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Ciudadanía e Historia


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2021  •  Trabajos  •  1.566 Palabras (7 Páginas)  •  96 Visitas

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Ciudadanía e Historia

Ciudadanía, un concepto importantísimo para el desarrollo de cualquier democracia y por lo tanto, y desde mi punto de vista, ineludible para los que queremos ejercer el profesorado de historia. Entender quiénes somos y no dar por sentado nuestro ser debe ser la base de la educación en cuanto a la historia se refiere, si lo que queremos es guiar en la formación de futuros sujetos activos de la sociedad. Ahora bien existieron diferentes nociones de lo que significa ciudadanía, y estas fueron reelaboradas con la aparición de nuevas corrientes de pensamiento, y diferentes posturas políticas de los estados de turno a lo largo del mundo. A todo esto debemos reconocer el contexto actual, que se encuentra en gran medida atravesado por la Globalización y el Internet.

Si queremos una definición rápida de lo que es ciudadanía podemos remitirnos a la de Cortina Adela (1997), la cual menciona que esta es la “relación política en virtud de la cual un individuo es considerado miembro pleno de una comunidad política” (p.39). Lo que podemos dilucidar de esto es que se genera una tensión entre inclusión (entre los semejantes) y exclusión (entre los diferentes). Aunque la primera se vio fortalecida dentro del ámbito político en la modernidad como explicaremos más adelante. 

Definición de ciudadano.

El ciudadano es la expresión del ser humano libre en lo político, pero ligado a otros por derechos y deberes, es decir por una ley común. Somos libres de ser, no estamos ligados por otras razones, ya sean como a la estirpe, la raza, el pueblo de procedimiento, la tierra, la sangre, la religión, etc.

Lo que difiere con las definiciones nacionalistas (con sus identidades previas diría Fernando Savater) que se remiten por ejemplo en el caso español a la existencia de un pueblo eterno unificado por nacer en la península ibérica, ser profesantes católicos, compartir una historia pasada gloriosa de recuperación y redención frente a un enemigo en común (este enemigo cambia a través del tiempo y paso de ser el moro que “roba nuestras tierras” a ser el negro que “roba nuestro trabajo”), pasado al que el nacionalismo piensa que debe volver y obviamente un idioma que los une entre muchos otros factores culturales en común. O al caso Argentino, unificado por una historia de independencia, de lucha, de próceres que hicieron la conformación de la argentina, reforzado en el ámbito educativo por una historia nacionalista, y tomado por las dictaduras argentinas para la unificación del pueblo en su proceso de reorganización nacional, donde claramente pregonaba una definición completamente contraria a la que nos presenta el autor Fernando Savater, con la religión, la patria y la familia como eje central del ser argentino, basándose en la existencia irrevocable de valores, de moral cristiana, como así de dignidad y tradición argentina.

Ahora bien como ciudadanos según Savater contamos “la capacidad de ser diferentes a todos los demás o de parecernos quienes queramos”, a precio de aceptar las leyes bajo las que vivimos. Es decir, la libertad que nos da la ciudadanía es la de “dibujarnos” (yo diría de construirnos) a nuestra elección en nuestra vida.

Ciudadanías a través de la historia

Como ya dijimos la anterior definición es simple y no engloba dos de las más grandes y antagónicas nociones de Ciudadanía. Estas dos nociones, que por cierto son tradicionales, están vinculadas a experiencias históricas concretas y defienden valores y visiones de cómo hacer política bastante diferentes. Por un lado tenemos a la noción republicana de ciudadanía, esta tiene como vínculo entre individuos la participación y el compromiso de los mismos dentro la esfera política, puesto que “los hombres pueden y deben buscar conjuntamente su bienestar” (Candoti, 2020, p.57). Esta noción tiene como origen a la Democracia Ateniense, y obviamente como su origen, tambien es excluyente, puesto que las exigencias que presentó hizo que la ciudadanía solo pertenezca a “aquellos capaces de independencia material, social e intelectual” (Ignatieff, 1995, p.57), difícil de lograr en ese contexto histórico. Y por el otro lado encontramos a la noción liberal de ciudadanía, la que defiende que ésta es un título, el cual otorga derechos individuales reconocidos por un estado, donde la política pasa a ser una herramienta de garantizar estos derechos y garantizar la autonomía de cada individuo, puesto que la realización ya no es comunal sino individual, dentro de lo privado y no en lo público. Esta noción ya no exige como la anterior un alto nivel de protagonismo en la esfera política, puesto que el gobierno es delegado, ya que la ciudadanía se ve ligada simplemente a una integración mediante la atribución de derechos.

Podemos encontrar su origen en Roma, aunque a diferencia de la mas actual, la noción romana de la ciudadanía aún mantenía en alto a la comunidad, por lo que esta condicionaba a los individuos. Todo esto cambiaría con la llegada de la ilustración, donde el ciudadano pasaría ahora a ser considerado anterior y más valioso que el estado. Es más en el siglo XVIII nos encontraríamos en un contexto de una primitiva inclusión, con la ampliación de los individuos incluidos como ciudadanos, con el olvido de la diversa condición social de los individuos dentro de la esfera política, y la extensión de los derechos protegidos (derechos civiles, políticos y sociales).

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