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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA


Enviado por   •  25 de Agosto de 2014  •  Tesis  •  1.782 Palabras (8 Páginas)  •  209 Visitas

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“INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA.”

Prisionero de guerra, fue fusilado por la barbarie nazi en 1944 y no pudo ver impresa su obra, escrita en un campo de concentración.

A partir de la interrogante ¿Qué es la historia y para qué sirve?, Escribe una verdadera filosofía de la historia, esencial para la comprensión de esta ciencia que “estudia a los hombres en el tiempo”.

Su amigo Lucien Febvre rescató su manuscrito para la posteridad.

INTRODUCCIÓN

Ya tenemos, pues, al historiador obligado a rendir cuentas. Pero no se aventurará a hacerlo sin sentir un ligero temblor interior. ¿Qué artesano, envejecido en su oficio, no se ha preguntado alguna vez, con un ligero estremecimiento, si ha empleado juiciosamente su vida?.

Los griegos y los latinos, eran pueblos historiógrafos. El cristianismo es una religión de historiadores. Otros sistemas religiosos han podido fundar sus creencias y sus ritos en una mitología más o menos exterior al tiempo humano. Por libros sagrados, tienen los cristianos libros de historia.

El cristianismo es además histórico en otro sentido, quizá más profundo: colocado entre la Caída y el Juicio Final, el destino de la humanidad representa, a sus ojos, una larga aventura, de la cual cada destino, cada “peregrinación” individual, ofrece a su vez, el reflejo; en la duración y, por lo tanto, en la historia, eje central de toda meditación cristiana, se desarrolla el gran drama del Pecado y de la Redención. Nuestro arte, nuestros monumentos literarios, están llenos de los ecos del pasado; Nuestros hombres de acción tienen constantemente en los labios sus lecciones, reales o imaginarias.

Hace mucho tiempo lo observó Cournot; eternamente inclinados a reconstruir el mundo sobre las líneas de la razón, los franceses en conjunto viven sus recuerdos colectivos con mucha menor intensidad que los alemanes, por ejemplo.

Los historiadores deberán reflexionar sobre ello. Por que es posible que si no nos ponemos en guardia, la llamada historia mal entendida acabe por desacreditar a la historia mejor comprendida.

En verdad que, incluso si hubiera que considerar a la historia incapaz de otros servicios, por lo menos podría decirse en su favor que distrae.. Cada sabio sólo encuentra una ciencia cuyo cultivo le divierte. Descubrirla para consagrarse a ella es propiamente lo que se llama vocación.

Antes que el deseo de conocimiento, el simple gusto; antes que la obra científica plenamente consciente de sus fines, el instinto que conduce a ella.

La historia, sin embargo, tiene indudablemente sus propios placeres estéticos, que no se parecen a los de ninguna otra disciplina. Ellos se deben a que el espectáculo de las actividades humanas, que forma su objeto particular, está hecho, más que otro cualquiera, para seducir la imaginación de los hombres.

Leibniz nos lo ha confesado: cuando pasaba de las abstractas especulaciones de las matemáticas, o de la teodicea, a descifrar viejas cartas o viejas crónicas de Alemania imperial, sentía, como nosotros, esa “voluptuosidad de aprender cosas singulares”.

En 1942, año en que ha tocado escribir, ¡el propósito adquiere un sentido todavía más grave! En un mundo que acaba de abordar la química del átomo, que comienza a sondear apenas el secreto de los espacios estelares, en nuestro pobre mundo que, justamente orgulloso de su ciencia, no logra, sin embargo, crearse un poco de felicidad, las largas minucias de la erudición histórica.

“Para entender y apreciar bien estos procedimientos de investigación, aunque se trate de los más particulares en apariencia, sería indispensable saberlos unir con un trazo perfectamente seguro al conjunto de las tendencias que se manifiestan en el mismo momento en las demás clases de disciplina. Este estudio de los métodos considerados en sí mismo constituye, una especialidad, cuyos técnicos se llaman filósofos. No puedo presentarlo sino como lo que es: el momento de un artesano al que siempre le ha gustado meditar sobre su tarea cotidiana; el “carnet” de un oficial que ha manejado durante muchos años la toesa y el nivel, sin creerse por eso matemático”.

LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO

I LA ELECCIÓN DEL HISTORIADOR

La palabra historia es muy vieja, tan vieja que a veces ha llegado a cansar, muy rara vez se ha llegado a querer eliminarla del vocabulario.

Sin duda, desde que apareció, hace más de dos milenios, en los labios de los hombres ha cambiado mucho de contenido. Éste es el destino, el lenguaje, de todos los términos verdaderamente vivos.

, el historiador se ve necesariamente obligado a señalar el punto particular de aplicación de sus útiles; a hacer en ella una elección, elección que, evidentemente, no será la misma que, por ejemplo, la del biólogo: que será propiamente una elección de historiador.

Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica según sus necesidades el suelo en que vive es, un hecho eminentemente “histórico”. Asimismo, las vicisitudes de un rico foco de intercambios, un punto de intersección en que la alianza de dos por una disciplina a otra.

II. LA HISTORIA Y LOS HOMBRES.

El objeto de la historia es esencialmente el hombre, mejor dicho, los hombres. Detrás de los rasgos sensibles del paisaje, de las herramientas o de las máquinas, detrás de los escritos aparentemente más fríos y de las instituciones aparentemente más distanciadas de los que las han creado, la historia quiere aprehender a los hombres.

Del carácter de la historia, en cuanto conocimiento de los hombres, depende su posición particular frente al problema de la expresión.

Cada

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