sistema político totalmente diferente y adecuado a su contexto. A partir de estas organizaciones de explotación, el europeo intentó captar la mano de obra barata de las zonas donde le toco conquistar y colonizar, pero el aborigen nunca se adaptó a este sistema destructor e inhumano. Las minas del Potosí conocieron la muerte del indio como moneda corriente, las grandes plantaciones, donde se trabajaba de sol a sol, costumbre que no era propia de muchas etnias allí enviadas, solo sirvieron como cementerio aborigen; era por lo tanto lógico que pronto la población originaria se diezmara. Me pareció importante rescatar aquí, la mirada de ARROM, investigador notable, quien construye imágenes duales, como por ejemplo la de HOMBRE-BESTIA  para explicar el proceso de explotación de mano de obra indígena, situación que tranquilamente podemos  ejemplificar  con lo ocurrido en las distintas masacres indígenas (Napalpí, EL Zapallar, Fortín Yunká o Rincón Bomba) ocurridas durante el siglo XX en la región chaqueña; en la “visión de los vencidos”, NATHAN WACHTEL, contribuye a renovar profundamente la mirada que teníamos de las modalidades de la conquista, de sus efectos y sobre todo de las reacciones de las sociedades indígenas frente al trauma del encuentro. Es a través del estudio de la praxis de los dominados que podemos entender un poco más claramente algunas cuestiones relacionadas a la explotación del indígena. Sumémosle, al final, los castigos físicos a los que eran sometidos por su supuesta haraganería. No fue fácil la vida del indígena del siglo XVI.

Conviene recordar el hecho de que la guerra no fue el único medio usado por los invasores para sujetar a las poblaciones amerindias. En las zonas fronterizas, vale decir en las zonas donde la conquista por las armas había fracasado y donde se mantenía la soberanía indígena, los europeos mostraron una gran capacidad innovadora. La misión, las instituciones de negociación política (tratados, parlas, parlamentos), la educación a través de las escuelas para hijos de caciques, los agentes intermediarios de normalización y control (capitanes de amigos, comisarios de naciones, indios sedentarios, indios amigos, el clásico policía indio nombrado por el gobierno de Centeno después de la masacre de Napalpí), la creación de nuevas formas organizacionales (caciques embajadores, cabezas de las naciones indias), el control del comercio, etc. fueron los dispositivos de saber-poder asentados por los agentes del estado con el fin civilizar, normalizar, y sujetar a los grupos todavía autónomos. Si no entienden por la fuerza, intentemos con la palabra. Esta metodología fue llevada adelante, en lo religioso, por distintas órdenes que llegaron a América; en principio fueron los jesuitas y luego los franciscanos que intentaron, erróneamente, desterrar de la mente del indio su cosmovisión y sus creencias, creyendo que de esta manera los educaban y los salvaban en la fe; nunca pensaron, en su egoísta individualidad religiosa, que cada pueblo ya contaba con una cultura y una religión hecha y formada a su manera y conforme a sus creencias ancestrales. Aquí se produjo un claro proceso de aculturación. Aunque aclaremos que este fenómeno no dictaminó la pérdida total de la cultura del supuesto vencido, y esto puede ser tomado como una forma de resistencia ante el agresor europeo. El mismo Wachtel , autor mencionado anteriormente demuestra que la aculturación no es sinónimo de conversión a secas y que tampoco fue percibida e interpretada por los mismos agentes sociales como abandono de las tradiciones llamadas ancestrales; plantea que a través de sus rebeliones, movimientos milenaristas y guerras, los indígenas intentaron retomar el control de su historia ante estos extraños que habían irrumpido con extrema violencia. Si bien es cierto que en algunos casos el sistema social prehispánico pareció derrumbarse y que los españoles lograron desviar el curso de la nueva historia americana a su favor, no es menos cierto que algunas estructuras nativas tendieron a perpetuarse.

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