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40. Transformaciones agrarias y proceso de industrialización.


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2016  •  Resúmenes  •  7.031 Palabras (29 Páginas)  •  558 Visitas

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40. Transformaciones agrarias y proceso de industrialización

 en la España del siglo XIX

La historia económica de la España contemporánea se divide claramente en un siglo XIX de crecimiento lento y atraso respecto a la norma europea, y un siglo de crecimiento rápido y recuperación de gran parte del terreno perdido con Europa.  A su vez el siglo XIX tiene dos claros subperiodos. Durante la primera mitad, la economía permaneció virtualmente estancada, lo cual a su vez fue resultado de dos fases divergentes: de 1800 hasta 1840 (final I Guerra Carlista) hubo contracción económica; en el período 1840-1860 hubo una lenta recuperación. En la segunda mitad del siglo se inició, aunque muy gradualmente, un proceso de crecimiento que fue ganando velocidad con el tiempo y que continúo en el crecimiento rápido del siglo XX. Matizando este crecimiento del siglo XIX Tortella afirma que “los principales acontecimientos del siglo XIX español se reducen a la remoción de algunos obstáculos, a despejar el camino de la industrialización del siglo XX por medio de una serie de cambios en la estructura social e institucional.

La historiografía más reciente (Fusi y Palafox por ejemplo) niegan la excepcionalidad de la historia contemporánea española incluyendo el aspecto económico. Así el retraso español sólo se constata con respecto a los países más avanzados (Países Bajos, Francia, Alemania y Gran Bretaña), mientras nuestro país experimenta un desarrollo similar a los países del este de Europa y sobre todo de la cuenca mediterránea lo que ha dado lugar a la acuñación de un discutido patrón latino de desarrollo.

En este tema vamos a  analizar el desarrollo agrícola e industrial español en el siglo XIX. Para ello primero pondremos el acento en la estructura sobre la que se desarrolla para poder entender el marco de la evolución concreta de la industria y de la agricultura. Todo ello desde un punto de vista analítico utilizando un modelo interpretativo verbal, no econométrico, que nos permita comprender las claves de la economía española decimonónica.

I LA ESTRUCTURA

La demografía de la España decimonónica no experimentó el crecimiento que sufrieron otras naciones europeas. En España no se completó la transición demográfica durante el s. XIX y salvo en Cataluña y Baleares los parámetros de comportamiento demográfico estaban muy próximos a los del Antiguo Régimen. Con tasas de mortalidad y natalidad elevadísimas son bien conocidas las frecuentes crisis de subsistencia estudiadas monográficamente por Sánchez Albornoz (“Crisis de subsistencias en España en el siglo XIX; Instituto de Investigaciones Históricas, Rosario (Argentina), 1963 ).  Sólo a finales de siglo el crecimiento demográfico permitió cierto éxodo rural orientado no sólo a las ciudades (Barcelona, Madrid, Bilbao sobre todo) sino a la emigración transoceánica.  Además esta población tenía una tasa de alfabetización claramente inferior a la media europea pero similar a la de los países mediterráneos. Sandberg ordenó 21 países europeos por tasas de alfabetización en 1850 y comprobó que su ordenación correspondía casi exactamente con la de esos mismos países según renta por habitante en 1970. Es un indicio de la importancia del capital humano como predictor de la renta a largo plazo y que podría explicar en parte la evolución española.

La Hacienda Pública estuvo sometida a un crónico endeudamiento que arrastraba desde el s. XVIII a causa principalmente de las campañas bélicas. La pérdida de las colonias y el turbulento comienzo del s. XIX multiplicaron los gastos mientras la desarticulación administrativa y la pervivencia de los privilegios fiscales impedían el equilibrio fiscal. Como paliativos temporales se recurrió a la emisión de los Vales Reales primero y de Deuda Pública después (con tres consolidaciones a lo largo del siglo). Además de repercutir sobre los impuestos, el déficit permanente dañaba a los empresarios agrícolas e industriales, que difícilmente encontraban financiación en un mercado de capitales como el español, en donde el gran demandante era el estado.

A mediados de siglo una serie de medidas trataron de paliar esta situación. J. Fontana puso en claro la irresoluble contradicción entre el mantenimiento de la exención de cargas fiscales a los privilegiados y  las necesidades públicas propias del régimen liberal. Así tras los intentos de Garay y López Ballesteros, la reforma de Mon-Santillán  de 1845 introdujo novedades (simplificación de impuestos: las contribuciones) que si bien fueron importantes no pusieron fin al déficit crónico de la Hacienda.

La elaboración de un presupuesto anual fue un gran avance del estado liberal teniendo en cuenta que a principios de siglo la Corona consideraba al Presupuesto un documento subversivo. También se desarrollan los primeros bancos: el Banco Nacional de San Carlos, el Banco Isabel II, el San Fernando, el Banco de Cádiz o el de Barcelona. Los dos primeros se fusionarían para crear el Banco de España. Este obtendría el monopolio de emisión de moneda: la peseta. Ésta optó por el patrón plata mientras la tónica dominante era el patrón oro. La caída del precio de la plata convirtió a la peseta de facto en una moneda fiduciaria expandiendo la oferta monetaria y haciendo necesario compensar al capital exterior con una prima de riesgo por la flexibilidad del tipo de cambio en forma de intereses más elevados.

La política comercial por su parte ha causado encendidos debates acerca de la influencia de la política arancelaria en la economía. En general podemos afirmar el carácter proteccionista del los aranceles españoles con breves excepciones como el arancel Figuerola (1869).  Gran parte de los estudios destacan la importancia del proteccionismo en la consolidación del atraso. Sin embargo, las investigaciones cuantitativas muestran un crecimiento sostenido del comercio exterior español incompatible con una economía aislada del mercado internacional. Por otra parte la constatación de políticas proteccionistas en países como Alemania, aconseja no establecer relaciones mecánicas entre proteccionismo y atraso.

La historia del comercio exterior español en el XIX es el de la adaptación a un papel de exportador de productos agroalimentarios y minerales e importador de productos manufacturados. A la larga, según Tortella, la adaptación resultó positiva: el comercio exterior fue uno de los dinamizadores de la economía española y todo indica que los efectos positivos hubieran sido tanto más fuertes cuanto mayor hubiera sido el grado de apertura económica.

II LA AGRICULTURA

En 1900 los dos tercios de la población activa española trabajaban en la agricultura. Sin duda más de la mitad de la renta nacional se generaba en este sector. También tenía el sector agrícola y ganadero un peso preponderante en el comercio de exportación, pese a la crisis del vino y al auge de la minería en las últimas décadas de la centuria. Por todas estas razones, todo lo que ocurriera en la agricultura había de ser de fundamental alcance en todo el país y su economía.

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