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LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y OBRERA EN EL SIGLO XIX: ANTONETE GALVEZ Y El LEVANTAMIENTO CANTONAL

Ateneo hespéridesEnsayo7 de Enero de 2023

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LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y OBRERA EN EL SIGLO XIX. ANTONETE GALVEZ Y  EL LEVANTAMIENTO CANTONAL                                       María Loreto López Martínez

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                                                                                FORMACION UNIVERSITARIA

ITINERARIO DE GRADO EN RELACIONES LABORALES Y RECURSOS HUMANOS

TRABAJO FIN DE GRADO

TÍTULO:

LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL Y OBRERA EN EL SIGLO XIX:

ANTONETE GALVEZ Y El LEVANTAMIENTO CANTONAL

Autora: MARÍA LORETO LÓPEZ MARTÍNEZ

Tutora: ISABEL MARÍN GÓMEZ

Curso: 2009/2010

Convocatoria: Junio/2010

La Revolución Cantonal fue desordenada y confusa, cuajada de personajes desconocidos y humildes, pero como dice Blasco Ibáñez: “Éstos han sido siempre los héroes y el nervio de toda revolución” 

(Narraciones sobre olvidos. Antonio Sánchez Verdú y Francisco Martínez Torres)

El ínclito murciano Antonio Gálvez Arce no era un mero elemento de carácter local que aparece a mediados del siglo XIX por generación espontánea, sino un personaje de proyección histórica cuya acción, sobrepasa los límites regionales.

Su trabajo político y su trayectoria social, apoyadas por la honradez y la cordura legal que acrisolan su personalidad, pudieron levantar con su voz y su talante, a toda una región contra la injusticia en el logro de un orden más equitativo y racional.

El protagonismo y el miedo, al mismo tiempo, de la burguesía agraria, son los factores determinantes, junto a la postura intransigente de la iglesia, opuesta desde el principio al triunfo de la revolución.  

         Durante el Sexenio Democrático, la Desamortización fue instrumento de una política económica de desarrollo capitalista basada en la desregulación y privatización, y especialmente con el fin de resolver dos graves problemas: Las crisis de las finanzas públicas y agraria. Se trató de organizar un proceso amplio de ventas, basado en nuevos tipos de bienes, salinas, minas, etc..., sobre los que pivotó fundamentalmente. Pero el resultado fue mediocre, expresando la contradicción existente entre medios y objetivos.

ILUSTRACIÓN Nº7

Antonio Gálvez Arce se cultiva mayormente en el coloquio, la conversación, el debate, la observación y su singular sensibilidad social. Habrá que buscar el origen de su postura y actuación caudillista en la convulsa situación de la sociedad española desde finales del siglo XVIII y a través de todo el siglo XIX dónde el cantonalista juega un relevante papel histórico.

Hemos de tener presente la condición del obrero español en esta época donde se le considera un ser obligado a luchar día a día por su existencia de forma desesperada. A mediados del siglo XIX España contaba con unos tres millones de trabajadores, de los cuales las tres cuartas partes eran obreros agrícolas y el resto artesanos y un exiguo contingente de obreros industriales.

En esta época la población obrera tiene una jornada de trabajo que va de doce a catorce horas diarias en la que participan indiscriminadamente hombres, mujeres y niños. La distribución es ínfima y el esfuerzo agotador. Los hijos de los obreros comenzaban a trabajar a los seis años con jornadas semanales de setenta y seis horas y los adultos, tanto hombres como mujeres, por su condición de asalariados, no tenían derecho a voto.

Las prestaciones sociales tales como la enseñanza y la sanidad se reducían a la caridad pública. En el ambiente que se respiraba en este período, es comprensible que el perfil de un personaje como el de Antonio Gálvez Arce, honrado, solidario, populista y sensible a la situación aterradora en la que se halla el mundo obrero, induzca a la agitación contra unas circunstancias tan adversas para el trabajador. Su actitud encuentra respuesta inmediata y el contagio revolucionario se trasmite a las masas de manera fulgurante.

Esta empatía que se establece entre el dirigente y la masa obrera nos pone de manifiesto la importancia que encierra el estudio de la biografía de los agitadores para analizar y dar luz a disciplinas como la antropología, la historia o la sociología.

El dramatismo del mundo trabajador que es denominado “hez del pueblo” o “los miserables”; justifica sobradamente la aparición de movimientos sindicales que asumen la defensa de los trabajadores y la reivindicación de sus derechos políticos como arma primordial de combate.

        

ILUSTRACIÓN Nº3

Los cambios surgidos en la historiografía en la segunda mitad del siglo XX, llevaron al reconocimiento de unas nuevas fuentes para el estudio de la Historia, que se han ido ampliando en las últimas décadas. Precisamente, a partir de los años 90', se introdujo de lleno en el resurgimiento de la “biografía histórica”, aunque, a diferencia de los enfoques biográficos del siglo XIX y siguientes, más tendentes al ensalzamiento de las hazañas de las figuras políticas y militares relevantes, las nuevas formas de afrontar la escritura de la historia desde la perspectiva biográfica, según apunta María Gloria Núñez en su artículo Biografía de la actual historiografía contemporánea española, intentan  “relacionar los acontecimientos particulares del entorno próximo del biografiado con las causas generales y los grandes movimientos de la época”, tratando de explicar a través de la historia vital del sujeto las características peculiares de una sociedad o una política concretas.

De ahí que se pueda subrayar que, el ínclito murciano Antonio Gálvez Arce no es un mero elemento de carácter local que aparece a mediados del siglo XIX por generación espontánea, sino un personaje de proyección histórica cuya acción, sobrepasa los límites regionales.

Su trabajo político y su trayectoria social, apoyadas por la honradez y la cordura legal que acrisolan su personalidad, pueden levantar con su voz y su talante, a toda una región contra la injusticia  en el logro de un orden más equitativo y racional.

Para poder acercarnos a la importancia de su persona hemos de salir del entorno vecinal o provincial y verlo desde la perspectiva del devenir histórico del que procede y al que pertenece, en el que se forja; y especialmente en ese espíritu y carisma que le empujan a querer modificar todo lo que le parece deshonesto. Por eso al hablar de Gálvez, no sería justo que lo limitáramos a los mojones simbólicos de su finca de San Blas, de un municipio, de una provincia, ni hasta la de un Reino. El espíritu federalista que comienza a tomar forma a partir del 12 de julio de 1873 pretende o intenta anexionar a la Región de Murcia comarcas pertenecientes a otras provincias, como Hellín-Chinchilla, Los Vélez en Almería, Vega Baja en Alicante y algunas zonas de Granada y Jaén.

Su biógrafo, el escritor Baleriola, decía que a Antonete Gálvez le empujaban dos tareas: la agricultura y la revolución; y el mismo Gálvez en un mitin dado en Córdoba con motivo de una asamblea republicana realizada en 1869 se expresó así: “permaneceremos en revolución hasta conseguir el triunfo de nuestros ideales”.

Pero esta forja humana acrisolada en el conocimiento reglado de unos pocos años de escuela primaria con un maestro contratado en Torreagüera; se cultiva mayormente en el coloquio, la conversación, el debate, la observación y su singular sensibilidad social. Habrá que buscar el origen de su postura y actuación caudillista en la convulsa situación de la sociedad española desde finales del siglo XVIII y a través de todo el siglo XIX dónde el cantonalista juega un relevante papel histórico.

Hemos de tener presente la condición del obrero español en esta época donde se le considera un ser obligado a luchar día a día por su existencia de forma desesperada. A mediados del siglo XIX España contaba con unos tres millones de trabajadores, de los cuales las tres cuartas partes eran obreros agrícolas y el resto artesanos y un exiguo contingente de obreros industriales. Según Vicens Vives en su libro Aproximación a la Historia de España, sólo había unos veinticinco mil mineros.

Además la población obrera tiene una jornada de trabajo que va de doce a catorce horas diarias en la que participan indiscriminadamente hombres, mujeres y niños. La distribución es ínfima y el esfuerzo agotador. Los hijos de los obreros comenzaban a trabajar a los seis años con jornadas semanales de setenta y seis horas y los adultos, tanto hombres como mujeres, por su condición de asalariados, no tenían derecho a voto.

Las prestaciones sociales tales como la enseñanza y la sanidad se reducían a la caridad pública. En el ambiente que se respiraba en este período, es comprensible que el perfil de un personaje como el de Antonio Gálvez Arce, honrado, solidario, populista y sensible a la situación aterradora en la que se halla el mundo obrero, induzca a la agitación contra unas circunstancias tan adversas para el trabajador. Su actitud encuentra respuesta inmediata y el contagio revolucionario se trasmite a las masas de manera fulgurante.

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