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Ilustración Y Proyecto Liberañ


Enviado por   •  19 de Abril de 2014  •  2.229 Palabras (9 Páginas)  •  198 Visitas

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ILUSTRACIÓN Y PROYECTO LIBERAL

La lucha contra la pobreza Una vida dura en inestable. Casas y oficios

A lo largo del s. XVIII se produce en toda Europa un aumento demográfico y una cierta mejora económica. En España ese aumento se cifra en un cuarenta por ciento de población, de forma que a fines de siglo se estima el número de habitantes en unos diez millones, de los cuales más de siete millones viven en los territorios de Castilla. La media de vida europea oscila entre los 27 y 32 años. El mundo del Antiguo Régimen está fuertemente jerarquizado y predomina en él el sentido de permanencia y subordinación del individuo al grupo de nacimiento. Se heredaba generalmente el oficio o quehacer de los antepasados y la sociedad en su conjunto sobrevivía ordenadamente haciendo cada uno lo que le correspondía desde el momento de nacer. En tal sociedad la existencia de pobres y ricos se consideraba como algo natural , irremediable. Ante los rigores de la pobreza sólo cabe la resignación para los que sufren, compensada por el ejercicio y deber de la caridad de los privilegiados, por todo lo cual unos y otros serán premiados o castigados en la otra vida.

A pesar de una modesta mejoría de los niveles de vida, desigual según las regiones, todavía en el s. XVIII existe una alta mortalidad generalizada, sobre todo infantil. La muerte es una presencia constante en las familias, con independencia de la edad. Niños y adultos jóvenes mueren de enfermedades y accidentes que, en ocasiones de epidemias de peste o de período de hambrunas, disparan las cifras de mortalidad. La vida cotidiana de la mayoría de la gente era un vida corta, difícil y circundada por la pérdida de los seres más cercanos. Todo ello condiciona las relaciones emocionales entre las personas, especialmente con los niños, tan frágiles que sólo un pequeño porcentaje tenía posibilidad de llegar a la edad adulta. Esas condiciones generales de fragilidad y penuria son todavía peores entre las clases pobres, una pobreza que, según Cabarrús, caracterizaba "casi toda la nación" y que producía unas enormes desigualdades.

Sin embargo, según transcurre el siglo, junto con la mejora de las coyunturas económica y demográfica, va cambiando en ciertos sectores sociales la idea de que la pobreza es algo natural (dado de una vez para siempre), o providencial (el pobre en Cristo ), para transformarse en pobreza remediable (con causas económicas y sociales concretas, exclusivamente terrenales, que pueden combatirse y mejorar.

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Contra la usura y la pobreza: los Montes de Piedad

Un mecanismo para salir a flote en momentos de apuro ha sido siempre acudir al préstamo prendario. Y un grave problema persistente para las clases pobres y menos pobres era cómo devolver lo prestado -y recuperar la prenda en su caso-, cuando además iba gravado con unos altísimos intereses que caían frecuentemente en la usura, a pesar de la constante condena religiosa y moral a que ésta fue sometida. Los Montes de Piedad nacen como institución contraria a tal práctica y con la finalidad de ayudar al pobre y evitar la carga de unos intereses imposibles de satisfacer de un forma digna.

Impulsados en su origen especialmente por los franciscanos, se consolidaron institucionalmente en Europa durante el período renacentista (s. XV), concediendo préstamos a los más necesitados a cambio de prendas y sin interés. La denominación procedía del italiano monte , equivalente a cantidad , concepto que, asociado al término piedad , resaltaba su carácter sociocaritativo y lo diferenciaba de otros establecimientos cuyos préstamos devengaban mayores intereses o caían directamente en la explotación usurera.

En España existieron también estas fundaciones en los s. XV, XVI y XVII; generalmente se trataban de Montes de origen municipal o privado y algunos, como los de Zaragoza de los s. XVI y XVII, de los que consta documentación, tuvieron cierto éxito. En Castilla sólo se mantuvieron durante algún tiempo los que se originaron y se sostuvieron por iniciativa particular de algún mecenas.

Pero la consolidación real de los Montes se realiza en el s. XVIII. El aragonés P. Piquer creó en 1702 el primer Monte de Piedad moderno, en Madrid y, a imitación de éste, se fue extendiendo el modelo por toda la Península y territorios de la Monarquía a lo largo del siglo, perdurando de distintos modos hasta nuestros días en muchos lugares (Madrid y México por ejemplo). En el éxito del P. Piquier confluyen varias causas: en primer lugar, el que, además de la apelación a la arraigada devoción piadosa a las Ánimas del Purgatorio para conseguir los primeros fondos a través de las "cajitas de Ánimas", se fue dotando al Monte de una pequeña pero eficaz organización , clave de toda modernización en cualquier sector. En tercer lugar, y de forma decisiva, el que el P. Piquer luchara incansablemente hasta conseguir para el Monte el Patronato Real, otorgado por Felipe V en 1713, fuera de la estricta jurisdicción eclesiástica, lo que supuso en el tiempo la concesión de mercedes regias -la primera la otorgó ya la primera esposa de Felipe V, la joven reina Mª Luisa

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Gabriela de Saboya- como un porcentaje fijo sobre las rentas del tabaco sobre otros consumos. La conjunción de iniciativa privada, protección institucional y participación y cooperación activa de la sociedad fueron clave, por tanto, en esa consolidación.

Pasada la conmoción de la guerra de la Independencia, y paralelamente al desarrollo de la sociedad de la España del s. XIX, particularmente en su segunda mitad, el crecimiento de los Montes va unido a la creación de las Cajas de Ahorros con finalidades sociales explícitas, en el intento de asegurar un cierto reequilibrio y distribución regional y territorial de la riqueza. Pero para ello fue decisivo el impulso del espíritu ilustrado del s. XVIII, que fue recogido en algunas manifestaciones básicas del liberalismo posterior.

El espíritu ilustrado: educación y desarrollo

Desde el momento en que la pobreza se concibe como remediable, y no como algo dado de una vez para siempre, los mecanismos para salir de ella son fundamentalmente el trabajo y la educación. Trabajo y educación que se conciben todavía dentro de límites estamentales, pero que afectan a toda la población. De ahí las condenas de los ilustrados contra la ociosidad -que incluye tanto a la nobleza ociosa como a los pobres

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