CAPÍTULO III LA IDEA DE UNIVERSIDAD EN JOSÉ ORTEGA Y GASSET
pardo.andres7 de Abril de 2014
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CAPÍTULO III
LA IDEA DE UNIVERSIDAD
EN JOSÉ ORTEGA Y GASSET
I. Introducción
Asumir una presentación de José Ortega y Gasset requiere, antes que nada, reconocer que nuestro acceso tratará de ajustarse a dos instancias previas. Primero procuraremos leer en él mismo, lo más que nos sea posible, cómo se fue articulando el drama y la obra de su historia viviente, pues no creemos que ninguna fuente externa explicite más acabadamente ese proceso. En segundo lugar, intentaremos arribar a esa lectura bajo el trazado de su designio, tomando el acto de leer no como algo que hacemos, sino como algo que nos pasa.
Por esta prevención caemos inmediatamente en la toma de una posición: nuestro interés estará cifrado en comprenderlo, para apropiarnos de él. Esto no implica más que una precaución metodológica frente a quien, por haber sido su amigo, su discípulo y su biógrafo intelectual se arroga el privilegio de “completarlo” y mostrar lo “que pudo ser”. En efecto, nosotros no somos españoles “a fondo”, como lo exige Julián Marías,1 ni tampoco podemos dar cuenta, como él se ocupa de advertirnos, de una familiaridad con todo el pensamiento europeo. ¿Pero acaso por ello podríamos renunciar a aproximarnos a la verdad de la vida y la obra producida por Ortega? Creemos que no. En todo caso, ese doble requerimiento se constituye desde nuestra perspectiva —siguiendo a Ortega— en el límite que dibuja nuestra circunstancia, a partir de la cual se nos exige superarla y proyectar nuestra meta. Sin embargo, la conveniencia de emplear este atajo no debería ser interpretado como el deseo de desestimar a quien le conoce tan bien, sino como una formulación subjetiva que revivifica la misma impresión que tuvo Ortega al aproximarse al entendimiento de Goya:
... esto de saber, de verdad, que, de verdad, no se sabe, ...constituye el más difícil y delicado saber.2
Por otra parte, nuestro interés no es histórico, ni tan siquiera biográfico. Es mucho menor y por eso, más acotado y menos pretencioso: deseamos recrear las conexiones que guarda la Misión de la Universidad en el conjunto de la obra y la vida de su autor para nuestros días, para nuestro lenguaje, esto es, para inscribir sus creencias en otra trayectoria. Esa es nuestra vocación, no otra.
En vista de este objetivo, lo primero que emprendimos fue reconstruir la biografía del tema universitario en Ortega. Y esto se convirtió inmediatamente en nuestro más agudo problema, pues, en rigor, sólo había escrito un texto expresamente dedicado a ese tema y, además, según nuestra perspectiva, éste había quedado incompleto en sus desarrollos sustanciales. En segundo lugar, aparecieron las dificultades propias del cuerpo total de su obra. Ortega no sólo escribió como filósofo, sino también como ensayista, político, profesor, periodista y en numerosas ocasiones, además como crítico e historiador. ¿Por dónde atrapar el hilo que subyace a la conferencia que aquí nos interesa investigar? Es decir: ¿cómo estar ciertos de su intención al producir esas ideas?
Y esta precaución no debe interpretarse tan sólo como una incapacidad sintética de nuestra parte, sino como un afán rigurosísimo por encontrar la justa perspectiva que exige la lectura y comprensión de dicho texto. De ahí nuestro interés por ubicar el aquí y ahora en que se formularon esos enunciados. La pregunta pasó entonces a ser otra: ¿Quién es el hombre José Ortega y Gasset que escribe Misión de la Universidad en 1930? Para respondernos este interrogante hemos procurado abarcar la totalidad de su obra, tan amplia como diversa, para luego buscar en su interior los ángulos donde se apoyaron los cimientos de su pensamiento. Así, en el momento siguiente a elaborar este inventario comprensivo se dibujaron inmediatamente dos momentos, uno de génesis y otro de desarrollo, entre los cuales circulan las tres aristas más contundentes de su historia vital: como político, como espectador y como filósofo.
Seguramente podría haberse presentado su vida y obra de otro modo. Pero aquí hemos preferido mantener cierta separación entre las que fueron las diversas líneas por las que transitó, por vocación de entenderlo, mas no por contradecir la unidad en la cual intrínsecamente ellas se sostienen. Creemos, además, que de este modo nos mantenemos fieles a su legado antropológico —el hombre es su tiempo— permitiéndose un acercamiento a aquellas circunstancias en las que vació de lleno su vocación. Por otra parte, ya veremos por qué, su libro sobre la universidad es uno de los que exige más plenamente ser descifrado para hallar su sentido.
II. José Ortega y Gasset: Su vida y su obra
III. Misión de la universidad en José Ortega y Gasset
A. Biografía del tema universitario
Alguna vez, conversando con Fernando Vela, su discípulo, colaborador y amigo, Ortega se sorprendió a sí mismo hablando sobre la biografía de los temas.97 Para él, los temas vivían dentro del escritor de la misma manera que éste vive en el mundo, y a ellos les ocurría lo que al hombre en su circunstancia: todos tienen su destino. Algunos eran más afortunados, otros más desgraciados, algunos se anquilosan pronto y otros nacían fuera del tiempo que hubiera sido el más apropiado para su desarrollo. Y estas reflexiones eran absolutamente ciertas para su producción escrita. El había transitado por innumerables temas, pero no todos habían alcanzado el punto preciso al que se encaminaban sus intuiciones. Por eso es un deber ineludible para el lector, particularmente en esos casos, ubicar la biografía que le es propia.
Su libro Misión de la universidad, es uno de los escritos que requiere ser descifrado y completado a la luz del cuerpo total de su obra. Al decir esto queremos significar que se trata de un texto muy breve y quizás por ello, pleno de complejidad; lo que en él acontece invita a su aclaración; y si en nosotros no brota inmediatamente la imagen total de su pensamiento, no podremos hallar su significado y sentido auténtico. Es como si Ortega partiera de cierto entendimiento previo con el lector, en el cual adivina la predisposición a completar los desarrollos que le quedaron tan sólo enunciados. Hacia ese objetivo encaminaremos nuestros pasos siguientes.
Situémonos en el tiempo en el cual fue escrito: 1930. El autor tiene ya cuarenta y siete años, una edad que representa el pleno desarrollo de las aspiraciones surgidas quince años atrás y que, por ello, va a constituir el legado que deje como herencia a la generación que viene naciendo. Es la etapa de su plena madurez: se ha instalado definitivamente en la filosofía; se apresta a abandonar El Espectador, aquella tribuna desde donde ensayara su compromiso especulativo; sus libros comienzan a publicarse en el exterior y su actividad como político lo coloca en el momento de mayor participación pública. Es, en consecuencia, el año en que confluyen todas las perspectivas y todos los quehaceres, donde no casualmente se produce la publicación de su obra más difundida: La rebelión de las masas. Libro esencial para entender el que ahora nos ocupa y que remite, del mismo modo, al cuerpo íntegro de su pensamiento. Pero todavía se puede decir algo más.
En su origen, este volumen reconoce como antecedente inmediato una conferencia titulada “Sobre la reforma universitaria”,98 pronunciada en respuesta a una solicitud de la Federación de Estudiantes Españoles. Pero habiendo escrito tanto y sobre tan variados asuntos, resulta impensable que no se haya referido antes a la universidad. Es cierto que se pueden encontrar algunos artículos y también párrafos enteros dedicados a ella, pero esos fueron pensamientos ocasionales.99 Nunca antes se había dedicado expresamente a meditar sobre el tema, de ahí que ahora se deban realizar ciertos ajustes a aquellas ideas circunstanciales sobre la universidad. ¿Por qué? Si desandamos el camino recorrido hasta ahora junto a Ortega, encontraremos que la clave para entender esta cuestión se nos proporciona en dos momentos precisos y a través de dos enunciados no menos claros. Habíamos visto que en 1909, cuando aún se hallaba bajo los influjos del idealismo absorbido en Alemania, se había adelantado a decir:
...tanto de paz hay en un Estado cuanto hay de Universidad; y sólo donde hay algo de Universidad hay algo de paz.100
Idea en la cual ya habíamos sugerido reemplazar el vocablo “paz” por el de “cultura”, pues así se podía adquirir y acompañar el sentido más exacto que asumirían sus proposiciones en 1930. Pero existe también la posibilidad de introducir una segunda corrección, que viene de seguir fielmente la evolución de su pensamiento. En efecto, al acercarse a los años en que definió su teoría social,101 observamos que produce una reformulación en los significados dados hasta entonces al Estado y la sociedad, mostrando que lo realmente importante, lo que gravita en la vida de un pueblo es la sociedad y no la forma que revista el Estado. Luego, si modificamos los términos de la anterior definición, obtendremos una propuesta que se ajusta tanto más y en mejor medida a lo que expresó en su misión para la universidad:
...tanto de cultura hay en una sociedad cuanto hay de Universidad; y sólo donde hay algo de Universidad hay algo de cultura.
Ahora bien, ¿qué viene a significar esta relación? Tan sólo la constatación de una evidencia, la corelación de sus términos. Es decir, cuando se modifique uno variará el otro, y viceversa. Pero se debe entender que con tal observación sólo estaba interesado en describir el hecho, no en explicarlo. Lamentablemente, de esta formulación surgió otra, que expresa el razonamiento iluminista de toda
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