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LA FICTICIA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA DE ESPAÑA Y LA DOMINACIÓN NORTEAMERICANA


Enviado por   •  10 de Octubre de 2020  •  Documentos de Investigación  •  41.509 Palabras (167 Páginas)  •  212 Visitas

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LA FICTICIA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA DE

ESPAÑA Y LA DOMINACIÓN NORTEAMERICANA

Arturo Lomas Maldonado

Universidad Autónoma Metropolitana

Universidad Nacional Autónoma de México

BREVE INTRODUCCIÓN

Tratando de comprender en su exacta dimensión el estado que guardan actualmente los países malamente llamados latinoamericanos, entre ellos México, es inevitable recurrir a los hechos que ocurrieron hace ya más de doscientos años, precisamente cuando las oligarquías criollas y mestizas, buscando hacerse del poder desplazando a los españoles, colocan a nuestros países al arbitrio del creciente dominio norteamericano bajo una ilusa independencia del exterior.

Nuestros países padecen una fuerte influencia exterior (casi exclusiva de los Estados Unidos de Norteamérica) en lo económico, lo político, lo cultural y hasta en lo militar, misma que nadie puede negar. Influencia que toma caracteres de un neocolonialismo salvaje tanto por el control de nuestros recursos naturales y humanos, como porque ha impedido cualquier intento de desarrollo industrial, manteniéndonos en un estado de miserable atraso del cual obtiene todas sus ventajas.

Sin la activa participación de las logias masónicas, este período no sería explicable, mejor dicho, son las logias masónicas de origen europeo y norteamericano las que forman y sostienen a la hornada de insurgentes (Miranda, Bolívar, San Martín, O'Higgins, Sucre, Hidalgo, Victoria, Guerrero) que, al obtener la independencia de América de España, solamente sirvió para la posterior entrega de nuestros países al exterior, que concluye fatalmente en manos del llamado Coloso del Norte.

CAPÍTULO I: LA MASONERÍA Y LA FICTICIA INDEPENDENCIA EN SUDAMÉRICA

Entre las sectas masónicas que operaron abierta o secretamente en América, sobresale, para el caso de Sudamérica, la Logia masónica Lautaro, en donde militaban renombrados personajes como José de San Martín, quién se embarcó en la fragata George Canning en compañía de Carlos de Alvear, que desembarcó en Buenos Aires, donde gobernaba el primer Triunvirato que trataba de expandir la Revolución de 1810. Alvear y San Martín fundaron una filial de la Logia de los Caballeros Racionales, que el llamado Libertador rebautizó como Logia Lautaro, nombre tomado de un cacique araucano que en el siglo XVI se había sublevado contra los españoles. A principios de 1819, se fundó una filial de la Logia Lautaro en Chile.

San Martín había solicitado previamente la baja en el ejército español y marchó primero a Londres (1811), donde permaneció casi cuatro meses. Allí asistió a las sesiones de la Gran Reunión Americana, fundada por Francisco de Miranda, que fue la organización madre de varias otras esparcidas por América con idénticos fines: la independencia y organización de los pueblos americanos.

Desde Inglaterra se embarcó hacia Buenos Aires (1812), donde esperaba que su experiencia militar en numerosas batallas le permitiese rendir excelentes servicios al ideal que animaba a su país. San Martín, a causa de sus veintidós años de servicio en el ejército realista, no fue recibido con entusiasmo por los dirigentes; pero, ante la debilidad militar del movimiento, la Junta gubernativa le confirmó en su rango de teniente coronel de caballería y le encomendó la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, al frente del cual obtendría la victoria en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813). Ese mismo año, 1813, renunció a la jefatura del Ejército de Buenos Aires, y en 1814 aceptó sustituir a Manuel Belgrano al frente del Ejército del Alto Perú, maltrecho por sus derrotas. El duro revés que Belgrano había sufrido en Vilcapugio y Ayohuma a manos de los realistas cerraba prácticamente las posibilidades de avanzar sobre Perú, al tiempo que hacía vulnerable esa frontera, cuya custodia encargó a otro masón, Martín Miguel de Güemes, caudillo de Salta.

Mientras tanto, en Chile, los masones Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera habían unido sus fuerzas para sostener la estratégica ciudad de Rancagua. Con su derrota a manos de los realistas finalizaba la intentona independentista chilena del periodo denominado la Patria Vieja (1810-1814). La caída de la Patria Vieja y la llegada a Mendoza de los refugiados chilenos complicó los planes de San Martín, que esperaba atacar Perú desde un Chile independiente y aliado; era prioritario, pues, liberar Chile.

San Martín decidió apoyarse en O'Higgins, con quien preparó el plan de invasión que sería aprobado por los gobiernos de Gervasio Antonio de Posadas y de Juan Martín de Pueyrredón. En Mendoza, durante tres años (1814-1817) y con pobres recursos, San Martín organizó pacientemente el ejército con la ayuda de la población de los Andes.

Finalmente, en 1817 inició la gran campaña que habría de dar un giro nuevo a la guerra, en el momento más difícil para la causa, cuando la insurrección estaba vencida en todas partes con excepción de la Argentina. Superadas las cumbres andinas, el 12 de febrero de 1817 derrotó al ejército realista al mando del general Marcó del Pont en la cuesta de Chacabuco, y el 14 entró en Santiago de Chile. La Asamblea constituida proclamó la independencia del país y le nombró director supremo, cargo que declinó en favor de O'Higgins.

La renuncia de San Martín obedecía a que la masonería perseguía una meta mucho más ambiciosa, ya que se trataba de una estrategia continental. Desde esa perspectiva más amplia, la conquista de Chile era sólo un paso necesario: San Martín comprendió que para sacudir el yugo español del continente era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico y la ocupación del virreinato del Perú, verdadero centro del poder realista. A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se centraron en la organización de la gran escuadra que había de transportar a las tropas libertadoras a Perú. Viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la campaña; sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las disputas internas del país, cosa que rechazó.

Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó de Valparaíso (Chile) el 20 de agosto de 1820, transportando un ejército de 4.500 hombres, y desembarcó en la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín intentó una negociación con el virrey Pezuela, y luego con su sucesor, José de la Serna, con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821. Ahí expuso su propuesta, que no eras otra que establecer un gobierno extranjero unipersonal para la dominación, mediante un arreglo pacífico, que incluía la independencia de Perú y la implantación de un régimen monárquico con un rey español (lo que representa una réplica del Plan de Iguala, como lo veremos más adelante), ofreciendo a La Serna la regencia interina. Fracasadas las negociaciones, San Martín ocupó Lima y proclamó solemnemente la independencia (28 de julio), pese a que el ejército realista aún controlaba gran parte del territorio virreinal.

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