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Escuela Lancasteriana


Enviado por   •  21 de Agosto de 2012  •  1.760 Palabras (8 Páginas)  •  1.366 Visitas

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ESCUELAS LANCASTERIANAS

Este tipo de educación es considerado un método perfeccionado y a quien se le atribuye mayor reconocimiento es a Joseph Lancaster, quien preocupado por que los niños de escasos recursos recibieran una educación, propuso que enseñaría a leer, escribir y cantar a la población infantil más pobre de Londres, sin pagar cantidades grandes de dinero.

Según sus escritos (Rico, Ávila, Yarza y Quijano 2007), en nuestro país, después de la Revolución Industrial, de inmediato se deja ver una merma en el empleo de la mano de obra y se convierten las máquinas en el medio primordial de producción para la industria, por lo que se hace sumamente necesario el desarrollo de una educación de masas, y gracias a esto, surge el método Lancasteriano o de enseñanza mutua, ya que la escases de profesores meramente preparados y el costo elevado de la educación en colegios se encontraban a la orden del día en algunos países Americanos.

Mediante el aprendizaje cooperativo, Lancaster encontró la forma de desarraigar el sueldo de profesores, ya que los alumnos se aleccionaban entre ellos mismos, esto dio el principio de que a método se le conociera como de enseñanza mutua. En estas escuelas se atendían a gran cantidad de estudiantes repartidos en pequeños grupos de diez personas y el educando más audaz en conocimientos, es quien tutelaba la enseñanza de los contenidos, se le conocía como monitor o instructor. El método tuvo gran popularidad en Inglaterra en el siglo XVIII, anunciándose que la educación seria gratuita para todos. Tal fue el auge que sin lugar a dudas los padres confiaron plenamente al mandar a sus hijos a recibirla.

Otro aspecto relevante que conformaba parte importante de este método fue el control de la disciplina, ya que se basaba en rigurosos castigos y represalias; por ejemplo, cuando se cometía un desacato, se hacían merecedores a fuertes “correctivos”, se les colocaban grandes orejas de papel en forma de asno y el alumno era dirigido a la esquina del aula y dejado ahí por varias horas; García Cubas (1945) “en El libro de mis recuerdos, describe un día típico en una institución lancasteriana”; los castigos se utilizaban para faltas mayores, uno de ellos radicaba en un pequeño espacio de cuatro paredes y sin ventanas, una pequeña puerta que era la única entrada y salida, se introducía al alumno para que reflexionara sobre su falta por un largo tiempo, llamado el cuarto oscuro.

Dentro de la organización y reglamento en estas escuelas, cuando se hacía sonar una campana, se estaba al tanto de que se tenía que ingresar a las clases correspondientes, de igual forma al término de las mismas. El profesor ejercía el rol de supervisor, sentado en un taburete y sobre una zona del piso privilegiada (explanada de altura superior) al resto del aula, de hecho en algunas escuelas de la actualidad todavía se puede observar este modelo, el cual indica que él estaba en un nivel superior y por lo tanto le correspondía el mando; sólo los monitores entablar conversación y hacer comentarios, es decir, eran mediadores entre alumnos y el profesor.

Como estas escuelas fueron diseñadas para instruir a grandes cantidades de discentes, eran necesarios espacios extensos, que por lo general eran explanadas o domicilios en donde con anterioridad había un convento; dentro del aula había diversos materiales que empleaba el alumnado, entre estos los artículos de premio y de castigo y sólo unos cuantos libros con los que contaba el maestro.

Las sesiones eran demasiado inflexibles y tediosas, pues constaban de largas jornadas de clases, de ocho y catorce horas o hasta de diecisiete. Una regla fundamental, según este método para la obtención de resultados, era que el alumnado debía estar en constante actividad, lo que determinaba que su presencia el salón se vería reflejado en el avance y obtención de conocimiento, por esta razón, la evaluación del aprendizaje era un proceso estrictamente detallado.

Los grados se conformaban de acuerdo a los conocimientos adquiridos de los alumnos y no por su edad, como actualmente se hace; el último grado (el octavo), estaba destinado para preparar a los alumnos para fundir como monitores y para presentar dos evaluaciones, una en la que se tenía que contestar memorísticamente; la etapa uno de la evaluación era permanente, es decir, se realizaba durante todo el año, en la sala de clases y la dos era frente a un público y el jurado calificador conformado por tres sinodales, siendo el juez principal, el representante del pueblo o presidente municipal y se realizaba al final del año escolar.

Se llegó a pensar que los maestros podían manejar hasta mil alumnos; todo esto por la visión de realizar un gasto muy bajo para educar a grandes masas. Otra de las obligaciones de los alumnos monitores era que se tenían que presentar a las seis y media de la mañana con el profesor para enterarse previamente de los contenidos que deberían de desarrollarse durante la jornada de clases, sustentando la postura mediadora entre el docente supervisor y los pupilos.

Inmersas en el currículo, se encontraban las siguientes asignaturas: lectura, escritura, aritmética y religión, además eran preparados para enseñar la doctrina cristiana. Estaban a cargo aproximadamente de diez a veinte alumnos cada uno; el método utilizado era la memorización y se evaluaba de manera individual, a pesar de la aparente libertad del método, los monitores tenían control personalizado y despiadado.

Nuestro país, se encontraba desprovisto de educación, pues las escuelas estaban prácticamente despobladas, por lo que a inicios del siglo XIX adopta en sistema lancasteriano, en cual había tenido mucho auge en los países de Europa, siendo

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