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Características Del Siglo XX


Enviado por   •  13 de Mayo de 2015  •  2.126 Palabras (9 Páginas)  •  465 Visitas

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1) Describa, a grandes rasgos, las características y las transformaciones del siglo XX.

Hobsbawn caracteriza al siglo XX como un siglo corto que se inicia en 1914, con la Primera Guerra Mundial, y culmina en 1991, con la disolución de la URSS. Lo divide en tres etapas:

La primera empieza en 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, y termina en 1945, cuando finaliza la Segunda Guerra Mundial. La denomina como la época de las catástrofes ya que estas guerras significaron el quiebre de los cimientos de la sociedad.

En esta época se desencadenó una crisis económica mundial. Mientras la economía se tambaleaba, las instituciones de la democracia liberal desaparecieron prácticamente entre 1917 y 1942 como consecuencia del avance del fascismo y de sus movimientos y regímenes autoritarios satélites.

Una vez que el capitalismo liberal había conseguido sobrevivir a la depresión, el fascismo y la guerra, todavía tenía que hacer frente al avance global de la revolución.

Fue la Gran Depresión de 1930 la que hizo ver al socialismo como una alternativa viable a la economía capitalista, a escala mundial.

La segunda etapa comprende los treinta años posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Es conocida como la edad de oro debido al extraordinario crecimiento económico y a la transformación social.

La repercusión más importante y duradera de los regímenes inspirados por la revolución de octubre fue la de haber acelerado la modernización de países agrarios atrasados, sus logros principales en este contexto coincidieron con la edad de oro del capitalismo.

La edad de oro había creado una economía mundial universal cada vez más integrada cuyo funcionamiento trascendía las fronteras estatales e ideológicas.

La tercera etapa se inicia a mediados de la década de 1970 y culmina en 1991; es una etapa de descomposición y de crisis.

En este período el mundo capitalista comenzó a tambalearse de nuevo abrumado por los mismos problemas del período de entreguerras: el desempleo masivo, graves depresiones cíclicas y el enfrentamiento entre los mendigos sin hogar y las clases acomodadas, entre los ingresos limitados del Estado y un gasto público sin límite. Los países socialistas, con unas economías débiles y vulnerables, se vieron abocados a una ruptura radical con el pasado. No puede compararse el mundo de finales del siglo XX con el que existía a comienzos del período. Es un mundo distinto, al menos en tres aspectos:

*No es ya eurocéntrico. A lo largo del siglo se ha producido la decadencia y la caída de Europa, que al comenzar el siglo era todavía el centro incuestionado del poder, la riqueza, la inteligencia y la “civilización occidental”.

*Entre 1914 y 1990 el mundo avanzó en el camino que ha de convertirlo en una única unidad operativa.

*Desintegración de las antiguas pautas por las que se regían las relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de los vínculos entre las generaciones.

Con respecto a lo político e ideológico, a comienzos del siglo XX, surgieron fuerzas de cambio y movimientos de clase, de liberación nacional, y un incipiente movimiento feminista.

Desde los años sesenta y setenta nos encontramos en una fase caracterizada por el declive de los Estados voluntaristas y movilizadores. Mientras hace un siglo el escenario histórico estaba tomado por los actores políticos, ideológicos e intelectuales, en esta época, éstos comienzan a escasear. Las fuerzas de transformación son de carácter económico.

El auge del liberalismo que logró acabar con el Estado de movilización, no prefigura la construcción de un modelo alternativo de sociedad, ya que liberalismo no tiene un modelo de sociedad. Todos los controles que el mundo de la política ejercía sobre la economía están siendo eliminados, ya sea por razones políticas o ideológicas.

En esta época se asiste a la destrucción de los controles políticos, ideológicos y legales. En el mundo las actividades se comienzan a diferenciar entre las que forman parte del sistema de intercambio mundial y las actividades marginadas, excluidas o “informales”.

En las principales tendencias de los cambios se pueden identificar tres aspectos:

*La dimensión mundial del fenómeno originó la rápida destrucción de los sistemas (políticos, sociales, legales y culturales) de control de la actividad económica.

*Debido a la desaparición de estos sistemas de control triunfa el individualismo. Los ciudadanos comienzan a ser identificados como individuos independientes de los grupos sociales y culturales tradicionales a los que pertenecían.

*Estas fisuras y fracturas aparecen y se extienden en un mundo sin instituciones, un mundo cuya perspectiva es a la vez global e individual.

Estas tres líneas de reflexión tienen un aspecto común: los cambios son culturales, no sociales, esta es la principal diferencia entre fines del siglo XIX y fines del siglo XX. Al finalizar el siglo XIX, los actores, desafíos, problemas y soluciones eran sociales. El contexto estaba definido por el trabajo, la producción y las relaciones de producción, las clases sociales, los derechos sociales, etc. En la actualidad, los problemas tienen que ver con los fines de la actividad colectiva y no con los medios y, por lo tanto, generan problemas relacionados con la cultura y la personalidad. En el siglo XIX los esfuerzos del hombre para transformar el mundo repercutían en la naturaleza, mientras que los nuevos poderes de transformación repercuten sobre los seres humanos.

El primero de los aspectos es el debilitamiento del control social y político. Las sociedades ya no se organizan como mecanismos de reproducción o de control social, sino que se vive en sociedades de producción o transformación, en permanente cambio que jamás alcanzan un equilibrio en el plano del orden social. Esto produce anomia: descomposición de los sistemas normativos y un sentimiento de pérdida de raíces en los individuos que ya no se someten internamente a esas normas. Es un mundo de movilidad, de migraciones y cambiantes modelos de consumo. El poder de los mercados despierta reacciones defensivas que no son uniformes, y provocan una oscilación entre los atractivos del progreso y los de la tradición, entre ser y hacer, entre atributos y logros. Asistimos a un retorno a los atributos, a la pertenencia en términos de la identidad nacional, étnica, religiosa, local, sexual y familiar. Hoy en día se ensancha la brecha entre quienes viven en un mundo de cambio y de mercados, y quienes viven en una identidad restablecida

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