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Historia Chilena

ivsanchez9 de Septiembre de 2014

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- EL DESARROLLO MENTAL DEL NIÑO

- El desarrollo psíquico que se inicia con el nacimiento y finaliza en la edad adulta consiste esencialmente en una marcha hacia el equilibrio.

El desarrollo es, un progresivo equilibrarse, el equilibrio de los sentimientos aumenta con la edad. Ciertas funciones psíquicas, dependen del estado de los órganos, siguen una curva análoga: la agudeza visual, por ejemplo, alcanza un tope hacia el final de la infancia para disminuir seguidamente. Contrariamente las funciones superiores de la inteligencia y la afectividad tienden hacia un equilibrio móvil, tanto mas estable cuanto mas móvil es, de tal forma que, el final del crecimiento no indica, el inicio de la decadencia.

Cuando se compara al niño con el adulto, puede ocurrir que nos sorprenda la identidad de las reacciones o que descubramos muchas diferencias. En todos los niveles la acción supone siempre un interés que la desencadena, tanto si se trata de una necesidad fisiológica, afectiva o intelectual, en todos los niveles la inteligencia intenta comprender o explicar, etc.

Las estructuras variables serán, las formas de organización de la actividad mental. Seis etapas o periodos de desarrollo, 1ª La etapa de los reflejos o ajustes hereditarios, así como las primeras tendencias instintivas (nutriciones) y las primeras emociones. 2ª La etapa de las primeras costumbres motrices y de las primeras percepciones organizadas, así como los primeros sentimientos diferenciados.3ª La etapa de la inteligencia sensorio motriz o practica (anterior al lenguaje), de las regulaciones afectivas elementales y de las primeras fijaciones exteriores de la afectividad. Etapas del periodo del lactante (hasta la edad de un año y medio a dos años, anteriormente al desarrollo del lenguaje y del pensamiento propiamente dicho). 4ª La etapa de la inteligencia intuitiva, de los sentimientos interindividuales espontáneos y de las relaciones sociales de sumisión al adulto (de los dos a los siete años, o segunda parte de la primera infancia). 5ª La etapa de las operaciones intelectuales concretas (inicio de la lógica), y de los sentimientos morales y sociales de cooperación (de los siete a los once-doce años).

6ª La etapa de las operaciones intelectuales abstractas, de la formación de la personalidad y de la inserción afectiva e intelectual en la sociedad de los adultos (adolescencia).

Puede afirmarse, de una forma totalmente general, que toda acción o sea todo movimiento, todo pensamiento o sentimiento- responde a una necesidad. Una necesidad es siempre la manifestación de un desequilibrio: hay necesidad cuando algo, al margen de nosotros o en nosotros mismos se ha modificado, y se trata de reajustar la conducta en función de este cambio. Inversamente la acción finaliza cuando existe una satisfacción de las necesidades, o sea cuando se restablece el equilibrio entre el nuevo hecho, que ha desencadenado la necesidad, y nuestra organización mental tal como esta se presentaba anteriormente a el. La acción esta desequilibrada por las transformaciones que surgen en el mundo, exterior o interior y cada nueva conducta consiste también en tender hacia un equilibrio más estable que el del estado anterior a esta perturbación.

Los intereses de un niño dependen, del conjunto de sus nociones adquiridas y de sus disposiciones afectivas, puesto que el tiende a complementarlas en el sentido de un mejor equilibrio. Toda necesidad tiende: 1ª a incorporar las cosas y las personas a la actividad propia del sujeto, y por tanto a (asimilar) el mundo exterior a las estructuras ya construidas, y 2ª a reajustar estas en función de las transformaciones experimentadas, y por tanto a (acomodarlas) a los objetos externos. Toda la vida mental tiende a asimilar progresivamente el medio ambiente, mediante estructuras, cuyo radio de acción es la percepción y los movimientos elementales dan en primer lugar acceso a los objetos próximos y en su estado momentáneo, y posteriormente la memoria y la inteligencia prácticas permiten simultáneamente reconstruir su estado inmediatamente anterior y anticipar sus próximas transformaciones.

A continuación el pensamiento intuitivo refuerza estos dos poderes. La deducción abstracta, da término a esta evolución convirtiendo al sujeto en dueño de los acontecimientos más lejanos, tanto en el espacio como en el tiempo. En cada uno de estos niveles, el espacio cumple, la misma función, de incorporar el universo a el. Al asimilar de esta forma los objetos tanto la acción como el pensamiento se ven obligados a acomodarse a ellos, o sea, a reajustarse con cada variación exterior. Se puede denominar “adaptación” al equilibrio de estas asimilaciones y acomodaciones.

1. EL RECIÉN NACIDO Y EL LACTANTE

Este periodo consiste en una conquista, mediante las percepciones y los movimientos, de todo el universo práctico que rodea al niño.

En el momento del nacimiento la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, o sea de coordinaciones sensoriales y motrices todas ellas ajustadas hereditariamente y correspondientes a tendencias instintivas como, la nutrición.

Estos distintos ejercicios reflejos, se complicaran rápidamente mediante la integración en los hábitos y las percepciones organizadas, adquiridas con ayuda de la experiencia. La sistemática succión del pulgar pertenece ya a esta segunda fase, al igual que los gestos de girar la cabeza en dirección a un ruido, o de seguir a un objeto en movimiento.

Entre los tres y los seis meses empieza a captar lo que ve y esta capacidad de pensión, y posteriormente de manipulación, duplica su poder de formar nuevos hábitos.

Un ciclo reflejo incorpora nuevos elementos y constituye, totalidades organizadas más amplias, mediante progresivas diferenciaciones.

Basta que algunos movimientos, desemboquen fortuitamente en un resultado interesante para que el sujeto reproduzca inmediatamente estos nuevos movimientos: esta “reacción circular”, representa un papel esencial en el desarrollo sensorio motriz. En la tercera se da la inteligencia practica o sensorio motriz, la inteligencia aparece mucho antes que el lenguaje, pero se aplica a la manipulación de los objetos y que no utiliza mas que percepciones y movimientos organizados en esquemas de acción.

Un acto de inteligencia consistirá en acercar un objeto tirando de la manta o del soporte en el que este situado. Las conductas precedentes se multiplican y diferencian cada ves mas hasta adquirir una agilidad suficiente como para registrar los resultados de la experiencia, es por ello que en sus “reacciones circulares” el bebe no se confirma ya con reproducir simplemente los movimientos y los gestos que le han conducido hacia un efecto interesante sino que los varia intencionadamente para estudiar los resultados de estas variaciones.

Una acción apta para ser repetida y generalizada en nuevas situaciones es comparable a una especie de concepto sensorio motriz: es por esto que veremos como el bebe, en presencia de un nuevo objeto, lo incorpora sucesivamente a cada uno de sus “esquemas” de acción, como si intentara comprenderlo mediante su utilización.

Hay en ello una asimilación sensoria motriz comparada con lo que será posteriormente la asimilación de lo real mediante las nociones y el pensamiento. Estos distintos esquemas se coordinan de tal modo que unos asignen un objetivo a la acción total mientras que otros le sirvan de medios y es mediante esta coordinación como se inicia la propia inteligencia practica.

En el punto de partida de la evolución mental no existe ninguna diferenciación entre el yo y el mundo exterior, las impresiones vividas están dadas simplemente, en un bloque indisociado, o como situadas en un mismo plano, que no es ni interno ni externo, sino que se encuentra a medio camino entre estos dos polos. Pero todo lo que es percibido es centrado sobre la actividad propia, el yo se encuentra en el centro de la realidad, la conciencia se inicia mediante un egocentrismo inconsciente e integral mientras que los progresos de la inteligencia sensorio motriz desembocan en la construcción de un universo objetivo.

El esquema práctico del objeto es la permanencia sustancial atribuida a los cuadros sensoriales. El lactante reconoce algunos cuadros sensoriales familiares, pero el hacho de reconocerlos cuando están presentes no equivale de ningún modo a situarlos en alguna parte cuando se encuentran fuera del campo preceptivo.

Únicamente hacia el final del primer año, los objetos empiezan a ser buscados cuando acaban de salir del campo de la percepción, y es con este criterio como puede reconocerse un inicio de exteriorización del mundo material.

La causalidad esta relacionada, con un resultado empírico y una acción cualquiera que lo haya provocado. Esta especie de causalidad mágica, o “mágico-fenomenista” manifiesta palpablemente el egocentrismo causal primitivo, contrariamente, durante el segundo año el niño reconoce las relaciones de causalidad de los objetos entre si y objetiva y especializa, por tanto, las causas.

Hay un paralelismo constante entre la vida afectiva y la vida intelectual, afectividad e inteligencia son indisociables y constituyen los dos aspectos complementarios de toda conducta humana.

Se ha demostrado el parentesco de las emociones con el sistema fisiológico de las actitudes o posturas: los primeros miedos pueden estar relacionados con pérdidas de equilibrio o con bruscos contrastes entre un acontecimiento fortuito y la actitud anterior.

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