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LA EPOCA DE LA COLONIA


Enviado por   •  3 de Febrero de 2014  •  Síntesis  •  5.528 Palabras (23 Páginas)  •  695 Visitas

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LA EPOCA DE LA COLONIA

Es acertado llamar este período del modo como se ha hecho, porque, en efecto, en estos siglos asistimos a un proceso de colonización, en el cual un grupo humano emprende la tarea de dominar y controlar un territorio distinto al suyo tradicional, y a sus pobladores, de modo sistemático y permanente, apareciendo al comienzo de este proceso dos grupos definidos: los dominadores y los dominados.

El fenómeno de la colonización española tuvo como objetivo primordial la apropiación de riquezas del nuevo territorio, generando un sistema de explotación que podría caracterizarse como de “economía extractiva”. No se debe creer que España traslado todas sus instituciones, creencias, valores, etc., cambiando radicalmente las costumbres de los indígenas, y además que estos aceptaron todo con conformidad; lo que realmente paso, fue un choque de culturas, lo que provoco que los indios aparecieran en sus luchas por la defensa de sus derechos, en sus guerras intestinas por preservar su cultura o en algunos casos relaciones amistosas con los colonizadores. La sociedad colonial era una sociedad dinámica, viva, que no se mantuvo igual por tres siglos. Es por esto que hacer la historia del periodo colonial resulta no sólo necesario sino urgente, porque allí se comenzó a tejer la nación colombiana de hoy, se fue entramando un país que necesita construirse y casi inventarse a diario.

LA AGRICULTURA EN LA EPOCA DE LA COLONIA

La propiedad de la tierra estaba ligada al poder y privilegio en la sociedad colonial, en el principio las comunidades indígenas proveyeron de abastecimientos agrícolas a los colonos, pero debido al abuso de estos la población se ve mermada causando un desequilibrio económico. El rompimiento de este equilibrio da origen a las estancias en las cuales empleaban indios, vaqueros, pastores, arrieros y molineros, los cuales dan origen a un vestigio de la clase asalariada.

Los monarcas de España, conocidos como los Reyes Católicos, eran de nacimiento rural, criados y educados en poblaciones de estirpe campesina. De ellos se dice que tenían una capacitación agropecuaria, no contada, sino vivida. Esto explica su preocupación por las clases agrícolas más humildes de su patria y por llevar al Nuevo Mundo los adelantos de la agricultura española. En los tiempos de los Reyes Católicos España contaba con una agricultura satisfactoria, enriquecida por los conocimientos heredados de los romanos, árabes y de los pueblos de la Europa Central, especialmente de Italia.

Al llegar los europeo a América, se dieron inmediatamente cuenta de las grandes posibilidades agronómicos de las plantas nativas y de la gran contribución que podrían dar a ambos mundos en el mejoramiento de su economía y en la mitigación del hambre que caracterizó a los períodos de las Edades Antigua y Media.

La agricultura tiene en esta época una mayor significación que en la época precolombina y de la conquista. Lo cierto que no hubo un desarrollo mayor porque éste fue frenado por causas de distinta índole, como fueron la no existencia de explotaciones mineras, ni vías de comunicación que facilitaran la movilización de las gentes hacia los distintos lugares del país o hacia el exterior, la existencia de una política huérfana de incentivo; Esta, se reducía fundamentalmente, como ya los estudiosos lo han venido afirmando, a sembrar por medio de las unidades de extensión familiar ubicadas en la Meseta Central, llamadas Haciendas, los productos básicos para la dieta popular, entre ellos el maíz, los frijoles, la caña de azúcar, la yuca, las papas, las legumbres y las frutas. El trigo y otros cereales en determinadas zonas. Existía también la explotación de ganado vacuno, caballar, mular, cerdoso y aviar, así como la industrialización incipiente de determinados productos y la exportación insignificante de unos pocos.

Especial referencia habrá de hacerse sobre el cultivo del cacao, que si bien era conocido por los aborígenes desde tiempos inmemoriales, no fue sino hasta medianos del siglo XVII que se iniciaron las siembras comerciales; también se exportaban productos como el tabaco, la caña de azúcar, el café y el algodón, del mismos modo producidos por indígenas y negros esclavos en áreas tropicales, en donde las unidades productivas eran extensas plantaciones y hatos ganaderos. Exportaciones secundarias de colorantes como cochinilla e índigo se hicieron en América central, y los litorales de Venezuela y ecuador.

LA MINERIA EN LA EPOCA DE LA COLONIA

El objetivo principal de los españoles en el nuevo mundo era el de conseguir tesoros en forma de metales preciosos. Al principio encontraron oro en abundancia, cuya extracción absorbió casi por completo la población nativa. Pero en estos lugares los depósitos eran escasos y de poca profundidad. Durante la fase de la conquista del continente se encontró mucho oro que había sido acumulado durante años por los indígenas con fines artísticos y religiosos.

Luego de culminada la rapiña de las riquezas de los pueblos nativos, solamente el territorio de la actual Colombia produjo oro en cantidades de importancia. Castilla de Oro y el Nuevo Reino De Granada aportaron la mayor parte de los 185.000 kilos de oro enviados a Sevilla entre 1503 y 1660.

Pero la base fundamental de la riqueza española proveniente de América fue la extracción de plata, luego de que se encontraron importantes yacimientos se establecieron varias minas; estos centros mineros estaban alejados de los poblados españoles, debían enviarse soldados que protegieran las rutas de transporte mineral de grupos de indígenas hostiles, además de abastecimientos y sacerdotes para la evangelización así, los centros mineros también eran zonas de frontera de la colonización española. Durante el primer ciclo minero llegaron a Sevilla provenientes de América 7.000.000 de libras de plata, lo cual triplico la cantidad que de ese metal había en Europa.

Para la explotación de oro y plata se recurrió al trabajo de nativos americanos mediante el repartimiento utilizado en el trabajo minero, aunque también funciono la mita y más adelante el trabajo esclavo.

La mita fue otra institución de trabajo indígena que consistía en un servicio de trabajo reclutado prestado al estado, cuyo origen se remontaba a la civilización inca. Se institucionalizo en 1570 y se extendió a lugares como Colombia donde también se utilizo el trabajo de esclavos en la extracción minera, en auge en los siglos XVII y XVIII.

LA ARRIERIA EN LA EPOCA DE LA COLONIA

Las difíciles condiciones topográficas del país dieron origen a dos medios singulares de transporte: la arriería y el cable aéreo, esto ayudo en gran proporción al desarrollo del país en la época colonial, en la economía cafetera se presento un “matrimonio minero-comercial” y la arriería la elegida para el transporte de maquinaria en la industrialización. Pero después de haber casi 10.000 arrieros en Antioquia, esta profesión tuvo un descenso por la competencia que inicialmente significo el ferrocarril y más tarde el transporte por carretera.

Según testimonios de viejos arrieros, este negocio se organizaba en cuadrillas compuestas por caporales, arrieros y sangreros, y que tenían normas, especialización por trabajos y jerarquías, los arrieros se desempeñaron como intermediarios, y debían tener un proceso de aprendizaje, lo que nos demuestra que la arriería fue un “oficio bien organizado” diferente de la imagen del “aparente desorden de mulas arriadas por hombres anónimos y patirajados”. La arriería fue una escuela empresarial practica, que enseño valores y conductas a muchos individuos que de arrieros pasaron a empresarios del transporte y el comercio.

El desarrollo económico y el protagonismo que tuvo Antioquia se debió esencialmente a tres elementos básicos: la minería, la agricultura y el cultivo del café, estos aspectos tuvieron como soporte la arriería, que consistió en el transporte de mercancías a lomo de mula, la cual desarrollo una red de caminos, vías y comercio. Se organizo principalmente para vencer el impedimento que presentaban las grandes montañas que hasta entonces solo se habían superado por la fuerza humano.

Los arrieros trabajaban en muladas extensas de las que generalmente no eran dueños; iban aprendiendo del oficio, ascendían y recolectaban algún dinero para hacerse propietario de ciertas mulas. Se iniciaban como sangreros, muchachos que no poseían la fuerza para alzar el bulto pero desempeñaban el oficio de cocineros y otras labores.

Una cuadrilla de arrieros estaba conformada por el caporal generalmente dueño de las mulas pero siempre como el capataz responsable de la trayectoria y conocido por su experiencia, los arrieros era conocidos como los pioneros y el sangrero.

LOS IMPUESTOS EN LA COLONIA

El sistema de tributación en la colonia, tienes sus comienzos desde el mismo instante de la conquista cuando se imponen cargos al trabajo indígena y obligaciones de participar a la corona, en alguna cuantía, el producto que se obtuviera de la explotación de la tierra. Algunos de estos impuestos originaron rebeliones porque constituían trabas para la agricultura, el comercio y la minería.

• Alcabala: regia básicamente sobre las ventas de bienes (muebles).

• Almojarifazgo: un derecho de aduanas que gravaba las mercancías importadas y exportadas.

• Armada de Barlovento: cubría los artículos de primera necesidad y su destino era el de sostener la flota que protegía el comercio colonial.

• Media anata: pagada por lo empleados oficiales en efectivo el primero medio año de trabajo.

• Quinto real: se le paga directamente al rey por concepto del oro y de la plata extraída. 5% atribuido a la plata y 10% al oro.

• Diezmos: destinado al sostenimiento del culto.

• Estanco: impuesta sobre el tabaco, el aguardiente y el papel sellado que eran venta exclusiva del estado.

• Espolio: Bienes dejados por el prelador al morir.

• Mesada eclesiástica: 12% de la renta delos miembros del clero.

• Gracias al sacar: pago físico por quienes recibían algún beneficio real.

Algunos de los impuestos coloniales como es tributo de indígenas, los diezmos, el estanco, se prolongaron hasta los primeros años de la Republica y otros con nombres diferentes subsisten hoy en nuestra época.

IGLESIA EN LA COLONIA

Tiempo en el cual España estaba en la conquista de América, estaba también luchando contra los árabes por la defensa de su propio territorio caracterizado por las luchas religiosas y político-militares.

Si bien buscaban las riquezas naturales del Nuevo Mundo también pretendían cristianizar a los indígenas caracterizados como infieles, para ello se dispuso que cada empresa descubridora trajera consigo misioneros para cumplir esta función.

Con el fin de cumplir el pacto realizado entre la corona y el Papado, en los cuales la santa sede entrego a los reyes de España los territorios descubiertos con la condición de evangelizar a los nativos.

Este proceso contribuyo a la firma del Patronato de Regio el cual le concedía más beneficios en donde la iglesia estuvo sometida a los intereses de la corona excepto a lo referente a los dogmas de su doctrina.

Las primeras ordenes religiosas que llegaron a Colombia fueron la de los franciscanos, dominicos, agustinianos y después del convenio de Trento jesuitas; donde su labor evangelizadora estuvo basada en el afán por promoverle al indígena la religión y velar por su condición humana.

La llegada de los dominicos se registra en 1529, cuando veinte de ellos entraron a Santa marta como parte de la expedición de García de Lerma; los dominicos fundas tres conventos en 1550: el primero en Cartagena, el segundo en Santafé y el tercero en Tunja. Tanto lo dominicos como los franciscanos encontraron oposición con los conquistadores.

La llegada de los franciscanos se registra en 1508, cuando ocho de ellos llegan a Santa Marta, donde fundan un pequeño convento, posteriormente fundan otro en Tunja y en 1550 uno en Vélez, Cartagena (1953) y pamplona (1590).

Los Agustinianos llegaron al Nuevo reino acompañando las tropas de Federmann. Fray Luis Prospero llega en 1575 con el propósito de de reunir los religiosos de su orden que se hallan dispersos y funda el convento de san Felipe, posteriormente el convento de Cartagena (15809 Cali 81582) y pamplona (1590).

Además de estas tres ordenes religiosas los jesuitas se presentaron en el nuevo reino en 1589 acompañado del presidente Antonio Gonzales sin embargo no se les permitió fundar nuevos monasterios es Santafé. Entre sus contribuciones en la evangelización los jesuitas enseñaron el catecismo a los niños, indios y negros y predicaron una misión en Tunja durante tres meses; además de la misión en el Orinoco y los llanos que comenzó en 1659; con el ánimo de preservar la cultura indígena y orientarla como una alternativa frente a la de los europeos. Los jesuitas capacitaban a los indios en diversos frentes de trabajo y se promovía la explotación del campo y un genero de vida comunales. A pesar de todo ello la Corona no vio con buenos ojos esa labor de los misioneros pues pensaban que con el tiempo las reducciones se podían convertir en seria amenaza donde se gestarían rebeliones indias, por este y otros motivos determino expulsar a la orden jesuita de todos sus territorios.

LA INQUISICION

La inquisición se baso en el pensamiento de los teólogos juristas de los siglos XVI XVII que seguían a Santo Tomas de Aquino inspirado en Aristóteles. Los primeros tribunales de la inquisición en América se establecieron durante el siglo XVI: el tribunal de México y Lima en el cual entraba la actual Colombia; el tribunal de Cartagena se funda en 1610 principalmente por las dificultades con el inmenso tribunal de Lima y por el estilo se fundaron otros. Los católicos debían denunciar a cualquier persona que consideraran peligrosa para la conservación de la fe. Se requería que el reo fuera denunciado al menos por tres individuos para evaluar el proceso y tomar una decisión. Donde se les daba la oportunidad de retractarse de sus creencias hasta con torturas, si no renunciaban se les condenaba a la hoguera.

Es de destacar la labor de la iglesia en la cultura y salud, al fundar instituciones que son la base de muchas de las grandes instituciones de la actualidad. Entre otras se organizaron las universidades de Santo Tomas y Javeriana; los colegios de San Barlovento, del rosario, Santafé de Antioquia, el colegio seminario de Popayán. En lo que hace a los programas sanitarios se vieron beneficiados con la construcción de hospitales en los principales centros urbanos.

HACIENDAS EN LA COLONIA

Durante el siglo XVII, la hacienda se fue consolidando como unidad económica de múltiples facetas, mientras la encomienda cedía como sistema de trabajo e institución social. La hacienda se fue conformando en una segunda etapa económica del período colonial, ya que fue sustituyendo a la explotación minera del comienzo. La tierra empezó a adquirir un alto valor, lo que llevó a una gran presión por ocupar los terrenos que quedaran disponibles.

El siglo XVIII se convirtió en el siglo del trigo, debido a la creciente importancia que adquirió la agricultura y la cantidad de exportaciones de este cereal al Perú. Las haciendas dejaron de ser simples unidades autosuficientes, que se preocupaban de satisfacer las necesidades básicas de sus inquilinos, convirtiéndose ahora en exportadoras. Las que se encontraban más cerca de las rutas de acceso a los puertos, se encargaron de ampliar su superficie de cultivos, con lo que pudieron llevar sus productos a Valparaíso y Concepción en carretas tiradas por bueyes.

Esta consolidación de la hacienda hizo necesario contar con mayor cantidad de mano de obra, para lo que se contrataron peones libres en su mayoría mestizos, que trabajaban a cambio de alimentos y algo de dinero.

Además de bienes agrícolas, la hacienda encerraba faenas artesanales, para satisfacer las necesidades de quienes tenían menos recursos, como los aborígenes, los campesinos y los mestizos. Las mujeres se dedicaban a la elaboración de ponchos y frazadas; se fabricaban objetos de cerámica con greda y se trabajaba la madera, el hierro y el cuero.

Durante este siglo se estableció una nueva estructura social agraria, donde la cabeza, en orden jerárquico, era el hacendado o patrón de la hacienda; bajo él se encontraba el resto, entre capataces, peones, inquilinos y vaqueros. En esta nueva estructura, cada cual se distinguía del otro por su vestimenta.

Dentro de la misma hacienda, existía también un sistema de préstamo, donde el patrón entregaba a crédito productos como azúcar, yerba mate, tabaco y aguardiente. Los peones recibían esto a cambio de su trabajo futuro, manteniéndose constantemente endeudados con su patrón, lo que los llevó a estar siempre por debajo del hacendado, ejerciendo este un fuerte poder a nivel social.

EL TRASPORTE

En la época de la colonia los caminos eran muy difíciles de transitar pues las tierras eran muy pantanosas y poseían diversas enfermedades además de las diferentes amenazas a las que tenían que enfrentarse como los pumas y los diferentes animales salvajes. Los diferentes transportes estaban compuestos básicamente por caballos, mulas bueyes, canoas, balsas y muy común el indio carguero. Por otro lado no solo la parte terrestre era peligrosa sino también aquella que se refería a los ríos, ya que en éstos se perdían muchas cargas en los rápidos y remolinos, otro problema para los navegantes era los indios que les envenenadas. Además el tráfico en éstos se suspendía durante los mese en que los ríos estaban bajos, por peligro de estancarse. En este tiempo también se presentaba el contrabando, éste era pasar mercancía por rutas que no eran legales, ya que la política restrictora de la España Colonial hizo a Cartagena el único puerto legal. Entonces como habían otras rutas aunque fueran peligrosas podrían salir menos costosas, como la ruta del Caribe por al vía del golfo de araba, también había mucho contrabando por la vía León; estas personas muchas veces perdían sus cargas pero ellos pensaban que era mejor así, porque se salían del mandato español.

CONCESIONES DE TIERRAS

En teoría, el gobierno español respetó la propiedad de la tierra de los indígenas, y trató de limitar la de los españoles a las zonas vacías o a extensiones cuya transferencia a manos españolas no perjudicara los intereses indígenas. Pero en la práctica este principio no se cumplió. Naturalmente, los españoles se apropiaron de las valiosas zonas urbanas conquistadas en Tenochtitlan y Cuzco, y los indígenas se vieron totalmente incapaces para resistir la apropiación de los bienes que, en estas ciudades y en otras, llevaron a cabo Cortés, Pizarro y sus respectivos seguidores. Las autoridades del gobierno colonial español que se ocuparon de la concesión de las tierras -cabildos, virreyes y sus agentes se caracterizaron por anteponer los intereses españoles a los indígenas. Los españoles sostenían que ellos necesitaban más tierras para la agricultura a gran escala y para los gastos del ganado que la que requerían los indígenas para sus cultivos intensivos a pequeña escala. Desde la perspectiva de los españoles, las tierras que los indígenas usaban para cazar u otros menesteres comunitarios estaban vacantes y, por lo tanto, disponibles para ellos. Existe la idea de que todas las tierras de América, que a la larga pasaron a manos de los españoles, fueron usurpadas a los indios. No obstante, hubo una amplia diversidad de usurpaciones, que incluyó la compra, el comercio y la donación voluntaria por parte de los indios. En este sentido, resulta extremadamente compleja la cuestión de las reclamaciones contrarias de indígenas y españoles.

En un principio, los colonizadores españoles fueron atraídos hacia las zonas densamente pobladas del México central y de los Andes centrales, donde dieron más importancia al botín, mano de obra y tributo que a la tierra. Por consiguiente, fueron estas zonas las que sufrieron las conquistas mayores y las que más pronto se vieron afectadas por las encomiendas más prolongadas del continente. La encomienda fue la institución inicial adecuada aquí, y de modo significativo no importaba la concesión de tierra, sino la concesión de indios para tributos y trabajo.

El proceso no fue sencillo. En la tradición indígena, una parcela de tierra vacante por muerte de su ocupante, normalmente, revertía a la comunidad, hasta que ésta asignara un nuevo titular. La disponibilidad de ocupación no era considerada motivo para que fuera ocupada desde fuera. Si no había dentro de la comunidad un candidato al que se le pudiera asignar la parcela, los ancianos, el cacique, o el cabildo indígena, podían mantenerla como un bien comunitario, hasta que apareciera un titular adecuado. En cualquier caso, el poseedor sólo dispondría del usufructo de la propiedad. Podía mantenerla mientras la cultivara y la usara para mantener a su familia. La forma de considerar el uso de la tierra que tenían las comunidades indígenas estaba en conflicto con la noción de propiedad absoluta que tenían los españoles, y complicaba cualquier simple sustitución de propiedad hispánica por propiedad india cuando la tierra llegaba a estar inocupada hasta la muerte.

Por otra parte, la capacidad de la comunidad para retener sus tierras fue severamente deformada bajo las circunstancias coloniales. Las comunidades indígenas se debilitaron, no sólo por la reducción de su tamaño, sino también por la despoblación. Cuando las dificultades se hicieron suficientemente graves, las comunidades indígenas se vieron obligadas a someterse.

Al margen de las transferencias legales, los registros coloniales sobre las transacciones de tierras están repletos de pruebas falsas, amenazas y otras prácticas ilegales. Los indígenas fueron persuadidos para que vendieran a los españoles porciones de las tierras del común de las comunidades. Los españoles negociaban la venta de una propiedad y recibían, o tomaban, otra más conveniente. Los españoles sobornaban o forzaban a los indios para que donaran tierras. Los indios alquilaban tierras a los españoles y, después de recibir el pago del alquiler durante unos años, se les daba a entender que ellos habían estado recibiendo los plazos de una venta, y que ahora se les exigía la plena transferencia de la propiedad. Contra tales prácticas, algunas veces, la comunidad indígena era incapaz de ofrecer resistencia o retrasar el efecto. Se sabe que los indios subrepticiamente cambiaban de lugar los mojos, presentaban títulos de propiedad falsificados y, de otras maneras, intentaban engañar a los españoles. Las comunidades indígenas ganaron pleitos en los tribunales coloniales contra los colonos españoles que les habían arrebatado sus tierras. Pero a la larga, el lado español salía favorecido, ya que los españoles eran más ricos y más poderosos, podían ofrecer sobornos y precios más elevados, disponían de abogados más hábiles y podían aguardar la próxima oportunidad que les favoreciera. Las tierras que llegaban a caer bajo el dominio de los españoles, raramente revertían a manos de los indígenas.

PRODUCCION ARTESANAL

Antes de la conquista las comunidades indígenas reflejan su producción creadora en los complejos líticos ubicados en el periodo de cazadores, la cestería, la cerámica y los trabajos de concha; en los objetos para preservar y guardar los granos y raíces y en los instrumentos de pesca, testimonios todos de una producción artesanal que transforma la naturaleza, reflejando la evolución económica local es decir, eco desarrollo, adaptando y creando tecnologías adecuadas a las condiciones ecológicas de la región.

A partir del siglo XVI, con la conquista y colonia española, se transforman estos modos de producción y la vinculación de las comunidades indígenas con su entorno. Los procesos de transculturación, afianzados con el mestizaje biológico, inciden en estas comunidades con el desarrollo de los cultivos comerciales del café y del cacao.

A medida que los indios fueron perdiendo el control efectivo de sus tierras, su trabajo quedo disponible para diversas explotaciones económicas, tanto agrícola como pecuaria y artesanal, abriendo el camino para el desarrollo de una economía de tipo capitalista, viéndose también la clase dominante, en posición de exigir al indio como tributo, productos que no formaban parte de la estructura indígena antigua.

NEGOCIANTES Y EMPRESARIOS

Debido a la pobreza de las comunicaciones terrestres y al gran volumen de las mercancías agrícolas y ganaderas, la distancia a los centros de población española se convertía en un factor crucial, que en gran parte condicionaba el valor de la tierra y el de la producción. Cuando decaía la minería o descendía la población de una ciudad, inevitablemente ellos afectaban de manera negativa al sector rural de las áreas circundantes. Por otra parte, la producción especializada de artículos de escaso volumen y de elevado valor a la vez, como el vino y el azúcar, que se prestaba al comercio de larga distancia, aún así proporcionaba considerables beneficios. También el transporte de animales vivos, mulas y ganado, a pesar de la lentitud, podía ser un negocio a larga distancia. Finalmente, la comunicación marítima, si estaba disponible, reducía considerablemente el problema del transporte de las mercancías agrícolas a los mercados. Tanto el Pacífico como los grandes ríos cumplieron con esta función. Por otra parte, en relación con los costos de producción de muchos bienes locales, la existencia de un gran número de impuestos sobre el consumo y los aranceles internos, siempre obstaculizaba el comercio de larga distancia.

Poco se sabe en torno al modo en que se realizaban las transacciones comerciales de los productos. Los grandes hacendados, tanto los laicos como los eclesiásticos, vendían la mayor parte de sus mercancías a través de sus agencias corresponsales en Potosí y otros pueblos («remisiones»). Otros preferían realizar las ventas de sus productos en su propio lugar o en el de los compradores. El sistema de celebración de ferias regulares desempeñaba en papel clave en algunas actividades comerciales, tales como las relacionadas con la venta de mulas y ganado. Los religiosos, en general, parece ser que preferían vender sus artículos directamente a los consumidores, en lugar de depender de los comerciantes. El sistema llamado «repartimiento forzoso de mercancías» a los indios y mestizos pobres constituyó el elemento más importante del comercio interior, hasta que dicho sistema se suspendió legalmente, en 1780. En Perú, las mulas procedentes del Río de la Plata y los tejidos de Quito y Cuzco integraban las principales mercancías de este tipo de comercio. El reparto implicó una masiva redistribución de las mercancías andinas, tales como el tejido y la coca, desde las áreas productoras a las no productoras. Los corregidores, responsables de los repartos, eran, probablemente en gran medida, las caras visibles de los comerciantes profesionales.

La rentabilidad de la agricultura y la ganadería sólo puede calcularse en términos de relación con el marco general de rentabilidad de otras ramas de la economía. El beneficio «normal» en cualquier actividad de Hispanoamérica, durante el siglo XVIII, probablemente no excedía el 5 por 100. Se sabe que las haciendas de los jesuitas especializadas en el cultivo de la caña de azúcar y de la vid obtenían fácilmente beneficios más altos, pero bajo ningún modo se pueden considerar típicas.

Hacia 1550, el cronista Pedro Cieza de León, profundamente impresionado por la fertilidad de los suelos irrigados de la costa peruana y de la sierra, expresó la creencia de que la siguiente generación presenciaría la exportación hacia otras partes de la América española de «trigo, vino, carne, lana e incluso seda». Este sueño, sin embargo, no se cumpliría, debido en gran parte a que estos bienes eran los mismos que se producían en Nueva España. No obstante, el comercio agrícola pronto se desarrolló en el interior de la región en una escala bastante importante.

El ritmo y duración del proceso de conquista varió de un área a otra. Las plantas y animales del Viejo Mundo cambiaron completamente la base de los recursos del continente de América del Sur. Después de un primer período de dependencia de los alimentos indígenas, obtenidos en forma de tributos de encomienda, los españoles se mudaron de los pueblos y establecieron redes de huertas y estancias ganaderas. De este modo, una economía de tipo europeo, basada en el valor de cambio, se impuso sobre la economía indígena tradicional, basada en el valor del uso, en el trabajo colectivo y en la práctica del trueque. El desarrollo de los grandes latifundios estuvo estrechamente relacionado con el descenso de la población nativa americana y el aumento del número de españoles y mestizos y, sobre todo, con la expansión de la minería. La tendencia demográfica ascendente amplió los mercados y aseguró un constante suministro de mano de obra, a pesar de los altibajos de la minería. Durante el período colonial, en las posesiones españolas de América del Sur muy raras veces las empresas ganaderas y agrícolas llegaron a ser capaces de explotar su potencialidad máxima, sobre todo debido a que el tamaño del mercado no lo permitía.

La composición de la elite terrateniente no fue homogénea ni estable. Las propiedades territoriales variaron considerablemente entre sí respecto al tamaño, producción, deudas, acceso a los mercados y disponibilidad de mano de obra. La sucesión del patrimonio territorial a través de la herencia parece haber sido menos frecuente que la adquisición territorial mediante compra. La relativa importancia de las haciendas, en comparación a las propiedades de tamaño pequeño y mediano y a las comunidades indígenas, también varió en relación con el tiempo y el espacio. Los grandes terratenientes eran, a menudo, simultáneamente funcionarios públicos, comerciantes y mineros que gozaban de un gran poder local, pero, sin embargo, dependían de las fuentes de ingresos no agrícolas o de los créditos de la Iglesia o de los comerciantes urbanos. Los latifundistas orientaron sus explotaciones hacia la obtención de beneficios y sus haciendas se integraron dentro de la economía de mercado, hicieron uso de sistemas laborales coercitivos, aun que, a menudo, paternalistas. Sus empresas no alcanzaron elevados niveles de rentabilidad y sus riquezas pocas veces era encauzadas hacia usos productivos.

LA EXPEDICIÓN BOTÁNICA

El aporte más importante de esta época al conocimiento científico de la naturaleza americana está constituido por la Expedición Botánica, cuyo objetivo fue el estudio de la flora nativa. Se inició por orden del arzobispo-virrey Caballero y Góngora bajo la dirección de José Celestino Mutis y con el aporte de científicos como Francisco José de Caldas, Jorge Tadeo Lozano y Francisco Antonio Zea. Tuvo su sede en Mariquita y en 1791 se trasladó a Santa Fe, donde perduró hasta 1816. Los dibujantes que participaron en esta obra dejaron una serie de preciosas láminas realizadas con esmero que quedó como testimonio de la investigación realizada. Fueron ellos Francisco Javier Matiz y Pablo Antonio García.

A diferencia de las anteriores, para iniciar nuestra Expedición Botánica no se trajeron pintores ni dibujantes de la Península. Después de varios años de trabajo, el Sabio Mutis logró el apoyo del Rey para sufragar los gastos de los que él llamó sus Ayudantes: herbolarios y pintores, más la creación de una Escuela de Dibujo y Pintura, adjunta a la "Botánica", para enseñar a niños y a jóvenes, y en donde se prepararían los futuros colaboradores de la Flora.

El prestigio de la Expedición Botánica fue muy grande desde sus comienzos. El sabio alemán Alejandro de Humboldt, entre muchos otros, estaba al tanto de estos trabajos. Una vez concluido su recorrido por el Orinoco y vuelto a Cartagena, el 30 de marzo de 1801, orientó su viaje hacia el interior de la Nueva Granada, atraído por la merecida fama de que ya gozaba la empresa mutisiana. El Arzobispo nos había enviado su carroza, y con ella vinieron los notables de la ciudad, por lo cual entramos con un séquito de más de sesenta personas montadas a caballo. El barón de Humboldt venía a la Nueva Granada en compañía de Amadé Bonpland, con el propósito de trazar el mapa de la región norte del Amazonas y comparar sus colecciones con las del botánico José Celestino Mutis. Lo que no esperaba encontrar era un equipo tan organizado de herbolarios y pintores trabajando en tan magna empresa. Con la generosidad propia de su espíritu, elogió ampliamente la obra de Mutis y enfatizó su admiración por los trabajos pictóricos. Así lo manifestó también más tarde en la correspondencia que sostuvo con Don José Celestino Mutis.

Tal como lo anotó Humboldt, la Expedición llegó a contar con un completo equipo de pintores, quienes trabajando afanosamente lograron llevar a cabo una empresa incomparable tanto por el número como por la calidad de los iconos, nunca antes producidos por ninguna otra Expedición científica. La Expedición se instalo inicialmente en La mesa, sitio equidistante entre las tierras frías y los valles interandinos, en abril de 1783. Para iniciar su gran Flora, el Sabio Mutis procedió a contratar a dos pintores que ya ejercían como tales en Santafé: Pablo Antonio García del Campo (1744-1814) y Pablo Caballero (S. XVIII).

Pablo Caballero, notable retratista, se vinculó por muy poco tiempo a la Flora en la que hasta donde se conoce alcanzó a dejar 4 láminas firmadas y fechadas y un grato recuerdo en su Director quien se refiere a él años más tarde con notorio afecto. Al retirarse Caballero, Don José Celestino Mutis buscó y encontró en la misma región a un joven que si algunas veces le proporcionó disgustos por su indisciplina, lo recompensó luego al convertirse en uno de sus más excelentes pintores: Francisco Javier Matís. En cierta forma Matís es el continuador de la obra Mutisiana y por así decirlo, el vínculo viviente entre la Expedición Botánica y la Comisión Corográfica, realizada en nuestro país entre los años de 1850 y 1859. Matís dejó para la Flora cerca de 216 láminas firmadas y más de 70 dibujos, todos de una notable calidad, sobresaliendo en ellos no solo la precisión en el dibujo sino fundamentalmente el exquisito colorido de las flores.

Contemporáneamente a la vinculación de Matís, llegó a Mariquita procedente de Mompox, Salvador Rizo, acompañando al Capitán ingeniero Antonio de Latorre, en el cargo de “delineante”, posiblemente cartógrafo. Incorporado a la Flora, se comprometió al trabajo con tanta dedicación, que una vez conocedor de las técnicas y de su empleo, como del manejo interno de la Empresa, se convirtió en maestro de los jóvenes y se desempeñó a la vez como Mayordomo de la Expedición aún hasta después de la muerte del Director, ocurrida en 1808.

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