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HISTORIA ECONÓMICA DEL TRABAJO (SIGLOS XIX Y XX)

IGGLM29 de Mayo de 2013

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HISTORIA ECONÓMICA DEL TRABAJO (SIGLOS XIX Y XX)

Bloque I Trabajo y capitalismo en el siglo XIX

Tema 1: EL CAPITALISMO LIBERAL: FUNDAMENTOS Y RESULTADOS

1. Las primeras revoluciones industriales

En el siglo XIX, Europa experimentó grandes cambios, tanto políticos, un ejemplo fue la toma del poder por la clase burguesa, como culturales, podemos destacar la inclusión de valores humanos, económicos o naturales y por último, cambios económicos, el mundo nuevo se identificaba con el mercado y éste con la división social del trabajo. El conjunto de estos cambios dieron lugar a una macroeconomía, una nueva estructura social de acumulación de capital.

El resultado de estas nuevas ideas se materializó en un incremento de la producción y del intercambio de las mercancías, en innovaciones tecnológicas y en la proletarización de la mano de obra.

El desarrollo de unas instituciones está condicionado previamente por factores diversos entre los que se encuentran la estructura social, el capital social o la cultura de cada país.

El éxito de nuevos valores, no se explica sin tener en cuenta la oportunidad que los dueños del capital tuvieron que tomar decisiones en materia de producción y distribución de riqueza, en beneficio propio y en detrimento de los dueños de los otros factores productivos, especialmente del factor trabajo.

Las revoluciones burguesas tenían su origen en las necesidades de los nuevos

Estados, dando lugar a diversos itinerarios de formación y reproducción del capital, en un marco de circulación de capital y distribución de las mercancías, y que se desarrollaba en el mundo de la producción. Hay que destacar la importancia del poder política en el desarrollo de estos negocios.

El capital optó por la vía de la cooperación-competencia mercantil como base de su reproducción en vez de la confrontación bélica. Otros fenómenos mejoraban las expectativas, como el aumento de la población mundial, que se duplicó pasando de 874 a 1682 millones de habitantes entre los años 1800 y 1900.

Además del incremento de la población hicieron falta otros requisitos para promover el desarrollo económico, como la concentración de gente en las ciudades, el acelerado proceso de urbanización o un aumento en la productividad agraria.

En síntesis, allí donde las instituciones capitalistas se instalaron, el aumento de la población, la mejora de la productividad agraria, el desarrollo urbano… contribuyó al aumento de la oferta de productos agrarios e industriales, siendo la principal fuente de riqueza.

El tiempo corría a favor de la industria y en detrimento de la agricultura, cuya capacidad para generar beneficios disminuía.

El nacimiento de un nuevo período histórico, la Revolución Industrial, estuvo marcada por las innovaciones mecánicas y tecnológicas que fueron el motor del crecimiento económico y del capitalismo. La consecuencia fue el ahorro en las materias primas, capital, mano de obra o tiempo en la fabricación de las mercancías. Las innovaciones por sí solas no garantizaban una garantía de desarrollo económico, sino que necesitaban mano de obra suficiente y experta para manejarlas y mercados amplios para absorber la producción.

También se llevo a cabo un proceso de salarización o proletarización de la fuerza de trabajo que constituye el factor clave para entender el éxito económico en el siglo XIX.

Tema 2. LA OFERTA DE MANO DE OBRA EN EL SIGLO XIX: MODELOS DE PROLETARIZACIÓN.

1. Modelos de proletarización de la fuerza del trabajo.

La instauración del trabajo, es decir el trabajar a cambio de un salario se produjo por cuatro vías: una, porque la población creció relativamente más que el capital y que los recursos naturales disponibles; dos, por la expansión de la economía de mercado; tres, por la enajenación de los medios de producción que tradicionalmente servían para la subsistencia de campesinos y artesanos; y cuatro, por la intervención gubernamental destinada a liberar la mano de obra sometida o a convertir ociosos en asalariados.

La sociedad liberal actuó de forma paradójica: libertad para el capital y para las mercancías y sometimiento para el factor trabajo. Se perpetuaron las relaciones esclavistas del trabajo que forzaban a los niños, asilados, presos al trabajo en las fábricas o minas. El contrato de trabajo trataba de impedir que el trabajador ejerciera el derecho a la huida. El mercado se convirtió en la fórmula idónea para asegurar que los recursos estuviesen disponibles para todos los empleadores a través de la supresión de las ordenanzas gremiales o la abolición de la servidumbre y de la esclavitud. La esclavitud era incompatible con los valores de libertad propios del liberalismo.

Durante el siglo XIX, el progreso capitalista fue compatible con la aplicación simultánea de distintas relaciones de producción. La prolongación de relaciones laborales basadas en la servidumbre o en el trabajo esclavo fue debida, fundamentalmente, a que siguieron siendo la mejor forma de satisfacer las expectativas y recompensas del capital en zonas escasamente pobladas. Finalmente, el mercado se terminó imponiendo como la forma más ortodoxa y eficiente de asignar los recursos humanos a la producción de bienes y servicios; sin embargo, la generalización del trabajo asalariado se produjo por una doble vía en función de los distintos contextos. En unos, la demanda de mano de obra excitó el deseo de los trabajadores por insertarse en el mercado y ganar más; en otros, se aplicaron métodos coercitivos para imponerlo, convirtiéndose el Estado liberal en el principal promotor de la proletarización obligatoria.

2. La estructura de la población activa: la importancia del empleo agrario.

La mayor parte de la población activa mundial durante el siglo XIX, un 77 por 100, siguió dedicándose a la agricultura y el resto a la manufactura. En Europa Occidental, la mano de obra agraria superaba la mitad de la población activa a mediados del siglo XX.

La estabilidad de la importantes contingentes de población campesina revela la importancia económica y social que la tierra siguió teniendo tras las revoluciones liberales: en aquellos países dónde se privatizó y dio lugar a explotaciones rentables desde el punto de vista capitalista, la productividad agraria mejoró y el excedente de población rural trasvasó su actividad a la manufactura, por el contrario , la población campesina conservó su status en aquellas partes de Europa donde la revolución consolidó la tendencia familiar de las explotaciones.

3. La composición de la fuerza de trabajo: auge y declive de la mano de obra infantil.

El trabajo infantil fue el rasgo más característico de la revolución industrial. Se desarrollo de forma diversa según los sectores económicos y los diferentes contextos familiares y culturales. El salario de un varón adulto era insuficiente para mantener a una familia y esto llevó a un empeoramiento de las condiciones de vida de las clases sociales. El trabajo infantil supuso una contribución decisiva a la economía familiar y también la viabilidad de muchas empresas.

Pero en un momento dado del desarrollo social y económico de las sociedades industriales, la participación de los niños en el mercado de trabajo comenzó a declinar, por la influencia de legislación protectora que fue regulando el trabajo infantil. La Ley era mucho más efectiva cuando sancionaba hechos que política y culturalmente ya habían sido previamente aceptados por la sociedad. También influyó la modernización tecnológica que hizo que se necesitara meno de obra experta y el interés de los empresarios por controlar el proceso productivo dentro de las empresas. Otra razón es que simplemente los padres pudieron mantenerlos.

4. La división del trabajo y el empleo de las mujeres.

En la época pre-industrial, la mujer ocupó un lugar fundamental en las actividades agrarias y manufactureras. La revolución industrial facilitó el acceso de la mujer a nuevos empleos y favoreció su independencia.

Fueron diversas las circunstancias que favorecieron la inserción de la mujer en empleos remunerados. Las mujeres mantuvieron una mayor inserción en actividades en las que tradicionalmente habían estado presentes, con en la confección de ropa o la fabricación de útiles caseros y se adaptó a las fábricas acompañando en muchas ocasiones a sus padres, maridos e hijos. También influyó la situación económica de la familia, ya que las más pobres necesitaron los jornales aportados por la mujer. La elección entre trabajo remunerado y trabajo doméstico dependió de la edad de la mujer, del número y de la edad de los hijos.

El empleo femenino abarca a todos los sectores profesionales. Hasta mediados del siglo XIX, el principal destino profesional de las mujeres siguió siendo la agricultura, especialmente en faenas de temporada. En las ciudades, su principal destino era el servicio doméstico.

5. El varón adulto como principal sostén de la familia desde la segunda mitad del siglo XIX.

La participación femenina en la fuerza de trabajo comenzó a declinar para dejar al varón como el único sostén de la familia. Países y sectores tendieron a reducir la presencia de las mujeres en el mercado de trabajo; sectores pocos competitivos intentaron mantener sus cuotas de mercado manteniendo el empleo femenino, mucho más

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