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Escuelas Lancasterianas


Enviado por   •  2 de Noviembre de 2013  •  1.259 Palabras (6 Páginas)  •  397 Visitas

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Las Escuelas Lancasterianas de la Ciudad de México

En 1822 cinco hombres prominentes de la ciudad de México fundaron una asociación filantrópica con el fin de promover la educación primaria entre las clases pobres. Es decir, la Compañía Lancasteriana en honor a Joseph Lancaster, que había popularizado, a principios del siglo, una nueva técnica pedagógica por la cual los alumnos más avanzados enseñaban a sus compañeros. Método llamado sistema de enseñanza mutua o sistema lancasteriano.

En México, antes de la fundación de la Compañía Lancasteriana, dicho método fue practicado por algunos maestros particulares y en las escuelas gratuitas de algunos conventos, pero la Compañía fue la que ganó para el método la atención y el apoyo del gobierno y del público.

En 1842, el gobierno nacional entregó a la Compañía Lancasteriana la dirección de la instrucción primaria de toda la República Mexicana.

Siguiendo el método de Lancaster, un solo maestro podría enseñar de 200 hasta 1000 niños, con lo que bajaba el costo de la educación. Eran divididos en pequeños grupos de 10; cada grupo recibía la instrucción de un monitor o instructor, que era un niño de más edad y más capacidad, previamente preparado por el director de la escuela.

El Sistema Lancasteriano se extendió a muchas escuelas particulares y fue declarado método oficial para las escuelas gratuitas municipales. La escuela, ubicada en un edificio colonial, tenía uno de sus más grandes salones convertido en aula de clase donde cabían entre 100 y 300 niños. En fila, de frente al escritorio del maestro, se sucedían largas mesas con bancos de madera para 10 alumnos. En la primera mesa de cada una de las 8 clases se colocaba un “telégrafo”, uno de los aparatos distintivos de la técnica lancasteriana.

Cada grupo de 10 niños tenía su monitor que, de acuerdo con un horario, enseñaba las lecciones de escritura, lectura, aritmética y doctrina cristiana. Además de monitores “particulares”, había “generales” y de “orden”. Los monitores generales tomaban la asistencia, averiguaban la razón de la ausencia de un alumno, cuidaban los útiles de la enseñanza y los de orden administraban la disciplina.

Todos los monitores eran supervisados por el director de la escuela, quien nunca debía meterse en la instrucción, ni debía levantar la voz. El “mecanismo” del sistema de monitores debía funcionar casi por sí solo.

Al entrar a la escuela en la mañana, el niño se formaba en línea con sus compañeros para la inspección de cara, manos y uñas. Al toque de una campanita se marchaban al aula.

La primera asignatura era de escritura y estaba dividida en 8 clases. Las mesas tenían una gran cajilla cubierta de arena. En lecciones subsecuentes, los niños seguían instrucciones del monitor. Las 5 clases siguientes eran para el aprendizaje de escritura en pizarras.

La escritura en pizarras se reservaba para la séptima y octava clases, cuyos alumnos ocupaban las últimas mesas del salón. Los de la séptima clase escribían los trazos de letra grande y mediana, usando las muestras de la letra española de don Torcuato Torío de la Riva.

Los alumnos de la octava clase practicaban la letra pequeña o cursiva. Copiaban manuscrito y lemas, con el fin de alcanzar la perfección de su letra y al mismo tiempo aprender la moral.

Para escribir se usaban plumas de ave que habían sido cortadas y preparadas por le director de la escuela. La tinta se hacía de huizache y caparrosa. El papel generalmente era de un tipo llamado Holanda, o a veces era de maguey.

Al terminar la clase de escritura, sonaban la campanita. Los niños se levantaban de sus mesas i iban a los pasillos a formar grupos semircirculares, rasgo distintivo del sistema lancasteriano.

En las clases siguientes leían palabras u oraciones de los carteles y los más avanzados leían libros.

La doctrina cristiana se enseñaba de igual forma que la lectura, los niños en semicírculos memorizaban primero el catesismo de Ripalda y el catesismo del abate Fleuri, para ahondar en la explicación.

La clase de aritmética se dividía en 8 secciones. Los alumnos que escribían en arena, practicaban los guarismos en sus bancos. Los de otras secciones en el pizarrón o pizarras individuales.

La idea clave del sistema lancasteriano fue que el niño debía ser constantemente activo. No se aburría, porque siempre estaba aprendiendo algo del monitor en su pequeño grupo.

Los libros de asistencia de los maestros de las escuelas municipales muestran a qué clase de lectura, escritura, aritmética y doctrina cristiana y civil había sido asignada cada alumnos, y cómo había ido progresando en cada clase. Se podía estar, al mismo tiempo, en un grupo avanzado de lectura, en uno mediano de escritura y en otro elemental de aritmética y doctrina. Lo que determinaba su asignación a la clase era su habilidad y no su edad.

Uno de los puntos clave en el método lancasteriano para asegurar el orden y promover el estudio era el sistema de premios y castigos. Un niño desaplicado y desobediente era reportado al monitor de orden, quien administraba la pena. El ayuntamiento repitió esa prohibición en 1823, y estaba vedado también en el reglamento de la Compañía Lancasteriana.

Fueron características de las escuelas lancasterianas las “divisas de mérito y castigo”, unas tarjetas o planchuelas que el director colgaba con una cuerda al cuello del niño.

La Compañía era famosa por los certámenes públicos que sus alumnos presentaban. En ellos los niños eran examinados ante el público en cada asignatura, y los más destacados recibían premios de medallas de plata en cuyo centro miraba un sol y se decía en la orilla “Premio a la Aplicación”. También se le regalaba un conjunto de ropa, sombrero y zapatos a los más pobres.

El horario de la mayor parte de las escuelas era de 8:00 a las 12:00 y de as 2:00 a las 5:00. Antes de comenzar la sesión, les daba media hora de doctrina cristiana. Al terminar las clases, los niños rezaban de rodillas.

A pesar de las amonestaciones y quejas de los maestros, apenas abandonaban las escuelas, los muchachos explotaban en gritos, carreras, juegos y pleitos.

Fuera de los confines de la escuela, el niño que daba sujeto a las influencias y condiciones de su familia.

La mayor parte de los alumnos eran pobres. Hijos de madre que sostenían a sus familias principalmente como costureras, lavanderas y sirvientas. Los trabajos paternos más mencionados eran zapatero, comerciante, tejedor, carpintero, militar y sastre.

La pobreza de los niños era la razón de que con frecuencia llegaran tarde a la escuela o estuvieran ausentes. Generalmente faltaba la mitad de los alumnos inscritos. Las epidemias causaban fuertes bajas en la asistencia. A veces los muchachos tenían que abandonar sus estudios para contribuir con su trabajo al sostenimiento de sus familias.

En general, los maestros comprendían con compasión las dificultades y carencias de sus alumnos. Ellos mismos sufrían también problemas económicos.

Algunas escuelas se cerraron por falta de fondos, tanto de la Compañía como del ayuntamiento. Muchas veces los profesores no recibían sueldo hasta meses después, y en consecuencia vivían endeudados y con aprietos económicos.

Otra dificultad que tenían que soportar los profesores, era la ira de los padres, que a veces protestaban en contra de los castigos administrados a sus hijos.

En ocasiones los vecinos pidieron al ayuntamiento el establecimiento de escuelas en sus barrios. Se quejaban si sus hijos no hacían suficiente progreso, y a veces los cambiaban de escuela en búsqueda de mejor instrucción. Eterno dilema sobre quién tenía la culpa por la falta de aprendizaje de los niños.

Los preceptores veían en los discípulos un fardo insoportable, un peso que los agobia, una carga que los abruma; los discípulos veían al preceptor como un verdugo, como un enemigo, como un instrumento de su martirio.

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