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EL reformismo


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2017  •  Tareas  •  3.669 Palabras (15 Páginas)  •  183 Visitas

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Reformismo. Corriente política en el interior del movimiento obrero; niega la necesidad de la lucha de clases, de la Revolución| socialista y de la dictadura del proletariado, aboga por la colaboración de las clases y confía en que por medio de reformas es posible convertir el capitalismo en una sociedad de "prosperidad general".

El método reformista puede ser, según las circunstancias, una solución sucedánea de la revolución. Llamo reformismo a la transformación institucional profunda y rápida del Estado hecha por medios pacíficos. Esta transformación se instrumenta principalmente por el órgano legislativo. La solución reformista  —que algunos impropiamente llaman “revolución pacífica” o “revolución desde arriba”, ignorando que la violencia es una de las características esenciales de la revolución—  es difícil, aunque no imposible, porque los grupos de privilegio económico, que están apoderados de los órganos gubernativos o que influyen sobre ellos, dificultan todas las transformaciones que puedan afectar sus intereses económicos y sociales y su estilo de vida. Estos grupos suelen utilizar en su beneficio el aparato estatal. Hacen leyes que protejen sus privilegios y, naturalmente, se oponen a que cambie una organización social que tanto les favorece. Esto complica la posibilidad del reformismo como solución de cambio social. Pero, en todo caso, las dificultades del reformismo son infinitamente menores que las de la >revolución.

            El reformismo no se hace desde el gobierno sino desde el poder. Quiero decir con esto que no es suficiente llegar a los mecanismos formales del mando político sino además al control de los poderes fácticos que operan en una sociedad y que se oponen a todo cambio que pudiera poner en peligro su situación de privilegio.

            Los <poderes fácticos son aquellos que no surgen de la ley, ni están por ella reglados, sino que nacen de la dinámica de las relaciones sociales. No son por tanto poderes formales, jurídicamente regulados, sino poderes informales ostentados y ejercidos de facto por individuos o grupos para defender intereses económicos y sociales de carácter particular dentro de la sociedad. Ellos radican principalmente en los sectores empresariales, los medios de comunicación social, las iglesias, los estamentos militares, los <grupos de presión, ciertas <organizaciones no gubernamentales (ONG), las <mafias y otras entidades cuyas potestades, no previstas ni autorizadas por la ley, son sin embargo muy eficaces a la hora de la toma de las decisiones en la vida social.

            Estos poderes, que generalmente se mueven en la penumbra, han demostrado a lo largo de la historia tener mucha fuerza, ya como poderes de promoción de una idea, iniciativa o interés, ya como poderes de disuasión o de intimidación sobre los mandos del Estado. Actúan desde la sombra, condicionan el ejercicio de la autoridad política, influyen sobre los medios de comunicación social, moldean la opinión pública, ejercen influencia sobre el pensamiento y la acción de las personas e intimidan o persuaden a quienes tienen la atribución de tomar decisiones.

            Son poderes invisibles pero no por eso menos reales.

            Frente a ellos, el reformismo, en la medida en que se mueve dentro de la ley, resulta menos eficaz y menos rápido que la >revolución para someterlos e instrumentar los cambios políticos, sociales y económicos. La constelación de poderes fácticos que opera en los Estados de Derecho de corte occidental opone tenaz resistencia a los cambios estructurales propuestos por el reformismo y utiliza todos los métodos lícitos e ilícitos que están a su alcance para oponerse a ellos.

            Para poner en evidencia la fuerza de los poderes fácticos en las sociedades democráticas o seudodemocráticas de Occidente resulta muy aleccionadora la experiencia del presidente Salvador Allende en Chile durante su fugaz gobierno entre el 3 de noviembre de 1970 y septiembre 11 de 1973, al frente de la coalición de fuerzas de izquierda y centro-izquierda denominadaUnidad Popular, que se propuso encontrar la “vía chilena al socialismo”. Allende  —no obstante ser marxista—  optó por el reformismo y no por la revolución y se propuso hacer los cambios desde el gobierno: instrumentar lo que él llamaba la“revolución desarmada”. Pero en el camino vulneró los intereses económicos concretos de los grupos sociales aventajados y de las empresas norteamericanas afincadas en Chile, hasta el punto que el presidente Richard Nixon de los Estados Unidos tomó la decisión de hundir la economía chilena como medio de acabar con Allende. Eran los años de la <guerra fría y obviamente al gobierno norteamericano le eran preferibles dictaduras militares domesticadas antes que democracias incómodas en América Latina.

            Allende expropió las minas de cobre en poder de empresas norteamericanas, estatificó la banca, socializó 3.800 latifundos privados, nacionalizó seis millones de hectáreas de tierra agrícola, afectó a cuatro mil latifundistas, nacionalizó noventa empresas que manejaban áreas estratégicas de la economía y estableció la “escuela nacional unificada” (ENU), que sometió a la educación pública y a la privada a los mismos parámetros y programas de estudio laicos.

            La respuesta de los sectores empresariales privados fue la fuga de capitales, la desinversión, el boycot a la producción y la estrangulación del proceso económico.

            Sin duda, Allende fue más allá de lo que la cultura política del Chile de los años 70 se lo permitía. La cultura política es el conjunto de conocimientos, tradiciones, valores, intereses, mitos, creencias, juicios de valor, prejuicios, opiniones, prácticas, percepciones, sensibilidades, hábitos, costumbres, recuerdos históricos y símbolos de una comunidad, que orientan y condicionan su comportamiento político. Es cierto que las revoluciones se hacen precisamente para desgarrar la cultura política predominante, pero no es menos cierto que la “revolución desarmada” como la que Allende pretendía  —que, en realidad, era reformismo—  resultó imposible y que se tornó muy difícil “avanzar sin transar”, como decían los chilenos de izquierda por esos años, a pesar de que los trabajadores estaban en la calle gritando “el pueblo, unido, jamás será vencido” y otras consignas revolucionarias. Pero el reformismo no se hace desde el gobierno sino desde el poder y Allende lo que en realidad tenía era el gobierno. El escritor colombiano Gabriel García Márquez, con mucha agudeza, observó después que la contradicción más dramática de Allende fue “ser, al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado”.Quienes sufren esta contradicción son reformistas pero no revolucionarios porque, según lo dijo Marx hace muchos años, la violencia es la “partera” con ayuda de la cual una vieja sociedad da a luz una sociedad nueva.

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