Historia Del Derecho
melivargas9 de Julio de 2012
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LA HISTORIA DEL DERECHO Y SU IMPORTANCIA COMO PROMOTOR DE LA PAZ SOCIAL
Actualmente consideramos que la creación del derecho es reciente, pero en realidad sus primeras manifestaciones se dieron hace muchísimos años atrás, quizás desde la prehistoria principalmente en la forma en que nuestros antepasados hicieron valer sus derechos. Como por ejemplo, las sociedades regidas por parentesco, o el mandato de los ancianos de una tribu.
Desde siempre ha existido en las diferentes civilizaciones un deseo innato de fundamentar reglas y la potestad del legislador para dictar leyes, sancionando su incumplimiento.
Entonces, el origen del derecho ha sido una ardua tarea entre los diversos estudiosos de la materia. Actualmente, se acepta que el posible origen del derecho se da a partir de una relación de fuerza entre personas desiguales. Esta desigualdad pudiera ser material o psíquica. Con esto, el derecho pretende regular la intención de fuerza a través de la cual alguien pretenda controlar o dominar a otro.
Se cree que nace para enmendar una ofensa física o moral que una persona inflige a otra. De esta manera, el derecho asegura una compensación a quien transgreda lo físico o moral a otro. Emerge para regular la indemnización por el incumplimiento de una palabra o compromiso dado. Esto es aplicable en la regulación de los negocios jurídicos entre personas. Surge como una reacción del Estado ante la venganza privada, pretendiendo monopolizar el uso de la violencia como instrumento de restricción y de resolución de conflictos.
Podemos decir que la historia del derecho es una disciplina cuyo objeto consiste en el conocimiento de los sistemas jurídicos. Al referirse a los derechos de épocas lejanas, el historiador solo podrá considerar a estos en su unicidad e individualidad características, es decir, como productos culturales que han existido una vez y no habrán de repetirse nunca. La sociología jurídica puede también referirse a los ordenamientos jurídicos del pasado, pero cuando lo hace, aplica al estudio de los mismos un método completamente distinto, y no dirige su interés a lo que esos sistemas tienen de individual, sino a las causas y factores determinantes de su aparición o de sus cambios.
La historia del derecho nos pondrá de manifiesto los acontecimientos de producción y modificación del derecho en su propia individualidad real, ofrecerá la película de desenvolvimiento del derecho encajado en el resto de los hechos históricos. La sociología del derecho versará, no sobre la sucesión de acontecimientos singulares en un determinado proceso histórico, sino sobre la realidad social del derecho y sobre la disposición y el funcionamiento general de los factores que intervienen en su gestión y evolución.
La historia del derecho sí tiene un enorme valor para entender la trayectoria de nuestra sociedad. Es más, solo comprendiendo ese recorrido y las fibras constitutivas estaremos en capacidad de formular planes, normas y políticas adecuadas para solucionar los problemas que hasta ahora nos aquejan. Por eso, resulta apropiación de recordar que la historia no es una mera recopilación de curiosidades y nostalgias. Es, más bien, un torrente de experiencias que configuran las posibilidades de nuestro presente y porvenir. El aporte del derecho a través de la historia. Si hacemos un breve análisis de lo que ha sido el proceso evolutivo de la humanidad, es fácil encontrar que el Derecho ha marchado en paralelo con el proceso de avance de la civilización humana, es decir ha sido el Derecho, el elemento fundamental que le permitió a los seres humanos sepultar las viejas disputas individuales o de grupo, en que los conflictos se dirimían y resolvían a través de la fuerza, del garrote, del arma homicida, de demostraciones de quien era más guerrero, lo cual fue superado utilizando el único elemento que ha sido capaz de armonizar, en el más exigente sentido de la palabra, las relaciones interpersonales; y entre las personas y la sociedad, como lo es la norma jurídica, que dictada o expedida con objetividad y en forma general, haciendo abstracción de criterios o conveniencias personales, se convierte en el factor equilibrador de potestades y deberes de los seres humanos. La célebre expresión de Hobbes que con toda razón sostenía que “el hombre es el lobo del hombre” ha sido confirmada por la posteridad histórica, hay que admitirlo, desgraciadamente el ser humano provisto de inteligencia y raciocinio ha sido incapaz de controlar sus ilimitadas pasiones y desmesuradas ambiciones.
Ha tratado de adquirir poder y dinero utilizando no la razón, sino la brutalidad de la fuerza, la frase insolente y agresora, el insulto o injuria hiriente, la actitud alevosa, de tal manera que de no haber existido el Derecho como ciencia reguladora de la conducta, tendríamos una humanidad que hubiese destruido y terminado con la propia existencia humana por la obra y acción del hombre, incapaz de controlar o moderar sus impulsos y su desbordadas pasiones. Aquellos criterios quedan confirmados cuando el ser humano ha demostrado ser implacable en su agresión a la naturaleza, cuando con su talento investigativo ha sido capaz de crear órganos para una vida humana artificial, pero esa misma inteligencia también la ha utilizado y utiliza para destruir a través de los más sofisticados descubrimientos armamentistas la vida humana que él busca crear, a ello responde el que el mundo penosamente y tenido que vivir y siga viviendo a través del equilibrio del terror, de amenazas, de ataques, del uso de la fuerza, del estampido de armas que cada vez contienen mayor poder explosivo para destrozar la vida humana, de prácticas que infunden temor para debilitar la posible reacción de la persona respetuosa de una convivencia pacífica y civilizada, de tener como distracción y hobbie la caza y exterminio de especies animales, no existe ser viviente más destructor que el humano, en síntesis, ha preferido en ocasiones aunque minoritariamente abandonar irreflexivamente la utilización racional de la norma jurídica para utilizar armas fratricidas, lo cual también le da la razón a aquella muy humana expresión de Gandhi que sostuvo con gran lucidez y con humana indignación, que la tesis del “ojo por ojo” sólo daría como resultado que el mundo se quede ciego.
Es verdad que el hombre luchó desde los albores de la humanidad, en primer lugar por supervivir, en ello encuentra y va descubriendo que la búsqueda de su alimentación, el cuidado de su salud y de su vida debe ser la primordial de sus preocupaciones, pero es indiscutible que además la vida en sociedad tiene que ser protegida a través de los instrumentos o insumos que la propia sociedad fue capaz de generar, y así como el hombre luchó y sigue luchando por supervivir también luchó y debe seguir luchando por ser digno, y aquel anhelo o atributo que también es inherente a la vida de los seres humanos, no sería respetado sin la vigencia de una norma protectora del honor y la buena reputación de las personas, por lo que la legitimidad es el único mecanismo que hace viable sean posibles estas prioridades, por los que también ha luchado históricamente para lograr otra de las aspiraciones primarias del ser humano, como es la de vivir en libertad, lo cual tampoco es posible disfrutarlo sin una normatividad jurídica que la proteja y garantice.
Pero el derecho no se limita, como elemento que contribuye a la armonía social, a establecer con precisión un conjunto de normas que hagan posible esa trilogía de elementos que son inherentes a la existencia humana: supervivencia, dignidad y libertad, el Derecho es también el elemento idóneo que posibilita que el ser humano pueda aspirar a lograr lo que más lo motiva en la vida, vivir en un mundo justo, donde la justicia permita dar la razón a quien la tiene o como lo expresó sabiamente Ulpiano: darle a cada cual lo suyo mediante una perpetua y constante voluntad de obrar equitativamente, por ello la justicia como suprema aspiración de una sociedad demanda el obrar honesto de una persona, el que ésta no cause daño o perjuicio a otros, y esa justicia, sólo es posible a través del Derecho, cuyo agente es el abogado que en su rol de batallar por la correcta aplicación de la ley, se convierte en juzgador y es el llamado a juzgar cuando asume el noble cometido y la delicada función de juez.
Pero el Derecho no agota su vasta contribución a una vida social concertada, en la que las personas renuncian a su libre albedrío a través de un pacto social tácito o expreso para someterse al saludable imperio de la ley, el Derecho también hace posible el que la sociedades tengan como ulterior fin un objetivo al aceptar organizarse socialmente: el logro de la paz, esa paz que se fragua en el respeto que nos debemos unos a otros y que sólo es posible conseguirla en cuanto sometemos nuestros criterios, opiniones y aspiraciones al mandato de la ley, por ello debemos promover que el abogado sea un militante activo e invariable de un legítimo afán de vivir en un medio donde resplandezca la justicia, o donde la paz sea una viva y constante manifestación del hombre en sociedad. Nada es mejor que vivir en paz, sin la presión y el temor de reales o eventuales conflictos, de la posibilidad de una guerra que sólo es posible entenderla con sus catastróficos efectos cuando nos detenemos a observar y reflexionar sobre el flagelo que ellas han causado a la humanidad, donde no se ha respetado a niños, ancianos, ni a personas inocentes, para escuchar única y desgraciadamente el grito estridente de la guerra, en la que sólo hay lugar para el olor a pólvora, para observar ríos de sangre, para sentir inseguridad, para no movilizarnos libremente sino bajo la amenaza de ser apresados, o víctimas
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