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De Mujeres Y Otras Bestias Medievales


Enviado por   •  26 de Abril de 2015  •  2.470 Palabras (10 Páginas)  •  178 Visitas

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De mujeres y otras bestias medievales

“…ciertamente que cualquier mujer nacida con un gran talento en el siglo XVI,

se habría vuelto loca, se habría suicidado o habría terminado sus días

en una cabaña aislada, apartada del pueblo, medio bruja,

medio maga, temida y objeto de escarnio”.

Una habitación propia, Virgia Woolf.

Traducción de Gioconda Belli.

Aunque se hable del siglo XVI, aquella mujer de la que habla Virginia Woolf, va a ser la herencia, la nieta de la bruja medieval. Tratada como loca, como hereje, como seductora… la bruja que señalamos en nuestros días, esa mujer que peca por bella, por sabia, por irreverente y por misteriosa, esa que atrae y asusta es la bruja que bautiza la edad media en su mundo de miedos e imaginarios que aún nos rondan, con el miedo a las pociones y los gatos negros.

Mujer bruja arde mejor que solo mujer

Silvia Federici va a retomar la idea de que “la mujer-bruja, sostiene Merchant, fue perseguida como la encarnación del «lado salvaje» de la naturaleza, de todo lo que en la naturaleza parecía alborotador, incontrolable y, por lo tanto, antagónico al proyecto asumido por la nueva ciencia.”. (Federici, 2004).

Esta mujer descrita desde la actualidad podría ser cualquiera que se siente a su lado: sensible, conocedora de la naturaleza, observadora, desafiante, de genio inestable, risueña, altiva, sabia, bella o ya arrugada… la bruja es la naturaleza hecha humanidad y por ello da miedo, porque la naturaleza siempre ha sido algo de lo que el hombre necesita y por ende de lo que depende; es algo que quiere dominar pero que siempre suele salirse de sus manos; y es algo que cree conocer pero que siempre lo sorprende. La mujer es la naturaleza que lo cautiva, lo ata y lo intriga, y que por ende lo asusta.

Desde el siglo XIII donde se puede plantear el inicio de las inquisiciones a herejes bajo las órdenes del papa Alejandro IV, aparece el papel de la bruja como la mujer que es denunciada por pagana. Este será el primer elemento de escarmeno social, que no sigue los estamentos de la religión y se sospecha que pertenece y dirige.

Desde el año 1000 podríamos hablar de la partera, de la curandera y herbolaria como la mujer que viaja por el pueblo y en ocasiones entre pueblos para suplir los oficios de medicina que no cumplía nadie entre las gentes pobres. Se la puede imaginar como la mujer soltera que llega con raros instrumentos, siempre en las situaciones de riesgo de la vida, donde aquel que ayude se le regala pan, posada y el cielo si se pudiera. Por ello la bruja también será peligrosa para el poder. De hecho, “cuanto mayor fuera la capacidad satánica de los campesinos para resolver sus propios problemas, menos dependerían de Dios y de la Iglesia y mayor seria el riesgo potencial de que emplearan esas facultades para oponerse a la ley de Dios”. (Enrereich; English, 2006).

La bruja será la cabeza visible de uno de los procesos que la iglesia medieval ataca: los posibles actos paganos. Como lo recalcaban Enrereich y English: “cualquier organización campesina, por el mero hecho de ser una organización, atraía a los descontentos, mejoraba los contactos entre aldeas y establecía un espíritu de solidaridad y autonomía entre los campesinos”. Y esto era algo que no se quería pues los imaginarios y la fe que crea la Iglesia católica medieval se basan en el miedo al otro, a lo desconocido o lo pagano.

Este será un problema que trascenderá en el tiempo. Por ejemplo en el siglo XV, la contrarreforma, luego de realizado el Concilio de Trento va a atacar con dureza a los curanderos y brujas por el miedo a sus poderes satánicos pero más a sus profundas raíces en la cultura de las comunidades donde habitaban (Federici, 2004). Se necesita expropiar a la bruja de sus cualidades de curandera y sanadora, y sus hierbas son llamadas venenos, sus conocimientos adquiridos por medio de la tradición oral serán inspiración del demonio, sus actitudes y características serán estigmas para perseguir... Se racionalizan sus saberes en el pecado y de esta manera se adquiere una excusa para atacarla y de allí será que quedará la bruja que conocemos hoy en los relatos para niños. Atrás queda la mujer sabia y sensible que trata no solo las enfermedades que no cura la comunión; aquella que se ocupa del corazón y los males del alma que tampoco aplacan las confesiones.

La bruja será ataca y perseguida no solo por sus conocimientos de herbolaria y anatomía, también lo será porque se la busca por razones de amor, por posiciones para los nervios, por hechizos para la buena suerte, por un consejo para los males del alma. Será desacreditada en una búsqueda para explicar su papel social, donde la Iglesia la describirá persona que además de pagana vive en la ignorancia y la imaginación, se deslegitima el discurso de su saber que producía miedo en esos entes de poder. Se busca que pase de ser la base del imaginario, y por eso deja de ser amenaza, porque ya se puede controlar su naturaleza. De alguna manera se va a aceptar su figura en la sociedad hasta hoy pero desde un claro antagonismo de bien y mal, razón e imaginación, hombre y mujer, naturaleza y ciudad.

La mujer bruja será en conclusión sinónimo de lo salvaje, de lo indomable y desconocido, que hay que quemar como los bosques donde se esconde. Es quizá la representación más patente de lo femenino ligado a la naturaleza y por ello es que todo lo suyo se relaciona con ésta misma: sus remedios son hierbas, su compañía, sus características y hasta sus facultades son de animales. Sus ritos incluyen al macho cabrío, su saber remite al sabio búho, sus movimientos son como los del gato, siempre tiene una rana cerca y sus venenos son tan potentes como los de las serpientes; adquiere sus poderes del cuerno de un unicornio o del colmillo de un basilisco y cerca de su guarida siempre hay un dragón.

Una bestia faltó en el bestiario

La relación del hombre con los animales ha sido desde siempre profunda. Desde las tribus nómadas de hace doce mil millones de años, se busca adoptar la fiereza del tigre, el poder del oso, la agilidad del águila… Desde fenómenos tan simples como el totemismo se puede observar un fuerte lazo entre las características de un animal con las representaciones sociales de los humanos, pues por ejemplo el guerrero portará con orgullo el diente de su presa y su piel, mientras que el chamán portará las plumas y conservará

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