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Ensayo sobre Memoria, historia e identidad. Una reflexión sobre el papel de la enseñanza de la historia en el desarrollo de la ciudadanía


Enviado por   •  15 de Mayo de 2017  •  Resúmenes  •  1.891 Palabras (8 Páginas)  •  553 Visitas

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2. Memoria, historia e identidad. Una reflexión sobre el papel de la enseñanza de la historia en el desarrollo de la ciudadanía

Memoria colectiva, historia e identidad son palabras que se refieren a conceptos centrales en la vida individual y colectiva. Puede decirse que apelan a algunas de las grandes preguntas que nos hacemos de manera recurrente cuando reflexionamos sobre nuestra vida individual o colectiva. En lenguaje llano, podríamos decir que la memoria es lo que nos permite plantearnos de dónde venimos; la identidad nos conduce a la pregunta sobre qué es lo que somos, mientras que la historia nos hace reflexionar sobre adonde apunta nuestro destino, hacia nuestro futuro, al mismo tiempo que vincula tres regiones temporales-el pasado, el presente y el futuro- en las que se despliega nuestro ser individual y colectivo.

 Nuestro propósito aquí no va a ser aventurar respuestas sustantivas a estas grandes preguntas. Nuestro intento va a ser mucho más modesto: vamos a tratar de reflexionar sobre las preguntas mismas, y lo vamos a hacer situándonos en la encrucijada entre la psicología, las ciencias sociales, las humanidades y la filosofía.

 El reto ante el que nos encontramos es el de construir una ciudadanía responsable, que sea capaz de articular su identidad en el seno de una estructura sociopolíticas que está en proceso de transformación.

 Entendemos como el nosotros al que pertenecemos- la transformación con la llegada de inmigrantes con acervos culturales diferentes. En definitiva, esta transformación de la ciudadanía misma, de los ámbitos de participación ciudadana y de la cives, nos debe llevar a reflexionar sobre la propia constitución de la identidad de pertenencia, sobre como constituimos nuestra identidad personal.

Función simbólica y constitución del tiempo y los objetos permanentes

  Paleontólogos y arqueólogos dicen que el signo distintivo de la humanización reside, precisamente, en el reconocimiento de signos de culto a los muertos; es decir, en la evidencia de la capacidad de representarse un futuro, de recordar lo pasado, de construir símbolos para significar lo ausente.

  Solernos asumir que el mundo está constituido por objetos estables. Sin embargo, fenoménicamente, nuestra experiencia inmediata se produce en una especie de presente

continuo, lleno de instantes fugaces en los que los objetos se nos hacen presentes en cada acto perceptivo en virtud de experiencias cambiantes.

  Los signos elaborados por la cultura en el pasado contribuyen así a construir un mundo estable, a regular el flujo temporal, estableciendo diferentes pasados, fijando presentes de distinta longitud y permitiendo la imaginación de futuros posibles. Esta misma función simbólica tiene un origen natural, es producto de la orientación de la acción, permite dar sentido a la acción individual y, a través de la comunicación, hace posible la construcción de sentidos compartidos, de significados culturales, y, con ello, la aparición de la historicidad, de la memoria.

Memoria e historia

 La memoria, como algunos dicen de la historia, está hecha de tiempo. Pero los psicólogos tratamos el tiempo de maneras diversas cuando hablamos de memoria.

 Cuando hablamos de memoria semántica, cuando nos referimos a las bases de conocimientos que han de construirse para poder apropiarse de los saberes sociales acumulados por la cultura.

 Cuando hablamos de memoria episódica, la que recoge la mudanza de las cosas, la sucesión de diversos presentes en el transcurrir de los tiempos pasados, devolvemos

al tiempo su fluir. Incluso combinamos fluidez y permanencia cuando hablamos de memoria autobiográfica, en la que las circunstancias cambian, pero el yo parece permanecer.

  Si la memoria individual es una base imprescindible para la constitución de un yo-mismo capaz de dar orientación a sus acciones, la memoria colectiva, en su forma institucionalizada, la historia, es un elemento fundamental para la constitución de las entidades colectivas, de los nosotros en cuya pertenencia nos reconocemos.

  Las prácticas científicas y técnicas vendrían a ser algo así como las encargadas de

elaborar la memoria semántica de la cultura.

  Si acabamos de caracterizar las ciencias como una forma institucionalizada de la memoria semántica cultural, la historia seria la forma institucionalizada de la memoria episódica y autobiográfica del grupo. Es ella la que permite dar estabilidad al nosotros, y significación y sentido al ser de ese nosotros en relación con los eventos que se recuperan y el momento en que se evocan.

  Ni la ciencia es la única practica cultural que acumula conocimientos sobre las cosas, ni la historia tiene el monopolio de la producción de relatos sobre el pasado colectivo. Lo que caracteriza tanto a la ciencia como a la historia, frente a las practicas artesanales que las han precedido en el tiempo y con las que comparten las mismas funciones sociales, es que son prácticas regladas e institucionalizadas, destinadas a la producción de saber declarativo, expresado en formas discursivas normalizadas y con procedimientos para su verificación.

  La ciencia y la historia son instituciones que han nacido de la acumulación de saberes y de la división social del trabajo.

¿Acontecimientos del pasado colectivo, y los avatares del propio ser colectivo son irrelevantes?

  Para que exista un sentido de comunidad, para que haya una orientación común entre quienes la constituyen, para que haya metas que den significación a las acciones compartidas, es preciso tener modos compartidos de evocar acontecimientos

de un pasado común, aquellos que nos constituyen como un nosotros imaginado al que nos afiliamos o queremos afiliarnos.

  Paralelismo entre memoria individual y saberes colectivos, planteamos que si se intenta que el estudiante se apropie del saber acumulado de las ciencias -tanto de sus contenidos como de los procedimientos para la construcción de conocimientos, las metodologías, el talante critico que posibilita la propia construcción del saber.

  La historia, si es que se quiere que tenga un valor formativo, es entonces un instrumento para la metacognición y la toma de conciencia, para la ganancia de control sobre las acciones individuales y colectivas. En definitiva, para participar en la construcción del futuro.

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