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Informaciones Adaptación del capítulo 2 del texto de Alejandro Piscitelli


Enviado por   •  21 de Mayo de 2018  •  Informes  •  2.362 Palabras (10 Páginas)  •  89 Visitas

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(Des)-haciendo ciencia

Creencias, cultura y conocimiento

Adaptación del capítulo 2 del texto de Alejandro Piscitelli

Observadores

¿Por qué algunos conocimientos quedan y otros se borran de la memoria de la humanidad? Algo hay en la forma de ser del mundo, en nuestra constitución, en la forma de aprender o fabricar la realidad, que filtra y fija ciertos hechos y acontecimientos, que valoriza ciertas experiencias y otras no. Los procesos de recuerdo y olvido obedecen a complejas determinaciones sociales y bio-culturales.

Al final de nuestro primer año de vida aprendemos a caminar. A los 3 o 4 años ya hablamos relativamente “bien”. De acuerdo a la clase o grupo social a los que pertenecemos, a los 6 entramos en la escuela primaria, luego en la secundaria; iniciamos el aprendizaje de un oficio o entramos a trabajar en algún lado, nos casamos y/o tenemos hijos, ascendemos en la escala social o nos convertimos en “enemigos” de la sociedad y terminamos encerrados. Ni la bandera, ni el himno, ni los buenos modales están contenidos en nuestros genes. Hablar, caminar, percibir colores, distinguir sonidos, clasificar, valorar, etc. son habilidades que aprendemos a realizar en nuestro trato social con los demás.

Todos los miembros de la comunidad científica coincidirán en que según el axioma de Peano “2+2=4”, en que para la geometría “la suma de los ángulos internos de un triángulo es de 180º” o que según las leyes de Newton “la fuerza es igual a la masa por la aceleración”. Por el contrario, tendremos grandes dificultades para ponernos de acuerdo en si la democracia es el mejor sistema político, si la lucha de

clases es o no el motor de la historia, o si existe un único Dios.

Esta disociación entre las certezas (afirmaciones) que alcanzamos en las ciencias de la naturaleza y la incertidumbre en la que nos debatimos cuando queremos dar cuenta de los hechos sociales y/o cotidianos se acentúa aún más cuando se trata de hacer elecciones morales y éticas que implican privilegiar ciertas formas de vida en lugar de otras.

La diversidad que encontramos en el mundo cotidiano es impensable en el mundo científico porque en la práctica científica sólo hay lugar para una verdad. Nos resultará fácil aceptar determinadas descripciones de la naturaleza, como que el cielo habitualmente es celeste, o que las plantas realizan la fotosíntesis. Sucede que aquellos terrenos en los que es tan difícil ponernos de acuerdo, son precisamente los que nos resultan más importantes para la vida social. Cuanto más nos importe el tema que tratemos, más difícil nos será sacrificar nuestro punto de vista y darle la razón al otro.

Aquello que más nos importa generalmente tiende a ser lo más interesante, lo que más nos afecta en nuestra vida cotidiana; aquello más cercano tanto en nuestros pensamientos como en nuestras acciones. Es cierto que a veces alguien da la vida por “abstracciones” como la Patria, el partido político, por el estilo de vida oriental o alguna religión; pero detrás de esas abstracciones lo que se defiende , y lo que se teme perder son las formas de vida que tomamos como naturales e irreemplazables. Lo que nos asusta no es ver cambiados las palabras de nuestro himno o el color de nuestra bandera, sino ver desaparecer nuestras formas de vida concretas, nuestras prácticas de todos los días, lo que hacemos y como lo hacemos, nuestra historia y por último nuestra identidad cultural. Tan importante es lo concreto y lo cotidiano en la estructuración de nuestra vida que cualquier alteración constituye una catástrofe para nuestra forma habitual de vivir. Como ejemplo, analizaremos a continuación qué sucede cuando la realidad de nuestra realidad se descompone y lo que hasta hace un instante era evidente, de pronto se derrumba.

La necesidad/ tentación de certidumbre

La naturalidad con la que vivimos el mundo es muy fuerte. El Sol sale todos los días. Somos las mismas personas las que nos levantamos cada mañana. El trabajo, la casa de nuestros amigos siempre nos espera en el mismo lugar… ¿Cuán convincente es esta imagen de la realidad?

Tanta certidumbre es bastante aparente. Todo nos parece natural hasta que un problema turba tanta seguridad y certeza. Este choque entre certidumbre e incertidumbre está ligado al hecho de que el fenómeno del conocimiento es una actividad envolvente, que involucra de forma inseparable lo observado con el observador, al mundo con el sujeto que lo conoce, a las ideas con la experiencia que las genera.

Lo que llamamos “realidad” no es algo natural, sino el resultado de poderosas operaciones de distinción determinadas culturalmente. Nuestra experiencia cotidiana está construida por complejos procesos de construcción de significados que generan una dinámica en la cual no podemos separar los hechos o las cosas de nosotros mismos.

Habría mucha más dificultad para vivir en el mundo y en sociedad si no existieran modos de aunar nuestras percepciones idiosincráticas, si no existieran procedimientos capaces de articular consensualmente nuestras visiones personales con las de los demás. Podemos vivir “ordenadamente” porque existen mecanismos que permiten, ante las discrepancias, moderar las consecuencias y los modos de articular nuestras diferencias. Así, nos equivocamos y tomamos gato por liebre, porque siempre existe una distancia entre lo que es (para nosotros), lo que nosotros creemos que es para los demás, y lo que es (para los demás). Y sobre todo porque siendo nosotros quienes construimos al mundo, éste siempre se ve afectado por nuestra subjetividad.

Lo real para nosotros ¿es lo real para otros?

En el orden de conocer lo primero es distinguir. Aprendemos a distinguir. Aprender consiste en ampliar nuestra forma de construir distinciones a partir de las cuales comprendemos el mundo.

El proceso de aprender a distinguir supone el despliegue de una incesante actividad clasificatoria, que nos permite separar y agrupar, ordenar y excluir, focalizar y distribuir. Y aún aquellos fenómenos supuestamente independientes de nuestros obrar (por ejemplo, la lluvia) adoptarán una u otra cara según la interpretación que le demos como observadores. Podemos ver la lluvia como la condensación del estado gaseoso del agua, como lágrimas de un dios superior, como la respuesta a un pedido nuestro, como algo bueno para la agricultura… En fin, podemos interpretarla de muchas maneras, según nuestro proceso de distinción.

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