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REALIDAD POLÍTICA, CULTURAL, SOCIAL Y ECONÓMICA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX


Enviado por   •  23 de Julio de 2019  •  Monografías  •  3.417 Palabras (14 Páginas)  •  359 Visitas

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INSTITUTO DE PROFESORES ARTIGAS

PEDAGOGÍA

PROFESORA SILVIA CIFFONE

REALIDAD POLÍTICA, CULTURAL, SOCIAL Y ECONÓMICA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

ALUMNO: JUAN CARLOS FERNÁNDEZ M.

C.I.: 6.284.420-8

Introducción

Hablar del siglo XIX, es hacer referencia a un hecho histórico decisivo producido en América del Sur y más específicamente comenzado primero en Uruguay, pero que luego se internacionalizó, y del cual tomaron parte Argentina, Brasil y Paraguay de este lado del charco y también de países europeos, nos referimos a la Guerra Grande (1839-1851).

Si bien es cierto, este papel de trabajo, comienza cuando aquella termina, justo comenzando la segunda mitad del siglo XIX, los postulados ideológicos que dieron lugar a la Guerra Grande se mantuvieron presentes aún a pesar de haber terminado la guerra, pues con ésta, los partidos políticos orientales se internacionalizaron y se desdibujaron, lo que luego los hará renacer o resurgir, pero fundamentalmente la Guerra Grande los obligará a ceder sus parcelas en la búsqueda de un interés superior “los orientales” la consolidación de la nación uruguaya. Colorados y Blancos, lucha de clases entre ciudad y campiña. El Partido Colorado tenía una imagen urbanizada y aceptaba las corrientes liberales europeas. Se identificaba con los inmigrantes de la Europa revolucionaria y con el apoyo brasileño. El Partido Blanco, enraizado en el medio rural, luchaba contra de la intervención extranjera, fiel al sentimiento o ideal americano y oriental, y con ideas dictatoriales (Bárrán, 1974: 5-6).

Allí, da comienzo como decíamos nuestra investigación en la finalización de la Guerra Grande y la historia de un Uruguay que busca afianzarse como nación, como República, no sin antes desde el punto de vista político tener que realizar pactos o políticas de fusión  para salir adelante; aceptar de buena gana o no la intervención de Brasil; de luchar entre caudillos regionales y el centralismo de los gobiernos de Montevideo; de afianzar las ideas liberales de Europa o de conseguir su propia identidad como orientales; introducir la industrialización como herramienta para desarrollarse económicamente; recibir e incorporar a la escasa población uruguaya la inmigración proveniente de Brasil y de países europeos principalmente de España, Italia, Francia e Inglaterra. En definitiva la lucha entre burguesía y clase trabajadora.

Por eso, las siguientes páginas tienen como propósito fundamental revisar un poco la realidad política, cultural, social y económica del Uruguay de la segunda mitad del siglo XIX, para comprender lo que nos interesa en este momento, reconocer las aguas dónde nacieron las  ideas positivistas de José Pedro Varela (1845-1879) y su obra en materia educativa: “La Educación del Pueblo”(1874) y “Legislación escolar”(1876); revisando aquellos acontecimientos y personajes que influyeron en él (Víctor Hugo, Sarmiento), marcándolo, escribiendo y llevando a la práctica las ideas que había madurado en sus viajes a Europa y Estados Unidos.

Desde el punto de vista metodológico, las siguientes páginas son una investigación de tipo documental descriptivo, revisando autores que han escrito sobre historia uruguaya y dónde resaltamos varias obras de José Pedro Barrán.

Este material de trabajo está divido en cuatro apartados, referidos a la segunda mitad del siglo XIX: El primero dedicado a la realidad política. El segundo a la realidad cultural; el tercero a la realidad social y finalmente, y no menos importante, la realidad económica de este tramo de la historia.

  1. Realidad política del Uruguay en la segunda mitad del siglo XIX

La historia política de la segunda mitad del siglo XIX comienza con el “pacto del 10 de octubre de 1851” (Barrán, 1974: 24) que pone fin a la Guerra Grande. Año en que también se derrumba el gobierno del Cerrito (Barrán, 1974: 33) cuando Urquiza desconoce la autoridad de Rosas. “El 1º. de mayo de 1851, como lo hacia todos los años, Rosas presentó renuncia a la dirección de las relaciones exteriores de la Confederación” (Barrán, 1974: 41), pero en esta oportunidad contrariamente de lo que había sucedido en el pasado, Urquiza la aceptó.

Urquiza reconoce los hechos del gobierno del Cerrito como legales y todos los actos gubernativos y judiciales de Oribe (Barrán, 1974: 44). Los bandos orientales deponían las armas y la paz se restablecía en la República, se inauguró en la nación la llamada política de fusión en aquella célebre frase “no habrá vencidos ni vencedores”, que duraría por los siguientes diez años (Barrán, 1974: 45) y así la guerra que estuvo a punto de culminar en la construcción de dos naciones, una blanca y otra colorada, afianzó el sentimiento de orientalidad (Barrán, 1974: 46); pero, muy contrariamente, frente al Brasil quedó debilitado, como señalaré más adelante en el aspecto económico de estas cuartillas y refiere Barrán al decir “En lo político, nos debilita aún más frente al voraz imperio vecino” (1974: 48).

Hubo dos maneras de concebir la paz: la política de fusión que predicó el elemento culto de los dos partidos tradicionales, y la llamada política de pactos, que practicaron los caudillos de ambas facciones. El resultado era idéntico, pero los fundamentos ideológicos esgrimidos diferían. Ambas políticas, en fin, reproducían el viejo dualismo cultural del que el país no había logrado aún salir. La fusión tenía sus bases en la ciudad, la política de pactos hallaba más ecos en la campaña (Barrán, 1974: 54).

Sin embargo, la paz no llegó completamente. Los gobiernos posteriores de Giró, Flores y Pereyra tuvieron que aceptar que el Estado estaba hipotecado y que los gastos se habían multiplicado incluido el gasto militar; y desde el punto de vista político eran muy vulnerables, sobre todo de Brasil que se convirtió en arbitro político hasta 1856 (Barrán, 1974: 52).  

Hubo varias revoluciones pero nunca alteraban el orden por mucho tiempo y solo sucedían en Montevideo por lo que el interior vivía en relativa paz. Entre 1855 y 1858 hubo tres revueltas. Crucial fue la cuarta, la revolución de Venancio Flores en abril de 1863 (Barrán, 1974: 63), pero la debilidad del poder central, incapaz de de enfrentarse a los levantamientos rebeldes (falta de poder coactivo), caracteriza a Uruguay hasta 1875 (Barrán, 1974: 72-73). La revolución de Flores va a partir en dos el Gobierno de Berro, hasta que finalmente logra la presidencia Venancio Flores en 1867.

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