CIVILIZACION Y BARBARIE

CIVILIZACION Y BARBARIE

Capítulo 1

“Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitos e ideas que engendra”

En este capítulo comienza señalando la ubicación de la República Argentina dentro del continente americano, haciendo hincapié en la extensa tierra despoblada y su influencia en las pampas. Las vastas tierras estaban habitadas por los indios salvajes y eso generaba temor en los pueblos, ya que corrían peligro de una invasión en cualquier momento del día. Esta inseguridad de la vida que era habitual y permanente modela el carácter argentino, genera resignación estoica para la muerte violenta, indiferencia al dar o recibir la muerte, sin dejar impresiones profundas y duraderas. Uno de los problemas más importantes eran los problemas que habían para que se extendiera la civilización por todo el territorio, uno de ellos es la pampa con obstáculos naturales que impedían que los pueblos se comunicaran uno con otro. Pero también aclara una característica natural perfecta para lograr la comunicación que son las llanuras, cuyos obstáculos son casi nulos.

Buenos Aires es, para Sarmiento, la única ciudad con población civilizada, es la que está en contacto con las naciones europeas, explota las ventajas del comercio extranjero, es la que tiene el poder. Para él llegará a ser la ciudad más grande del mundo algún día. Es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí está todo lo que caracteriza a los pueblos cultos. Y su límite era el desierto donde terminaba cualquier señal de civilización.

Las provincias carecían de riquezas y estaban llenas de barbarie, le suplicaban ayuda a Buenos Aires pero nunca tuvieron respuesta. Según Sarmiento, las provincias se vengaron al mandarles a Rosas, y la barbarie comenzó a extenderse por todo Bs. As. Rosas llevaba riquezas y prosperidad para el interior, pero para Sarmiento lo único que las provincias recibían eran cadenas, hordas exterminadoras y tiranuelos subalternos, porque en vista de los unitarios ese mandato estaba en contra de la libertad y la civilización; Rosas les vendía una organización federal, pero terminó siendo un sistema unitario, ya que no había libertad de expresión, ya que perseguían a cualquiera que pensara diferente.

Una de las muchas comparaciones de Sarmiento es la que hace con las provincias del interior con Asia por sus orígenes barbaros, compara los orígenes naturales y los gauchos con los capataces. Según él la barbarie vive en las tierras que ponen a prueba al ser humano y la civilización debe trasformar esas costumbres arraigadas tras décadas.

Sarmiento distingue dos razas muy distintas, los españoles e indígenas, y la raza negra casi extinta, excepto por los mulatos (según Sarmiento eran el eslabón que distingue al hombre civilizado y el palurdo). La fusión de estas razas se distinguía por su pereza y su holgazanería. Otra comparación es entre las colonias alemanas y escocesas del sur de Buenos Aires con las villas del interior, para señalar la pobreza, descuido y el aspecto general de barbarie que se notaba en ciertos lugares. Luego de una declaración de un inglés que contaba las condiciones deplorables de los pueblos argentinos esta situación comenzó a cambiar.

Otro gran problema era la vida en los pueblos, las personas vivían alejadas unas de otras, tenían tierras propias, pero debían dividirse y vivir aislados unos de otros, solo quedaba una familia feudal reconcentrada. Sarmiento los comparaba con las tribus árabes cuyas comunidades vivían sin un territorio fijo, yendo de un lugar a otro pero siempre manteniendo su cultura, religión, tradiciones; de todos modos ninguna era una civilización y en ambas la barbarie era algo normal. También describe a ambos muy diferentes pero con el fin de aclarar que ninguna era una civilización; describe el municipio romano como la civilización antigua, las raíces de la moderna, y al feudalismo como la vida que había en las provincias de Argentina

Con respecto a la vida del hombre en el campo podríamos decir que las mujeres hacían casi todo el trabajo; y si tenían suerte, los hombres

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