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El Imperio De Maximiliano


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2014  •  2.059 Palabras (9 Páginas)  •  363 Visitas

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La última monarquía en México: el fracaso del imperio de Maximiliano

Araceli Ramírez Rubio

Para probar lo anterior el ensayo está divido en dos apartados. El primero tiene como propósito demostrar que existía un rechazo social a la monarquía y se sustenta con citas del documento “La convención franco-austriaca de Miramar” de Francisco Zarco. El segundo apartado está dedicado a evidenciar que el Imperio de Maximiliano no pudo consolidarse porque, ante la deserción del gobierno francés, fue incapaz de desplazar a la república. Se hará referencia a los Tratados de Miramar, documento que estipulaba las obligaciones de los gobiernos de México y Francia respecto al Imperio, con el fin de constatar que el gobierno de Maximiliano dependía ampliamente del apoyo francés para el sustento de la corona.

La percepción social

En 1863 los conservadores le ofrecieron la corona de México por segunda vez a Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria y príncipe de Hungría, sin embargo, éste se negó a aceptar de inmediato y declaró que “del resultado de los votos de la generalidad del país, es de lo que debía hacer depender en primer lugar la aceptación del trono que [le era] ofrecido”. De esta forma, para 1864, una vez que le fue mostrada un acta con firmas de personas adheridas al proyecto monárquico, Maximiliano decidió ocupar el trono mexicano. Es decir, el futuro emperador de México estaba consciente de lo importante que era la opinión social para la instauración y la solidez de un gobierno.

Sin embargo, en cuanto Maximiliano llegó a México se dio cuenta de que la supuesta acta de aprobación social no era confiable. Muestra de lo anterior fue la publicación del documento titulado La convención franco-austriaca de Miramar. Ahí se señaló al emperador como al “advenedizo al que se le llama a reinar”. Por lo tanto, se hizo evidente el rechazo que existía ante la idea de aceptar a un extranjero como emperador de un país en el que la monarquía no era un objetivo generalizado.

Desde la consumación de la independencia se formaron dos facciones: la conservadora y la liberal. Constantemente ambos grupos se enfrentaron tratando de imponer su proyecto de nación empero, el uno y el otro lo habían hecho valiéndose de colaboraciones nacionales. Cuando los partidarios de la monarquía es decir, los conservadores se dispusieron a buscar en naciones extranjeras apoyo para su proyecto nacional ofendieron a “las clases todas del pueblo que eran hostiles a la monarquía, y sobre todo a la dominación extranjera”. Es decir, no era extraño pensar que Maximiliano y su imperio fueran ampliamente rechazados.

El sometimiento que significaba para la población mexicana la instauración de la monarquía se agravó por el apoyo del gobierno francés en el establecimiento del imperio. Su intromisión se vio como “un mercado indigno, un tráfico de dos extranjeros que se repartían los despojos de todo un pueblo”. Así, México se convirtió en el objeto de “la insaciable voracidad del francés” y el capricho cumplido de aquél que ansiaba llamarse emperador.

El que México tuviera en su historia la experiencia de una colonia de 300 años y las invasiones estadounidenses y francesas generó, en la mayoría de la población, una resistencia a la presencia extranjera pues veían a ésta como un retroceso en los logros políticos obtenidos durante los años de independencia. Así pues, “lo criminal, lo infame, lo abyecto, lo odioso de los conservadores […] consist[ió] en que viéndose en minoría, por el placer de consumar sus venganzas, […] traiciona[ron] al país, […] vendi[eron] su independencia y […] tra[jeron] [de nuevo] el látigo de la conquistas

La intervención supuestamente era respaldada por la mayoría del pueblo mexicano. No obstante, el apoyo podía ser cuestionado al observarse la dependencia monárquica del ejército francés. Si es que era deseable la instauración de Maximiliano como emperador de México, entonces no existían razones que justificaran la presencia de la armada extranjera sosteniendo su corona puesto que “entre los cinco millones de habitantes que le [eran] adictos no tardaría diez días en hallar veinte mil soldados” que conformaran su propio ejército.

Es evidente entonces que las precauciones tomadas por Maximiliano antes de aceptar el trono de México fueron fútiles. Desde su llegada al país le resultó evidente el rechazo del que era víctima, por ende, jamás tomó la decisión de deshacerse del apoyo proporcionado por Francia. De hecho, su “trono estaba apuntalado por las bayonetas francesas; si ellas le faltaban se hundiría y se desplomaría” e incluso debió saber que entre los nacionales “el número de traidores [era] reducido, y […] si [tenía] algo de buen juicio, deb[ió] ir conociendo que con tales hombres no [podía] fundar nada estable”.

El imperio contra la República

Cuando Maximiliano decidió convertirse en el detentor de la corona del imperio mexicano, Francia vio esta empresa como una oportunidad para compensar sus pérdidas económicas derivadas de la suspensión de los pagos de la deuda externa decretada por Juárez. Asimismo, dada la política expansionista de Napoleón III, apoyar el proyecto imperial en México significaba adquirir una nueva zona de influencia para Francia. De esta manera, en cuanto Maximiliano se decidió a aceptar la propuesta de la facción conservadora, Francia firmó con el futuro emperador los Tratados de Miramar.

Dicho documento es de vital importancia para entender el desarrollo del imperio mexicano. Los 18 artículos oficiales más los tres secretos que conformaban los tratados giraban en torno a dos temas: el apoyo militar brindado a Maximiliano por parte de Francia y las obligaciones económicas del futuro emperador para con su mecenas. De esta manera, los Tratados de Miramar dieron al imperio una estructura institucional básica sobre la cual podría construirse el resto del proyecto monárquico, entiéndase el cuerpo militar. Contar con un ejército fuerte, grande y bien organizado significaba tener un punto de apoyo bien definido que permitiría al emperador un espacio de acción superior al que tendría sin la milicia.

No obstante, hay detalles que no pueden pasarse por alto cuando se leen los Tratados de Miramar. En primer lugar es evidente el interés económico que guiaba las decisiones del monarca francés pues, de los 21 artículos totales que conformaban el documento, nueve estaban dedicados a especificar los pagos que México debía cubrir por el apoyo proporcionado para la instauración del imperio. En otras palabras,

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