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Diaspora Africana


Enviado por   •  28 de Abril de 2015  •  12.930 Palabras (52 Páginas)  •  410 Visitas

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LA DIÁSPORA AFRICANA EN EL GRAN CARIBE Y EL CARIBE COLOMBIANO

Lecturas complementarias:

 De Friedemann Nina y Jaime Arocha. De Sol a sol. Los códigos del sol y Vahos de muerte sobre el Atlántico.

 Palenque, primer pueblo libre de América, patrimonio oral e inmaterial de la humanidad. Entrevista por María Esperanza Palau. Revista Anaconda.

 Abolición de la institución de la esclavitud en Colombia y responsabilidad políticas a favor de la población afrocolombiana. Juan de Dios Mosquera M.

Europa concibió el proyecto de inseminar la matriz caribeña con la sangre de África y esto produjo no menos de diez millones de esclavos africanos convirtiendo la historia del Caribe en uno de los hilos principales de la historia del capitalismo mundial. (Benítez Rojo A. 1998). Lo anterior nos invita a analizar uno de los hitos de la historia humana más indignante y reprobable, cual es el comercio de seres humanos arrancados del África y, en tierras Caribe, esclavizados en las minas, las haciendas o como sirvientes personales en las casas de sus amos, que soportaron horrendas condiciones de reclusión en los puertos, hacinamiento infrahumano en los barcos negreros, de donde salían quejidos y lamentos, maldiciones y gritos en el vaho de la muerte; sometidos a castigos y azotes y a la sumisión; convertidos en instrumentos de producción, en valor de intercambio, creadores de riqueza, impulsadores de la máquina plantaciones y la minería del oro, además de permitir, en palabras de Wallerstein, la vinculación del Caribe a la Economía Mundo, en el momento mismo que la empresa de Colón se lanzó al “descubrimiento” de América.

En el pasado, los inmigrantes desnudos, como los llamó Miampika, esa diáspora en América que la ruta transatlántica permitió, enfrentaron las asimetrías económicas, políticas y culturales asumiendo una y mil formas para vencer la subordinación y la anomia a la que eran sometidos por el sistema esclavista imperante en el Caribe; ese Caribe que, gracias a los avances científicos representados en los adelantos de los conocimientos y tecnologías del transporte y la posible redondez de la tierra, contribuyó a la primera globalización económica (Abello A., 2003). En tiempos coloniales sus saberes, su memoria, sus estrategias de huida o de enfrentamiento hicieron posible la supervivencia y la autonomía dentro de los estrechos márgenes dejados por el sistema esclavista. Fueron capaces de resistir la Europa de la espada, la cruz y el látigo. Y hoy, los descendientes de los esclavizados traídos en el marco de la trata negrera, lo siguen haciendo a pesar de que la historia siempre ha pretendido negar el pasado esclavista, silenciar sus aportes a la construcción de las naciones caribeñas y arrojarlos a las filas de los marginados o convirtiéndolos en actores potenciales del conflicto.

Pero de igual manera, también es preciso ahondar en las múltiples formas de africanía que pueblos de diversos territorios, lenguas, religiones y cosmovisiones crearon para resistir a la sujeción, a la subordinación, a la esclavización asumiendo formas de libertad e identidad humana, de creación en medio de la opresión, que haciendo énfasis en la creación cultural, a partir del único artefacto que pudieron embarcar: la memoria, resistieron y se convirtieron en cimarrones armados, capaces de construir aldeas fortificadas –palenques- o cimarrones de espíritu aptos para sabotear las minas y haciendas de los amos mediante embrujamientos y hechicerías. Y actualmente todavía se resisten a dejar morir ese conjunto de saberes, técnicas, oficios en medio de ideas heredadas de la mentalidad esclavista colonial que los inscriben en la discriminación racial que Nina de Friedemann ha definido como invisibilidad o negación del pasado africano de los afrodescendientes esclavizados en estos territorios. En el caso concreto de nuestro país, es evidente la negación sistemática del aporte de los afrocolombianos a la construcción de la Nación y su confinamiento como grupo étnico racionalizado, señas del valor de seres inferiores que el estado y sus élites, hasta hoy, le han asignado desde la abolición de la esclavitud.

Actualmente cuando la vida de los pueblos y naciones se circunscribe en el fenómeno mundial de la lógica capitalista expresados en la globalización y transnacionalización comercial, productiva, tecnológica y financiera, las comunidades afrodescendientes, siguen enfrentando procesos de

exclusión social y económica, donde se conjugan la pobreza creciente, la marginalidad, la segregación racial heredada de la Colonia, las exclusiones, la inequidad, la desigualdad evidenciando cómo se expanden y acentúan las brechas de la globalización, los efectos devastadores de la expansión del capital mundial y la actual globalización. Hoy miramos cómo se perpetúan las condiciones de estas comunidades que por siempre en la historia han estado invisibilizadas, que fueron deportadas a la fuerza por el Atlántico y esclavizadas en América.

Siguen, de sol a sol, enfrentando la explotación, la carencia de poder político, el desplazamiento forzado, las necesidades básicas insatisfechas a pesar de los procesos de movilización social y legal que se han dado por su “reconocimiento”; persisten impedidos en un mundo que insiste en negar el pasado africano y erosiona la convivencia dialogal. Son los desterrados del África y esclavizados en tierras americanas, cuya terca persistencia histórica ha dejado huellas indelebles y vigorosas en el Caribe, y su testimonio vivo y actual está presente en San Basilio de Palenque, denominado primer pueblo libre de América. A pesar de todo, las violencias étnico-raciales persisten en las sociedades latinoamericanas y caribeñas que han configurado una evidente cultura de la exclusión determinada por el color de la piel y los trazos fenotípicos, que en muchos casos “valida” el lugar que se ocupa en la jerarquía social (Mosquera, 2005)

Desde del siglo XVI, el cimarronismo y los palenques constituyeron la mayor estrategia de sobrevivencia cultural y de lucha por la libertad, convirtiéndose en auténticas formas de movilización de los esclavizados, proyecto de resistencia contra la opresión. Las luchas cimarronas desencadenaron la desestabilización del sistema colonial a tal punto que en el Virreinato de la Nueva Granada, el movimiento cimarrón y la formación de palenques significaron la resistencia contra el régimen colonial español. Así lo registran los cronistas al reseñar el levantamiento del palenque de la Ramada, en Santa Marta en 1529 y el de la Matuna, organizado por el legendario Benkos Biohó, en los montes de la Sierra de la María, al sur de Cartagena, durante el siglo XVII.

En definitiva, los palenques como lo señala Aquiles Escalante sintetiza la insurgencia

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