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Información sobre el intercambio de prisioneros de guerra


Enviado por   •  15 de Abril de 2014  •  Tutoriales  •  3.391 Palabras (14 Páginas)  •  254 Visitas

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"Todas las prisioneras que tengan parientes en Estados Unidos serán canjeadas por prisioneros alemanes de guerra. Estas internadas deberán dar los nombres y direcciones de sus parientes norteamericanos y todos los datos personales propios, entre ellos su nombre, su dirección anterior, su fecha de nacimiento, etcétera."

Esta orden levantó un nuevo revuelo entre las detenidas del campo. No había presa que no rebuscase en su memoria día y noche con objeto de recordar el nombre de algún pariente lejano que pudiera tener en Estados Unidos. Unas cuantas llegaron inclusive a llorar porque no eran capaces de recordar el nombre de algún primo; otras, porque no habían sostenido correspondencia con sus parientes de allende el mar.

Muchas internadas tenían los nombres necesarios, y se formó una larga lista. Numerosas éramos las que ya habíamos proyectado pasar las Navidades en Norteamérica si todo salía bien. Tantas veces se habían burlado de nosotras los alemanes, que ni sé siquiera cómo seguíamos creyéndolos. Recordé el incidente de aquellas fatídicas tarjetas postales. Pero esta vez, ni las blocovas sabían a qué carta quedarse ni qué creer.

Unas semanas después los "americanos", como ya los llamábamos, fueron convocados por los alemanes. Se les dio nueva ropa y se los llevó a la estación del ferrocarril. Estuvieron esperando un buen rato a que quedasen listos los vagones de ganado, en los cuales entraron con alegría.

La noticia corrió en seguida por todo el campo:

— ¡Los "americanos" van a partir!

Nos lanzamos hasta el extremo de nuestro campo para verlos marchar.

Los alemanes llegaron a proveer inclusive de abrigos a los "americanos". Los viajeros nos decían adiós con la mano, para enseñarnos que algunos tenían hasta guantes. Otros levantaban los pies para indicarnos que calzaban zapatos. Todo ello resultaba tanto más sorprendente cuanto que los alemanes no nos echaron de las cercanías de la estación.

—! Qué estupendo día poder irse con esos "americanos"! —suspirábamos al volver, cabizbajas, a las barracas.

Estábamos desalentadas y envidiosas. Por primera vez no nos apelotonamos alrededor del Stubendienst a la hora de la comida. La blovoca estaba extrañada de ver cómo las internadas se

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sentaban tranquilamente a comer en silencio su bazofia, mientras pensaban, en alas de su fantasía, en la gran ocasión que se habían perdido.

Como dos semanas después, poco más o menos, un miembro del grupo Pasche nos habló de los "americanos". Se los llevó a otro campo de la comarca.

—Esperen hasta que todo esté preparado para la partida final —se les dijo.

Indudablemente, algo resultó mal, porque la situación cambió repentinamente de arriba abajo. La ropa y los zapatos que se entregaron a los "americanos" volvieron en silencio a los almacenes del campo. Los pobres "americanos" habían sido exterminados.

***

Pocos días después de la salida de los "americanos" me enteré de que entre los deportados de la Barraca 28 había un ciudadano norteamericano. Oí hablar de él a un hombre que solía trabajar en nuestro campo.

Aquel norteamericano era el doctor Albert Wenger abogado y experto economista. Estaba en Viena cuando Hitler declaró la guerra. El consulado suizo trató de devolverlo a Estados Unidos a través de Suiza, pero no se le permitió, porque el desventurado Wenger había cometido el grave crimen de ocultar a una judía. Fue detenido y mandado a Auschwitz-Birkenau.

Traté de ponerme en contacto con él, igual que había hecho con otros ciudadanos norteamericanos, pero no lo conseguí.

Después de la liberación, leí la declaración oficial que había hecho a los representantes de los ejércitos liberadores. Inserto a continuación parte de ella para mostrar al pueblo norteamericano cómo eran tratados sus ciudadanos en Alemania:

"Después de haber declarado Hitler la guerra a Estados Unidos, tenía que presentarme en el Comisariado dos veces por semana, como extranjero enemigo. El consulado suizo hizo una proposición de canjearme y mandarme a Estados Unidos; pero, a pesar de eso, me detuvieron el 24 de febrero de 1943 los agentes de la Gestapo, porque había escondido a una judía sin denunciarla. Fui trasladado, en calidad de deportado, al campo de concentración de Auschwitz. Llegué allí el 6 de marzo, sucio y muerto de hambre, después de pasar mucho tiempo en distintos campos y cárceles de la policía.

"El tiempo era frío y húmedo, y para darme la bienvenida, me colocaron en una calleja entre dos barracas, desnudo, después de haberme dado una ducha fría. A continuación me vistieron con un fino

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traje de verano y me mandaron a la barraca de cuarentena. Allí los hombres eran hostigados y golpeados por cualquier motivo. No sabíamos cuándo estaban libres los excusados; y cuando nos pescaban allí, nos daban de golpes con una macana de goma...

"Teníamos que dormir —y éramos cuatro— en una cama de setenta y cinco centímetros de ancho. Nuestra vida no era más que un tormento, no sólo durante el día, sino también por la noche. Caí enfermo el 23 de marzo aproximadamente. Contraje anginas y pulmonía, y el 24 fui admitido en el edificio destinado a los enfermos: Barraca No. 28.

"Cuando me puse bien, trabajé primero como enfermero y 'Schreiber' (escribiente) de la barraca, y por último como supervisor de la misma. La alimentación se reducía, en gran parte, a agua, nabos y patatas podridas. Bajo aquel régimen alimenticio, gran parte de los prisioneros se debilitaron y enflaquecían a ojos vistos, hasta convertirse casi en Musulmanes. En tales condiciones, eran admitidos en la enfermería por cualquier dolencia, como por ejemplo, diarrea, pulmonía, etcétera.

"El doctor Endress, médico del campo, se presentaba cada tres semanas a escoger los Musulmanes más débiles. Al día siguiente llegaban los camiones abiertos, y sobre ellos estos desventurados, vestidos únicamente con una camisa, eran arrojados como animales en el matadero. Se les trasladaba a Birkenau para morir en la cámara de gas; a continuación, eran incinerados en los crematorios. "Lo aseguro, porque me he convencido de ello por las siguientes razones:

1) Sus pertenencias

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