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LA IDEA DEL HOMBRE Y LA HISTORIA


Enviado por   •  16 de Febrero de 2012  •  1.878 Palabras (8 Páginas)  •  719 Visitas

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LA IDEA DEL HOMBRE Y LA HISTORIA

En este libro se hable desde el homo sapiens hasta una serie de teoría sobre el hombre. Siguiendo el orden comencé analizando cada capítulo (del primero hasta el quinto)

La primera idea del hombre, idea dominante en los ambientes deístas (judíos y cristianos), no es un producto de la filosofía y la ciencia, sino una idea de la fe religiosa, un resultado complejísimo del judaísmo religioso y sus documentos, sobretodo del antiguo testamento y del evangelio.

El pecado del hombre seducido por un ángel caído, libre e independiente.

Dentro de este marco judeo-cristiano, pueden evidentemente manifestar su influencia histórico-filosófica varias antropologías teológicas; como también esta antropología de la fe cristiano-judaica ha producido una gran cantidad de exposiciones históricas y perspectivas de la historia universal.

Casi no hace falta decir que esta antropología religiosa carece en absoluto de importancia para una filosofía y una conciencia autónomas.

Pero una cosa queremos subrayar explícitamente: que este mito tiene mas poder e influencia sobre los hombres de lo que generalmente se sospecha.

Otra idea del hombre es una invención de los griegos, de la burguesía política griega; constituye uno de los descubrimientos más grandes y fecundos en la historia del juicio que el hombre forma de sí mismo.

Es la idea del homo sapiens, a la que Anaxágoras, Platón y Aristóteles dejaron una huella filosófica y conceptual con el máximo rigor, con la máxima presión y claridad. Esta idea abre una separación entre el hombre y la animalidad.

El pensamiento histórico dominante “del” hombre, tal como lo formulamos diez veces a diario, procede de una ley genética muy distinta.

En consecuencia del pensamiento de Dios, ya presupuesto, y de la doctrina del hombre como imagen y semejanza de Dios.

La filosofía clásica griega concibe este pensamiento por primera vez. En el campo de una perspectiva cósmica que interpreta todo lo existente en un sentido “órganológico”, merced a las categorías de una “forma” positiva, actuante, de especie parecida a la idea, y de un factor real, pasivo, negativo, encumbrase en Grecia, por primera vez, la conciencia humana, estable por encima de toda naturaleza. A la especie humana, estable y, como todas las especies, eterna, corresponde un “agente específico”, que sólo a ella conviene. La razón: Ratio. Mediante esta razón, el “hombre” es poderoso para conocer el ser, tal como es en sí.

Pero el fundamento por el cual el “hombre” puede realizar esa “asimilación” intelectual con el ser, es siempre el mismo, es la “razón” humana como función parcial que posee la fuerza de las ideas y que produce constantemente el mundo y ordenamiento.

En esta idea conviene precisar cuatro notas de importancia eminente:

• El hombre lleva en sí un agente divino que la naturaleza no contiene subjetivamente

• Ese agente se identifica antológicamente, o por los menos en su principio, con lo que eternamente plasma al mundo y le da forma de mundo, por lo tanto, ese agente es verdaderamente capaz de conocer el mundo.

• Ese agente tiene poder y fuerza aun sin los instintos y la sensibilidad, comunes al hombre y a los animales, para realizar sus contenidos ideales.

• Este agente es absolutamente constante en la historia, en los pueblos y en las clases.

Casi toda la antropología específicamente filosófica ha permanecido esencialmente invariable en lo que se refiere a esos cuatro puntos de la doctrina del hombre.

Cuando, más tarde, los mundos del pensamiento dogmático dejaron de tener vigencia en amplios círculos e cultura occidental, quedo esta doctrina del homo sapiens como única dominante.

El único pensamiento que la filosofía lleva a la historia universal es el sencillo pensamiento de la razón, de que la razón domina el mundo y de que, por lo tanto, la historia del mundo ha transcurrido racionalmente.

Pero en procesos de advenimiento es como alcanza, y al mismo tiempo debe alcanzar el hombre la conciencia creciente de lo que es, de toda eternidad, según su idea, la conciencia de su libertad, superior a todo instinto, a toda naturaleza.

Hegel lleva a cabo un enorme progreso al negar, al menos, la constancia de la razón humana. Conoce una historia de las formas y figuras categoríales subjetivas del espíritu humano, mismo.

Los instintos y las pasiones obtienen su ingreso como siervos del Longos, como “astucias de la idea”, es decir, como herramientas elegidas con destreza por la idea divina para alcanzar un fin, para establecer una armonía y equilibrio que nadie conoce, salvo ella misma y Él, el filósofo ebrio de Dios, que repiensa el divino proceso dialéctico de la historia.

Esta idea antropológica percibe “la” razón como una enfermedad de la vida, como la causa que aparta y desvía al hombre de los poderes creadores, latentes en la naturaleza y en la historia.

La tercera ideología sobre el hombre es la de las teorías “naturalistas”, positivista y también “pragmatista”, todas las cuales quiero designar con la breve fórmula del homo faber.

Esta doctrina empieza por negar una “facultad racional” separada, específica en el hombre. No hay entre el hombre y el animal diferencias de esencia; solo hay diferencias de grado. En el hombre, según esta teoría actúan los mismos elementos, las mismas fuerzas y leyes que en todos los demás seres vivos; solo que con consecuencias más complejas. Y esto es cierto en el sentido físico, en el psíquico y en el “noético”

Toda el alma, todo el espíritu ha de comprenderse por los instintos y las sensaciones y sus derivados genéticos.

Así, pues, el hombre no es, en primer término, un “ser racional”, un homo sapiens, sino un ser instintivo.

Eso que llamamos “espíritu”, “razón”, representa una evolución prolongada de las mismas facultades psíquicas

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