Introduccion A La Historia
chiompiras7 de Octubre de 2012
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Capitulo I. LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO
La palabra historia ya es muy vieja, eh incluso se ah llegado a querer borrarla del vocabulario. Sólo para regarla al ultimo rincón de las ciencias del hombre.
Desde que apareció esta palabra, hace más de dos milenios, ha cambiado mucho de contenido. Éste es el destino, el lenguaje, de todos los términos verdaderamente vivos. Si las ciencias tuvieran que buscarse un nombre nuevo cada vez que hacen una conquista, es obvio que se darían muchos nombres, y el tiempo nos seria insuficiente para hacerlo. Por el hecho de que permanezca apaciblemente fiel a su glorioso nombre heleno, nuestra historia no será la misma que escribía Hecateo de Mileto. Entonces ¿Qué es la historia? No es menos cierto que frente a la inmensa y confusa realidad, el historiador se ve necesariamente obligado a señalar el punto particular de aplicación de sus útiles; a hacer en ella una elección, elección que, no será la misma.
Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica según sus necesidades el suelo en que vive es, un hecho eminentemente “histórico”. Asimismo, las vicisitudes de un rico foco de intercambios, un punto de intersección en que la alianza de dos por una disciplina a otra.
El objeto de la historia son los hombres, pues la historia quiere aprehender a los hombres.
Cada ciencia tiene su propio lenguaje estético. Los hechos humanos son esencialmente fenómenos muy delicados y muchos de ellos escapan a la medida matemática.
El historiador piensa no sólo lo “humano”. La atmósfera en que su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración.
Es difícil, imaginar que una ciencia, pueda hacer abstracción del tiempo. El tiempo de la historia, realidad concreta y viva abandonada a su impulso irrevertible, es el plasma mismo en que se bañan los fenómenos y algo así como el lugar de su inteligibilidad.
La metamorfosis, si esta haya ocurrido hace mil años, ayer y hoy o que deba producirse mañana, es algo que interesa al geólogo, por que la geología es a su manera una disciplina histórica, más deja el físico perfectamente impávido. En cambio a ningún historiador le bastara comprobar que Cesar necesito ocho años para conquistar la Galia; que Lutero necesito quince años para que del novicio ortodoxo de Erfurt saliera el reformador de Wittemberg.
Ahora bien este tiempo verdadero es, por su propia naturaleza, un continuo. Es también cambio perpetuo. De la antítesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas de la investigación histórica. Este antes, antes que otro alguno, pues, pone, en tale de juicio, hasta la razón de nuestros trabajos.
Nunca es malo comenzar con un mea culpa. Naturalmente para los hombres que hacen del pasado el principal tema de investigación, la explicación de lo más próximo por lo más lejano ha dominado a menudo nuestros estudios hasta la hipnosis. La obsesión de los orígenes es como un ídolo de la tribu de los historiadores.
Cuando se habla de los orígenes, no habrá más dificultades de las que constantemente son, por naturaleza, inherentes a las investigaciones casuales. Pero con frecuencia establece entre los dos sentidos una continuación tanto más terrible cuanto que, en general no se percibe muy claramente. Por ejemplo en cuanto a religiones, entre los estudios cristianos, y los católicos, la cuestión no es saber si Jesús fue crucificado y luego resucito. Lo que se trata de comprender es por que tantos hombres creen en la crucifixión y en la resucitación. Ahora bien, la fidelidad a una creencia no es, evidentemente, más que uno de los aspectos de la vida general del grupo en que ese carácter se manifiesta.
Hemos citado la historia religiosa solo a manera de ejemplo. Pero a todo estudio de la actividad humana amenaza el mismo error. Confundir una filiación con una explicación.
En concreto, nos dice el libro que un fenómeno histórico no puede ser explicado en su totalidad fuera del estudio de su momento.
El privilegio del auto inteligibilidad reconocido así al presente se apoya en una serie de extraños postulados.
En primer lugar las condiciones humanas han sufrido el intervalo de una o dos generaciones un cambio total, como si ninguna institución un poco antigua, ninguna manera tradicional de actuar hubiera podido escapar a las revoluciones del laboratorio o de la fabrica. Eso es olvidar la fuerza de inercia propia de tantas creencias sociales. El hombre pasa la vida construyendo mecanismos de lo que hoy se constituye en prisionero más o menos voluntario.
Para que una sociedad, pueda ser determinada enteramente por el momento inmediatamente anterior al que vive, no le bastaría una estructura
tan perfectamente adaptable al cambio que en verdad, carecería de osamenta.
Existe quien representa la corriente de la evolución humana como una seria de breves y profundas sacudidas las cuales no duran si no el término de unas cuantas vidas. La observación, que en este inmenso, continuó grandes estremecimientos es perfectamente capaz de propagarse desde las moléculas más lejanas a las más próximas.
Esta solidaridad de las edades tiene tal fuerza que los lazos de unión entre ellas tienen verdaderamente doble sentido. El temblor de la vida humana que exigirá un duro esfuerzo de imaginación para ser el resultado a los viejos textos, es aquí directamente perceptible a nuestros sentidos. La educación de la sensibilidad histórica no es siempre el factor decisivo. Seria un grave error pensar que los historiadores deben adoptar en sus investigaciones un orden que este modelado por el de los acontecimientos, aunque acaben restituyendo a la historia su verdadero movimiento, por que el camino natural de toda investigación es el que va de lo mejor conocido a lo más oscuro. Es por ello que la vida es breve y los conocimientos poco a poco se van adquiriendo.
La ciencia no se define únicamente por su objeto, sus límites pueden ser fijados también por los métodos de su propia naturaleza.
CAPITULO 2: LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA.
Los caracteres más aparentes de la información histórica entendida en este sentido limitado y usual al termino han sido descritos muchas veces, el historiador se halla en la imposibilidad absoluta de comprobar por si mismo los hechos que estudia. Que haya en todas las observaciones una parte de verdad nadie se atreverá a discutirlo. Exigen sin embargo, que las maticemos considerablemente. Además el individuo no posee jamás la conciencia inmediata de nada que no sean sus propios estados mentales. El investigador del presente no goza en esta cuestión de mayores privilegios que el historiador del pasado. Todos los hechos humanos algo complejos escapan a la posibilidad de una reproducción, o de una orientación voluntaria. El pasado es un dato que ya nada habrá de modificar.
El historiador reúne documentos, los lee, se esfuerza en pensar en su autenticidad, y su veracidad. La diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. La historia no es todavía como debiera ser, pero no es una razón para cargar a la historia posible con el peso de los errores que no pertenecen sino a la historia mal comprendida. Aún así y suponiendo una gran variedad de conocimientos en los investigadores mejores provistos, estos hallaran siempre, y normalmente muy deprisa, sus limites.
Las difíciles tareas delos investigadores, son principalmente reunir documentos que creen que son necesarios, no podrían hacer esto sin ayuda de: inventarios de archivos o bibliotecas, catálogos de museos, repertorios bibliográficos de toda índole. En contra de lo que a veces suelen imaginarse los principiantes, no surgen los documentos, aquí y halla, por el solo efecto de no se sabe que misterioso decreto de los dioses. Pero cualquiera que sea la edad de la humanidad que el investigador estudie, los métodos de observación se hacen, casi con uniformidad sobre rastros y son fundamentalmente iguales.
CAPITULO 3: LA CRÍTICA.
La crítica basada únicamente en el sentido común, que fue, durante mucho tiempo, la única practicada y que todavía seduce a ciertos espíritus no podía llevarnos muy lejos. Durante mucho tiempo las técnicas de la critica se practicaron, de manera interrumpida
El historiador no es, o es cada vez menos, ese juez de instrucción, arisco y malhumorado, cuya imagen desagradable nos impondría ciertos manuales de incitación a poco que nos descuidáramos. Uno de los más hermosos rasgos del método crítico es haber seguido guiando la investigación en un terreno cada vez más amplio, sin modificar nada de sus principios. Sin embargo, no puede negarse que el falso testimonio fue el excitante que provoco los primeros esfuerzos de una técnica dirigida hacia la verdad. Sigue siendo el punto desde el cual esta debe partir necesariamente para desarrollar su análisis.
La
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