Acerca De Paulo Freire. Método, Libertad Y Políticas Educativas
giseeee24 de Marzo de 2015
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Acerca de Paulo Freire. Método, libertad y políticas educativas
Stella Acorintti
El trabajo desarrollado por Paulo Freire no es sólo una metodología, no es sólo una práctica, no es sólo para adultos, y no está circunscrito sólo al mundo de Latinoamérica. Es cierto que su mirada de inicio es la de un latinoamericano, pero su mirada se abre hacia el mundo como totalidad de las relaciones existentes. Hay en el trabajo freiriano radicalidad y profundidad, como un camino propuesto.[ii] La tarea propuesta por Freire no se refería sólo a la alfabetización, sino que esta alfabetización era una parte del camino de la libertad. Así, el camino de la educación y el camino de la libertad son uno sólo en la propuesta
del pensador latinoamericano. Nacido en 1921 en Pernambuco, Freire desarrolló en Brasil campañas de alfabetización por las cuales fue acusado de subvertir el orden instituido. Preso después [iii]del golpe militar de 1964, luego de más de dos meses de reclusión, fue obligado a dejar su país. Se exilió, primero, en Chile, donde desarrolló, durante casi cinco años, programas de educación de adultos en el Instituto Chileno para la Reforma Agraria (ICIRA). Allí escribió, en 1968, su obra más conocida, Pedagogía del oprimido, publicada en español en sus primeras versiones.[iv]
Lo que se denomina comúnmente “el método Paulo Freire” va mucho más allá (o mucho más acá) que lo que la palabra “método” podría sugerirnos en una primera lectura. Para Freire. Conocer es leer y releer el mundo, es transformarlo. Conocer no es sólo construir categorías de conocimiento que nos permitan desvelar algo oculto, o levantar castillos de categorías muertas con las cuales solazarnos, o conceptos para comunicar en congresos, encuentros, simposios, para que nos escuchen los entendidos. Conocer es construir categorías del pensamiento que hagan posible la lectura del mundo, su interpretación, su transformación. No son categorías a priori del sujeto, sino que son parte de su cuerpo mismo, de su historia, de su vida, de su mundo. Ellas son el mundo y hacen el mundo.
Lo cierto es que conocimiento y deseo están íntimamente unidos en el pensamiento de Paulo Freire. No es posible conocer si no hay deseo de conocer, si no hay involucramiento con lo que se aprende. No es tan importante tener hábitos de estudio como tener gusto por el estudio, tener placer, generar placer, construir placer.
Siguiendo con esta línea de pensamiento, de lo que se ofrece como necesario para aprender, muy poco es realmente necesario. El resto es basura. Y esa basura obtura el deseo. No se trata de más informática, más lenguas extranjeras, más métodos, más, más, más. Se trata de menos. Menos imposiciones y más construcción de deseos. Porque no podemos obligar a comer a quien no tiene hambre, ni podemos obligar a aprender a quien no tiene deseos de aprender. En realidad, la función de la educación debiera ser el vómito. Sólo provocando el vómito de lo inútil los estómagos tendrán hambre, deseo de comer, deseo de conocer, deseo de aprender. Seguir llenando los estómagos intelectuales de las niñas y de los niños es trabajar contra la educación.
Una de nuestras obligaciones como educadores y educadoras es, en la mirada de Paulo Freire, que debemos conocer. Para innovar es necesario conocer. Pero conocer no es una actividad aséptica, sino que es intencional y ligada de manera densa a un proyecto. Los seres humanos, hombres y mujeres, somos pro-yectos. No estamos yectos, no estamos muertos. Conocer es una actividad viva. Lo contrario no es conocer, es sólo tragar momias conceptuales y luego escupirlas ante alguien que solicita esa tarea para avalar que el conocimiento existe en quien repite lo que le enseñaron (no lo que aprendió). El/la que conoce no se adapta al mundo, sino que crea el mundo. Y éste es el modo en que humas y humanos podremos dejar de sobrevivir para poder vivir. Humanas y humanos tenemos intereses (Habermas), curiosidades (Freire) y esperanzas (Bloch). La educación debería, al menos, mantener vivos estos atributos de humanos y humanas. Si no hace al menos esto, ¿qué está haciendo la educación?
Todas y todos podemos conocer, todas y todos aprendemos. Porque no hay alguien que sepa todo, ni hay alguien que ignore todo, y el conocimiento compartido es el conocimiento humano por excelencia.
Necesitamos rastrear, investigar, conocer, nosotras y nosotros, educadoras, educadores, de qué hablamos cuando hablamos de aprender. En principio, podemos decir, siguiendo a Freire, que aprendemos durante toda la vida, que acumular conocimientos no es aprender, que lo único importante es, en definitiva, aprender a pensar por nosotros mismos, o sea,
aprender a aprender, que sólo se aprende lo que es significativo para cada persona, lo que tiene sentido, lo que construye sentido, lo que es construido como sentido. Que se necesitan tiempos diferentes para aprender, que no se puede aprender en un día, en una semana, en un año, ya que la construcción de la significatividad insume tiempos diferentes según las historias personales y sociales. Que sin proyecto de vida no es posible aprender.
En este sentido, entonces, no hay en la propuesta de Freire sólo un método, sino que lo que hay es una propuesta para la libertad La libertad es la categoría central de su concepción educativa, desde sus primeras obras La educación es una camino de la libertad, y su propósito es la transformación radical de la realidad, para mejorarla, para tornarla más humana, para permitir que los hombres y las mujeres sean reconocidos , para que sean artesanos de su propia historia y no objetos a ser estudiados en una historia que no les pertenece.
La liberación, como objetivo de la educación se sitúa en el horizonte de una visión utópica de la sociedad y del papel de la educación. La educación debe incitar a la lectura crítica del mundo. El mundo es inacabado, incompleto, eso implica la denuncia de la realidad opresiva, de la realidad injusta (inacabada) y, consecuentemente, de crítica transformadora, por lo tanto, del anuncio de otra realidad. El anuncio es necesario como un momento de una nueva realidad a ser creada. Esa nueva realidad del mañana, es la utopía del educador de hoy. Esa utopía, que es un no-lugar, no está cristalizada, sino que está viva y en permanente movimiento. Es el propio camino que caminamos. No niego que hay en Paulo Freire un trabajo que se denomina “método”, y de ninguna manera quiero escamotear este aspecto en el trabajo freiriano. Pero este método, que esquematizaré a continuación, es sólo un aspecto de la inmensa propuesta del pensador brasileño. El método nace y se desarrolla en los ‘60 , en el contexto de Latinoamérica de aquellos años, situándose sus orígenes en los ’50, y asentándose en el período que Freire estuvo exiliado en Chile, desde 1964 . Lo que podríamos llamar “momentos del método” son los siguientes:
1- investigación temática. En comunidad de investigación, estudiantes y profesor, indagan en el mundo para descubrir (¿inventar?) las palabras significativas que constituyen su universo. Las palabras (¿seleccionadas desde qué criterios?) deben cubrir riqueza silábica, valor fonético y tener sentido para el grupo
2- tematización: a partir de estas palabras generadoras, y temas generadores, profesor y estudiantes generan nuevas palabras y temas
3- problematización: una primera visión “mágica” es suplantada por una visión “crítica”. La opresión es experimentada como posible superación.
El método consiste en su propuesta práctica, en llevar las ideas hacia una praxis. La originalidad del método freireano se asienta en su fuerza para sostener que es posible cambiar el mundo a través de la educación. Hay muchas excelentes ideas en el método, pero ellas ya estaban antes en otros autores, que las plantearon en la teoría. La originalidad” de Freire (si de tal cosa puede hablarse, aun en la teoría, y aun en quien escribe algo “por primera vez”) consiste en que no tiene originalidad, en el sentido de proponer que todos sabemos algo, y que la única “originalidad” es social, y, por lo tanto provisoria. La falta de originalidad del método de Freire es su fuerza, ya que sin proponer nada nuevo, logró cambios que muchas propuestas que se presentan como “originales” no logran. Esto es coherente con la perspectiva freiriana de que todos sabemos algo, de que nadie ignora todo, y de que humanas y humanos aprendemos en comunión. Esto quita originalidad a cualquier propuesta, ya que toda propuesta es histórica, nacida y criada en el suelo propicio de otros pensamientos. No pretendernos originales es la mayor y más auténtica herencia que nos ha dejado Freire.
¿Cuál es nuestro puesto en el cosmos?, se pregunta Paulo Freire, parafraseando a Max Scheler, en el capítulo I de Pedagogía del oprimido. Una primera aproximación a la respuesta está en la última parte del epígrafe de ese mismo capítulo: “Nadie libera a nadie, nadie se libera solo. Los [seres humanos] se liberan en comunión”. A esta liberación se llega por la praxis de la lucha, nos dice Freire. Esta lucha es un combate por el sentido, un combate que se libra entre todas y todos, porque el opresor no sólo está afuera, sino que, sobre todo, está adentro de cada uno, de cada una. Esto construye el miedo a la libertad, que una y otra vez trabaja Freire en sus obras, en su praxis. En este sentido, la libertad se conquista mediante el combate, la búsqueda, y la propia praxis. El miedo a la libertad, que preocupó a Erich Fromm y a Paulo Freire, aún nos preocupa y nos ocupa, porque “decir que los hombres [y las mujeres] son personas, y como personas son libres
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