Amenazas trasnacionales del cono sur

Prospectiva de las amenazas transnacionales en el cono sur

Introducción

En el presente artículo se analizará la prospectiva de las nuevas amenazas transnacionales en el cono sur, a partir de un análisis sobre el impacto de estos delitos en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, y Uruguay países suramericanos que conforman el Cono Sur.

Primero se dará una mirada global al panorama mundial que tiende a pasar por alto los países del cono sur, el área política y socio-económica conformada por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay pertenecientes al mercosur y Chile como integrante de la APEC. Sin embargo, ésta es una zona que está llena de conflictos, proyectos, contradicciones y cuestionamientos que caracterizan la construcción de poderes, alianzas estratégicas y enemigos en la actualidad marcada por la hegemonía estadounidense.

Segundo se dará una mirada a las amenazas. Dentro de la cantidad de amenazas transnacionales presentes en el cono sur se destacan, tanto por sus dimensiones como por su complejidad, el terrorismo y el crimen organizado en diferentes formas. Ambas problemáticas tienen una correlación directa con la libertad de gobernar, conformando un ciclo repetitivo: caídas de los niveles para gobernar pueden deteriorar la capacidad estatal para ejercer autoridad sobre el total del territorio que se tornan así propicios para el fortalecimiento de organizaciones vinculadas con el crimen y el terrorismo. Contrariamente, a medida que le es disputado al estado su control geográfico, la gobernabilidad se ve negativamente afectada.

Las amenazas son posibilidades de algo que puede pasar, y la interpretación que de ellas se puede tener conduce a un determinado nivel de subjetividad. No obstante, se llegan respuestas a su vez alimentadas por la misma subjetividad, respuestas preventivas para evitar que lo potencial se convierta en real. Las amenazas conforman un todo fragmentado donde existe la posibilidad de uniones entre varios tipos de amenazantes, con nortes diferentes, pero que, contribuirían a la destrucción del predominio estadounidense.

Por último, se dará un resumen de las amenazas individuales en cada país. Dada la posibilidad de que se manifiesten amenazas en cualquier lugar, los escenarios de guerra pueden ser múltiples y simultáneos. Por lo tanto, se consideran necesarias nuevas estrategias y tácticas, como el despliegue rápido, que permite una intervención rápida, una solución rápida, una retirada rápida y un uso limitado en el número de tropas, un elemento fundamental debido a la multiplicación de los teatros de operaciones que se prevé sido llamada la "guerra infinita". A pesar de esto, el uso de misiones a largo plazo no se ha eliminado, ni el establecimiento en áreas consideradas estratégicas, especialmente con respecto al acceso y suministro de recursos, especialmente energía, controles y monitoreo por parte de la policía.

Amenazas en el cono sur y la triple frontera (Argentina, Paraguay y Brasil)

El cono sur es, a los ojos de los Estados Unidos, un espacio para el desarrollo de amenazas, pero también una región para adherirse al gran mapa de mercados libres y acuerdos de libre comercio. En relación con las amenazas, esta área vive sumida en una red de narcotráfico y crimen organizado; amenazas de baja y media intensidad transnacional y no tradicional.

Este escenario constituye una severa amenaza a la estabilidad regional e internacional, pues suele derivar en conflictos armados que involucran en forma activa a vastos sectores de la población, desembocando en catástrofes humanitarias, violaciones generalizadas de derechos humanos y masivos movimientos migratorios.

Un caso paradigmático dentro del inventario de áreas grises latinoamericanas es la Triple Frontera donde se unen los límites de Argentina, Brasil y Paraguay. Allí, las actividades delictivas son diversas, aunque se concentran principalmente en el contrabando y la falsificación de moneda, configurando la estructura económica ilícita más grande del hemisferio, incluida su evaluación del lavado de dinero. Accesoriamente la Triple Frontera muestra que estas áreas pueden ser funcionales a las organizaciones terroristas. Numerosas pesquisas pusieron al descubierto que, en el marco de la comunidad chiita libanesa asentada en el lugar, se desarrollaban tareas de ocultamiento, recolección de fondos y reclutamiento de combatientes, en muchos casos apelando a actividades ilícitas y al lavado de dinero (Bartolomé, 2002).

“En América Latina, el ranking de las amenazas otorga el primer lugar al narcotráfico y, el segundo, al terrorismo. Luego siguen, en distinto orden: delincuencia organizada, tráfico de armas, pobreza y carencias sociales, medio ambiente y desastres naturales. No todas estas amenazas son nuevas, especialmente la del narcotráfico” (Rojas, 2005).

“La experiencia de la Triple Frontera demuestra que el grado de preocupación por las condiciones de seguridad varía de un caso a otro y la aplicación de medidas para incrementar la seguridad depende de las percepciones de amenaza y los imperativos internos y externos para enfrentarla. Para Argentina, las demandas internas de mayor seguridad se derivan de los actos de terrorismo internacional que sufrió contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992 y contra la mutual israelita AMIA en 1994. El gobierno de Estados Unidos, ha dado mensajes claros de que sigue con preocupación la situación en la zona como un foco de actividades terroristas. A partir de los atentados perpetrados el 11 de septiembre del año 2001, la cuestión terrorista ascendió a las máximas prioridades de la agenda de seguridad internacional, en general, y especialmente de los EE.UU. En ese contexto cobró aún más relevancia el área de las Tres Fronteras” (Calderón, 2007).

“Sin embargo, pese a la existencia del Plan de Cooperación y Asistencia Recíproca para la Seguridad Regional aprobado en julio de 1998 y al llamado de atención que significaron los atentados terroristas del 11 de septiembre, en la región de la Triple Frontera no se asiste al diseño y ejecución de políticas multisectoriales efectivas y eficientes, desde ninguno de los tres países involucrados. Probablemente esa incapacidad para traducir evaluaciones estratégicas en complejas políticas multisectoriales y multilaterales esté relacionada con una suerte del legado cultural de la Guerra Fría por el cual insistimos en considerar a las amenazas al Estado en términos interestatales y expresadas en términos del poder duro; en esta línea, los conceptos Seguridad y Defensa son concebidos como términos alternativos” (Rojas, 2002).

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