Historia del chaco INTRODUCCIÓN
Vanesa MendezDocumentos de Investigación26 de Abril de 2018
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- INTRODUCCIÓN
El trabajo que a continuación se desarrollara intentará demostrar que la actuación política internacional por parte de las empresas multinacionales en detrimento de los Estados nacionales no es un fenómeno esencialmente nuevo, en materia geopolítica, sino que se remonta a muchas décadas atrás.
El análisis de la Guerra del Chaco, permitirá abordar la cuestión desde diferentes aristas, pero siempre intentando poner el acento en el ya por entonces desmedido poder que estas compañías poseían, en la arena internacional por un lado, y en relación a dos de las Naciones más castigadas de Sudamérica, por otro: el Paraguay y Bolivia, que no sólo fueron rehenes de las ambiciones de dos colosas petroleras internacionales (la Royal Dutch-Shell, de capitales anglo holandeses, y la Standard Oil of New Jersey[1], de capitales estadounidenses) sino que, fueron en parte empujadas por las ambiciones de estas últimas a un conflicto armado (el más sangriento en toda América Latina durante el siglo XX) que hasta entonces ambos países venían evitando.
“Si hacemos una profunda evaluación con seguridad (la Guerra del Chaco) no fue una guerra de los pueblos” declaró Evo Morales en un discurso y puntualizó que esta fue provocada por las petroleras, apuntando los nombres de la Estándar Oil de Estados Unidos, que contaba con representantes en Bolivia y la Shell que representaba a Inglaterra y Holanda en Paraguay que pretendían monopolizar el negocio de los hidrocarburos y no a los pueblos hermanos.
La actuación de los mencionados trust norteamericano fueron especialmente entrometidos y agresivos, por lo cual merece especial atención y será, por ello, que se llevará a cabo un análisis especial.
- ANTECEDENTES DE UN CONFLICTO “ARMADO”
En los años 30 se desataba una de las más sangrientas guerras ocurridas en Latinoamérica hasta entonces conocida. Uno de los episodios más trágicos y resonantes ocurridos luego de la gran depresión.
El escenario de la feroz contienda era un territorio ubicado casi en el centro de América del Sur. Región en la cual no cuenta con una geografía apta para al desarrollo de un conflicto de las características que se fueron dando. Desiertos, extensos pantanos y bosques bajos caracterizan a la zona. Millares de hombres perderían luego sus vidas en estos lejanos territorios en nombre del nacionalismo y los intereses de las petroleras.
“Dos sociedades, no muy diferentes, confluyen en el conflicto. Por un lado, y luego de lograr su independencia, Bolivia cambia su estructura social, el desplazamiento de la burocracia colonial, lo que solo ayudo al encumbramiento de la clase terrateniente criolla. Las condiciones de vida para el indio de Bolivia en cambio no habían mejorado, despojado de sus tierras comunitarias, se veía obligado a realizar trabajos gratuitos varios días a la semana para el hacendado, si quería conservar el usufructo de su parcela. Y este sistema semi-feudal de la hacienda latifundista se impuso en la agricultura del altiplano, donde se mantuvo vigente hasta 1952, cuando se produjo la revolución, en la cual se logran conseguir ciertos beneficios para el sector”[2].
No se presentaba mejor el panorama político y social paraguayo. Desde 1870, finalizada la Guerra de la Triple Alianza con la masacre del pueblo guaraní, gobernaba el Partido Colorado. Comenzó entonces una etapa de extranjerización de la tierra, único bien que podía disponer el Estado para hacer frente a sus obligaciones exteriores, lo que produjo la desposesión de los campesinos, así como su ingreso en formas de trabajo cercanas a la esclavitud.
En 1904 se produjo un cambio de turno político y los liberales asumieron el poder. Aunque su intención era integrar el país en un moderno sistema burgués, en definitiva mostraron inclinación hacia los capitales anglo-argentinos, y la única vía férrea paraguaya pasó a ser controlada por compañías que operaban desde Argentina. Se enajenaron también tierras en el territorio del Chaco Boreal, que Paraguay poseía nominalmente. En 1908 una coalición integrada por el ala radical de los liberales y sectores del Partido Colorado derribó por la fuerza al presidente Ferreira. Entre este año y 1928 se alternaron períodos de calma con los de guerra Civil, al comenzar la guerra del Chaco, el Partido Liberal se encontraba en el poder y la presidencia del país era ejercida por Eusebio Ayala.
“La situación mediterránea de ambos países, y los escasos intereses demostrada asía el Chaco, durante el periodo independiente, se dio por diferentes motivos, entre ellos lo alejado y lo inhóspito de las tierras colindantes. Así como también el aislamiento por falta de comunicaciones y la lejanía”[3]. Pero Bolivia comenzó a interesarse por una salida hacia el Atlántico, vía río Paraguay, sobre todo después del desastre sufrido en la Guerra del Pacífico (llevada adelante contra Chile en alianza con Perú). Ello motivó que durante largos años la diplomacia internacional ensayara conciliar los intereses de Paraguay y Bolivia, atento a que cada uno de esos países reclamaba extensas zonas en el Chaco Boreal y para garantizar sus derechos, mantenían puestos militares avanzados en las profundidades de la selva chaqueña.
Del lado paraguayo, por razones de mayor fertilidad de las tierras, los impulsos colonizadores habían logrado cierto éxito aunque, en los hechos el ochenta por ciento del territorio explotable del Chaco se encontraba en poder de compañías extranjeras, especialmente argentinas, inglesas y norteamericanas, que se dedicaban a la extracción de la madera y el tanino en los montes de quebracho o a la cría ganadera. Unos 18.000 paraguayos trabajaban en establecimientos argentinos, o de otras nacionalidades. Colonias religiosas como la formada por los menonitas, que huían de la imposición del servicio militar en Europa, encontraron en Paraguay un estatuto especial siempre que se instalaran en el Chaco, y así lo hicieron.
En definitiva, en el territorio en litigio, futuro escenario de la guerra, Bolivia no había logrado radicar población estable, en tanto que Paraguay tenía gente arraigada a la tierra. Lo que influirá en la voluntad de resistencia, además, “A partir de 1.923, Paraguay incrementó el número de Fortines ubicados en la frontera con Bolivia; es así que en 1.925, el Adjunto Militar de Bolivia en el Paraguay, Gral. Juan J. Fernández, elevó un informe sustancial dando cuenta de las actividades militares paraguayas en el Sector del Gran Chaco Boreal.”[4] Pese a los fortines avanzados y esporádicas escaramuzas, nadie pensaba que el problema pudiera desencadenar una guerra. Es cierto que los gobiernos bolivianos, especialmente el de Daniel Salamanca, veían en la guerra con Paraguay, que estimaban victoriosa para sus armas, la posibilidad de fortalecer el espíritu nacional, que había padecido sucesivas frustraciones en la Guerra del Pacífico y con la pérdida de la región del Acre. Se esgrimió como argumento el derecho de Bolivia a una salida al mar, aunque, ello se podía conseguir por un acuerdo negociado de no mediar otros intereses en juego.
- EL JUEGO SUCIO DE LAS MULTINACIONALES
En enero de 1870, es decir más de 60 años antes del inicio de la Guerra del Chaco, John D. Rockefeller, probablemente uno de los más ilustres capitalistas y hombres de negocios de todo el siglo XX, junto con un socio ocasional, Henry Flagler, fundaron la Standard Oíl Co. of Ohio, que tiempo después pasaría a llamarse simplemente Standard Oíl. “El progreso de esta compañía fue vertiginoso: en 1871, el capital de la misma ascendía a dos millones y medio de dólares, y en 1899 ya era de alrededor de 110 millones. Y no sólo eso, para ese entonces, el conglomerado de la Standard Oíl abarcaba ya 70 compañías y 23 refinerías que controlaban alrededor del 84% del crudo refinado en los Estados Unidos”[5] . Los métodos utilizados por Rockefeller y su empresa, junto con sus formas de manejo y operación, se manifestarían luego, en forma evidente, durante la Guerra del Chaco y el reinado de la futura Standard Oíl of New Jersey en Bolivia.
“J.D.Rockefeller sabía muy bien que el poder monopolista era una fuente de enormes utilidades y combatió con extraordinaria tenacidad en contra de todos los obstáculos que se levantaban en su camino; fue siempre implacable con sus adversarios y más temprano o más tarde, cuando así le convenía, se daba maña para adquirir sus propiedades o los servicios de aquellos hombres cuya inteligencia respetaba. No se limiten –decía a sus colaboradores- a comprar propiedades; compren también cerebros. El mismo advirtió la importancia de tener amigos dentro de la maquinaria política y encaminó sus esfuerzos para obtener nombramientos gubernamentales a favor de quienes estaban dispuestos a servir a la Standard Oíl”.[6]
No es de extrañar, por tanto, que se inmiscuyera del modo que lo hizo años más tarde en los asuntos internos de Bolivia, ni que lo hiciera a partir de apostar, en gran medida, a la “compra de los cerebros” de muchos de sus principales dirigentes.
Lo cierto es que, en gran parte gracias a estas acciones desleales, y en parte debido a la probada capacidad administrativa e intuitiva de su jefe, la Standard Oil se convirtió en un verdadero monstruo. “Es por ello que hacia 1911, desde la esfera gubernamental, se decide poner fin al monopolio de la Standard. La empresa fue obligada por la Suprema Corte de los Estados Unidos a desagregarse, es decir, a liquidar su estructura monopólica y desconstituirse en muchas y pequeñas Standard Oil”.[7] Sin embargo, esta histórica decisión no tuvo el efecto deseado. “El conjunto de empresas creció mucho más de lo que lo había hecho la Standard independiente, y los antiguos dueños, que también lo eran de las nuevas compañías, se hicieron mucho más ricos tras la separación. J. D. Rockefeller, unos años después de la separación de su antigua compañía, había doblado su fortuna”[8]. Así, desde 1911, las distintas unidades en que se dividió la primitiva Standard, crecieron de forma magistral, constituyendo, en conjunto, el imperio petrolero más poderoso de los Estados Unidos y probablemente del mundo también. Pasaron a ser, no obstante, 33 compañías que ya no tenían un lazo jurídico entre sí, de las cuales la principal heredera fue la Standard Oil of New Jersey.
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